LITURGIA SEMANAL - 25º SEMANA DURANTE EL AÑO

25º SEMANA DURANTE EL AÑO



 Lunes, 21 de setiembre   San Mateo  (F)
 “ se iba de allí, vio Jesús a un hombre que se llamaba Mateo, sentado en la oficina de impuestos, y le  dijo: Sígueme. Él se levantó y lo siguió”.

Para el asombro de muchos, Jesús llama a un pecador para ser su discípulo. Sabemos la especial sensibilidad del Maestro sobre los rechazados por su debilidad, condición y oficio. Y hoy, al celebrar a S. Mateo, se nos recuerda cómo El Señor lo invita a seguirlo y con él, nos invita también a cada uno de nosotros. Situación que no evita el escándalo de los fariseos, ex-pertos en trazar muros separadores del perdón de Dios.
Los fariseos, estrictos observadores de la ley y las tradiciones de pureza, estaban escandali-zados con este hecho y probablemente permanecerían afuera de la sala, pues no se atrevían a tener contacto con esa “gentuza”.
Mateo, que  se presenta como un publicano perdonado y llamado, nos ayuda a entender qué significa la vocación de Apóstol: no “príncipes”, sino pecadores perdonados por la misericordia del Señor.
Como los primeros cuatro llamados por Jesús, el publicano Mateo deja todo lo que tiene y sigue a Jesús. Porque el seguimiento de Jesús exige ruptura. Mateo deja su despacho de impuestos, su fuente de renta, y sigue a Jesús. Y hace muy bien en declarar con nitidez que los privilegiados de Dios son los olvidados de los hombres, al igual que el médico se ocupa de los enfermos.

Martes 22 de setiembre
Lucas 8,19-21: “Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la practican”.

Imaginemos la escena que vemos en la lectura de hoy: Un gentío se reúne para escuchar al maestro llamado Jesús, cuya fama va en aumento, aunque la gente no siempre entiende sus parábolas. De pronto aparecen sus familiares —su madre María y probablemente unos pri-mos— pero la multitud es tanta que no logran abrirse paso hasta Jesús. Alguien le dice a Jesús  que están allí y el Señor responde: “Mi madre y mis hermanos son aquellos que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica”
¿Qué quiso decir el Señor con estas palabras? Que cuantos “escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica” se identifican tanto con él como su propia familia.   Esta es una promesa de esperanza y alegría. Ahora podemos tener la misma intimidad con Cristo, la misma cercanía y la misma relación de amor que él tuvo con su madre y sus familiares. Si entendemos esto, no sólo desearemos compartir directa y personalmente con Jesús, como con un familiar muy querido, sino que empezaremos a pensar y actuar como él lo hace. Esta es la promesa para todos los que leemos y meditamos la Palabra de Dios y tratamos de ponerla en práctica.
“Señor Jesús, gracias por prometernos que podemos tener una relación personal y directa contigo a través de la oración y la lectura de tu Palabra. Ayúdanos a experimentar tu amor, mientras nos esforzamos por hacer la voluntad de Dios.”

Miércoles 23 de setiembre  S. Pio de Pietrelcina   (MO)
Lucas 9,1-6: “los envió a proclamar el reino de Dios y a sanar a los enfermos”.

El evangelio de hoy trae la descripción de la misión que los Doce recibieron de Jesús. El obje-tivo de la misión es simple y claro: reciben el poder y la autoridad para expulsar a los demo-nios, curar las dolencias y anunciar el Reino de Dios. Y Jesús los envió con las siguientes recomendaciones: no pueden llevar nada “ni bastón, ni alforja, ni dinero, ni dos túnicas”. Esto significa que Jesús obliga a confiar en la hospitalidad. Pues, quien va sin nada, va porque confía en la gente y piensa que va a ser recibido.
Deben quedarse hospedados en la primera casa hasta retirarse del lugar. Esto es, deben convivir de forma estable y no andar de casa en casa. Deben trabajar como todo el mundo y vivir de lo que reciben a cambio, “pues el obrero merece su salario. En otras palabras, tienen que participar de la vida y del trabajo de la gente, y la gente los acogerá en su comunidad y compartirá con ellos casa y comida. Esto significa que deben confiar en el compartir.
Estos don los cuatro puntos básicos de la vida comunitaria que debían marcar la actitud de los misioneros: hospitalidad, compartir, comunión de mesa, y acogida a los excluidos. Si estas cuatro exigencias se cumplen, entonces pueden y deben gritar a los cuatro vientos: “¡El Reino ha llegado!” Pues el Reino de Dios que Jesús nos ha revelado no es una doctrina, ni un cate-cismo, ni una ley. El Reino de Dios acontece y se hace presente cuando las personas, moti-vadas por su fe en Jesús, deciden convivir en comunidad para así testimoniar y revelar a todos que Dios es Padre y Madre y que, por consiguiente, nosotros, los seres humanos, somos hermanos unos de otros.   Pidamos hoy la gracia y el coraje para desinstalarnos y exponernos al cambio que la misión requiere.

Jueves 24 de setiembre  Nuestra Señora de la Merced (MO)
Jn 19,25-27: “Jesús, al ver a la Madre y junto a ella al discípulo que más quería, dijo a la Madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Después dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquel momento el discípulo se la llevó a su casa.”

La Maternidad espiritual de María se consumió en la Cruz, cuando Jesús, entregaba su vida por toda la humanidad. En ese lugar y en ese momento, MARIA es elevada a la categoría de MADRE, responsable de la vida de todos los hijos de Dios.
El texto que  la liturgia de hoy nos propone, presenta a María a los pies de la cruz, y junto a Ella  al discípulo amado. En ese discípulo, nos encontramos también nosotros. A lo largo de las generaciones se va leyendo este texto y es lindo pensar que ese discípulo a los pies de la cruz es cada uno de nosotros, y que Jesús nos entrega a su Madre  como Madre nuestra.

Celebramos hoy la memoria de nuestra Madre, la Virgen María, conocida como Nuestra Seño-ra de la Merced. El significado del título "Merced" es ante todo "misericordia". La Virgen es misericordiosa y también lo deben ser sus hijos. Cuando  recurrimos a ella, debe ser  ante todo, con el deseo de asemejarnos a Jesús misericordioso.

Viernes 25  de setiembre
Lucas 9,18.22: Jesús les dice a sus apóstoles y nos dice a nosotros: “¿Quien dice la gente que soy yo, Quien dicen Ustedes que soy yo?”

En este día, el evangelio de Lucas nos relata que  Jesús se retira a solas a orar. El lugar de oración de Jesús siempre es la montaña;  es el lugar que él tiene para encontrarse con el Pa-dre, y recordar, la misión que el Padre le ha confiado, que es hacer su voluntad. Al ver a sus discípulos que lo siguieron, Jesús, comienza a preguntarles “¿Quién dice la gente que soy yo?”.¿Qué es lo que opina la gente, sobre mí? ¿Qué piensa? Entonces, los discípulos le res-ponden: “unos dicen que eres Juan el Bautista, otros Elías, otros alguno de los Profetas”. Y después Jesús, hace la pregunta principal. ¿y ustedes, quien dicen que soy?. Es Pedro que le responde: “Tú eres el Mesías de Dios”.

Como conclusión de este relato, Jesús termina planteando las condiciones del seguimiento. Jesús les dice a todos los discípulos: “el que quiera seguirme que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga”. Jesús nos está recordando que para seguirlo tenemos que cargar con nuestra cruz. Cargar la cruz y renunciar a sí mismo. Es por esa razón, el Señor nos pregunta hoy: ¿quién soy yo para ti? Y de nosotros el Señor espera una respuesta clara, pre-cisa, una respuesta que sea humilde, sincera y profunda. Es decir, Jesús nos está pidiendo un sí. Un sí que implica seguirlo y dar la vida anunciando la buena noticia. Pidámosle al Señor, que realmente podamos cargar con nuestra cruz de cada día y podamos seguirlo.

Sábado 26 de setiembre
Lucas 9,43-45: “ … como todos comentaban admirados los prodigios que Jesús hacía, éste dijo a sus discípulos: «Presten atención a lo que les voy a decir: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres». Pero ellos no entendieron estas palabras, pues un velo les ocultaba su sentido y se las volvía incomprensibles; y tenían miedo de preguntarle acerca de este asunto”.

El evangelio de hoy nos habla del segundo anuncio de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. Los discípulos no entendieron la palabra sobre la cruz, porque no son capaces de en-tender ni de aceptar a un Mesías que se hace siervo de los hermanos. Ellos siguen soñando con un mesías glorioso. Tal vez nosotros podemos decir, como Pedro, que Jesús es el Mesías, pero ¿qué es lo que estamos afirmando cuando lo decimos? A los discípulos les resultaba extraño o incluso inaceptable que la entrega sea la culminación de una vida mesiánica y la fuente de vida para cuantos crean en Él… ¿Y qué pasa con nosotros? Lucas, nos invita hoy a dejarnos envolver por el Misterio, y tratar de comprender que los caminos de Dios y los nues-tros tienen lógicas y direcciones distintas, los que en ocasiones cuesta mucho comprender. Pero, asumamos el desafío, dejémonos sorprender por los caminos nuevos que El Señor nos ofrece para poder recorrerlos desde la fe en quien sabemos que nos ama.
Preguntémonos si en nuestra realidad ¿nos aferramos a esquemas, imágenes o modelos que no son los de Dios? y por otro lado, ¿con qué actitud nos enfrentamos a aquellos caminos o realidades que parecieran en una dirección distinta a la del éxito aparente? y por último, ¿cómo combinamos el sufrimiento y la fe en Dios?

Domingo 27 de setiembre        (26º durante el año A)
Mateo 21,28-32 “…"Un hombre tenía dos hijos. Llegándose al primero, le dijo: `Hijo, vete hoy a trabajar en la viña.' Y él respondió: `No quiero', pero después se arrepintió y fue. Llegándose al segundo, le dijo lo mismo. Y él respondió: `Voy, Señor', y no fue”

Jesús se halla en Jerusalén, su tiempo se acorta. La oposición de quienes rechazan su men-saje se agrava. La parábola de hoy es simple y nos cuestiona. Antes de hacer su comparación el Señor pide la opinión de sus oyentes, ellos mismos decidirán. El relato es sobrio, no se dan las razones de los dos comportamientos, simplemente se les describe.
Pese a su negativa inicial, el primer personaje cumple con la voluntad del Padre. Sus palabras dijeron no, pero su gesto termina diciendo sí. El segundo, en cambio, es un mentiroso: acepta en teoría lo que niega en la práctica. Es un incoherente. El seguimiento de Jesús se juega en nuestra práctica, ella decide el destino ante Dios. El hacer prima sobre el decir. La pregunta de Jesús no deja lugar a escapatoria y exige discernimiento: "¿Cuál de los dos hizo la voluntad del Padre?"  No basta responder: "el primero". Los que escuchan a Jesús se saben interpelados: ¿Con cuál de los dos nos identificamos nosotros?
La conclusión de Jesús. “En verdad os digo que los publicanos y las prostitutas llegan antes que vosotros al Reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros por camino de justicia, y no creísteis en él, mientras que los publicanos y las prostitutas creyeron en él. Y vosotros, ni viéndolo, os arrepentisteis después, para creer en él”. La conclusión de Jesús es evidente y muy dura. En opinión de Jesús, publicanos y prostitutas, de hecho, decían “No quiero”, pero acababan haciendo la voluntad del Padre, pues se arrepienten ante la predicación de Juan Bautista. En cuanto a ellos, los sacerdotes y los publicanos que oficialmente siempre dicen “¡Sí, señor, voy!”, pero acaban no observando la voluntad del Padre, pues no quisieron creer en Juan Bautista.