VIVIR LA GRAN CONFIANZA EN DIOS
AL ESTILO DE S. ANTONIO GIANELLI,
TEXTO
EVANGÉLICO Mt 10:26-33
“No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden
matar el alma. Teman más bien a aquel que puede arrojar el alma y el cuerpo al
infierno.
¿Acaso no se vende un par de pájaros por unas monedas? Sin embargo, ni
uno solo de ellos cae en tierra, sin el consentimiento del Padre que está en el
cielo. Ustedes tienen contados todos sus
cabellos. No teman entonces, porque ustedes valen más que muchos pájaros”.
Tres
veces Jesús les dice a sus discípulos: “no tengan miedo”. Y no quedan dudas que
Jesús nos dirige esta exhortación también a todos nosotros: “no teman”, no
tengan miedo, confíen en mí….
Saber
que alguien nos ama profundamente debe inspirarnos una confianza inconmovible.
La fe nos asegura que Dios nos ama, y que nos amará siempre. Cuando somos
conscientes de este amor, ya no hay lugar para el miedo.
A
veces no es fácil seguir las enseñanzas de Cristo. Por eso Él nos habla de
confiar en el Padre siempre. ¿Cuánto vale un par de pájaros? Los vemos ir y
venir, volar rodeados de peligros y de trampas, sobrevivir a la escasez de
alimentos, aguantar duros inviernos a la intemperie. Dios les da lo necesario
para vivir. Ahora bien, para Dios, yo valgo mucho, mucho más que un pajarillo.
Pero
la seguridad y el cobijamiento debemos buscarlo en Dios. Esto es lo que el
Padre del cielo quiere decirnos por medio de nuestra situación difícil: Busquen
tranquilidad, amparo y cobijamiento en mí, en mis manos bondadosas, en mi corazón
paternal.
"También
los cabellos de su cabeza son contados. ¡No tengan miedo! ¡Valen más que muchos
gorriones! Delante de
todos estos miedos, Jesús nos dice: Hay un Padre. Hay un Padre que los ama. Hay
un Padre que cuida de ustedes. Papa Francisco
Con
estas palabras de Jesús podemos poner en Dios toda nuestra confianza.
Podríamos
preguntarnos: ¿Puede Dios poner su confianza en nosotros? ¿Podrá Él hoy estar
seguro de que nos encargaremos de sus cosas, es decir, del mensaje que nos ha
confiado?
Jesús
recalca que el Padre se preocupa de cada uno personalmente, incluso hasta de
sus pequeñeces más insignificantes.
“¿Acaso no se vende un par de
gorriones por unas monedas? Y sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo
disponga el Padre de los cielos. Hasta los cabellos de la cabeza los
tienen contados. Por eso, no tengan
miedo, no hay comparación entre ustedes y los gorriones”.
Aquel
que cuida de las aves del cielo, cuánto más se preocupará por cada ser humano,
cuánto más amará, con su cariño paternal, a todos sus hijos.
Por
eso, si Dios está conmigo, no puedo tener miedo. Al contrario, mi preocupación
más grande debería ser: estar despreocupado en cada momento, no por
negligencia, sino porque confío en Dios. Es más fuerte siempre aquel que tiene
a Dios por aliado.
Frente
al dolor y la contrariedad, los
cristianos estamos llamados a la confianza en ese Dios que “es
un Padre bueno que nunca abandona a sus hijos”[1][2].
Nuestra
confianza no es la búsqueda de una ilusión fantasiosa, sino la confianza del
hijo que está seguro que "su
esperanza no quedará defraudada”.
Esta confianza es el ancla que ya está clavada
en los Cielos y a la cual nos aferramos para seguir caminando. El mismo Jesús
viene a nuestro encuentro para repetimos con serenidad y firmeza: No tengan miedo",
"yo estaré con ustedes hasta el fin del mundo". "Vayan
y anuncien", Ir
a anunciar, estar cerca de quien sufre fragilidad, siendo uno mismo frágil, es
posible solamente confiando en esa promesa del Señor Resucitado.
Con frecuencia, -dice Gianelli-, sentimos
la fatiga y el cansancio. Nos tienta el espíritu de acedia y de pereza”. También miramos lo que hay por hacer,
y lo pocos que somos, y como los
Apóstoles, decimos: “Señor: ¿qué es esto para tanta gente?” ¿Qué somos
nosotros para cuidar tanta fragilidad? Y nuestra fortaleza, reside en la
confianza humilde, de quien ama y se siente amado y cuidado por el Padre; en la
confianza humilde de quien se sabe gratuitamente elegido y enviado.
A
San Antonio Gianelli, en todas sus
acciones y emprendimientos, lo guiaba una confianza inquebrantable en la divina
providencia. Hablaba a menudo de esta virtud en sus conversaciones y sermones,
fundando sus argumentos, sobre todo, en la misericordia de Dios. Muy particularmente en sus fundaciones,
demostró su gran confianza en Dios, por
lo cual lo llamaban el hombre de la Providencia y recomendó siempre a las Hijas
de María y a los Oblatos, el amor a la pobreza, porque Dios acude con mayor
gusto en socorro de las almas, que confían y esperan en Él, más que en los
recursos humanos. Ni las mayores dificultades podían entibiar su confianza o
detenerlo en el cumplimiento de sus deberes. Pensemos si somos capaces de
confiar en Dios, cuando los recursos con que contamos son insuficientes…
El
Padre Fundador nos invitar a la intrepidez y nos quiere "audazmente confiados", no desanimado
por los obstáculos momentáneos o duraderos, que podamos encontrar, que no nos dejemos
abatir por los fracasos de cualquier naturaleza que sean. Es necesario que, a
la esperanza agreguemos la tenacidad, la perseverancia, la fortaleza y la
energía interior, derivadas de la convicción y la certeza que Dios está con nosotros
y que para Él no existe lo imposible.
Gianelli
nos invita a: "hacer el bien a los otros", también en situaciones
difíciles, con escasos medios humanos y donde es necesario
"exponerse" por la gloria de Dios.
“…cumplan
con perseverancia y exactitud el propio deber y, de este cumplimiento, saquen
fuerzas para confiar todavía más en Dios[3].
“ Cuando hay borrasca, hay que agarrarse
de donde se pueda: la oración es buena, la confianza en Dios más aún…. Uno se
aferra a lo más seguro, y va dejando que Dios se preocupe de todo”[4]
“Será preciso que todos recomendemos
encarecidamente la cosa a Dios y que pongamos en Dios nuestra confianza y
esperemos que nos guardará de los errores más fatales”[5]
Vivir
una santidad cotidiana es vivir la gran confianza en Dios, abandonándose
a Él y esperando todo de Él.[6]
Confiar
en Dios y no en nosotros mismos, porque “nuestra suficiencia proviene
de Dios”[7]
“Parta enseguida hacia su destino,
poniendo en Dios toda su confianza, y no en la política ni en el interés...”.[8]
“…
apenas tuvimos la certeza de que ésta era la voluntad de Dios sobre nosotros
(quiera el Cielo como gracia y no como castigo), silenciando nuestras
aspiraciones y nuestros augurios, nos dispusimos a venir para velar por la
salvación de ustedes...” [9] ;
Es
necesario ser conscientes que no se puede confiar suficientemente en
Dios ... si primero no se deja de confiar en sí misma, en el propio saber, en
los propios talentos, en las propias virtudes”[10].
Confiar
es abrirse a la belleza de un encuentro, reconociendo el límite de nuestra vida
y dejando el espacio necesario para que Alguien pueda habitarla:
Vivir
es un acto de fe, “dejar hacer a Dios”[11], sabiendo que la fuerza viene de El y
que únicamente en una actitud de apertura y abandono, nuestra vida cobra
sentido y plenitud:
“Aún en medio de rayos y tempestades, es
necesario siempre estar seguros ... todo lo remedia la paciencia, la constancia
y la total confianza en Dios y en María”.[12]
Vivir
en la fe significa tomar la propia existencia y entregarla con coraje a Aquel
que puede lo imposible para que nos transforme en testigos creíbles de su Amor:
“Fe
viva, fe pronta, fe infatigablemente operativa: fe que venza el mundo, fe que
nos venza a nosotros mismos; fe que valorice la fe y la propague y la exalte;
fe que no se conforma, sino que siempre aspira a reproducirse, a multiplicarse
también en otros; fe, que os anime a perseverar y a crecer en la propagación de
la fe”.[13]
“Vaya con coraje y confíe en Dios, tanto
más cuanto se sienta más mezquina, que Él hará notar que ayuda y que, ayudando
Él, aún los débiles se hacen fuertes”.
[14]
“Viva la bondad, la misericordia y la
Providencia de Dios. El prueba a sus siervos, pero no los abandona, aunque sean
ingratos como lo soy yo. En todas las vicisitudes de mi pobre Congregación me
ha dado siempre buen corazón y nunca perdí la calma, los ánimos, la confianza”[15]
“Pero
cuando yo ya no viva, ni vos, ni los otros, ¿cómo funcionarán las cosas? Dios
proveerá, me diréis. Y diréis bien, y veo yo, asimismo, que a la postre, conviene
abandonarse en las manos de la providencia y misericordia del Señor. Pero,
entre tanto, nosotros debemos prever y proveer todo lo que podamos y sepamos.
Aprender de la experiencia de los demás para bien nuestro”[16]
“...
me gusta bastante poco esa falta de resignación [...] de hecho, toda nuestra
confianza debemos ponerla en El, pero toda, toda, toda; y que de los hombres se
sirve sólo si le place y cuando le place”[17]
“Reciba
la cosa de las manos de Dios y ejecútela con plena confianza, pues, Dios le
bendecirá...”[18]
“SEAN
TESTIGOS INCANSABLES DE ESPERANZA”
Entre
las virtudes que deben practicar las Hijas de María Santísima del Huerto, San
Antonio María Gianelli pone de relieve la GRAN CONFIANZA EN DIOS. Vivir
abandonadas a él: esto les ayudará a que no las turben los aparentes fracasos;
por el contrario, vivir esta ‘gran confianza en Dios’, les permitirá sostener a
las personas angustiadas y desorientadas. Su fundador exhortaba así a las Hermanas
de entonces y sigue exhortando a las de ahora: "Cuando las cosas no van bien, o incluso cuando van mal, no se
turbarán, ni las considerarán un verdadero mal, sino que se humillarán ante
Dios y confiarán en que él sabrá sacar de ellas algún bien".
Tengan
siempre la mirada, fija en su Fundador y
en las hermanas que las han precedido en el servicio fiel a la Iglesia. Estén
convencidas que también en los momentos difíciles la divina Providencia no deja
de sostenerlas eficazmente”.[19]
[1] Beata Hna.María Crescencia Pérez.
[3] LESSI ARIOSTO, P. Mario Los 15 artículos, nuestra
fuente de vida. P.30
[4] GIANELLI, A. carta n 154 a la Madre Catalina, enero
1841, Epistolario 1, p. 223
[5] GIANELLI, A. carta nº 266, a Don José Botti, 18, de junio 1843. Epistolario 2,
p. 156
6 A. Gianelli, Carta al clero y al pueblo de
Bobbio en oportunidad de su designación como Obispo, 6.5.1838
7 cf. A. Gianelli, Artículo Iº
8 A.
Gianelli, Carta al clero y al pueblo de Bobbio en oportunidad de su designación
como Obispo, 6.5.1838
9 A. Gianelli, Carta a Madre Catalina, 29.03.1844
10 A.
Gianelli, Carta a la Madre Catalina, 25. 4.1837
11 A. Gianelli, Homilía del día de la Epifanía,
1840
12 A. Gianelli, Carta a Madre Felippa Badaracco,
21.12.1842
13 Beata María Crescencia Pérez, Cartas
[15] GIANELLI, A. carta nº 309, a Don José Botti, 04.11.1844, Epistolario 2. P 222
[16] GIANELLI, A. carta n. 320
a Don José Botti, 20.02.1845, Epistolario 3, p.12
[17] GIANELLI, A. carta n. 344
a la Madre Catalina Podestá del 27.08.1845 Epistolario 3, p.5
[18] GIANELLI, A carta n. 375 a Don
Antonio Daneri del 26.12.1845, Epistolario 3, p. 114.
[19] San Juan Pablo II, Discurso las Capitulares, 17 de febrero, 2003