29 DE
MAYO DE 1845: TESTAMENTO DE ANTONIO GIANELLI
GIANELLI
DICTA SU TESTAMENTO EN DIECISÉIS APRETADAS PÁGINAS
“Hijitos míos... si muero pobre, recen por mí
porque
estaré en grado de aprovechar de sus sufragios,
pero al contrario, si muero rico,
no recen porque me habré condenado”
Antonio Gianelli
LA BATALLA FINAL[1]
“Los últimos meses
de vida de Gianelli fueron como una pausa del buen soldado que se prepara a la
última victoria. Durante este tiempo fue afligido por una larga enfermedad que,
luego de una breve convalecencia, lo condujo a su fin. Si bien ya estaba,
manifiestamente debilitado, prosiguió en el regular gobierno de la Diócesis,
así como en el interés por sus obras y por sus colaboradores. Su aspecto
acusaba claramente el sufrimiento. Difundida la noticia de la enfermedad que lo
aquejaba, se vio un espectáculo edificante y conmovedor: por todas partes por
donde él había pasado, como intrépido e infatigable obrero de la Viña se
levantó un coro de devotas súplicas al Cielo. Puesto que el bien nunca se
aprecia cómo y cuanto debe apreciarse sino cuando se lo pierde. Antes de
recibir el santo Viático, dijo palabras graves y conmovedoras; se acusó de ser
un Obispo indulgente y flojo. Una vez recibido el Señor descansó.
Desde Chiavari, le
es obsequiado un cuadro con la imagen de Nuestra Señora del Huerto, a la que
Gianelli le improvisa un Soneto cuyo último terceto dice:
Y si hoy tan grata
pareces al ojo y al corazón
Y así en lugar de
lágrimas me recreas
¿qué harás en el Cielo, ornada del divino sol?
Aún enfermo, el
santo Obispo no deja de escribir cartas, también le escribe a Madre Catalina
Podestá: “...Pasado mañana pienso poder asistir pontificalmente a la Misa,
y si no fuese que todos me regañan, hasta haría una pequeña homilía. Alabé por
todo a Dios, y a María. Ahora cuénteme algunas cosas: ¿cómo ha recibido el mal
trago de mi peligro? No dudo que estará resignada, pero si la cosa hubiese sido
diversa, ¿habría permanecido quieta? Respóndame sobre estas cosas, si el Señor
se las inspira, si no déjelas pasar; esta pequeña curiosidad quedará aplacada.
En cuanto a mí no puedo decirle que estuviese absolutamente tranquilo, no, pero
resignado sí, y no me he atrevido a pedir a Dios mi curación. Pero es el caso
que todavía no quería morir, tanto por no sentirme muy mal, cuanto porque me
parecía que Dios me daría tiempo para hacer un poco mejor las cosas, entre las
cuales están las Reglas de las Hijas de María. Tuve la gracia de no asustarme
de nada, y de no perder mi acostumbrada hilaridad, ni siquiera cuando veía a
los demás melancólicos, que temían por mi vida y me hablaban de
Sacramentos. Por lo que hace a mi razón,
siempre estuvo clara, luminosa, más todavía que cuando estaba sano. Ha sido una dulcísima enfermedad.¡Cuánto
se ha compadecido de mí el Señor! Ayúdeme a agradecérselo, y ore para que me
ayude, a fin de no serle ingrato”.
EL TESTAMENTO
Con pensamientos
igualmente graves y sentimientos profundos, redactó su Testamento, no sólo en
la inicial profesión de fe, sino en todas las disposiciones y observaciones,
que hacen de él el espejo verdadero y clarísimo de un alma vigilante, a la vez
austera y cordial, abierta, desprendida y generosa, compenetrada en sus
deberes, que nada olvida...
“Desde los
primeros años de mi sacerdocio, por lo menos, uno de mis más constantes deseos
fue el de morir pobre y dejar a mis parientes en el estado de aquella baja y
pobre fortuna en que nacimos: campesinos y cultivadores de campos, y éstos más
de otros que nosotros...
Yendo, pues,
por delante la protesta de rigor de que, como por la inefable misericordia de
Dios he nacido y crecido y sido educado siempre en la Santa Católica,
Apostólica y Romana Iglesia, asimismo tengo intención y quiero, y pido a Dios
la gracia no sólo de morir en ella como hijo humildísimo y devotísimo, sino
también, si fuera del agrado de su Divina Majestad, de morir por defenderla y
dilatarla, como parece que es propio de quien en la misma Iglesia ocupa también
indignamente el lugar de los Santos Apóstoles: paso a establecer que, una vez
fallecido, no deseo y no quiero pompas fúnebres, excepto las purísimas y
sencillísimas que son prescriptas por el ceremonial de los obispos y más bien
me encomiendo a todos para que tengan para conmigo la caridad de socorrer y
ayudar con sufragios a mi pobrísima alma... deseo ser sepultado en la cripta de
San Columbano y precisamente delante de su altar... pero del modo más sencillo,
en una fosa pequeña y cubierta por una simple loza...”
Un sacerdote amigo
expresa: “El mal lo oprimía a tal punto, que la respiración parecía un gemido
continuado y su aspecto lo mostraba también como oprimido de tristeza. Pero
cada vez que, llamado, se recobraba, aparecía con un rostro sereno y risueño,
tal como solía ser cuando estaba sano y en las circunstancias más alegres de
su vida, cuales eran, para él, las de sus queridas misiones. Las pocas
palabras que entonces podía responder mostraban la tranquilidad de un alma
perfectamente acorde con los designios de Dios”.
Piadosamente,
nuestro Santo, entregó su alma al Señor, en la mañana del 7 de junio de 1846. Su
confesor y fiel compañero de fatigas apostólicas, escribía a su entrañable
amigo Barabino, que se hallaba en Génova: “Me desagrada enormemente ser esta
vez nuncio de infaustas nuevas; pero no puedo menos de hacerlo. Nuestro querido
y amable Monseñor Antonio Gianelli ha muerto. Hallábase aquí, en Piacenza, como
sabrá, en donde al principio pareció reponerse..., el sábado a la mañana
recibió los Santos Oleos, y finalmente, el domingo a la mañana a las cinco y
media, consumido por el mal (tuberculosis pulmonar), llorado por todos los
buenos, pasó al eterno reposo... Haga el favor de informar de esto a los
compañero s, y procuremos todos orar por su alma... Esta tarde, Dios mediante,
lo trasladaremos a Bobbio”.
Ante la noticia,
Madre Catalina, aturdida y sin ningún pensamiento en la mente, como si el sol
hubiera dejado de iluminar, se ensombrece ante la realidad: ha perdido a su
Padre”.
BIBLIOGRAFÍA
La siguiente
bibliografía ha sido utilizada en la redacción del Módulo 1 referenciado
en página 33 del mismo, cuya lectura se recomienda.
FREDIANI, J. El Santo de Hierro. Fénix S.R.L. Córdoba.
Argentina.Tomos I y II.
GARÓFALO, S.(1990). Un gran Obispo para una pequeña
diócesis. Ediciones Gianellinas. Buenos Aires. Argentina.
GARÓFALO, S. La Pastoral de Gianelli y su secreto.
ZANINI,A. FMH. (1989).Pastoral
de San Antonio Ma. Gianelli en la Diócesis de Bobbio 1838 -1846, – Año del
Bicentenario del Nacimiento de San Antonio María Gianelli.
LOZADA, J.M. (2003). Fuoco di Pentecoste, Editrice
missionaria Italiana.
BACIGALUPO. E.(2001). Gianelli y su prédica a los laicos.
Génova.Italia.
TARQUINI.N. FMH. Una voz en la cuenta del Río Vara.
TARQUINI.N. FMH. Gianelli, un santo entre dos Revoluciones.
LIGORIO. A. (1992). Práctica de amor a Jesucristo. Barcelona.
España.
GIANELLI, S.A.M. (1983).Epistolarios. I,II y III. Roma.
Ediciones Gianellinas, Buenos Aires. Argentina.
La Herencia Espiritual de Madre Catalina. (1985). Ediciones Gianellinas. Buenos Aires.
Argentina.
[1] Extraído de: https://studylib.es/doc/608514/san-antonio-mar%C3%ADa-gianelli.
Módulo 1. Madre Paz Rausch FMH y Equipo de Laicos.