“Examinad los medios, sugerid el modo. Poco importa que la sugerencia sea tras-mitida por... Que cada uno busque el bien, escoja lo óptimo y lo perfecto. No os espante la iniquidad de los tiempos, ni los vicios que irrumpen, ni la corrupción de las costumbres... ya que nuestra capacidad nos viene de Dios y no nos abandona en las circunstancias ad-versas el que ha prometido permanecer con nosotros hasta el fin de los tiempos. Si Dios está con nosotros, ¿quién podrá contra nosotros? Pongamos nuestro empeño en erradicar los vicios, sembremos, plantemos, reguemos: Dios que da el incremento dará el fruto en su momento oportuno. Puesto que nos somos capaces de pensar nada bueno por nosotros mismos, no vacilemos en entrar en los lugares santos y alzar las manos y el corazón al Señor Dios nuestro, para que el mundo vea que esperamos todo bien, todo lo que es bueno como dado por el que da a todos lo que le piden “(Cartas pastorales, p. 84) Investigando y buscando las líneas pastorales que Gianelli adoptó en su ministerio sacer-dotal y pastoral se descubren las características de su espiritualidad. Sería presuntuoso querer definir la espiritualidad de Gianelli o esquematizarla como si fuese algo estudiado o inmóvil o aprendido en los libros. Tenemos que admitir un cierto progreso y crecimiento en su espiritualidad que, partiendo de su ministerio sacerdotal, fue esclareciéndose por las fatigas apostólicas, las necesidades de la Parroquia, las controversias, los errores, los acontecimientos... Todo fue para Gianelli ocasión para conocer más profundamente las exigencias de sus fieles, ayudarlos con mayor rapidez, a fin de que el mensaje de la salvación de la Iglesia fuese rápidamente eficaz. Bajo este perfil su espiritualidad aparece como eclesial: su preocupación primaria es el reino de Dios a edificar en el corazón del hombre a través del anuncio del Evangelio y la práctica de los sacramentos.
Nada parece preocuparlo más que la salvación y la santificación de sus fieles, de los en-fermos, de los alejados. Como la Iglesia quiere llegar a todos con su mensaje de amor. Como sacerdote, ministro de Cristo y de la Iglesia, se propone como meta espiritual ser fiel a este servi-cio. Las necesidades espirituales de su gente lo hacen agudo, perspicaz, luchador, convencido que ninguna espiritualidad puede ser más universal que la de la Iglesia, porque es la única pensada por Jesucristo y programada por el Padre. Ninguna espiritualidad es más completa, más cercana a todo tipo de personas, de culturas, de ambientes, de sensibilidades, de sicologías, de anhelos, de esperanzas, ninguna más simple y eficaz. Por otra parte, no podemos decir que en sus varias fundaciones tenga en vista enseñar algún tipo de espiritualidad particular o inventar algo nuevo, sino que, a través de personas dis-ponibles a Dios y fieles a la consagración cristiana recibida en los sacramentos de iniciación, asegurar a todos los fieles una adecuada evangelización, un sostén en la fe y en la doctrina, un servicio de caridad que llegase allí donde normalmente no se llegaba, entre los pobres, entre los huérfanos y entre los necesitados de todo tipo. Su intento principal es, por consiguiente, conducir a la Iglesia, a través del anuncio de la palabra, la evangelización y la práctica de los sacramentos, particularmente de la reconciliación.
En la iglesia se vive la caridad y el servicio a todos los niveles, cada categoría de personas encuentra su puesto y puede ser respetada en todas sus exigencias. Como la Iglesia tiene presente, desde su constitución, la salvación de todos los hombres y la realiza ofreciendo los santos misterios, así Gianelli, puesto al cuidado y al servicio de todos los fieles, se vuelve disponible a todas sus necesidades y les indica, con las palabras y con las obras, el camino de la santidad. De lo dicho anteriormente podemos deducir que la espiritualidad del Santo es típica-mente eclesial, su fidelidad a la Iglesia y su obediencia a la misma es total: “En verdad, somos pobres e indignos hijos de la Iglesia católica... lo somos, sin embargo, y no hay nada de lo que mayormente nos gloriemos. Si encontráis bueno y con-veniente lo que en este encuentro sinodal proponemos, atribuídselo ante todo a Dios y luego a esta santa Madre Iglesia, de cuya leche nos hemos alimentado... que no falte esta única cosa: la total adhesión a esta santa, divina, inmaculada Iglesia en la cual está el ca-mino, la verdad y la vida, que es Cristo...” (Cartas pastorales, p. 91).
y se hace servicio en el celo y en la caridad. Hombre apasionado, enérgico, con una sico-logía lineal y rica, leal y prudente, precisa y minuciosa, inventa mil caminos para llegar a todos los que Dios le encomienda y se convierte en Buen Pastor dispuesto a dar la vida por cada uno de sus fieles: ”Dios me manda como vuestro Pastor. Se me encomienda, se me intima, se me encarece la elección de las praderas y de los pastos. Se me intima la guardia, el cuidado, la salud del rebaño... No puedo ser bueno si no estoy dispuesto a morir por vosotros y por cada uno de vosotros. El Buen Pastor del Evangelio es mi único ejemplar... de día y de noche, en invierno y en verano, para ricos y pobres, sanos y enfermos, sacerdotes y se-glares, cercanos y lejanos, aldeanos y ciudadanos, yo seré ciertamente para todos... seré todo para todos” (Cartas Pastorales, p.25-27). En su actividad evangelizadora, los laicos fueron los sujetos principales de todo su minis-terio; ellos son los que acerca poco a poco a la asistencia comunal o a la sociedad Económica, o al hospital, o a las cárceles o al hospicio para las huérfanas.
EUCARÍSTICA: ¿cuál es el cuidado y la diligencia que tenéis en venir frecuentemente a visitarlo y adorarlo en la iglesia? Vosotros sabéis que Él, por su infinita bondad, para nuestra con-solación y para nuestra salvación, quiere estar continuamente, día y noche, en nuestras iglesias y que allí permanece como sentado sobre el trono de su misericordia, llamando a todos e invitándo-los para enriquecerlos con sus gracias y colmarlos de sus tesoros. ¿Por qué, entonces, siempre lo dejamos tan solo? ¿Por qué la Iglesia está siempre desierta y pareciera que ni siquiera nosotros recordamos que exista esta casa en la que Él habita? En tiempos de tanta misericordia no hagáis caso de nuestras frialdades y de nuestros descuidos, sino sólo la fe católica, con la cual en la Hostia Sagrada veneramos vuestro Cuerpo, vuestra Sangre, vuestra alma y vuestra divinidad, como los Santos honran en el Cielo y creemos en tu presencia real como un día estuviste sobre la Cruz y ahora os encontráis en el Paraíso. Mi-rad, amado Jesús, mirad los males que nos oprimen, las guerras obstinadas que tiende a nuestras almas el infernal enemigo y en memoria de Aquel que tanto ha hecho para abrirnos las puertas del cielo, danos esta Hostia sacrosanta en la que reside tanta fuerza y tanta gracia que nos hace capaces de poder superar todo y entrar verdaderamente en el cielo. Haced que nuestras plegarias, nuestras alabanzas sean devotas y sinceras, de manera que, después de haberos honrado aquí en la tierra verdadero Dios con el Padre y con el Espíritu Santo, seamos admitidos a la vida feliz del Cielo, que es nuestra patria para alabaros y bendeciros eternamente: - A Dios, Uno y Trino, sea gloria sempiterna; a Él que aquí se dona, en la patria celestial nos da la vida eterna.. (A. GIANELLIM 3, pág. 379-391Aut. Pred. mss. Vol 3, p. 12 int. 7).
MISIONERA . ¿cómo es posible que un ligoriano no esté dispuesto…? qué misioneros muertos que somos…. Está destinado a morir en nuestro fuego… NO PERDER LA CAPACIDAD DE TESTIMONIO: “NO ME CANSARÉ NUNCA DE DECIR LO IMPORTANTE QUE ES EL BUEN EJEMPLO DE LO MISIONEROS… “Es hora de ser presencia que enciende el fuego; es hora de convertirse en llama. Ojalá no nos aferremos a las sombras de fuegos pasados. Ojalá no tengamos miedo del ardor del fuego actual. Como laicos o como consagrados tenemos que ocuparnos de las grandes cuestiones de la vida , no del recreo religioso o del mensajito espiritual. Tenemos que ver lo que otros no ven o a decir lo que otros no dicen, o a estar donde otros se van o no quieren ir. Cuando el fuego se apaga, cuando las brasas se enfrían, cuando se deja de alimentar el ardor del alma, no es el frío el que mata, sino la incapacidad de reavivar la llama que en otro tiempo guardamos en nuestro interior y quue hora hemos dejado que s convirtiera en un humo sofocante que ahoga el corazón y con-funde la mente, que fatiga el cuerpo y mata el alma. (Joan Chittister). Sin embargo no estamos en un tiempo de agonía para los laicos, sino en un tiempo importante de renacimiento en estado embrionario es un momento de absoluto compromiso. Esta generación de laicos, será la que decidirá si la próxima generación será un aborto o nacerá muerta o si habrá un florecimiento de vida nueva. La Iglesia pone su esperanza en los laicos al decir por boca del Papa Benedicto: El siglo XXI será el siglo de la madurez espiritual de los laicos.
MARIANA: Mientras vamos de camino, esa mujer, que pronunció muy pocas palabras, pero que fueron más que suficientes, nos enseñará a decir “sí”, a decir que queremos intentarlo, y que queremos mirar con ella los misterios de cada día, en los momentos de gozo, de dolor y de gloria, y en la llanura plana de la vida cotidiana, cuánto de vida nueva va realizando el Señor en nosotros. “… si María estuviese en mi lugar, ¿cuál sería su comportamiento?, ¿con qué mo-dos, con qué esmero obraría para ganarse el corazón de todos…” Vengan, pues, todos… corran a honrar a María, ciertos y seguros que María no nos abandona, si antes no la hemos abandonado. Ella no sabe perdernos de vista, si antes no dejamos de fijarnos en ella, para en ella confiar”. (Gianelli) “Querida Madre, redoblad vuestra oración ante el Divino Trono; vos todo lo podéis cerca de Dios; haced uso de vuestro pode y salvad a vuestros hijos que confín en Vos” “Os dejo en los brazos de la Virgen. Yo le ruego que os acoja y os ruego a voso-tros que no os retiréis de ella, y se ciertamente que será para vosotros, más que Madre”. (Carta 276, Epistolario II) + * Que tolera el trigo y la cizaña. La vida de cada día será muchas veces ambigua, grisácea, sin presentarnos tonos definitivos. Saber vivir tolerando la ambigüedad, aceptando el trigo y cizaña, es sabiduría humana y cristiana. Tenemos que aprender a vivir cuando, aparentemente, no pasa nada sabiendo que todo ha acontecido ya. Aprender a vivir sin etiquetas, sin juicios definitivos, sin interpretaciones grandiosas; sencillamente en la confesión de que somos siervos inútiles. Necesi-tamos aprender a convivir con la ambigua pluralidad de nuestra existencia. Con personas ni bue-nas ni malas, regulares; acontecimientos a los que no sabríamos calificar de buenos o malos; con conductas que revelan un proceso de crecimiento. A sabernos más que ayer y menos que maña-na e incluso a experimentar pacientemente nuestros retrocesos, nuestras «caídas», nuestras de-bilidades, el régimen de nuestras necesidades y deseos. “…pero sobre todo una grande e infatigable caridad que les enseñe a cuidar de esas pobres niñas como enviadas por Dios… y no dejando nunca de esperar, por malas e ingratas que sean, que un día finalmente, serán sus compañeras en el paraíso…” (Regla-mento para las Maestras, nº 7). “El cristiano que reza no pretende cambiar los planes de Dios o corregir lo que Dios ha previsto. Busca mas bien el encuentro con el Padre de Jesucristo…DCE, 37. “Fe, esperanza y caridad están unidas. La esperanza se relaciona prácticamente con la virtud de la paciencia que no desfallece ni siquiera ante el fracaso aparente… “DCE, 39 * Y que al atardecer sabe decir: gracias y adiós. Sin amargura. Sabiendo que el grano de trigo si no muere queda infecundo, no da fruto, aprendemos en la vida a morir, a decir adiós, a convivir con el dolor de una ruptura, de una despedida y a saber decir gracias a todo lo que nos aportó eso que se nos marcha de entre las manos. Necesitamos toda una vida para aprender a morir vivos. El sueño cotidiano de cada noche un descanso en el que el corazón sigue latiendo y amando. Puede que durante el día haya encontrado dolor, ahora descubro que soy más grande que mi dolor. Mi vida, aparentemente pequeña en lo cotidiano, es mayor que lo que se ve y se toca. Y esa grandeza me viene gratuitamente de Dios. El mismo Dios que creó las trompetas del juicio para anunciar gloriosamente la salvación, me crea en lo cotidiano para vivir esperanzadamente mi crecimiento en el Amor. “Grandes cosas hizo el Señor con nosotros! En la sinfonía de la historia se repite hasta el infinito esta melodía. a veces dulce y serena, a veces impetuosa y vibrante… siempre cargada del dolor del mundo…, siempre alegre en la fe… He aquí que, en Él, pequeños gestos, en el pasado, han modelado la historia; en Él, el grito de los oprimidos hace creativo nuestro corazón; en Él, simplemente, seguimos caminando juntos, difundiendo a manos llenas la esperanza”(de Grandes cosas hizo el Señor por nosotros) “Como estamos unidos con el cuerpo y con la palabra, estémoslo así espiritual-mente con la oración y con todas nuestras fuerzas. Busquemos, obremos, persigamos lo que conocemos. La virtud unida es más fuerte. Una cuerda hecha de tres cabos difícil-mente se rompe. Cuánto más difícilmente si los cabos son muchos” (Cartas Pastorales, p.94).