En 1925 fue transferida al Sanatorio de Mar del Plata: se le confiaron ochenta niñas que estaban enfermas de tuberculosis. Comenzaba así, un servicio delicado y valioso. Lo hizo, como de costumbre, con entusiasmo y con pasión… Los juegos, las caminatas junto al mar y el recoger caracoles fueron momentos excepcionales de diversión.