CON GIANELLI, CELEBRAMOS A LOS SANTOS
“La oración es el medio más eficaz, para alejar el pecado, para eliminar los vicios, para hacernos fuertes en la virtud, para alcanzar la santidad…”
Antonio Gianelli[1]
31 DE JULIO: SAN IGNACIO DE LOYOLA
MEMORIA OBLIGATORIA
“Nacido en Loyola (Guipúzcoa) el año 1491, y pasó su juventud en ambiente cortesano y militar, hasta que en 1521 cayó herido en la defensa de Pamplona. Durante la convalecencia se convirtió, y comenzó una larga peregrinación que pasó por Montserrat, Manresa, Barcelona, Tierra Santa, Alcalá de Henares y París, donde en el año 1534, con un grupo de compañeros, inició lo que sería la Compañía de Jesús, los jesuitas, una congregación pensada fundamentalmente en función del servicio apostólico, lo que representará un cambio decisivo en la forma de entender la vida religiosa. Su experiencia espiritual quedará formulada en los Ejercicios Espirituales, un método para orientar toda la vida en el seguimiento de Cristo. Murió en Roma el 31 de julio del año 1556.”[2].
EN LA ORACIÓN, PIDE GRACIA PARA CONOCER, LUZ PARA VER Y SABIDURÍA PARA VIVIR
“El milagro de la conversión de un pecador es indudablemente más grande que el milagro de la creación de un nuevo mundo.”
Antonio Gianelli[3]
Gianelli animaba a “la práctica de una meditación formal, hecha en retiro, de rodillas, con libro, delante de imágenes devotas, con los actos preparatorios y bien ordenados y con todas las demás devotísimas diligencias que los maestros de espíritu suelen prescribir. (…) Así como todos tienen absoluta necesidad de orar, también todos la tienen en mayor o menor medida de meditar. ¿Cómo podemos temer y tratar de huir de un mal que no conocemos? ¿Cómo desear y afanarse por conseguir un bien que nos resulta desconocido? ¿Cómo entonces conoceremos nuestras miserias, nuestros peligros y la suma necesidad de que Dios nos preserve, si nunca nos dedicamos a pensar en ello atentamente? (…) Hay gracias, como entre otras la de la perseverancia que Dios no concede sino a quien perseverantemente las pide.
(…) Si la mente no ora, en vano la lengua se agota. (…) La meditación ilumina y purifica la mente, modera los afectos del corazón, dirige las acciones, corrige los excesos, compone las costumbres, hace honesta la vida y la adorna de virtudes y de méritos. (…) Alumbra la ciencia, la cual esclarece e ilumina el entendimiento, ésta hace que se arrepienta el corazón; el corazón arrepentido se da a la devoción, y la devoción es la que lleva a cabo y hace perfecta la oración.
(…) La oración es omnipotente y lo puede verdaderamente todo.
(…) El que ha aprendido a orar bien, ha aprendido a vivir bien.”[4]
[1] FMH, Hna. M. Rausch; R. Magrini; Meditemos con San Antonio María Gianelli; Una frase cada día del año; 2010. Pág. 49.
[2] J.Aldazábal y otros, El santoral sugerencias y materiales; Dossiers CPL, 111, Centro de Pastoral Litúrgica de Barcelona, 2007, pág. 48.
[3] FMH, Hna. M. Rausch; R. Magrini; Meditemos con San Antonio María Gianelli; Una frase cada día del año; 2010. Pág. 48.
[4] A. Gianelli; Cartas Pastorales, Versión española sobre la edición italiana de Lettere Pastorali; Buenos Aires; 1983.pág.175 – 177.