CON GIANELLI, CELEBRAMOS
A LOS SANTOS
“Ojalá se pudiera decir de nosotros, como el Centurión del Evangelio: Vete
y que te suceda conforme a lo que has creído.”
Antonio Gianelli[1]
25 DE AGOSTO: EL MILAGRO
DE LAS GOLONDRINAS
“Hijos de Dios, aclamen al Señor, aclamen la gloria y el poder del Señor,
aclamen la gloria del nombre del Señor…”
Salmo 28
“La primavera de 1835 llevó la prueba
de fuego. Una oleada pavorosa de pestilencia arrojó sobre la ciudad lígure un
velo de tristeza y de muerte provocando una huida general.
Chiávari, presa del terror, se estrechó
alrededor del santo Arcipreste, que…infundiendo alieno y fe llevaba la
tranquilidad a los espíritus.
Era el árbitro de todos los corazones,
el señor de la ciudad.
Triduos y novenas reunieron al pueblo
ante MARÍA SANTÍSIMA DEL HUERTO Y EL CRUCIFIJO MILAGROSO. Doce sacerdotes y las
HIJAS DE MARÍA fueron de inmediato movilizadas para las eventuales necesidades
de los atacados. El 25 de agosto, un encuentro entre MARÍA SANTÍSIMA Y EL HIJO
en las dos efigies llevadas en procesión por las calles de la ciudad, decidió
la preservación.
De pie sobre un palco levantado frente
al santuario de MARIA SANTÍSMA DEL HUERTO, el rostro demacrado por el
sufrimiento y la mortificación, coronado de espinas, con una cuerda al cuello,
descalzo, el SANTO ARCIPRESTE[2]
elevó los ojos, extendió los descarnados brazos y arrojándose a los pies del
Crucifijo, ofreció en un ímpetu de amor la propia vida por la salvación del
pueblo dilecto. “¡Castiga al Pastor, oh Dios, pero salva el rebaño!”.
En torno a él, en la tensión suscitada
por su palabra, los corazones estallaban en llanto. Su presencia en aquel
momento era luz, su palabra, llama. El pueblo envuelto en el resplandor de su
fe, lanzó un grito único que encontró eco estridente en la vasta plaza repleta
de gente. “¡Piedad, misericordia!”
Imprevistamente, una bandada de
golondrinas, desaparecidas al principio de la pestilencia, revolotearon
festivas sobre aquellas almas en llanto, circundaron de vuelos el negro
Crucifijo y se alejaron sobrevolando el Santuario de María. En el silencio que
siguió ala improvisada aparición, se elevó inesperada la voz del Santo: ¡”LA
GRACIA ESTÁ CONCEDIDA!”
Una explosión radiosa de alegría inundó
los corazones y se deshizo en notas altas, potentes, en un himno de acción de
gracias. Chiávari quedó inmune y por inspiración de su pastor hizo voto de
ayudar a la reconstrucción de un pronao para la Iglesia de María Santísima del
Huerto.
María, que había puesto así un sello
prodigioso al celo de su devoto, tuvo también, por obra suya, una manifestación
perenne de piedad con la recitación del Rosario en las familias y como se
depusiera en los Procesos, hasta en las posadas”[3].
[1] FMH, Hna. M. Rausch; R. Magrini; Meditemos con San Antonio María
Gianelli; Una frase cada día del año; 2010. Pág. 49.
[2] ANTONIO GIANELLI
[3] FMH; SAN ANTONIO MARÍA GIANELLI, Obispo y Fundador; Talleres gráficos
Campana; 1952; Argentina. Pág. 80 y 81.