24 DE SEPTIEMBRE
ANIVERSARIO DE LA MUERTE DE LA MADRE
CATALINA PODESTÁ
“Nuestro
testimonio abre las puertas a las personas y nuestra oración abre las puertas
al corazón del Padre para atraer a las personas. Testimonio y
oración. Y esto no es solo para las misiones, también es para nuestro
trabajo como cristianos”[1]
MADRE CATALINA
“Nació en Peggi (Italia), el 9
de octubre de 1809. Viuda. Ingresó al Instituto el 19 de diciembre de 1831. En
su juventud Gianelli fue su confesor. Se estableció así entre ellos una gran
sintonía espiritual. Dios les tenía preparado un gran proyecto en el que
trabajarían juntos: “LAS HIJAS DE
MARÍA”. Mujer superior que conquista con la fuerza de su personalidad
excepcional. Desde el día de su ingreso en el Instituto lleva con soltura, con
habilidad humana, con disponibilidad total a la acción del Espíritu, la
responsabilidad de las primeras fundaciones. Lleva por dentro aridez y
sequedad, pero posee una fuerza moral tan grande que se mantiene sólidamente
anclada en la voluntad de Dios. Se mueve, actúa y dirige con energía y
serenidad, con gran entusiasmo por vivir sin reserva alguna la caridad
evangélica: alma del Instituto, dando a uno la impresión de
encontrarse frente a un alma sumamente libre, sin ataduras, como Gianelli quería
a sus Hijas de María. Y Catalina lo es: es libre y sin ataduras, no obstante el drama que lleva dentro. Catalina,
viuda y con una pequeña hija de dos años, debe renunciar a su niña. En el
Santuario de la Virgen del Huerto, la ofrece totalmente a María y se la entrega
al cuidado de la abuela paterna, quien quería mucho a la pequeña. Catalina
llevó a la pequeña casa religiosa una corriente de vitalidad, de sentido
práctico y organizativo y sobre todo llevó una riqueza humana nada común,
ilimitada capacidad de amor y entrega al prójimo. Pero también sufrió
melancolías profundas, tedio espantoso e incluso repulsión por la nueva vida.
Conoció la gran tentación del “sin sentido” de su sacrificio. Gianelli supo
confortarla y devolverle las alas. Y desde entonces todo fue correr
expeditivamente, con ánimo grande, libre y resuelto, por el camino del Señor. Ocho
días después de su ingreso toma el hábito, y se prepara para servir a Dios en
el prójimo. El 29 de diciembre de 1831, es una fecha para grabar con letras de
oro en la vida de nuestra Madre Catalina: comenzó su actividad caritativa entre
los enfermos, un servicio que revela una vocación peculiar, amor apasionado y
total entrega al prójimo. Ante el pedido de la Administración del Hospital de
Chiavari, Gianelli envía a tres de sus Hijas, nuestro Fundador, como dicen las
Memorias:
“eligió para Madre Superiora de éstas a Catalina Podestá…
por creerla más a propósito para tal ministerio y también por los signos
particulares, notables e incluso extraordinarios de su vocación. Tanto ella
como sus compañeras obtuvieron sobresaliente éxito”.
Gianelli hizo la justa
elección, Madre Catalina realizó a las mil maravillas la tarea que Dios le
tendría reservada para toda la vida: ser animadora. Pero justamente aquí comienza la Providencia a
marcarla con su signum mágnum: de la CRUZ. Catalina podestá va a
ser “pionera” en la expansión del Instituto al que Gianelli funda sólo para
Chiavari.
Dicen las Memorias:
“Habiéndose hablado del
hospital de La Spezia y de la poca atención que allí recibían los moribundos,
sintió ella tanta piedad por aquellas almas que quiso prestarles socorro. Lo
habló con el Director y se le ofreció dispuesta a dirigirse al lugar. El
Director aprobó el piadoso deseo, pero en vez de animarla, la enfrió,
amedrentado por la dificultad de la empresa. Ella no perdió la confianza y
tanto insistió en su petición que finalmente el Arcipreste le concedió que
partiera”.
Este pequeño fragmento ofrece
el momento de tomar una decisión vital: quedarse en los límites de Chiavari o
romper las fronteras. Gianelli no estaba preparado para la expansión del
Instituto fuera de las fronteras de Chiavari, por tanto la ruptura de las
fronteras se debe al coraje ya la grandeza un nuestra Madre Catalina, una hija
de Gianelli que varias veces tenía el paso más largo que su querido Fundador y
Padre espiritual. Este fue el momento en que Madre Catalina se convierte en la
verdadera Cofundadora del Instituto.
En 1835, Madre Catalina junto
a otras dos Hermanas llegan al Hospital de La Spezia, y allí le tocará vivir un
momento muy difícil: la prueba de la calumnia. Catalina Podestá fue la primera
Superiora General del Instituto designada por el mismo Gianelli y fue su brazo
derecho.
A la muerte del Fundador
gobernó a las Hijas de María hasta su muerte. De aquí en más, Madre Catalina al
frente del Instituto, tendrá la responsabilidad de las nuevas fundaciones que
se irán sucediendo: Marinasco, Bobbio, Ventimiglia, San remo y Triora, Novi
Ligur, entre otras.
El 2 de julio de 1847, la Virgen
del Huerto le tenía reservada una gracia especial a la Madre Catalina: su hija
ingresa entre las Hijas de María. Luego de profesión religiosa y tras pasar por
Ventimiglia, parte en 1857 con un grupo de Hermanas para América Latina,
muriendo en Buenos Aires en 1861. Madre Catalina defendía a brazo partido las
propuestas que juzgaba mejores para el Instituto. En 1853, el Arzobispo de
Génova, aprueba las constituciones. La aprobación diocesana era el primer paso
obligado para llegar a Roma. En 1856 se realiza la primera elección regular de
la Superiora General, tal lo dispuesto en las Constituciones de 1853, en
presencia del Arzobispo de Génova y de dos sacerdotes auxiliares. De la suma de
los escrutinios resulta electa: Madre Catalina Podestá. Siguieron después de
años de lucha, desencuentros y trabajos, se encamina, desde su vigor inicial
hacia la madurez y a la época de los frutos. En el paso de Chiávari a Roma y en
la desvinculación de la Casa General de la Casa Matriz, como también en las
Fundaciones y en la redacción de las Constituciones definitivas del Instituto,
aprobadas en 1882, demostró las características queridas por
Gianelli:
“… ser desenvueltas, desprejuiciadas… prontas para partir y
amantes del retiro”.
Con sus fuerzas ya
disminuidas, vivió sus últimos años, más en el cielo que en la tierra. El 24 de
setiembre de 1884, día de la Virgen de la Merced, la incansable e indomable
luchadora, se apagó serenamente en Roma, dejando en todas una sensación de
soledad y orfandad: Había muerto «la MADRE».”[2]
[1] Homilía del Santo Padre
Francisco; Celebración de la mañana; "Sin
testimonio y sin oración no se puede hacer predicación apostólica"; Jueves, 30 de abril de 2020. Recuperado de:
https://www.vatican.va/content/francesco/it/cotidie/2020/documents/papa-francesco-cotidie_20200430_testimonianza-e-preghiera.html
[2] Magrini, R. Equipo Provincial de Laicos de la Provincia Religiosa de
Buenos Aires, recuperado de: http://laicosba.blogspot.com/2017/05/madre-catalina-podesta-libre-y-sin.html.