20 DE
MAYO DE 1932: FALLECIMIENTO DE LA BEATA MARÍA CRESCENCIA PÉREZ
“Toda
su existencia fue un adiestrarse para este momento, un continuo morir, un
continuo resucitar en la esperanza”.
(Pbro.
Pérez.C. La violeta del Huerto.)
EN EL
CIELO SE VE, SE AMA, SE GOZA A DIOS: ÉSTE ES EL PARAÍSO[1]
“En el
medio ambiente que nos toca vivir, donde se promocionan nuevos ídolos de moda,
con pie de barro y se dinamitan los valores fundamentales de la vida humana y
cristiana [...], es importante poner en
las manos de los adolescentes, jóvenes y adultos vidas ejemplares”[2] como la de nuestra Beata.
Hoy, en el 90º aniversario de su
fallecimiento, reconocemos en María Crescencia una “obra admirable de
Dios [...] artesanía del Espíritu que santifica y que adquiere las formas
simples de una vida extraordinariamente humilde”.[3]
“En la tarde del día 20 de mayo de 1932, se
produjo su fallecimiento; y en el Colegio del Huerto de Quillota comenzó a
percibirse una misteriosa fragancia de violetas, en forma de ráfagas, que duró
varios días. La Superiora de la Comunidad enseguida entendió el signo y les
dijo a las demás Hermanas presentes: “Ha muerto la Hermana María Crescencia”.
Al día siguiente, llegó un telegrama desde Vallenar anunciando el deceso”.[4]
“Como la violeta desde la humildad del cantero
ofrece su perfume, así desde nuestra humildad ofrezcamos el perfume del amor y
del servicio”.[5]
“En
ocasión de la muerte de María Crescencia, las características de la misma
provocaron en la Congregación un fuerte impacto, testigo de la santidad con que
ella había vivido su paso por la tierra. Con el correr de los años, comenzó a
producirse un ocultamiento de su figura hasta que, a los treinta y cuatro de su
deceso, la hallaron incorrupta. La incorruptibilidad de su cuerpo fue propicia
para que resurgiera su fama de santidad.[...] En 1982, se hizo el
reconocimiento de su cadáver, a partir de lo cual comenzó un período nuevo
orientado a descubrir las virtudes y la santidad de vida...”[6]
AGONÍA
ALEGRADA CON VISITAS CELESTIALES[7]
“La sierva de Dios, María Crescencia Pérez,
falleció el 20 de mayo de 1932, a las 18 horas. Conocemos todos los detalles,
gracias a unas cartas de la Superiora, Madre Ludovica, y al testimonio de la
señora Delfina.
Ma. Ludovica compuso la narración de la muerte
al día siguiente del fallecimiento, y la envió a la Superiora Provincial. De
ahí se admiran la maravilla, la sorpresa, la exactitud y la frescura del
relato. La narración nos introduce en seguida en el mundo sobrenatural con
apariciones y locuciones, con éxtasis y arrebatos.
El relato es largo, pero tan interesante y
precioso, que no tiene desperdicio, y produce en los lectores los mismos
sentimientos de estupor, veneración, alegría y admiración...que produjo en los
asistentes y en todos los devotos de Ma. Crescencia.
“Nuestra querida Hermana María Crescencia ha
volado al cielo, ayer, a las 18 horas, dejándonos todas las que la rodeábamos
impresiones celestiales. Nunca había asistido a una muerte tan preciosa como la
que me tocó ver en esta querida Hermana”.
17 de mayo de 1832: “Tres
días antes de su muerte, Crescencia vio venir a su pieza a nuestro Santo Padre
Fundador sonriendo y en actitud de acercarse a ella. Le renovó sus visitas. Y
en la noche anterior al día de su muerte, nos dijo la Hermana que el Padre
Fundador había estado a su lado rezando por ella, que le hablaba pero ella no
pudo entender nada, que se ponía y sacaba la mitra siempre rezando”.
20 de mayo, último día por la mañana:
“El viernes 20 de mayo, último día de su existencia, mirando el cuadro de la Santísima
Virgen, vio varias veces que ésta se
movía en actitud de bendecirla, y al Niño Jesús que, acariciado por la
Santísima Virgen, se desprendía de sus brazos y venía hacia ella. Llena
de celestial alegría, nos decía a las Hermanas que estábamos allí arrodilladas,
que miráramos a la Santísima Virgen que nos bendecía. Y como estaba ya
extenuada y sin fuerzas, nos pidió que le sostuviéramos el brazo para recibir
la bendición de la Virgen. En estos coloquios con la Virgen y el Niño estuvo
hasta la una de la tarde.
20 de
mayo por la tarde: “Crescencia pidió que rezáramos alguna
oración al Sagrado Corazón de Jesús, cuya imagen veía desde su lecho en un
cuadro colocado al frente. Rezamos las letanías del Sagrado Corazón. Al
terminarlas, ella, como si fuera de sí y
llena de gozo, nos hacía comprender que veía algo celestial. Un momento
después, exclamó: “Veo al Sagrado Corazón de Jesús que está rasgando la
llaga de su Corazón y de ella salen chispas como de fuego que las arroja hacia
mí, diciéndome que en esa llaga me pone a mí”. Mientras que la
comunidad con el Padre Capellán rezaba las oraciones por los agonizantes,
ella nos acompañaba en voz baja. Ya
tenía todos los síntomas de una próxima agonía. Sus fuerzas estaban agotadas.”
Súplicas ardorosas: “Con
gran sorpresa de todas, la vimos incorporarse con energía y, juntando sus manos
trémulas, con voz inteligible dijo: “Ahí está el corazón de Jesús vivo,
que me habla”. Y exclamó fuertemente: “¡Corazón de Jesús, bendíceme!
Bendice a estas mis Hermanas que están aquí, dale fuerzas para luchar con valor
en estos tiempos calamitosos para la salvación de las almas. Bendice a nuestro
amado Instituto, del que tanto bien he recibido y en el que me considero en
este momento la criatura más feliz que hay en el mundo. Te pido y ruego,
Corazón de Jesús, que envíes muchas y buenas vocaciones para el querido
Instituto y las que no fueren buenas, que no entren.
“Bendice, Corazón de Jesús, a mis queridos
padres, a cuyos desvelos tanto debo, y a toda mi familia, vivos y difuntos.
Corazón de Jesús, te pido una bendición especial para este Chile. Y ya que es
voluntad de Dios que yo muera aquí, gustosa te ofrezco el sacrificio por la paz
y tranquilidad de esta nación.”
¿De dónde a mí tanta dicha?: “Después
continuó diciendo que veía la felicidad que Dios le tenía preparada en el
cielo; y con voz alta agregó: “Cuándo, Señor, he merecido eso? ¿Qué son
los sufrimientos de este mundo, comparados con la felicidad del cielo? Yo no
soy más que una miserable criatura, la ínfima de todas: soy menos que un gusano
de la tierra. ¿De dónde a mí, tanta dicha? ¡Corazón de Jesús, no merezco eso!
Comprendo que toda esta merced es pura bondad de tu misericordiosísimo Corazón.
¡Jesús mío, quisiera amarte cuanto tú te amas a ti mismo!”.
Y demostrando el ansia que sentía por unirse
con su Dios en la feliz mansión, decía fuertemente: ¡No me detengan más!
¡No me detengan más! ¡Sí que todos vayan al Sagrado Corazón de Jesús: allí en
esa llaga encontrarán la salvación de sus almas.” ¡Que se salven
sus almas!: “Recomendó encarecidamente que se dijera su familia que
todos vayan y busquen en el Sagrado Corazón la salvación de sus almas. “¡Que
salven sus almas! ¡Que salven sus almas!”. Estas súplicas duraron diez
minutos, quedando luego inmóvil mirando fijo al Sagrado Corazón de Jesús.
Emociones y lágrimas: “El
padre Capellán que la asistía y la ayudaba a bien morir, tuvo que interrumpir
las oraciones por las emociones y las lágrimas que no pudo contener, y lo mismo
las Hermanas que allí estábamos acompañando las oraciones del sacerdote. La
enferma se recostó un rato y siguió rezando tranquila.
Jaculatoria especial: “Un
poco más tarde vio al Sagrado Corazón de Jesús y oyó que le hablaba, e hizo que
las Hermanas que estaban rezando, se callasen para oír mejor al Sagrado Corazón
de Jesús que le decía que rezara esta jaculatoria: “¡Corazón de Jesús por
los sufrimientos de tu divino Corazón, ten misericordia de nosotros!”.
“Quisimos desviarla de esta jaculatoria
rezando otras oraciones que se suelen hacer a los moribundos; pero ella
insistía diciendo que veía al Sagrado Corazón de Jesús que quería que rezara la
jaculatoria que Él le había enseñado. Decía que veía al Sagrado Corazón con la
cruz y la corona de espinas, recomendó que hiciéramos saber a la Madre
Provincial lo que había visto y pidió que rezáramos por ella y que ella lo
haría por nosotros. “Después de estas palabras, entró en agonía, que fue muy
corta, expirando a los cinco minutos”, dejándonos a todos edificados y con
deseos de que un día nuestra muerte sea semejante a la de ella”[8].
[1] HNA.
RAUSCH.M y MAGRINI.R. Meditemos con San Antonio María Gianelli...Una frase
cada día del año. 2010.
[2] FRAY
MIGLIORANZA.C. Amor callado. Vida de la
Hermana María Crescencia Pérez.Ediciones Gianellinas.Buenos Aires.
Argentina. Pág. 4.
[3] PBRO.PÉREZ,
C.2(2010): María Crescencia Pérez. La violeta del Huerto. Centro de
difusión del Santuario María del Rosario de San Nicolás. San Nicolás.
Argentina. Pág.9.
[4] PBRO.PÉREZ,
C.2(2010): María Crescencia Pérez. La violeta del Huerto. Centro de
difusión del Santuario María del Rosario de San Nicolás. San Nicolás.
Argentina. Pág.24.
[5] FRAY
MIGLIORANZA.C. Amor callado. Vida de
la Hermana María Crescencia Pérez.Ediciones Gianellinas.Buenos Aires.
Argentina. Pág. 7.
[6] PBRO.PÉREZ,
C.2(2010): María Crescencia Pérez. La violeta del Huerto. Centro de
difusión del Santuario María del Rosario de San Nicolás. San Nicolás.
Argentina. Pág.22.
[7] FRAY
MIGLIORANZA.C. Amor callado. Vida de
la Hermana María Crescencia Pérez.Ediciones Gianellinas.Buenos Aires.
Argentina. Pág.95, 96 Y 97.
[8] Cfr. Proceso de Beatificación,
iniciado en San Nicolás de los Arroyos en el año 1987 y terminado en el año
1989.