Aquel 20 de Mayo en Quillota, a muchos kilómetros de Vallenar, donde Crescencia Murió, al entrar en el comedor, las Hermanas sintieron un fuerte perfume de violetas, que se quedó por varios días en el interior del colegio. Era precisamente eso lo que la Hermana María Crescencia había sido durante toda su vida: una flor humilde, escondida, pero que difundía a su alrededor el precioso perfume de la humildad y la dulzura. Había alcanzado la Santidad haciendo bien las pequeñas cosas de cada día, con profundo amor a Jesús, como nos enseña San Antonio María Gianelli.