IV
REFLEXIÓN GIANELLINA PARA EL TIEMPO DE CUARESMA
LA OBEDIENCIA
AL PADRE
“Quiero lo que
quieres, quiero porque quieres, quiero como lo quieres, quiero hasta que
quieras”
(Misal Romano,
Acción de gracias después de la Misa, oración universal de Clemente XI)
La agonía de Getsemaní, como llama san Lucas al trance que
vivió Jesús en aquel evento salvífico, posee una fuerza extraordinaria de
interrogación: Jesús sufre, por cumplir la Voluntad del Padre… Y yo, que
quiero también cumplir la Santísima Voluntad de Dios, siguiendo los pasos del
Maestro, ¿podré quejarme si encuentro por compañero de camino al
sufrimiento?
Del Evangelio según
san Lucas 22, 39-46
“Jesús salió y, como de costumbre, fue al monte de los Olivos, y
los discípulos le siguieron. Llegado al lugar les dijo: «Pedid que no caigáis
en tentación». Y se apartó de ellos como un tiro de piedra, y puesto de
rodillas oraba diciendo: «Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz; pero
no se haga mi voluntad, sino la tuya». Entonces, se le apareció un ángel
venido del cielo que le confortaba. Y sumido en agonía, insistía más en su
oración. Su sudor se hizo como gotas espesas de sangre que caían en tierra.
Levantándose de la oración, vino donde los discípulos y los encontró dormidos
por la tristeza; y les dijo: «¿Cómo es que estáis dormidos? Levantaos y orad
para que no caigáis en tentación».
GIANELLI Y LA OBEDIENCIA
“El gran remedio es
la obediencia pronta, ciega, cieguísima. Le he escrito que hay que sorber el
cáliz hasta la última gota y se lo repito.
Me responde que en
lugar de esta resignación, siente todo lo contrario. Y yo le digo que entiendo
que sienta todo lo contrario y cabalmente ésto es lo más amargo del cáliz y la
hez verdadera; pero es precisamente esto lo que hay que sorber: ¡resignarse a
no estar resignados!
Apegarse a la
Cruz, a los pies de Jesucristo y estar
allí a pesar de toda rabia, de todo despecho y furor que pueda experimentar,
tanto en usted como en Él, y tener viva fe de que Dios se dignará recibir su
fe, esta su constancia, esta su adhesión, esta su esperanza. Es la esperanza de
Abraham...quien tuvo tal fe que esperó contra su misma esperanza. Mataba al
hijo del que debía nacerle tan gran posteridad y el mismo Mesías; lo mataba y
sin embargo esperaba todo lo que Dios le había prometido a través del mismo
hijo”...
Carta
196 (665) Al la Madre Catalina Podestá.1841.[1]
[1] INSTITUTO DE LAS HIJAS DE MARÍA SSMA. DEL
HUERTO; Epistolario de Antonio Gianelli; Fundador y Santo de la Iglesia;
Ediciones Gienelline; Vía dei Quattro Cantoni,45; Roma. Versión española sobre
la edición italiana de Lettere; Antonio Gianelli; Traducido por Pablo Largo.
Segundo volumen; mayo 1841- diciembre 1844.Pág.19 a 21. Adaptación libre de
expresiones verbales, para propiciar la comprensión lectora.