Familia Gianellina

MAYO DE 2022 ¡LOS JÓVENES SON VALIOSOS! RECEMOS POR LA FE DE LOS JÓVENES…DESAFÍO DE LA HUMANIDAD Y DE LA MISIÓN DE LA IGLESIA

MAYO DE 2022

¡LOS JÓVENES SON VALIOSOS!

RECEMOS POR LA FE DE LOS JÓVENES…DESAFÍO DE LA HUMANIDAD Y DE LA MISIÓN DE LA IGLESIA

httpswww.youtube.comwatchv=mLu5o36kjSA

Compartimos este link para que, junto a nuestros jóvenes redescubramos el valioso servicio que pueden ofrecer,  de entrega a los demás, fruto de su enérgica valentía.

Unidos en la intención de oración por los jóvenes, pidamos a nuestro Padre del Cielo, por intercesión de la Beata María Crescencia, que descubran en María del Huerto, el estilo de la escucha, la profundidad del discernimiento, la valentía de la fe y la dedicación al servicio.

 

LA JUVENTUD DE LA BEATA MARÍA CRESCENCIA PÉREZ

“Una sola cosa le pedí al Señor, habitar su casa todos los días de mi vida”…

(Aroma de Violetas, Película sobre la vida de María Crescencia Pérez)

           

            Estas conmovedoras palabras a nuestro Señor Jesucristo, sintetizan la entrega valiente de María Crescencia en su juventud, para servir y sirviendo santificar su alma y la del prójimo, respondiendo al llamado del Amor Hermoso, de quien se enamoró perdidamente.

 

LA VIOLETA DEL HUERTO[1]

 

“Concluida la escuela primaria María Angélica permaneció varios años más en el hogar como interna. Visitaba a su familia durante las vacaciones. Se convirtió en maestra y profesora de labores. Eran tiempos de crecimiento físico y cultural, unidos a la maduración  visible de su amor a Dios.

Gregoria Villanueva, compañera de ella en el Hogar de Jesús, recuerda que cuando era estudiante de labores, quedaba muchas veces al frente de las clases. También era sacristana, y ayudaba a la Hermana Beatriz en el arreglo de la capilla. Enseñó el catecismo preparando a las chicas para la primera Comunión, con vistas a la fiesta de la Virgen del Huerto -que se celebra el 2 de julio-, y también para noviembre, que es el mes de María. Lo hacía además, con las niñas del barrio, aproximadamente entre ochenta y cien por año. La recuerda como una persona muy calladita, buena y alegre.

"Siempre la veía rezar el rosario junto con las demás chicas por la mañana y por la tarde. Las más grandes se turnaban para guiar el rezo. Era muy buena compañera, paciente y obediente con las hermanas.

Le gustaba participar de las fiestas del colegio para divertir a las demás".

Según Ana Vigna, que también fue compañera suya en dicho Hogar, María Angélica tenía deseos muy grandes de ser religiosa. Se sentía feliz con sólo pensar que podía llegar a serlo. Muy unida a su hermana menor, se querían mucho. La recuerda también como a una persona muy alegre, aunque callada, pero feliz. Cariñosa, obediente y generosa. Contagiaba alegría.

María Josefa García, en su testimonio, evoca la habitual frecuencia con que María Angélica acudía a la Confesión y a la Comunión; lo mismo que al rezo diario del Rosario, con las demás chicas, en la capilla. Era muy piadosa, rezaba mucho y lo hacía con fervor. En la Misa sentaban a las externas del lado derecho y a las pupilas a la izquierda. En los momentos libres se la veía rezar con auténtica devoción. Al retirarse las hermanas, las más grandes se ocupaban de las otras. María Angélica, en varias oportunidades, quedaba a cargo de la clase de costura reemplazando a la Hna. Natividad. La obedecían porque aunque amable, era recta, segura y firme, En los recreos, actuaba con normalidad, siempre serena, alegre. No era de aquellas personas eufóricas, de una alegría superficial. Daba la impresión de que siempre pensaba en Dios. Trataba a la gente con humildad y amor.

 Isabel de Sacchetto, compañera del profesorado de labores, dice que; "había en ella una gran piedad, un gran amor por la Eucaristía y la Confesión, que frecuentaba habitualmente, En todo momento la vida de oración, su veneración por la Virgen, fueron elementos descollantes de su conducta. Si bien la conocí durante su adolescencia, escuché, sin embargo, que también en su niñez tuvo estos rasgos, que comprobé al ser condiscípula suya".

Hablando de la juventud de María Angélica, la misma testigo afirma que era muy amable, bonita; irradiaba especial simpatía, no sólo física, sino también espiritual. Por eso resultaba especialmente atrayente. Su vocación era cada día más fuerte. El deseo por la vida religiosa se fue haciendo carne, poco a poco, hasta que logró el objetivo.

Se distinguía por un compañerismo ejemplar. Impregnaba serena alegría sin ruidos ni alharacas. Por su responsabilidad, las Hermanas contaban con ella para muchas cosas. Ayudaba en la higiene y cuidado de las pupilas, les enseñaba catequesis y oraciones. En ese tiempo, entre las internas, cuidaba también a su hermanita Aída, haciendo las veces de mamá.

La señora de Sacchetto explica que con María Angélica hablaban con frecuencia sobre la vocación. Eran muy buenas amigas. Siempre le decía: 'Ven, vamos juntas a la vida religiosa".

Sostiene que: "María Angélica era una religiosa de alma. Amaba profundamente esa vida. No hablaba de tonterías, ni se la veía disipada, aunque era muy alegre. Una joven realmente virtuosa. Después me enteré sobre su santa muerte y coincidió con lo que conocí sobre su vida, citando tuve la dicha de compartirla".

Dice en su testimonio Luisa Biglieri de Pérez, esposa de Agustín Pérez, que no conoció a María Crescencia, pero luego de su casamiento compartió la misma casa de campo, en Guerrico, con la madre y los hermanos de María Angélica. Todas las cosas vividas anteriormente en esa casa junto a ella, y por todo lo que le contaron, permitieron a Luisa formar parte de estos testimonios: "La mamá me hablaba especialmente de María Angélica, diciendo que nunca le levantó la voz, nunca Contestó mal, era realmente obediente en todo lo que le pedía. Ayudaba en las tareas de la casa. Como hermana mayor de las mujeres, buscaba secundar a su mamá en todo. También los hermanos la recordaban con cariño, resaltando su bondad".

De un modo especial destaca su ejemplo:”…llamaban la atención ciertas respuestas, propias de una persona mayor, cuando aún era muy joven; la responsabilidad para quedarse al frente de la casa cuando debían ausentarse el papá y la  mamá; su servicialidad mostrada a cada instante, y el gran cariño que sentía por su familia. Sorprendía por la madurez”

Comentó también: "escuché a las Hermanas del Huerto hablar mucho sobre ella. Subrayaban en la sierva de Dios, la humildad y la caridad, la obediencia y espíritu de sacrificio con que llevó a cabo la misión encomendada por el Señor".

 Julia Parodi de Colombo, que vivió con Crescencia en el Hogar de Jesús, fue una de sus primeras alumnas de primera Comunión y expresa: "me hablaba con mucho cariño. Nunca de manera áspera, todo lo contrario, era muy dulce".

Sobre la vida de oración dice: "iba mucho a la capilla a rezar y meditar. Lo hacía sobre todo durante los recreos, mientras nosotras jugábamos. Era sumamente piadosa. Las Hermanas tenían mucha comunicación con ella y la distinguían en todo. Se notaba que sabían de su vocación. Cuando hablaban de María Angélica, la ponían como ejemplo. Se iba perfilando su futura santidad. Yo tendría nueve o diez años, y ya siendo novicia, las otras religiosas se referían a ella de un modo especial".

"No la recuerdo ocupándose de cosas sin importancia. Fue  mi maestra de catequesis - me preparó para la primera comunión -y de labores. Aprendí a coser y a hacer pespuntes. Como yo era muy dormilona, en la capilla me ponía a su lado para que el sueño no me venciera. Cuando esto ocurría, y casi siempre me quejaba del dolor de rodillas al hincarme, me decía en chiste: ¡Vamos a la iglesia para que te duelan las rodillas y así no te duermes!

Éramos pupilas y ella era mayor que yo. En el dormitorio estábamos cerca. Vigilaba mi aseo y me peinaba. Asombraba por su humildad"

"Aún se conservan labores manuales que regaló a su mamá. En su casa, daba todo con alegría y naturalidad, sobre todo, lo mejor de sus nuevos conocimientos a los hermanos menores, en especial a Aída, a quien ayudaba mucho.

 

SU VOCACIÓN

En los últimos años de la escuela primaria, nació en ella la vocación por la vida religiosa. Al acrecentar la relación con la comunidad y observar las obras de las hermanas, descubrió definitivamente ese llamado.

Por cartas posteriores, se deducen claramente las motivaciones de esta inclinación. El objetivo de su futura vida, fue el de servir a los hombres en lo espiritual y corporal; santificarse por amor a la voluntad de Dios, y entregar la vida por la redención de las almas. Todo lo demás era secundario. Realizando con El una profunda alianza de amor, la vivió claramente, entregándose para siempre,

La familia fue lo que más le costó dejar. Estaba muy unida a los suyos y los amaba de corazón. Palpó con certeza que había sido el lugar donde conoció el amor a Dios desde sus primeros años de vida. Alejarse de ella, donde se sentía tan querida, fue el primer gran gesto para con el Señor, "Quien deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre... recibirá el céntuplo y heredará la vida eterna"…Él lo había dicho.

Sabía que el dolor provocado por esta separación, sería fuente de Gracias especiales con que Dios bendeciría el futuro. Por eso se abandonó generosamente en sus brazos. En el corazón del Padre, puso las inquietudes de hija y así fue como, el 31 de diciembre de 1915, a los dieciocho años, ingresó en la vida religiosa, comenzando el postulantado y luego el noviciado”.

 

 

          

 

                                                                                           



[1] Pérez, C. A. (2010.) Capítulo VII Juventud. En María Crescencia Pérez: La Violeta del Huerto (p.65-70). Centro de difusión del Santuario María del Rosario de San Nicolás.