12 de
abril: NACIMIENTO DE SAN ANTONIO GIANELLI
“La
voluntad de Dios es que seamos santos...”
San
Antonio María Gianelli
“EL 700´fue para la Iglesia un siglo
particularmente frío, atravesado por las heladas corrientes del iluminismo y
del jansenismo. El iluminismo confiaba el destino de los hombres a la “diosa
razón”, predicada por Voltaire, y se lanzaba contra el cristianismo con
inaudita agresividad. El jansenismo predicaba la salvación como algo casi
inalcanzable y una gracia de Dios reservada solamente a los mejores, impidiendo
así a la mayor parte de los comunes mortales hasta de acercarse a los
sacramentos de la Comunión y la Reconciliación.
Esta corriente rigorista fue condenada en 1713,
no antes de haber echado las raíces en el corazón de muchos sacerdotes, que
continuaron haciendo referencia a la misma por largos años, alejando de esta
manera numerosos fieles de la Iglesia por pecadores, y por lo tanto, indignos
de la gracia de Dios.
En el interín un millón de publicaciones
antirreligiosas y folletos anticlericares se
difundían entre la población confundiendo las conciencias y turbando los
ánimos. Fue en este contexto de tensiones sociales, filosóficas y religiosas
que al otro lado de los Alpes maduraron las drámaticas premisas de la
Revolución Francesa y de la sucesiva dictadura de Napoleón.
Estamos en 1789. ¿Quién no recuerda esa fecha?
Es el año de la toma de la Bastilla en Francia. Mientras en París se consumaban
aquellos trágicos eventos, de este lado de los Alpes y más precisamente en
Liguria, pequeño arrabal perdido entre las colinas, el Señor estaba trabajando
silenciosamente para dar a su pueblo un hombre extraordinario, destinado a
convertirse en Santo.
1789,
EL AÑO DE LA REVOLUCIÓN
Una pequeña Iglesia, cuatro metros de plaza y
apenas dos o tres casas alrededor: Cerreta del siglo dieciocho .
Poco más allá y atrás de la Iglesia, una
modesta casa de campesinos; es la casa de los señores Santiago y María
Gianelli. La señora está en avanzado estado de gestación, pero la quietud de la
espera es turbada por un grave ataque de fiebre considerada infecciosa.
Se teme lo peor, tanto para la madre como por
el niño.
Pero Dios tiene grandes proyectos sobre aquella
criatura y, mientras las campanas de la Iglesia anuncian festivas a todo el
valle el Gloria Pascual, el niño emite el primer llanto.
Es el 12 de abril de 1789, domingo de Pascua.
Nace así entre los peñascos y una pobre casa de
campesinos, Antonio María Gianelli.
Su infancia transcurre serena, junto a los
otros cinco hijos de esta humilde pareja, dedicada al trabajo y a la Iglesia.
Del padre, Antonio la belleza de la caridad,
siempre pronta a abrir los brazos a los necesitados. Si un pobre llama a la
puerta de los Gianelli, habrá siempre un pedazo de pan para él, al precio de
renunciar a la propia comida, porque-explica el buen Santiago-:¡los pobres
también tienen boca!”.
De la madre, mujer de una inteligencia poco
común, a pesar de que era analfabeta, Antonio aprende las primeras oraciones y
los principios elementales de la doctrina cristiana. A la noche, toda la
familia se reúne a rezar el Rosario.
SAN
ANTONIO MARÍA GIANELLI
OBISPO,
SANTO
(1789-1846)
Nació en el año de la Revolución Francesa, el
12 de abril de 1789, en Cerreta (Italia). En cierto sentido fue un
revolucionario. A los 19 años entró al seminario, y cuatro años después fue
ordenado sacerdote. Profesor de literatura y de retórica, tuvo entre sus
alumnos jóvenes que después brillaron en el firmamento cristiano, como el
venerable Frassinetti.
Para recibir al nuevo obispo, Monseñor Lambruschini,
el profesor Gianelli organizó en Génova una recitación llamada “La reforma del
Seminario” que tuvo grande eco. Eran los años de la Restauración, después de la
llamarada napoleónica.
De 1826 a 1838 fue arcipreste en Chiávari. Este
período, que él definirá “de mal cultivo”, se caracteriza por un montón de
innovaciones pastorales en su parroquia y por la creación de varias
instituciones, como un seminario propio y el redescubrimiento de la Summa de
Santo Tomás en la preparación teológica y filosófica de los candidatos al
sacerdocio.
Bajo el nombre insólito de Sociedad Económica,
comenzó una benéfica institución cultural y asistencial confiada por el Padre
Gianelli “a los cuidados de las Señoras de la Caridad” para la instrucción
gratuita de las niñas pobres. Era el bosquejo de la fundación, que tuvo lugar
en 1829, de las Hijas de María, conocidas todavía con el nombre de Hermanas
Gianellinas, que han realizado un grande apostolado en América Latina.
Dos años antes había creado una pequeña
congregación misionera, bajo el patrocinio de San Alfonso de Ligorio, para la
predicación de misiones particulares al pueblo y la organización del clero.
En 1838 fue elegido obispo de Bobbio; ayudado
por los Ligorianos, su joven congregación, que reconstituyó con el nombre de
Oblatos de San Alfonso, arregló muchos problemas eclesiásticos de su diócesis,
cambiando párrocos poco celosos y expulsando a los indignos.
Entre sus ligorianos hubo también un apóstata,
el Padre Cristóbal Bonavino, una brillante inteligencia, más conocido con el
seudónimo de Ausonio Franci; racionalista y ateo, que después regresó a la fe
genuinamente cristiana, retractándose de sus obras anteriores con una Última
Crítica y dando público testimonio de la devoción a Monseñor Gianelli, que le
estuvo cerca en los momentos más críticos de su crisis espiritual.
El “santo de la Hermanas” como se lo conoce en
América Latina, en donde siguen floreciendo sus instituciones femeninas ,
terminó prematuramente su vida terrena, a la edad de 57 años, el 7 de junio de
1846.
Fue declarado beato en 1925, y canonizado por
Pío XII el 21 de octubre de 1951”[1].
[1] Traducción de su original en italiano: “Antonio María Gianelli”. De
Gaia Corrao. Collana Testimoni Della Fede. Edizione Il Novo Giornale, Diocesi
di Piacenza. Bobbio. Piacenza. 2008. Traducción a cargo de Hna Maria de la Paz
Rausch. Lic. María Rita Magrini. Diciembre. 2009.