Familia Gianellina

DOMINGO DE RAMOS

DOMINGO DE RAMOS

“También hoy hay muchos que admiran a Jesús, porque habló bien, porque amó y perdonó, porque su ejemplo cambió la historia... y tantas cosas más. Lo admiran, pero sus vidas no cambian. Porque admirar a Jesús no es suficiente. Es necesario seguir su camino, dejarse cuestionar por Él, pasar de la admiración al asombro”.

Papa Francisco

Jesús entra a Jerusalén para celebrar la pascua judía junto a sus amigos y familiares. Ha enviado a algunos discípulos a que preparen la cena. Sabe que allí hay quienes desconfían de él y que están esperando la oportunidad para apresarlo. Sabe que su hora ha llegado. La hora de manifestar su Amor por los suyos hasta el extremo. Y eso mismo desea hacer Jesús al entrar en nuestros corazones: estar con nosotros, compartir la mesa y revelarnos su infinito Amor y Misericordia; no tiene miedo a lo que allí escondemos, a que lo rechacemos, lo entreguemos o lo abandonemos.

A veces deseamos que Jesús entre a nuestra vida y a lo profundo de nuestro corazón, pero sin “hacer lío”: que me traiga paz, pero que no me complique la vida. Que no me altere el corazón. Que no me hable de entregas, de cruces, de pasiones; de compartir o de amar hasta el extremo. Que se siente y se quede tranquilo.

Resulta un tiempo ideal para preguntarnos ¿cómo está mi corazón frente al de Jesús? Tal vez nos encontremos con un corazón dormido que no sabe cómo rezar o acompañar a Jesús; adormecido por la rutina, por el sin sentido y el tedio. O con un corazón lleno de dudas porque tiene miedo a perder la seguridad que ha conseguido, y por eso se esconde. O con un corazón cansado y dolido, que conoce de entregas amorosas pero que necesita ser reconfortado, abrazado y alimentado por el amor de Cristo.

El Señor no entra para juzgar, molestar o castigar. Al contrario: entra a Jerusalén -y a nuestro corazón, porque está dispuesto a ir hasta las últimas consecuencias para revelarnos Su amor; para compartir con nosotros Su vida, en medio de nuestros miedos y dudas. Para enseñarnos cómo amar a nuestra familia, a nuestros padres, a los hijos, a los amigos, a los enfermos, a los marginados y olvidados.

La entrada a Jerusalén -y a nuestros corazones, lo transforma todo: transforma nuestra mirada corta y egoísta en una mirada capaz de perdonar. Nuestras negaciones y traiciones en una invitación a volver a decir que sí. Nuestras cruces en lugares de vida.

 

EN ESTE DOMINGO DE RAMOS OREMOS...

“          Oren porque Dios lo quiere, oren siempre porque conviene, no dejen nunca de orar, porque es siempre necesaria la oración...No se preocupen nunca de los discursos elevados, de las muchas palabras...

Rezar, incluso oralmente, no requiere necesariamente mucho tiempo y elevados discursos: bastan pocas palabras, bastan pocos pensamientos con tal que estén siempre animados por una profunda piedad, confianza y devoción”

San Antonio María Gianelli

(Prédicas, Tomo 2º, página 352)

 

REFLEXIONEMOS EN ESTE DÍA SOBRE LA VERDADERA VICTORIA QUE ES LA HUMILDAD

 

“Humildad y pobreza: donde se encuentra la pobreza está también la humildad, porque la HUMILDAD CONOCE SU PROPIA NADA, ESPERA TODO DE DIOS ...

(Lettere, 4º. Vol, 165)