11 DE SEPTIEMBRE: DÍA DEL MAESTRO
“Educar es un arte dificilísimo…La escuela es una de esas
cosas que, tienen que ser totalmente buena, o no tienen razón de ser”
San Antonio Gianelli[1]
JESÚS DIVINO MAESTRO, ILUMINA LA VOCACIÓN DOCENTE
En el día que recordamos el
día del maestro, podemos celebrar con alegría, la decisión vocacionada que
mueve los corazones de todos los que, de una u otra manera, practican la
maravillosa obra de misericordia de enseñar, porque “Quien instruye a muchos
para que sean justos, brillarán como estrellas en el firmamento”. (Dan. 12,
3b).
Los invito a situarnos en una
escena, quizás una de las más hermosas y significativas: la del lavatorio de
los pies, que realizó Jesús junto a sus discípulos, en su última noche aquí en
la tierra. Gesto considerado por muchos que lo rodearon humillante, reservado
para esclavos extranjeros, prohibido para los siervos judíos y a la vez, para
nosotros, tan lleno de amor y entrega, en la sencillez de agacharse frente a
otro, para servir.
Jesús vive el magisterio en un
signo, una presencia atenta y delicada de amor supremo, que sólo puede realizarse
cuando se está dispuesto a quitarse el manto, a hacerse siervo y dar el
ejemplo, que hasta hoy y por siempre, convoca, arrasa, mueve y conmueve a la
humanidad entera: «He dado ejemplo, para que como hice yo lo hagan también
ustedes» (Jn 13,12-15).
En esta contemplación del
Maestro, encontramos a todos los docentes: los jóvenes, los no tan jóvenes, los
esperanzados, los abatidos, los necesitados, los ilusionados, los que tienen a
cargo a pequeños, los que luchan por motivar a los más grandes, los que se
dejan sumergir en el Amor que desborda y los que todavía no se alegran, porque
aún no descubrieron al que es Camino, Verdad y Vida.
¡Cuántos desafíos deben asumir
los docentes hoy, para poder ser y actuar como el Maestro lo hizo!
¡Cuánto amor a la vocación
sostiene la presencia de los docentes en la escuela, a pesar de tantas
dificultades! Amor que dinamiza trabajos, actividades, propósitos siempre
nuevos y renovados, porque “el amor verdadero no puede estar ocioso…si es amor
verdadero tiende a hacer grandes cosas”. (San Antonio María Gianelli)[2]
La
realidad de los estudiantes y familias interpelan hoy a los docentes y los
conducen a afrontar tempestades, que a veces los sorprenden.
Gianelli, sabio maestro de la
entrega generosa, advierte sobre las dificultades, pero también enseña desde su
pedagogía, cómo superarlas: el “Evangelio enseña que todos estamos sometidos a
las tempestades, en el mar de esta vida. Dispongámonos en tiempo de calma, a
afrontar el mar embravecido, con la oración y con una filial confianza en Dios”[3],
sin olvidar “nunca que los mejores maestros y guías son siempre los padres…Los
maestros y los demás pueden sólo suplir, no sustituir”[4].
Que esta pedagogía sea la que
anime a todos los docentes que reaccionan y combaten la cultura del descarte de
la vida; del derroche; del egoísmo… para que, asumiendo el ejemplo del Divino
Maestro, vivan su vocación como amantes apasionados de la entrega generosa que
Jesús enseñó con su Palabra y su vida.
“Ensayemos estos y otros
intentos. Veremos que una nueva humanidad se irá manifestando, más allá de los
reduccionismos que achicaron el tamaño de nuestra esperanza. No basta con
constatar lo que falta, lo que se perdió: es preciso que aprendamos a construir
lo que la cultura no da por sí misma, que nos animemos a encararlo, aunque sea
a tientas y sin plenas seguridades. Eso es lo que debe poder encontrarse en
nuestras escuelas católicas ¿Pedimos milagros? ¿Y por qué no?”[5]
Jorge Bergoglio Sj; Francisco
[1] Gaia Corrao, Antonio
María Gianelli, Testigo de la fe, Traducción de su original en italiano,
Collana Testimoni Della Fede, Edizione II Nuovo Giornale, Diocesi di Piacenza,
Bobbio, Piacenza 2008. Traducción a cargo de Hermana de la Paz Rausch; Lic.
María Rita Magrini, 2009. Pág. 16.
[2] Hermana de la Paz Rausch;
Lic. María Rita Magrini, Meditemos con San Antonio María Gianelli; 2010.
Pág.27.
[3] Ídem. Pág.15
[4] Ídem. Pág. 54.
[5] PP. Francisco; Educar, Testimonio de la verdad; Mensajes a los
educadores 2006-2012; Editorial Claretiana; Pág.96.