5º semana del tiempo ordinario (5-11 de febrero)
Intención de oración del Papa Francisco para el mes de febrero.
Hay una sola intención de oración para cada mes del año 2018.
En FEBRERO, el Papa Francisco pide rezar en todo el mundo para frenar la corrupción:
“Para que aquellos que tienen un poder material, político o espiritual no se dejen
dominar por la corrupción”.
Lunes 5 de febrero Santa Águeda, mártir
Marcos 5,53-56: “En todas partes donde entraba… ponían a los enfermos en las plazas y le rogaban los dejara toca al menos los flecos de su manto…”
Hoy contemplamos a Jesús sanando toda clase de dolencias. Jesús, no solamente dedica su vida y Ministerio a anunciar el Reino, sino que, en medio de su anuncio, se ocupa de ir ya mismo construyendo el Reino.No sólo dice que el Reino está cerca, sino que hace patente al Reino con este signo tan elocuente de devolverle al hombre su salud, de hacerse cargo de todas y cada una de sus dolencias. En el fondo, el Reino será eso. Será el lugar donde Dios sanará todas nuestras heridas y dolencias, será el sitio donde ya no habrá lugar para el dolor y el sufrimiento.
Jesucristo jamás pide nada a cambio de la sanación física y espiritual, ni siquiera lo vemos invitando al seguimiento, después de una sanación. La mayoría de las veces, él mismo se adelanta y despide al enfermo: “Puedes ir en Paz”. Pidamos hoy la gracia de ser también no-sotros sanados por Cristo de tantas enfermedades físicas y espirituales, que vamos cargando por la vida, Ojala la llegada definitiva del Reino nos encuentre también a nosotros haciendo Reino, entregados de cuerpo y alma a la salud física y espiritual de nuestros hermanos. Ojala, nos encuentre el Reino haciendo esto gratuitamente. Recordemos aquello que el mismo Cristo dijo: ”Den gratuitamente porque gratuitamente han recibido.”
Martes 6 de febrero Santos Pablo Miki y compañeros mártires. (MO)
Marcos 7,1-13: “Le preguntaron a Jesús; ¿por qué tus discípulo no siguen las tradiciones…”
Jesús se enfrenta en este día con los fariseos, y denuncia su hipocresía. Les dice "este pueblo me honra con los labios pero su corazón está lejos de mí" y los llama hipócritas, y les dice "me honran con los labios pero su corazón está lejos de mí".
Qué lindo poder preguntarnos hoy ¿dónde está nuestro corazón? ¿Dónde está lo importante de mi vida? ¿Dónde estamos poniendo las energías? Si las estamos poniendo en el Señor en sus cosas, si las estamos poniendo de verdad en Él y en el bien, o si nuestro corazón anda por cualquier lado, como distraído, perdido en un montón de cosas que no necesariamente son malas pero que no pueden ocupar el centro porque no son Dios, o si nuestro corazón a lo mejor está eligiendo el mal. Qué linda pregunta para que se hagan este día: ¿dónde está tu corazón? Ojalá que nuestro corazón esté en el Señor, y si descubrimos que no es así, para eso está la misericordia de Dios, su amor y su abrazo infinito para que, con confianza, volva-mos a él.
Miércoles 7 de febrero
Marcos 7,14-23: “Todas las cosas malas proceden del interior, y son las que manchan al hombre”
El Evangelio de hoy nos lleva a echar una mirada sobre nuestro interior. Muchos de los males que padecemos y que nos hace estar en conflicto con nosotros mismos y con los demás son las cosas que provienen de nuestro interior, que provienen del corazón del hombre.
Una larga lista de cosas concretas y claras nos tira Jesús y que no podemos hacernos los desentendidos. Muchos se preguntan, muchos nos preguntamos porque hay tanto mal en el mundo, porque tanta violencia, porque tanta pobreza y desigualdad… la Palabra de Dios nos da una respuesta: el interior del hombre. Es por eso que hasta que el hombre no cambie el corazón, no convierta su interior para Dios y para el bien sufrirá los males que él mismo se provoca. ¿Cómo está mi interior? ¿De qué está lleno mi corazón? “De la abundancia del corazón habla la boca”. El Evangelio de hoy también nos invita a estar pendientes de nuestras palabras, de nuestros actos también que reflejan nuestra interioridad.
En este día le pidamos a Dios por nuestra interioridad que no esté llena de cosas malas, sino solo de cosas buenas. Pedir por la conversión del corazón del hombre. Podemos pedir esa gracia al Señor repitiendo todo el día una jaculatoria muy linda que nos ayudara siempre a cuidar nuestra interioridad: Jesús, manso y humilde de corazón, has mi corazón semejante al tuyo.
Jueves 8 de febrero
Marcos 7, 24-30: “Un mujer de origen sirofenicio fue a pedir a Jesús que expulsar el demonio de su hija”
Una mujer le trae a Jesús el dolor más grande de su vida: su hija está poseída por un espíritu impuro. Rompiendo todas las fronteras históricas, geográficas, se acerca a Jesús para que salve a su hija. Y Jesús se muestra distante frente a su dolor. Esa actitud de Jesús nos deja pensando: ¿por qué Jesús le dice que no está permitido tomar el pan de los hijos para dárselo a los cachorros? Ella podría haberse sentido insultada. Sin embargo, la mujer no se desalienta, hay alguien que la necesita más que su propio orgullo. Así logra que el Señor cure a su hijita. Jesús pone a prueba la confianza de esa mujer para que quede de manifiesto que lo que va a hacer depende de Dios. Jesús la enfrenta con su condición: ella era pagana y, por lo tanto, no era parte del Pueblo de Dios, Jesús no tenía ninguna obligación con ella. Sin embargo, la insistencia de la mujer cautiva a Jesús y pone de manifiesto su confianza en la misericordia de Dios. Dios quiere ser misericordioso con nosotros. Pero para que eso sea posible es necesario que seamos humildes. Pidámosle al Señor que nos dé un corazón humilde, que sea “escenario” de su misericordia por nosotros.
Viernes 9 de febrero
Marcos 7,31-37. “Todo lo ha hecho bien, hace oir a los sordos y hablar a los mudos”
El evangelio de hoy, nos presenta a Jesús que realiza otro milagro. Esta curación, esta sana-ción que realiza Jesús libera a la persona, no solamente de las trabas físicas, sino también de las más profundas, las heridas espirituales, de aquello que no deja caminar a las personas con felicidad, con libertad.
Pensemos, reflexionemos a la luz de este texto que nos presenta la liturgia de hoy cuáles son esas trabas que tenemos nosotros aún hoy. Preguntémonos de qué nos tiene que liberar Dios... py pidámoselo en la oración confiadamente, al orar con nuestras propias palabras, con el lenguaje del corazón. Teniendo en cuenta este evangelio que hemos escuchado pedirle al Señor que no nos abandone, al contrario, que Su gracia descienda sobre nosotros y que po-damos ser sanados en aquellos lugares de nuestra historia personal que aún la gracia de Dios no ha podido encontrar. Ojalá podamos escuchar ese "¡Ábrete!" también como signo de libertad, de salvación en nuestras propias vidas.
Sábado 10 de febrero Santa Escolástica
Marcos 8, 1-10: “Siento compasión por esta gente, hace ya tres días que están conmigo y no tienen nada para comer…”
El Evangelio nos presenta a Jesús que tiene compasión por la multitud, que se ha acercado a verlo y no tiene que comer. Se ha hecho tarde y Jesús les pide a sus discípulos, que se com-prometan con esta realidad. Por eso les pregunta, ¿Cuántos panes tienen? Los discípulos no tenían mucho alimento, sin embargo, Jesús los envía a que repartan, a que distribuyan lo poco que tienen. Cuando Jesús está en medio nuestro, hace presente el Reino en su Abundancia; cada vez que Jesús se hace presente en nuestras vidas, podemos gozar de Abundancia. La clave está en distribuir, en repartir aquellas cosas que hemos recibido del Señor. El evangelio nos dice que comieron hasta saciarse e incluso sobró. Cuando somos capaces de pensar en el otro, cuando salimos de nuestro individualismo, ese compartir nos hace más felices y nos permite dar testimonio de este Reino que va creciendo.
Pidamos la gracia de tener un Corazón abierto, para poder compartir, para poder repartir todo aquello que hemos recibido de Dios y así su Reino crecerá entre nosotros. Que María, nuestra madre, nos regale la gracia de tener un corazón misericordioso con nuestros hermanos.
Domingo 11 de febrero (6º domingo durante el año)
Marcos 1,40-45 “… el leproso, cayendo de rodillas le dijo: si quieres, puedes purificarme”
De forma inesperada, un leproso «se acerca a Jesús». Según la ley, no puede entrar en con-tacto con nadie. Es un «impuro» y ha de vivir aislado. Tampoco puede entrar en el templo. ¿Cómo va a acoger Dios en su presencia a un ser tan repugnante? Su destino es vivir exclui-do. Así lo establece la ley.
A pesar de todo, este leproso desesperado se atreve a desafiar todas las normas. Sabe que está obrando mal. Por eso se pone de rodillas. No se arriesga a hablar con Jesús de frente. Desde el suelo, le hace esta súplica: «Si quieres, puedes limpiarme». Sabe que Jesús lo puede curar, pero ¿querrá limpiarlo?, ¿se atreverá a sacarlo de la exclusión a la que está sometido en nombre de Dios?
Sorprende la emoción que le produce a Jesús la cercanía del leproso. No se horroriza ni se echa atrás. Ante la situación de aquel pobre hombre, «se conmueve hasta las entrañas». La ternura lo desborda. ¿Cómo no va a querer limpiarlo él, que solo vive movido por la compa-sión de Dios hacia sus hijos más indefensos y despreciados?
Sin dudarlo, «extiende la mano» hacia aquel hombre y «toca» su piel despreciada por los puros. Sabe que está prohibido por la ley y que, con este gesto, está reafirmando la trasgre-sión iniciada por el leproso. Solo lo mueve la compasión: «Quiero: queda limpio».
Esto es lo que quiere el Dios encarnado en Jesús: limpiar el mundo de exclusiones que van contra su compasión de Padre.