Entre los seis y siete años, comenzó a frecuentar la escuela. Encontró allí una excelente maestra, quien aconsejó a su mamá que la mandara al “hogar de Jesús” de Pergamino, que atendían las Hermanas Gianellinas.
Se trataba de una escuela gratuita para niñas pobres. Funcionaba como un internado donde las niñas aprendían a hacer las tareas domésticas y a asumir la responsabilidad de una familia. María Angélica Ingreso junto con su hermana Aída cuando tenía nueve años.
Finalizada la escuela primaria, estudió para ser “Maestra de Labores”. La instrucción que recibió era básica y práctica. En la escuela se enseñaba lectura y escritura, lecciones de bordado, higiene, urbanidad, cuidado de las cosas… María Angélica se aplicaba con seriedad, pero también le gustaba jugar, ayudar en la cocina, cantar…
Era todavía alumna, pero ya se le asignaban tareas de responsabilidad, tales como ayudar a las más pequeñas en el taller mientras las hermanas estaban en la Iglesia. Su dulzura, bondad y comprensión, invitaban a comportarse correctamente: todas estaban contentas e imitaban su ejemplo.