LITURGIA SEMANAL - 26º SEMANA DURANTE EL AÑO

26º   SEMANA DURANTE EL AÑO


Lunes 27 de setiembre    San Vicente de Paúl  (MO)
Lucas 9, 46-50: “A los discípulos de Jesús se les ocurrió preguntarse quién sería el más grande. Pero Jesús, conociendo sus pensamientos, tomó a un niño y acercándolo, les dijo: “El que recibe a este niño en mi Nombre me recibe a mí, y el que me recibe a mí recibe a Aquel que me envió; porque el más pequeño de ustedes, ese es el más grande”.
    
Ante la  pregunta de los discípulos de ‘quién sería el más grande’, Jesús abandona a los discursos, y decide realizar un gesto significativo, ante el olvido de sus seguidores y la posibilidad de que malinterpreten su ministerio… o de que sigan en su pequeño mundo de intereses personales y crean que porque siguen al Mesías, eso los hará poderosos, los hará “ser más que los demás”. Por eso, sin margen de error, requiere que los apóstoles entiendan bien que la humildad del servicio, es un rasgo esencial de la misión y el camino que Él propone. Y esto lo recuerda también para nosotros porque muchas veces nos parece que nuestros méritos por lo que hacemos, nuestros esfuerzos en el seguimiento del  Señor, tienen que ser recompensados con algún reconocimiento… y ¿qué nos dice Jesús?: que el más pequeño es el más grande ¡cuánto tenemos que cambiar para seguir de verdad al Señor!
Que el Señor nos conceda la apertura de corazón y la disponibilidad para dirigir nuestros pasos hacia el horizonte que nos propone.

Martes 28 de setiembre   
Luca 9, 51-56: Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros por delante. De camino, entraron en una aldea de Samaria para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a Jerusalén.  Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron: «Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos?».  l se volvió y les regañó. Y se marcharon a otra aldea.

El evangelio de hoy cuenta cómo Jesús decide ir a Jerusalén. Describe el inicio del largo y duro caminar del Señor desde Galilea hacia Jerusalén, de la periferia hasta la capital. Se trata de un camino no exento de dificultades y, de algún modo, de un largo proceso de aprendizaje para los discípulos. Por eso, es una llamada a la conversión, porque es el camino de respuesta a la voluntad de Dios.
Mientras Jesús toma la decisión de ir a morir a Jerusalén en manos de los poderosos, los discípulos quieren arrojar fuego sobre Samaría simplemente porque no los recibieron para darles hospedaje. El Evangelio de hoy muestra la desproporción entre el proyecto de Jesús y las reacciones de sus discípulos, que muchas veces son las nuestras. Para nosotros, afirmar estar en camino con Jesús, nos obliga a asumir las consecuencias, las dificultades, la realidad presente en el camino.
Hoy nos podemos preguntar ¿Cómo reaccionamos ante las dificultades del camino?  

Miércoles 29 de setiembre  Santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael (F)

Juan 1,47-51 “Les aseguro que verán el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre”.
Por lo general, el nombre propio no dice mucho acerca de la persona que lo lleva; pero no es así en el caso de los arcángeles, a quienes honramos hoy. Miguel significa “Quién como Dios” y este arcángel es conocido por su gran poder y su lucha contra Satanás y los demonios. Gabriel significa “Fortaleza”, y él ciertamente le dio fuerzas a la Virgen María cuando le anunció que ella sería la Madre de Dios. Rafael significa “El que cura”, y él fue el único que pudo curar la ceguera de Tobías .
Todos los ángeles tienen capacidades extraordinarias. Son espíritus puros y su conocimiento y poder escapan a nuestra comprensión. Ellos viven para servir a Dios y adorarlo. Los atributos que tienen son maravillosos, pero no son más que un pálido reflejo de la infinita perfección y belleza de Dios. Lo más asombroso es que realmente son “servidores” junto con nosotros y su inspiración puede llevarnos a adorar a Dios más plenamente.
Tal vez no veamos a los ángeles, pero allí están, adorando a Jesús en el altar. Junto con ellos, podemos llenarnos del amor y de la santidad del Hijo de Dios, y sentirnos movidos a poner nuestra vida a sus pies.
 “Gracias, Señor, por darnos a los ángeles y arcángeles para que nos ayuden a entregarnos a ti y darte la mejor adoración y alabanza que yo pueda expresarte.”

Jueves 30 de setiembre     San Jerónimo   (MO)

Lucas 10,1-12: “El Señor designó a otros setenta y dos, además de los Doce, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde él debía ir. Y les dijo: “La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha”.

Hoy la liturgia nos regala este texto de Lucas en el que Jesús habla a sus discípulos de las exigencias de la misión: dejarlo todo para seguirle solo a El. Mirar al frente con la confianza puesta sólo en Dios. Asumir la libertad absoluta frente al “tener” para ponerse totalmente al servicio del Reino. El evangelista Lucas no pierde de vista en su narración que éste camino es también el que estamos invitados todos los creyentes a recorrer, en el seguimiento de Cristo. Por eso, luego de haber visto el envío misionero de los Doce, ahora tenemos ante nosotros el envío misionero de muchos otros discípulos. Ya no son sólo los apóstoles los que contribuyen con Jesús en la evangelización. Estamos todos invitados a ser parte de esa hermosa tarea. Hoy más que nunca el discípulo misionero debe estar dispuesto y saber que cada lugar necesita de ese anuncio, de ese testimonio claro, radical, pobre,  de aquél que sigue a Jesús.
Cada día el Señor te invita a anunciar el Evangelio a tus íntimos (la casa) y a los hombres (la ciudad). ¿Adoptas un estilo radical, pobre, esencial, al testimoniar tu identidad cristiana? ¿De qué manera te haces instrumento de paz para los demás?


Intención del Santo Padre
Recemos para que cada bautizado participe en la evangelización y esté disponible
para la misión, a través de un testimonio de vida que tenga el sabor del Evangelio


Viernes 1º de octubre   Santa Teresa del Niño Jesús (MO)   Primer viernes
Lucas 10, 13-16: “El que los escucha a ustedes me escucha a mí; el que los rechaza a ustedes me rechaza a mí; y el que me rechaza a Aquél que me envió”.

El evangelio de hoy da continuidad al envío de los setenta y dos discípulos y discípulas, pero acentúa y amplía tanto el envío como las amenazas a los que no aceptan recibir la Buena Noticia. El mismo Jesús nos invita a asociarnos a su misión. Pone en nosotros una inmensa confianza: El que los escucha a ustedes, me escucha a mí. Lo hizo con los Doce, luego con otros setenta y dos discípulos, y lo hace ahora con nosotros mismos y con todos sus seguidores de todos los tiempos. Pero también nos advierte que la misión no sólo es abundante, sino que tiene dificultades… por eso en el texto de Lucas Jesús, a propósito del rechazo, no se refiere a personas en particular, sino a ciudades, grupos de personas, conglomerados sociales y ¿qué nos dice esto a nosotros hoy como sociedad? Tal vez las circunstancias en las que tenemos que desempeñarnos como discípulos misioneros nos desalientan; nos tientan a cuestionarnos, nos interpelan, pero en definitiva nos invita a seguir depositando nuestra esperanza en el Señor.
El Evangelio siempre nos interpela, nos impulsa a sacar lo mejor de nosotros ¿a qué nos está invitando hoy?

Sábado 2 de octubre  Los Santos Ángeles Custodios (MO)  Primer sábado

Mateo 18,1-5.10: “Los discípulos se acercaron a Jesús para preguntarle: ¿“Quién es el más grande en el Reino de los Cielos?”Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: “Les aseguro que si ustedes no cambian o no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos”.

El Evangelio nos muestra cómo los discípulos quieren saber quién es el mayor en el Reino. El mero hecho de preguntar indica que no han entendido bien el mensaje de Jesús. Los apóstoles pensando en grandezas, en importancia y Jesús respondiendo en términos de humildad, sencillez, servicio. Nosotros, muchas veces  preocupados por ser importantes, ocupar los primeros puestos, ser reconocidos socialmente, y Dios mostrando su predilección por los últimos, los que ocupan los últimos puestos, por los que sirven, por los que son pequeños. Jesús toma una imagen muy popular de la religiosidad de su tiempo: los ángeles, quienes pueden contemplar continuamente el rostro de Dios. Y nos dice que son estos ángeles los que velan por los pequeños. Dios mira especialmente a los pequeños, y nos da dos claves para nosotros y toda la Iglesia: una llamada a la ingenuidad del niño para creer, pero también, una llamada a acoger a los pequeños como símbolo de los que no cuentan en la sociedad, a los que nada tienen… porque ellos sí que son importantes en el Reino de los cielos.
Abre Señor nuestro corazón y prepáralo para que sepamos acoger, acompañar, comprometernos, caminar humildemente, con una mirada compasiva y acogedora hacia los más pequeños de la sociedad, hacia los que nada cuentan.

Domingo 3 de octubre    (27 durante el año)
Marcos 10,2-16: “lo que Dios ha unido no deben separarlo los humanos”.

El hombre y la mujer están llamados a vivir en comunión de amor en el matrimonio y de este modo reflejar en el mundo la caridad de Dios. Los esposos han de ser imagen del amor fiel de Cristo por la Iglesia y por cada uno de nosotros. Este pasaje también nos enseña que todos tenemos una vocación al amor, a la entrega. Este es el único camino de realización personal, ya sea que seamos solteros, casados, viudos, consagrados, etc. Dios nos llama a vivir en la caridad. Y el amor, en cualquier circunstancia debe construirse de nuevo cada día. Para recorrer este camino necesitamos siempre del auxilio de Dios, de la oración y de la vida sacramental. Asimismo, exige toda nuestra colaboración personal para mantener viva la voluntad de amar y de darse a los demás, para servir y perdonar siempre, llegando incluso hasta el heroísmo, porque no hay otra forma de respuesta a las exigencias propias de la vida como vocación a la santidad. Comencemos de nuevo todos los días, sin cansarnos.
Señor, despierta la fe en nuestro corazón y en la de tantos cristianos. Ayúdanos a descubrir la vocación que hemos recibido en el bautismo, a ser signos de esperanza y testigos de tu amor.