17 DE NOVIEMBRE
9º ANIVERSARIO DE LA BEATIFICACIÓN DE LA HERMANA MARÍA CRESCENCIA PÉREZ
“La Hna. María Crescencia nos muestra que Dios puede y debe
ser amado por encima de todo; que Jesucristo es el Único necesario, el Tesoro
por quien vale la pena vender todo; el Esposo, a quien entregarse con amor
indiviso; el Señor, a quien se sigue hasta el extremo”.
Conferencia Episcopal Argentina
ORACIÓN
COLECTA DEL DÍA DE LA BEATIFICACIÓN
17 DE
NOVIEMBRE DE 2012
PERGAMINO
ARGENTINA
“Oh Padre, que, por tu amor a los pequeños y a los
pobres, has guiado a la Beata María Crescencia, virgen, por el camino de la
humildad y la sencillez, por su intercesión, concede también a nosotros, de
servir a nuestros hermanos más necesitados con la dulzura de la caridad y la
fuerza de la bondad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo. Amén.”[1]
RENOVEMOS
LAS OFRENDAS QUE SE PRESENTARON AQUEL MEMORABLE DÍA
“Así como la vida de la Hermana Crescencia fue una
ofrenda agradable a Dios, también hoy nosotros queremos renovar nuestro
compromiso personal y comunitario de comunicar nuestra experiencia de fe y
caridad, conscientes de haber recibido la Buena Nueva de la salvación para
comunicarla a todos.
·
Un representante de Chile y de
nuestro país con sus trajes típicos, acercan PLANTAS DE VIOLETAS que simboliza
el rasgo más característico de la vida de la Hna. Crescencia: una vida sencilla
y humilde, escondida con Cristo en Dios y dispuesta a “ir hasta el fin del
mundo” con tal de cumplir su voluntad.
·
Miembros de la Familia
Gianellina, presentes en cuatro continentes, acercan LÁMPARAS ENCENDIDAS (4)
que expresan el deseo de santidad de la Hna. Crescencia y su preocupación
constante por la salvación de las almas, reflejo de su fidelidad a su amado
Esposo Jesús. Ella, como las vírgenes prudentes, nos enseña a vivir con
radicalidad la caridad evangélica vigilante.
·
Familiares de la Hermana
Crescencia presentan el PAN y el VINO, que son fruto del esfuerzo y del trabajo
de tantos inmigrantes, hombres y mujeres que han cultivado esta tierra
argentina a lo largo de las generaciones, entre los cuales se cuentan también
los Pérez Rodríguez”[2].
NUESTRA MADRE, MARÍA DEL HUERTO, PRESENTE EN LA CEREMONIA DE LA
BEATIFICACIÓN
“En
María, Madre de Dios y Madre de la Iglesia, la vida religiosa se comprende a sí
misma más profundamente y encuentra su signo de esperanza cierta (cfr. LG 68).
Ella misma fue escogida de entre el pueblo fiel para ser templo del mismo Dios
y para manifestarlo al mundo.
En
María bajo la advocación de Nuestra Señora del Huerto, la Beata María
Crescencia Pérez, encontró la inspiración de sus más altos ideales. A Ella, nuestra
Madre, Modelo y Mediadora invoquémosla…”[3]
SEMBLANZA
DE LA SIERVA DE DIOS
“La
Hna. María Crescencia Pérez (en el mundo, María Angélica) nació el 17 de agosto
de 1897 en San Martín (provincia de Buenos Aires). Era la quinta de los once
hijos de Agustín Pérez y Ema Rodríguez; ambos emigrantes españoles. Transcurre
los primeros diez años de su vida en condiciones económicas más modestas, pero en
óptimo clima de una familia acostumbrada a afrontar y resolver los problemas de
la vida con una visión de fe profunda y sólida.
Desde
muy temprana edad manifestó una personalidad responsable y servicial. En el año
1907 fue acogida como alumna interna en el “Hogar de Jesús” de Pergamino, donde
prestaban servicio las Hijas de María Santísima del Huerto, congregación
fundada en Chiávari, Italia, en el año 1829, por San Antonio María Gianelli y
que, desde hacía medio siglo, estaba presente en América. La misión del Instituto,
que será la segunda familia de la joven María Angélica, era y es la de procurar
la propia santificación y cooperar a la santificación del prójimo, viviendo en
caridad incansable e ilimitada.
En
el año 1914, obtuvo el diploma de Maestra de Labores en la escuela de las Hijas
de María, al mismo tiempo, advierte la vocación a la vida religiosa. Si bien no
faltaron pretendientes y pudiendo realizar un buen matrimonio, privilegió la
opción de consagrarse al Señor.
El
31 de diciembre de 1915 ingresó al noviciado de Villa Devoto, Buenos Aires, y
al siguiente año vistió el hábito religioso, asumiendo el nombre de María
Crescencia. En el año 1919 emitió sus primeros votos.
Fue
destinada a la escuela anexa a la Casa Provincial de Buenos Aires, prestando
también servicios esporádicos en el Instituto “Estela Matilde Otamendi” de San
Fernando.
En
el año 1924 fue transferida al Colegio Nuestra Señora del Huerto de Rincón,
Buenos Aires, donde enseñó costura y tuvo a su cuidado la ropería de las
alumnas internas.
Cuatro
años más tarde emitió los votos perpetuos y fue transferida al hospital
marítimo “Solarium” de Mar del Plata, para asistir a las niñas afectadas de
tuberculosis pulmonar y enseñarles el catecismo. Se dedicó con gran generosidad
y entrega al trabajo que le fue confiado suscitando una admiración general,
pero, al mismo tiempo, su salud se deterioraba. En el año 1928 fue destinada al
hospital “Nicolás Naranjo” de Vallenar, Chile, donde permanecerá hasta el fin
de sus días sin volver a su patria.
En
los siguientes dos años prestó una válida e incansable colaboración a las
necesidades de la cocina, de la farmacia y del reparto de maternidad,
ocupándose también de la enseñanza catequística y del pequeño coro de la
Capilla del hospital. También aquí su identidad personal aflora con toda su
belleza y perfección en su comportamiento virtuoso. Las personas que la han
conocido hablan de su bondad, de su dulzura, de su sencillez, de su profundo
recogimiento en la oración, de su abnegación heroica en el servicio.
En
el año 1930 se enfermó de bronca pulmonía. No obstante, su fragilidad física,
continuó viviendo la caridad con alegría y generosidad en los más variados
servicios cotidianos. Uno de los testigos afirma: “trabajaba más de lo que sus
esfuerzos le permitían y esto lo hacía con alegría, siempre dispuesta a todo.
Arriesgando el cuidado de su salud; a ella le preocupaba más hacer la voluntad
de Dios que cuidar su salud. Cuando dejó de trabajar es porque ya no dio más”.
Al siguiente año le fue diagnosticado una tuberculosis pulmonar que fue
empeorando rápidamente.
Murió
serenamente en Vallenar el 20 de mayo de 1932, ofreciendo la nostalgia por su
patria, sus seres queridos y los sufrimientos de su enfermedad al Corazón de
Jesús, a quien invoca pidiendo bendiciones sobre el país que la acogió y sobre
sus Hermanas, e implorando que su vida ofrecida en sacrificio florezca en
nuevas vocaciones para el Instituto: “Corazón de Jesús, bendice a mis Hermanas
que están aquí, te pido y te suplico de enviar tantas y buenas vocaciones para
el amado Instituto”.
Durante
su breve existencia la Hna. María Crescencia encarnó un genuino espíritu de fe,
en la fidelidad a los deberes del propio estado, en el rechazo del pecado, en
la piedad filial hacia Dios manifestada en la oración continua y en la búsqueda
constante de su voluntad. El celo por la salvación de las almas la llevó a
consumar su vida en el apostolado.
En
el año 1982 sus restos mortales fueron trasladados a Pergamino.
El
ejercicio heroico de sus virtudes fue proclamado por Beato Juan Pablo II, el 22
de junio de 2004, y el 19 de diciembre de 2011, el Papa Benedicto XVI ha
promulgado el decreto de reconocimiento de un milagro obtenido por su
intercesión.”[4]
[1] BEATIFICACIÓN DE LA HNA. MARÍA
CRESCENCIA PÉREZ, “Hija de María Santísima del Huerto”,17 de noviembre de
2012, cuaderno de los fieles para participar de la Solemne Eucaristía,
presidida por Eminencia Reverendísima Card. Ángelo Amato, Prefecto de la
Congregación para la causa de los Santos, Representante del Santo Padre
Benedicto XVI para la Beatificación de la Venerable Sierva de Dios. Pág. 21.
[2] Ídem. Pág. 28.
[3] Ídem. Pág. 44
[4] Ídem. Págs.7 a 9.