29 DE SEPTIEMBRE
SANTOS ARCÁNGELES MIGUEL, GABRIEL Y
RAFAEL
FIESTA
“No podemos servir a dos señores, porque uno tiende a
llevarnos al mal y el Otro a la salvación”[1]
“Vengan, adoremos al Señor, delante de los
ángeles.”
Invitatorio. Antífona[2]
“DELANTE DE LOS
ÁNGELES, TAÑERÉ PARA TI, DIOS MÍO”…
Salmo día, antífona 2
“«Algo que llama la atención
desde el inicio —explicó el Papa— es que los ángeles y nosotros tengamos la
misma vocación: cooperar en el plan de salvación de Dios; somos, por decirlo
así, “hermanos en la vocación». Los ángeles «están frente al Señor para
servirlo, para alabarlo y también para contemplar la gloria del rostro del
Señor: los ángeles son los grandes contempladores, contemplan al Señor; sirven
y contemplan. Pero el Señor también los envía para acompañarnos en el camino de
la vida». «Hoy celebramos el día de tres de estos arcángeles —afirmó el
Pontífice— porque han tenido un papel importante en la historia de la
salvación. Y conmemoramos a estos tres porque también tienen un papel importante
en nuestro camino hacia la salvación». Comenzando por «Miguel —el gran Miguel—
el que hace la guerra al diablo», explicó el Papa refiriéndose al pasaje del
Apocalipsis (12, 7-12) propuesto por la liturgia y subrayando: «Al final,
cuando el dragón combatía contra Miguel, cuando ganó, el texto dice así: “el
gran dragón, la serpiente antigua, el llamado diablo y Satanás, el seductor del
mundo entero; fue arrojado a la tierra”». El diablo es «nuestro enemigo» y
ésta, explicó el Pontífice, es «una visión del fin del mundo, pero, mientras
tanto molesta, molesta en nuestra vida: siempre busca seducir, como sedujo
nuestra madre Eva, con argumentos convincentes: “come el fruto, te hará bien,
te hará conocer tantas cosas”». Y así «comienza, como la serpiente, a seducir,
a seducir y después, cuando hemos caído, nos acusa delante de Dios: “es un
pecador, ¡es mío!”». Por lo tanto, dijo Francisco, « “este es mío” es
precisamente la palabra del diablo, nos gana con la seducción y después nos
acusa delante de Dios: “es mío, a este lo llevo conmigo”». Y «Miguel le hace la
guerra, el Señor le pidió hacer la guerra: por nosotros que estamos en camino,
en esta vida nuestra, hacia el cielo, Miguel nos ayuda a hacerle la guerra, a
no dejarnos seducir por este espíritu maligno que nos engaña con seducciones».
Precisamente «por esto hoy agradecemos a san Miguel por este trabajo que hace
por la Iglesia y por cada uno de nosotros y le pedimos que continúe
defendiéndonos».
El segundo arcángel, «Gabriel,
es el que lleva las buenas nuevas, el que llevó la noticia a María, a Zacarías,
a José» continuó Francisco. Gabriel, por lo tanto, lleva «las buenas nuevas y
la buena nueva de la salvación». También él «está con nosotros y nos ayuda en
el camino». Sobre todo cuando, y sucede «tantas veces, nosotros con tantas
noticias malas o tantas noticias que no tienen sustancia, olvidamos la buena
nueva, aquella del Evangelio de Dios, de la salvación, que Jesús vino con
nosotros y nos trajo la salvación de Dios». Y es precisamente «Gabriel quien
nos recuerda esto y por eso hoy pedimos a Gabriel que nos anuncie siempre la
buena nueva». Gabriel, fue la oración de Francisco, «recuérdanos la buena nueva
de Dios, lo que Dios ha hecho».
«Y después está el tercer
arcángel, Rafael, el que nos ayuda en el camino, el que camina con nosotros»,
dijo el Pontífice. «Miguel —especificó— nos defiende, Gabriel nos da la buena
nueva y Rafael nos toma de la mano y camina con nosotros, nos ayuda en tantas
cosas que suceden en el camino». A Rafael «le debemos pedir: por favor, que
nosotros no seamos seducidos para dar el paso equivocado, equivocarse de
camino; guíanos por el buen camino. Tu eres el compañero de camino, como fuiste
el compañero de camino de Tobías».
Los tres arcángeles, prosiguió
Francisco, «están delante de Dios, son nuestros compañeros porque tienen la
misma vocación en el misterio de la salvación: llevar adelante el misterio de
la salvación. Adoran a Dios, glorifican a Dios, sirven a Dios». Y así, «hoy
recemos simplemente a los tres arcángeles, Miguel, Gabriel Rafael», invitó el
Papa sugiriendo las palabras de la oración: «Miguel, ayúdanos en la lucha; cada
uno sabe qué lucha tiene en su propia vida hoy, cada uno de nosotros conoce la
lucha principal, la que hace arriesgar la salvación. Ayúdanos, Gabriel, tráenos
noticias, tráenos la buena nueva de la salvación, que Jesús está con nosotros,
que Jesús nos ha salvado y danos esperanza. Rafael, tómanos de la mano y
ayúdanos en el camino para no equivocarnos de rumbo, para no quedarnos parados:
siempre caminar, pero ayudados por ti»”[3].
LA SÚPLICA DE LEÓN XIII[4]
“El 13 de octubre de 1884,
habiendo terminado de celebrar la misa en la capilla del Vaticano, León XIII se
detuvo unos diez minutos. Su rostro, según los testigos, revelaba tanto terror
como asombro. Entonces el Papa Pecci se recluyó apresuradamente a su estudio,
se sentó a la mesa y escribió una oración al Arcángel Miguel. Media hora más
tarde llamó al secretario y le dio el papel con la orden de imprimirlo y
enviarlo a todos los obispos del mundo para recitar la oración al final de la
misa. León XIII dirá que en esos pocos minutos tuvo una escalofriante visión de
"legiones de demonios" atacando a la Iglesia casi hasta el punto de
destruirla y que fue testigo de la intervención defensiva y decisiva del
Arcángel Miguel. "Entonces -dijo- vi al Arcángel san Miguel
intervenir no en ese momento, sino mucho más tarde, cuando la gente había
multiplicado sus fervientes oraciones hacia el Arcángel". La oración
cayó en desuso con el tiempo, pero fue recordada por san Juan Pablo II durante
la oración del "Regina Caeli" del 24 de abril de 1994: "Invito
a todos a no olvidarla - dijo el Papa Wojtyla - sino a
recitarla para obtener ayuda en la batalla contra las fuerzas de las tinieblas
y contra el espíritu de este mundo".
ORACIÓN A SAN MIGUEL ARCÁNGEL[5]
“San Miguel Arcángel,
Defiéndenos en la batalla.
Sé nuestro amparo
contra las perversidad y
asechanzas
del demonio.
Reprímale Dios, pedimos
suplicantes,
y tú príncipe de la milicia
celestial
arroja al infierno con el
divino poder
a Satanás y a los otros
espíritus malignos
que andan dispersos por el
mundo
para la perdición de las
almas.
Amén”.
(Aunque no es obligación, se
puede continuar con gran provecho la práctica de rezar esta oración después de
la Santa Misa como se hacía antes del Conc. Vat. II.)
[1] Hna Rausch, M y Magrini, R. Meditemos con San Antonio Gianelli…una
frase para cada día del año; 2010. Pág. 46.
[2] Liturgia de las Horas para los fieles; Ágape; Laudes, Vísperas y
Completas; Versión Litúrgica Oficial; Desclee de Brouwer, SA; Barcelona;
España; 2007. Pág. 977.
[3] PP. Francisco; Confiémonos a los arcángeles; MISAS MATUTINAS EN LA
CAPILLA
DE LA DOMUS SANCTAE MARTHAE; 2019; Fuente: L’Osservatore Romano,
ed. sem. en lengua española, n. 40, viernes 6 de octubre de 2017
[4] Vatican News; San Miguel Arcángel; recuperado de: https://www.vaticannews.va/es/santos/09/29/s--miguel--arcangel.html
[5] EWTN; Oraciones; recupeado de: https://www.ewtn.com/es/catolicismo/devociones/san-miguel-arcangel-15155