Familia Gianellina

MES DE MARÍA

 MES DE MARÍA 

Nuestra piedad popular latinoamericana ha dedicado, desde hace tiempo, el mes de noviembre, mes de las flores, a la Virgen María, para concluirlo en el 8 de diciembre, con la fiesta de la Inmaculada Concepción

 

El Papa Juan Pablo II  en su encíclica R. M. es quien baja a la Virgen del pedestal y la pone a caminar con nosotros. en su itinerario de fe. Desde entonces, la sentimos más cerca en nuestro caminar. La Virgen no ha perdido grandeza y está más cerca de sus hijos que caminan entre luces y sombras como ella. Es bueno tener esa guía y ser conducidos por su mano fuerte. La mano humana que condujo a Jesucristo por los caminos de la vida.

 

Él Papa Francisco ilustra el sentido del Mes de María cuando nos dice: “en la hora suprema de la nueva creación, Cristo nos lleva a María. Él nos lleva a Ella porque no quiere que caminemos sin una madre y el pueblo lee en esa imagen todos los misterios del Evangelio” (EG 285).

 

EL ANUNCIO DEL ANGEL A MARÍA

 “María es madre y una madre se preocupa siempre por la salud de sus hijos, sobre todo en tres aspectos: nos ayuda a crecer, a afrontar la vida, a ser libres.

 

 María ayuda a sus hijos a crecer …

Una madre ayuda a los hijos a crecer y quiere que crezcan bien, por ello los educa a no ceder ante la pereza, a no conformarse con una vida cómoda que se contenta sólo con tener algunas cosas. La mamá cuida a los hijos para que crezcan más y más, crezcan fuertes, capaces de asumir responsabilidades, de asumir compromisos en la vida, de tender hacia grandes ideales…

 

María educa a sus hijos a afrontar la vida

Una madre además piensa en la salud de sus hijos, educándolos también a afrontar las dificultades de la vida. No se educa, no se cuida la salud evitando los problemas, como si la vida fuera una autopista sin obstáculos. La madre ayuda a los hijos a mirar con realismo los problemas de la vida y a no perderse en ellos, sino a afrontarlos con valentía, a no ser débiles, y saberlos superar, en un sano equilibrio que una madre “siente” entre las áreas de seguridad y las zonas de riesgo. Y esto una madre sabe hacerlo. Lleva al hijo no siempre sobre el camino seguro, porque de esta manera no puede crecer. Pero tampoco solamente sobre el riesgo, porque es peligroso…

 

María educa a sus hijos a ser libres.

Un último aspecto: una buena madre no sólo acompaña a los niños en el crecimiento, sin evitar los problemas, los desafíos de la vida; una buena  madre ayuda también a tomar las decisiones definitivas con libertad…

Pero, ¿qué significa libertad? Por cierto, no es hacer todo lo que uno quiere, dejarse dominar por las pasiones, pasar de una experiencia a otra sin discernimiento, seguir las modas del momento. Libertad no significa, por así decirlo, tirar por la ventana todo lo que no nos gusta. La libertad se nos dona para que sepamos optar por las cosas buenas en la vida” (Papa Francisco)

 

LA VISITA DE MARÍA A SU PRIMA SANTA ISABEL

El Papa Francisco señala a María como modelo del discipulado misionero y como la que nos enseña a ser discípulos misioneros: “La Virgen Inmaculada intercede por nosotros en el Cielo como una buena madre que cuida de sus hijos. Que María nos enseñe con su vida qué significa ser discípulo misionero”. El Papa recuerda que, ante el anuncio del ángel, ella, “aun sin comprender del todo el significado de aquella llamada, se fió de Dios”. Se convirtió en perfecta discípula dando su “sí”, y enseguida partió en misión:

“No se quedó con aquel regalo; se sintió responsable, y marchó, salió de su casa y se fue rápidamente a ayudar a su pariente Isabel, que tenía necesidad de ayuda (cf. Lc 1,38 - 39); realizó un gesto de amor, de caridad y de servicio concreto, llevando a Jesús en su seno. Y este gesto lo hizo diligentemente…

 

Este es nuestro modelo. La que ha recibido el don más precioso de parte de Dios, como primer gesto de respuesta se pone en camino para servir y llevar a Jesús. Pidamos a la Virgen que nos ayude también a nosotros a llevar la alegría de Cristo a nuestros familiares, compañeros, amigos, a todos…

Estamos llamados, cada uno de nosotros, a anunciar el Evangelio y promover con alegría la cultura del encuentro. La Virgen María es nuestro modelo. En su vida ha dado el ‘ejemplo de aquel amor de madre que debe animar a todos los que colaboran en la misión apostólica de la Iglesia para engendrar a los hombres a una vida nueva’

      

MAGNÍFICAT

 

1.El Papa Francisco nos acerca a María que hace suya la vida de nuestro pueblo y por eso nos recuerda “que tenemos Madre, no somos huérfanos, tenemos una madre”.

 “Lejos de querer entender o adueñarse de la situación, María es la mujer que sabe conservar, es decir proteger, custodiar en su corazón el paso de Dios en la vida de su Pueblo. Desde sus entrañas aprendió a escuchar el latir del corazón de su Hijo y eso le enseñó, a lo largo de toda su vida, a descubrir el palpitar de Dios en la historia...

 

Ella se ha acercado en las situaciones más diversas para sembrar esperanza. Acompañó las cruces cargadas en el silencio del corazón de sus hijos. Tantas devociones, tantos santuarios y capillas en los lugares más recónditos, tantas imágenes esparcidas por las casas, nos recuerdan esta gran verdad. María nos dio el calor materno, ese que nos cobija en medio de la dificultad; el calor materno que permite que nada ni nadie apague en el seno de la Iglesia la revolución de la ternura inaugurada por su Hijo. Donde hay madre, hay ternura….

 

Las madres son el antídoto más fuerte ante nuestras tendencias individualistas y egoístas, ante nuestros encierros y apatías. Una sociedad sin madres no sería solamente una sociedad fría sino una sociedad que ha perdido el corazón, que ha perdido el «sabor a hogar».

 

Una sociedad sin madres sería una sociedad sin piedad que ha dejado lugar sólo al cálculo y a la especulación. Porque las madres, incluso en los peores momentos, saben dar testimonio de la ternura, de la entrega incondicional, de la fuerza de la esperanza”.

 

EL NACIMIENTO DE JESÚS EN BELEN

 

El Papa Francisco, nos abre al sentido de lo que sucedió en Belén, en la perspectiva de la vocación de María y de nuestra propia vocación cristiana.

 “María es la que sabe transformar una cueva de animales en la casa de Jesús, con unos pobres pañales y una montaña de ternura. Ella es la esclavita del Padre que se estremece en la alabanza. Ella es la amiga siempre atenta para que no falte el vino en nuestras vidas...

Es allí, en los santuarios, donde puede percibirse cómo María reúne a su alrededor a los hijos que peregrinan con mucho esfuerzo para mirarla y dejarse mirar por ella. Allí encuentran la fuerza de Dios para sobrellevar los sufrimientos y cansancios de la vida. Como a san Juan Diego, María les da la caricia de su consuelo maternal y les dice al oído: «No se turbe tu corazón […] ¿No estoy yo aquí, que soy tu Madre?»” (E. G. 286).

 

 “Porque cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño. En ella vemos que la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles sino de los fuertes, que no necesitan maltratar a otros para sentirse importantes.

 

LA HUIDA A EGIPTO

José se “levantó, tomó de noche al niño y a su madre y huyen a Egipto“ (Mt2,14). Alí se nos relata como Jesús, María y José son refugiados, migrantes, exiliados. Con una mirada de fe el Papa Francisco nos acerca al mundo del exilio.

  “José, María y Jesús experimentan la condición dramática de los refugiados, marcada por miedo, incertidumbre, incomodidades.

 

Mientras fijamos la mirada en la Sagrada Familia de Nazaret en el momento en que se ve obligada a huir, pensemos en el drama de los inmigrantes y refugiados que son víctimas del rechazo y de la explotación, que son víctimas de la trata de personas y del trabajo esclavo. Pero pensemos también en los demás «exiliados»: yo les llamaría «exiliados ocultos», esos exiliados que pueden encontrarse en el seno de las familias mismas: los ancianos, por ejemplo, que a veces son tratados como presencias que estorban. Muchas veces pienso que un signo para saber cómo va una familia es ver cómo se tratan en ella a los niños y a los ancianos.

 

Jesús quiso pertenecer a una familia que experimentó estas dificultades, para que nadie se sienta excluido de la cercanía amorosa de Dios. La huida a Egipto causada por las amenazas de Herodes nos muestra que Dios está allí donde el hombre está en peligro, allí donde el hombre sufre, allí donde huye, donde experimenta el rechazo y el abandono; pero Dios está también allí donde el hombre sueña, espera volver a su patria en libertad, proyecta y elige en favor de la vida y la dignidad suya y de sus familiares”.

 

LA PRESENTACIÓN DE JESUS EN EL TEMPLO

 “[María] es la del corazón abierto por la espada, que comprende todas las penas. Como madre de todos, es signo de esperanza para los pueblos que sufren dolores de parto hasta que brote la justicia. Ella es la misionera que se acerca a nosotros para acompañarnos por la vida, abriendo los corazones a la fe con su cariño materno. Como una verdadera madre, ella camina con nosotros, lucha con nosotros, y derrama incesantemente la cercanía del amor de Dios. A través de las distintas advocaciones marianas, ligadas generalmente a los santuarios, comparte las historias de cada pueblo que ha recibido el Evangelio, y entra a formar parte de su identidad histórica”. (E.G.286).

 

 “En esta peregrinación evangelizadora no faltan las etapas de aridez, ocultamiento, y hasta cierta fatiga, como la que vivió María en los años de Nazaret, mientras Jesús crecía: «Éste es el comienzo del Evangelio, o sea de la buena y agradable nueva. No es difícil, pues, notar en este inicio  una particular fatiga del corazón, unida a una especie de “noche de la fe” —usando una expresión de san Juan de la Cruz—, como un “velo” a través del cual hay que acercarse al Invisible y vivir en intimidad con el misterio. Pues de este modo María, durante muchos años, permaneció en intimidad con el misterio de su Hijo, y avanzaba en su itinerario de fe»”

 

LA EPIFANÍA DE DIOS EN EL MUNDO

El encuentro con Jesús recién nacido en Belén llenó de alegría y estupor la vida de los sabios de oriente. La riqueza de ese encuentro marcó sus vidas.  El Papa Francisco nos dice:  “Sólo la belleza de Dios puede atraer. El camino de Dios es el de la atracción. A Dios, uno se lo lleva a casa. Él despierta en el hombre el deseo de tenerlo en su propia vida, en su propio hogar, en el propio corazón. Él despierta en nosotros el deseo de llamar a los vecinos para dar a conocer su belleza. La misión nace precisamente de este hechizo divino, de este estupor del encuentro. Hablamos de la misión, de Iglesia misionera. Sin la sencillez de su actitud, nuestra misión está condenada al fracaso…

La gente sencilla siempre tiene espacio para albergar el misterio. Tal vez hemos reducido nuestro hablar del misterio a una explicación racional; pero en la gente, el misterio entra por el corazón. En la casa de los pobres, Dios siempre encuentra sitio…

Queridos hermanos, el resultado del trabajo pastoral no se basa en la riqueza de los recursos, sino en la creatividad del amor. Ciertamente es necesaria la tenacidad, el esfuerzo, el trabajo, la planificación, la organización, pero hay que saber ante todo que la fuerza de la Iglesia no reside en sí misma sino que está escondida en las aguas profundas de Dios, en las que ella está llamada a echar las redes”.

 

LA VIDA OCULTA EN NAZARET

 

 “Tenemos necesidad de que nuestro corazón se conmueva. Dejémoslo que se inflame con la ternura de Dios; necesitamos sus caricias. Las caricias de Dios no producen heridas: las caricias de Dios nos dan paz y fuerza. Tenemos necesidad de sus caricias”.

Para crecer en la ternura, en la caridad respetuosa y delicada, nosotros tenemos un modelo cristiano a quien dirigir con seguridad nuestra mirada. Es la Madre de Jesús y Madre nuestra, atenta a la voz de Dios y a las necesidades y dificultades de sus hijos. María, animada por la divina misericordia, que en ella se hace carne, se olvida de sí misma, y con ternura va al encuentro de los necesitados. Por eso es la Madre de todos los enfermos y de todos los que sufren (…) El que está bajo la cruz con María, aprende a amar como Jesús”.

 

El preocuparse, el custodiar, requiere bondad, pide ser vivido con ternura. En los Evangelios, san José aparece como un hombre fuerte y valiente, trabajador, pero en su alma se percibe una gran ternura, que no es la virtud de los débiles, sino más bien todo lo contrario: denota fortaleza de ánimo y capacidad de atención, de compasión, de verdadera apertura al otro, de amor. No debemos tener miedo de la bondad, de la ternura”. 

 

 “María no nos deja solos; la Madre de Cristo y de la Iglesia está siempre con nosotros. Siempre camina con nosotros, está con nosotros (…) María nos acompaña, lucha con nosotros, sostiene a los cristianos en el combate contra las fuerzas del mal. La oración con María, en especial el Rosario – pero escúchenme con atención: el Rosario. ¿Ustedes rezan el Rosario todos los días? (…) Pues bien, la oración con María, en particular el Rosario, tiene también esta dimensión ´agonística´, es decir, de lucha; una oración que sostiene en la batalla contra el maligno y sus cómplices. También el Rosario nos sostiene en la batalla”.

 

EL BAUTISMO DE JESUS

“La voz de Dios que dice “Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco”; habla de la cercanía y calidez de Dios con su Hijo amado. Para el Papa Francisco que proclama la “revolución de la ternura”, (EG 88) se nos hace cercana a María que “sabe transformar una cueva de animales en la casa de Jesús, con unos pobres pañales y una montaña de ternura” De ello nos hablan estos textos.

 “Mirándola [a María] descubrimos que es la misma que alababa a Dios «porque derribó de su trono a los poderosos» y «despidió vacíos a los ricos» (Lc 1,52.53) es la que pone calidez de hogar en nuestra búsqueda de justicia (…) Esta dinámica de justicia y ternura, de contemplar y caminar hacia los demás, es lo que hace de ella un modelo eclesial para la evangelización” (E. G. 288).

 

No tengan miedo de la ternura. Cuando los cristianos se olvidan de la esperanza y de la ternura, se convierten en una Iglesia fría, que no sabe dónde ir y se atasca en las ideologías, en las actitudes mundanas. En cambio la simplicidad de Dios te dice: sigue adelante, yo soy un Padre que te acaricia. Me da miedo cuando los cristianos pierden la esperanza y la capacidad de abrazar y acariciar. Quizás por esto, mirando hacia el futuro, hablo a menudo de los niños y de los ancianos, vale decir, de los más indefensos. En mi vida de sacerdote, en la parroquia, siempre procuré transmitir esa ternura a los niños y a los ancianos. Me hace bien y me hace pensar en la ternura que Dios tiene por nosotros.”

 

 

LAS BODAS DE CANÁ

La actitud de María en Caná está acertadamente comentada por el Papa cuando nos dice que su actitud fundamental consiste en que Escucha - Decide - Actúa.

“1. Escucha:  María escucha también los hechos, es decir, lee los acontecimientos de su vida, está atenta a la realidad concreta y no se detiene en la superficie, sino que va a lo profundo, para captar el significado. Su pariente Isabel, que ya es anciana, espera un hijo (cfr, 136): éste es el hecho. Pero María está atenta al significado, lo sabe captar: «Para Dios nada hay imposible» (Lc 1, 37).

Esto vale también en nuestra vida: escucha de Dios que nos habla, y escucha también las realidades cotidianas: atención a las personas, a los hechos, porque el Señor está a la puerta de nuestra vida y llama de muchas formas, pone signos en nuestro camino; nos da la capacidad de verlos. María es la madre de la escucha, escucha atenta de Dios y escucha igualmente atenta a los acontecimientos de la vida

 

2. Decide

En el episodio de las bodas de Caná, se ve el realismo, la humanidad, el modo concreto de María, que está atenta a los hechos, a los problemas; ve y comprende la dificultad de los dos jóvenes esposos a quienes falta el vino en la fiesta, reflexiona y sabe que Jesús puede hacer algo, y decide dirigirse al Hijo para que   intervenga: «No tienen vino.

María en la Anunciación, en la Visitación, en las bodas de Caná va a contracorriente; se pone a la escucha de Dios, reflexiona y trata de comprender la realidad, y decide abandonarse totalmente a Dios, decide visitar, incluso estando encinta, a la anciana pariente; decide encomendarse al Hijo con insistencia para salvar la alegría de la boda.

 

3. Actúa

En la oración, ante Dios que habla, al reflexionar y meditar acerca de los hechos de su vida, María no tiene prisa, no se deja atrapar por el momento, no se deja arrastrar por los acontecimientos. Pero cuando tiene claro lo que Dios le pide, lo que debe hacer, no se detiene, no se demora, sino que va «deprisa».

Algunas veces, también nosotros nos detenemos a escuchar, a reflexionar sobre lo que debemos hacer, tal vez tenemos incluso clara la decisión que tenemos que tomar, pero no damos el paso a la acción.”

María en la Anunciación, en la Visitación, en las bodas de Caná va a contracorriente; se pone a la escucha de Dios, reflexiona y trata de comprender la realidad, y decide abandonarse totalmente a Dios, decide visitar, incluso estando encinta, a la anciana pariente; decide encomendarse al Hijo con insistencia para salvar la alegría de la boda.

 

EL ANUNCIO DEL REINO DE DIOS

 

 “Al venir a este Santuario nos puede pasar lo mismo que le pasó a Juan Diego. Mirar a la Madre desde nuestros dolores, miedos, desesperaciones, tristezas, y decirle: «Madre, ¿qué puedo aportar yo si no soy un letrado?». Miramos a la madre con ojos que dicen: son tantas las situaciones que nos quitan la fuerza, que hacen sentir que no hay espacio para la esperanza, para el cambio, para la transformación.

Y en silencio, y en este estar mirándola, escuchar una vez más que nos vuelve a decir: «¿Qué hay hijo mío el más pequeño?, ¿qué entristece tu corazón?». «¿Acaso no estoy yo aquí, yo que tengo el honor de ser tu madre?» .

¿Acaso no soy yo tu madre? ¿No estoy aquí? No te dejes vencer por tus dolores, tristezas, nos dice. Hoy nuevamente nos vuelve a enviar, como a Juanito; hoy nuevamente nos vuelve a decir, sé mi embajador, sé mi enviado a construir tantos y nuevos santuarios, acompañar tantas vidas, consolar tantas lágrimas. Tan sólo camina por los caminos de tu vecindario, de tu comunidad, de tu parroquia como mi embajador, mi embajadora; levanta santuarios compartiendo la alegría de saber que no estamos solos, que ella va con nosotros. Sé mi embajador, nos dice, dando de comer al hambriento, de beber al sediento, da lugar al necesitado, viste al desnudo  y visita al enfermo. Socorre al que está preso, no lo dejes solo, perdona al que te lastimó, consuela al que está triste, ten paciencia con los demás y, especialmente, pide y ruega a nuestro Dios. Y, en silencio, le decimos lo que nos venga al corazón.

¿Acaso no soy yo tu madre? ¿Acaso no estoy yo aquí?, nos vuelve a decir María. Anda a construir mi santuario, ayúdame a levantar la vida de mis hijos, que son tus hermanos”.

 

LA MADRE BUSCABA AL HIJO

 

Además de ejemplo de creyente, María es verdaderamente nuestra “madre en la fe”.

“Nuestro itinerario de fe es igual al de María, y por eso la sentimos particularmente cercana a nosotros. Por lo que respecta a la fe, que es el quicio de la vida cristiana, la Madre de Dios ha compartido nuestra condición, ha debido caminar por los mismos caminos que recorremos nosotros, a veces difíciles y oscuros, ha debido avanzar en la “peregrinación de la fe” (L. G 58)…  Nuestro camino de fe está unido de manera indisoluble a María desde el momento en que Jesús, muriendo en la cruz, nos la ha dado como Madre diciendo: “He ahí a tu madre” Estas palabras tienen un valor de testamento y dan al mundo una Madre. Desde ese momento, la Madre de Dios se ha convertido también en nuestra Madre…

En aquella hora cuando la fe de los discípulos se agrietaba por tantas dificultades e incertidumbres, Jesús les confió a aquella que fue la primera en creer, y cuya fe no decaería jamás. Y la “mujer” se convierte en nuestra Madre en el momento cuando pierde al Hijo divino. Y su corazón herido se ensancha para acoger a todos los hombres, buenos y malos, a todos, y los ama como los amaba Jesús. La mujer que en las bodas de Caná de Galilea había cooperado con su fe a la manifestación de las maravillas de Dios en el mundo, mantiene encendida en el Calvario la llama de la fe en la resurrección de su Hijo, y la comunica con afecto materno a los demás. María se convierte así en fuente de esperanza y de verdadera alegría”.

 

LA INSTITUCIÓN DE LA EUCARISTÍA

 

“Nuestro pueblo fiel cree en la Eucaristía como pueblo eucarístico en María. Vincula el cariño a la Eucaristía y el cariño a la Virgen nuestra Madre y Señora. En la escuela de María, mujer eucarística, podemos releer contemplativamente los pasajes en que Juan Pablo II ve a Nuestra Señora como mujer eucarística y mirarla no sola sino “en compañía” del pueblo de Dios. Seguimos la regla de la tradición, según la cual, con distintos matices, “lo que se dice de María, se dice del alma de cada cristiano y de la Iglesia entera”.

Nuestro pueblo fiel tiene una verdadera “actitud eucarística” de la acción de gracias y la alabanza. Recordando a María, nuestro pueblo fiel agradece el ser recordado por ella y éste es un memorial de amor verdaderamente eucarístico. Al respecto repito lo que Juan Pablo II afirmaba en el nº 158 de Ecclesia de Eucharistia: “La Eucaristía se nos ha dado para que nuestra vida sea, como la de María, toda ella un Magníficat”.

 

 LA ORACION EN EL HUERTO

En la hora de la prueba de fe, el Papa nos invita a una cercanía a María fuerte, valiente y fiel que acompaña y colabora con Jesús también en medio de sombras y tinieblas.

No fue sencillo responder con un ‘sí’ a la invitación del ángel: pero ella, una mujer todavía en la flor de la juventud, responde con valentía, a pesar de no saber nada del destino que le esperaba.”

Se nos aparece en este instante como una de tantas madres de nuestro mundo: valiente hasta el extremo cuando se trata de acoger en el vientre la historia de un nuevo hombre que nace”….

María no es una mujer que se deprima ante las incertidumbres de la vida, especialmente cuando nada parece ir a nuestra manera. Tampoco es una mujer que proteste con violencia, arremetiendo contra el destino de la vida que a menudo revela una cara hostil.”

Las madres no traicionan, y en ese instante al pie de la cruz, ninguno de nosotros puede decir cuál haya sido la pasión más cruel: si la de un hombre inocente que muere en el patíbulo de la cruz, o la agonía de una madre que acompaña los últimos instantes de la vida de su hijo.”  ¡Todos nosotros hemos conocido mujeres fuertes, que han afrontado muchos sufrimientos de los hijos!”

 

JESUS ATADO A LA COLUMNA

 

María nos acompaña en momentos críticos de nuestra vida, porque Ella los vivió acompañando y colaborando en la vida de Jesús.

Nos hará bien repasar brevemente tres momentos difíciles en la vida de María.

1. Primero: el nacimiento de Jesús. «No había un lugar para ellos»

No tenían una casa, una habitación para recibir a su hijo. No había espacio para que pudiera dar a luz. Tampoco familia cercana: estaban solos.

El único lugar disponible era una cueva de animales. Y en su memoria seguramente resonaban las palabras del Ángel: «Alégrate María, el Señor está contigo». Y Ella podría haberse preguntado: «¿Dónde está ahora?».

2. Segundo momento: la huida a Egipto. Tuvieron que irse, exiliarse. Ahí no solo no tenían un espacio, ni familia, sino que incluso sus vidas corrían peligro. Tuvieron que marcharse a tierra extranjera. Fueron migrantes perseguidos por la codicia y la avaricia del emperador. Y ahí ella también podría haberse preguntado: «¿Y dónde está lo que me dijo el Ángel?».

 

3. Tercer momento: la muerte en la cruz. No debe existir una situación más difícil para una madre que acompañar la muerte de su hijo. Son momentos desgarradores. Ahí vemos a María, al pie de la cruz, como toda madre, firme, sin abandonar, acompañando a su Hijo hasta el extremo de la muerte y muerte de cruz. Y allí también podría haberse preguntado: ¿Dónde está lo que me dijo el Ángel? Luego la vemos conteniendo y sosteniendo a los discípulos.

Contemplamos su vida, y nos sentimos comprendidos, entendidos.

Podemos sentarnos a rezar y usar un lenguaje común frente a un sinfín de situaciones que vivimos a diario. Nos podemos identificar en muchas situaciones de su vida. Contarle de nuestras realidades porque ella las comprende”.

 

LA CORONACION DE ESPINAS

 

El Papa Francisco llama a la Virgen María como “madre de todos”, sin excepción (E.G. 286). De allí brotan impulsos hacia el  ecumenismo que dialoga sin perder la identidad mariana.

 “Y ahora, comenzamos este camino… Un camino de fraternidad, de amor, de confianza entre nosotros. Recemos siempre por nosotros: el uno por el otro. Recemos por todo el mundo, para que haya una gran fraternidad”.  “Sí, para mí el ecumenismo es prioritario. Hoy existe el ecumenismo de la sangre. En algunos países matan a los cristianos porque llevan consigo una cruz o tienen una Biblia; y antes de matarlos no les preguntan si son anglicanos, luteranos, católicos u ortodoxos. La sangre está mezclada.

Para los que matan somos cristianos. Unidos en la sangre, aunque entre nosotros no hayamos logrado dar los pasos necesarios hacia la unidad, y tal vez no sea todavía el tiempo.

 

EL CAMINO DEL CALVARIO

María acompañó el camino y la entrega de Jesús en la Cruz. Allí fue cooperadora del Señor en su obra de salvación. El Papa Francisco está muy unido a la imagen de la Virgen Desatanudos donde se expresa que el nudo de la desobediencia de Eva fue desatado por la obediencia de María… Él nos acerca vitalmente a este misterio.

 “El “nudo” de la desobediencia, el “nudo” de la incredulidad. Cuando no lo escuchamos, no seguimos su voluntad, cometemos actos concretos en los que mostramos falta de confianza en él - y esto es pecado -, se forma como un nudo en nuestra interioridad. Y estos nudos nos quitan la paz y la serenidad. Son peligrosos, porque varios nudos pueden convertirse en una madeja, que siempre es más doloroso y más difícil de deshacer.

Pero para la misericordia de Dios - lo sabemos - nada es imposible. Hasta los nudos más enredados se deshacen con su gracia. Y María, que con su “sí” ha abierto la puerta a Dios para deshacer el nudo de la antigua desobediencia, es la madre que con paciencia y ternura nos lleva a Dios, para que él desate los nudos de nuestra alma con su misericordia de

Padre. Todos nosotros tenemos alguno, y podemos preguntarnos en nuestro corazón: ¿Cuáles son los nudos que hay en mi vida? «Padre, los míos no se puede desatar». Pero eso es un error. Todos los nudos del corazón, todos los nudos de la conciencia se pueden deshacer”.