Primera Lectura:
En los escritos de Gianelli comentados por Enrico Bacigalupo encontramos lo siguiente:
“De un hombre tan atento a las situaciones particulares de su tiempo, tan exigente y radical en el anuncio de la Palabra de Dios, cabría esperar minuciosidad y tal vez rigorismo en este tema.
Sin embargo, este no es el caso; seguimos el esquema del sermón sobre la obligación de hacerse santos. 35
Digamos aún más brevemente: la verdadera santidad consiste en hacer la voluntad de Dios... El Señor mira el corazón, no las palabras”
Aquí hay una regla fuera de cualquier conformidad, cualquier legalismo o ritualismo. Es necesario ir a lo esencial. La santidad es hacer la voluntad de Dios, la que está escrita en el Evangelio:
“O romper el Evangelio, renunciar a él, o seguirlo como convenga”. (Pág. 57 Antonio Gianelli, Párroco de Chiavari – Su predicación a los laicos – Enrico Bacigalupo)”
34. Constituciones para la Congregación de los Oblatos de San Alfonso, n. 13 Bobbio 1839
35. Para las Cuaresmas, Cita extraída de la predicación sobre la Obligación de hacerse santos, Cv.9,4
Reflexión
“Que les vean dispuestos a perdonar las ofensas, a la limosna, a cualquier clase de caridad. Que les encuentren siempre humanos, pacientes, respetuosos de las iglesias, de las cosas santas y de los sagrados ministros. Ellos vean, palpen, toquen con la mano que son buenos cristianos en obras y en verdad, como dice el Evangelio». 57
“Yo creo que la dificultad consiste mucho más en quererlo que en poderlo hacer (amar a los enemigos – nota de la redacción) y por eso me comprometo a mostrarles cual es el modo en que debe amarse los enemigos. Buscaré hacerles ver más bien el espíritu del precepto que el precepto mismo…
¡Ay cuánto mal se hace en el mundo porque se conoce la ley, pero se ignora el espíritu de la ley!” 58
“Padres y madres de familia, jefes de familia, gente de juicio y autoridad, estas enseñanzas son para todos ustedes, un día tendrán que dar cuenta a Dios de la fama que robaron a sus prójimos, del escándalo que sus empleados e hijos reciben".59
"¿Y por qué ven a tantos y tantos olvidarse de sus parientes más cercanos, incluso de su padre y de su madre, durante semanas? ¿Por qué se les niega un pequeño refrigerio, una pequeña ayuda, un sorbo de agua? Porque si gozamos de sus bienes y talvez la pasamos bien a todo placer, ¿no pensamos en sufragarle ni siquiera de una oración por sus almas?...
Si tus hijos saben que hacías celebrar o escuchar alguna misa, rezar algún rosario o alguna otra oración, dar alguna limosna, o visitar alguna iglesia o aplicar alguna Comunión o alguna indulgencia por tus difuntos, por las almas del purgatorio ellos también lo harán por ti". 60
La caridad espiritual, como vemos, se adhiere al intercambio del cuerpo místico, a la comunión entre la iglesia terrena y la iglesia del purgatorio, y en la iglesia terrena pone en continuidad educativa a las diversas generaciones. (La santidad en tus días – Rosella Zilli, Pág. 74)
57 Para las misiones, Predicación sobre la educación de los hijos.
58 Para las cuaresmas, Predicación sobre el amor a los enemigos, Mt.5
59 Para las cuaresmas, Predicación sobre la murmuración, Ap. 9,7-8
60 Para las cuaresmas, Predicación sobre el purgatorio, Lavagna en 1832, Chiavari en 1836, Jn. 6,5
Segunda Lectura:
El Papa Francisco en su exhortación apostólica Gaudete Et Exsultate nos recuerda:
Para un cristiano no es posible pensar en la propia misión en la tierra sin concebirla como un camino de santidad, porque «esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación». Cada santo es una misión; es un proyecto del Padre para reflejar y encarnar, en un momento determinado de la historia, un aspecto del Evangelio.
Esa misión tiene su sentido pleno en Cristo y solo se entiende desde él. En el fondo la santidad es vivir en unión con él los misterios de su vida. Consiste en asociarse a la muerte y resurrección del Señor de una manera única y personal, en morir y resucitar constantemente con él. Pero también puede implicar reproducir en la propia existencia distintos aspectos de la vida terrena de Jesús: su vida oculta, su vida comunitaria, su cercanía a los últimos, su pobreza y otras manifestaciones de su entrega por amor. La contemplación de estos misterios, como proponía san Ignacio de Loyola, nos orienta a hacerlos carne en nuestras opciones y actitudes. Porque «todo en la vida de Jesús es signo de su misterio», «toda la vida de Cristo es Revelación del Padre», «toda la vida de Cristo es misterio de Redención», «toda la vida de Cristo es misterio de Recapitulación», y «todo lo que Cristo vivió hace que podamos vivirlo en él y que él lo viva en nosotros». (Gaudete Et Exsultate, 19 -20)