SEMANA DE CUARESMA 26 DE FEBRERO – 4 DE MARZO

SEMANA DE CUARESMA     26 DE FEBRERO – 4 DE MARZO

Ningún  acto  de  virtud  puede  ser  grande  si  de  él  no se  sigue  también  

provecho para  los otros...  Así  pues, por  más  que  te pases el  día  en  ayunas,  

por  más que duermas  sobre  el duro suelo, y comas ceniza, y suspires 

continuamente, si no haces bien a otros, no haces nada grande. (San Juan Crisóstomo)


Lunes 26 de febrero

Lucas 6,36-38: «Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados”. 


La misericordia es la forma que tiene el Espíritu de mirar nuestra debilidad. Cada vez que nos equivocamos nos recuerda que la compasión es lo que mejor muestra el corazón del Padre. Pase lo que pase, nos dice, Dios nunca se cansa de perdonar y nos permite comenzar de nuevo. Nosotros somos beneficiarios de la misericordia divina, Él nos acoge siempre, nos perdona, toda vez que estamos dispuestos a recibir su gracia e ir a su encuentro.

Dejémonos hoy alcanzar por la mirada llena de amor del Padre, volvamos a él de todo co-razón.       Espíritu Santo, muévenos a la compasión y a la ternura. 


Martes 27 de febrero

Mateo 23,1-12: “Que el más grande de entre ustedes se haga servidor de los otros, porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado".


Porque nos sabemos heridos, necesitados de sanación, queremos, en este tiempo, renovar nuestro corazón, para ponernos al servicio de los demás, aunque nadie lo sepa, ni nadie nos vea y nos felicite.  El  impulso del Espíritu nos empuja hacia Jesús, que está en medio como el que sirve, y nos lleva a vivir en la verdad, respaldando la palabra con la vida. La fecundidad del cristiano pasa por el servicio.    Señor, en este tiempo de gracia, queremos renovar tu amor en nosotros, haciéndonos parecidos a tí, discípulos renovados en tu amor, por eso te pedimos que nos des un corazón semejante al tuyo, compasivo y humilde, servicial y misericordioso.


Miércoles 28 de febrero/

Mateo 20,17-28: “… el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo:   como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida para rescate de una multitud".


En el evangelio de hoy, Jesús anuncia su pasión a los discípulos  y, durante este caminar hacia la semana santa, nos propone a nosotros también “beber su cáliz” y nos pregunta si somos capaces de beber el cáliz que Él ha de beber. Esto es un desafío: “¿estamos dispues-tos a vivir el misterio de Su pasión, muerte y resurrección”, para vivir una vida nueva?.

Preguntémonos a la luz del evangelio de hoy, si nuestra vida de entrega a Jesús y a nuestros hermanos, es cada día más decidida, más servidora, más disponible para que podamos decir con verdad “Padre que se haga Tú voluntad”, “Padre en Tus manos encomiendo mi vida”. 

El Espíritu nos ayuda y nos coloca en nuestro sitio, que es el sitio de Jesús. Cambia nuestras pretensiones de grandeza y nos pone el delantal para el servicio, para curar y cuidar la vida. Cambia nuestras comparaciones con los demás y nos lleva a sentarnos en la mesa de los pecadores. Actúa en nosotros, Espíritu de amor. Envíanos tu fuerza para ser testigos del Evangelio. 


Intención del Papa para el mes de marzo


Jueves 1º de marzo          Primer jueves

Lucas 16,19-31   “Había un hombre rico... y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal” 


La parábola del hombre rico y del pobre Lázaro, nos pone ante la mirada de Dios que está presente en la historia. Este texto nos muestra como Dios mira a los pobres, a los necesitados, a los más frágiles. Lázaro simboliza a los pobres, que son los predilectos del Señor Otros, pasan la vida disfrutando de  sus riquezas, sin compadecerse de las heridas y de los sufrimientos ajenos. Esa indiferencia cómoda está representada en el rico Epulón. 

Para cambiar ese estilo de vida, nos bastaría con escuchar el Evangelio, pero muchas veces lo leemos y no sentimos  necesidad de cambiar. La Palabra ya no toca nuestro corazón. La escuchamos, pero no nos dejamos interpelar por ella. Si no nos decidimos a vivir la Palabra, ni siquiera la resurrección de un muerto nos hará renunciar a nuestros apegos y a nuestra indiferencia egoísta. Dejemos que el Espíritu nos mueva a reconocer a Jesús en los desdi-chados que están a la puerta. Cuando nos dejamos guiar con sencillez por él, nos da un co-razón nuevo, solidario. 

         Espíritu Santo, quiero trabajar en equipo contigo para poner amor donde no lo hay.  


Viernes 2 de marzo           Primer viernes (Abstinencia- día penitencial)

Mateo 21, 33-43. 45-46: “les digo que el Reino de Dios les será quitado a ustedes, para ser entregado a un pueblo que le hará producir sus frutos”.


El Espíritu nos invita a poner los ojos en Jesús. No somos dueños de la vida, somos adminis-tradores de la vida, recibida para dar fruto. Y el Señor espera frutos de nuestra vida. Nos puso en la tierra para cumplir una misión, sembró cosas buenas en nosotros, y quiere que hagamos fructificar todo eso. Pero cuando estamos cómodos en nuestras seguridades, en nuestras costumbres, en nuestros planes, nos molesta que nos pidan los frutos, y tratamos de acallar la voz de Dios. Esta parábola muestra al Hijo de Dios, que el Padre envía a recoger los frutos de su viña, pero el Hijo fue rechazado. Los fariseos al escuchar a Jesús, se dieron cuenta que esta comparación iba dirigida a ellos, que estaban planeando la muerte de Jesús.

Es importante que apliquemos este texto a nuestra vida… Jesús en persona se aproxima a nuestro camino, quiere entrar en nuestra historia. Jesús viene a pedir los frutos de mi viña, ¿qué estoy dispuesto a entregarle?


Sábado 3 de marzo           Primer sábado 

Lucas 15,1-3.11-32: “Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente; corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó”. 


La parábola muestra la figura del Padre misericordioso, siempre dispuesto a perdonar gratui-tamente. Él siempre espera nuestro regreso para ayudarnos a empezar de nuevo, pase lo que pase. La parábola estaba dirigida a los fariseos que criticaban a Jesús por su actitud ante los pecadores. Ellos querían condena, no misericordia; querían juicio, no perdón. Por eso Jesús habla del hermano insensible, incapaz de comprender la debilidad del otro y de alegrarse por su regreso. Ese hermano miraba solo sus derechos y el pecado del otro. Para colmo, el padre conmovido, respondió sobreabundantemente: ennobleció al hijo arrepentido e hizo una gran fiesta. 

El Espíritu del Padre no se asusta de nuestros pecados de hijos pródigos o envidiosos. No nos deja decir nuestro discurso, sencillamente nos abraza. Tengamos en cuenta que el Padre siempre nos espera.   Bendito seas por siempre, Padre, que siempre nos esperas. 


Domingo 4 de marzo  (3º de Cuaresma)

Juan 2,13-25: “ … él se refería al templo de su cuerpo. Por eso, cuando Jesús resucitó, sus discípulos recordaron que él había dicho esto, y creyeron en la Escritura y en la palabra que había pronunciado.


En este texto evangélico Jesucristo «hablaba del templo de su cuerpo». En ningún otro lugar Dios se sentía más «en casa», y entrar en ese corazón significa encontrar a Dios mismo. Por eso Cristo no tenía ningún otro ideal. Su alimento era hacer la voluntad de su Padre. 

“Vivió totalmente dedicado, consagrado, a su Padre. El celo con el que defendió la pureza del templo en Jerusalén era sólo un eco de aquella pasión con la que defendía su propia pureza. Y una clara imagen del celo que sigue teniendo por conservar a la Iglesia limpia de toda mancha y corrupción. ¡Cuántas veces derrama su gracia en los sacramentos para limpiar nuestros corazones! Pidamos hoy al Señor este mismo celo por defender nuestra pureza y vida de gracia. Con el bautismo nos hemos convertido también nosotros en templos de Dios.

El mayor tesoro que tenemos es Dios mismo que habita en nosotros; no podemos perderlo por culpa de otros intereses, y menos aún por el pecado. Más bien Dios se merece una ex-tremada atención por buscar ante todo su gloria y su voluntad. Y el mejor culto que se le pue-de ofrecer es el de la propia vida: dedicarle, consagrarle todas las fuerzas y todo el corazón.

Por lo que no podemos ilusionarnos con entrar en la casa del Señor y “encubrir”, con oracio-nes y prácticas de devoción, comportamientos contrarios a las exigencias de la justicia, la honradez o la caridad hacia el prójimo. No podemos sustituir con «honores religiosos» lo que debemos dar al prójimo, postergando una verdadera conversión. El culto, las celebraciones litúrgicas, son el ámbito privilegiado para escuchar la voz del Señor, que guía por el camino de la rectitud y de la perfección cristiana.»  (Papa Francisco).