3ª SEMANA DE CUARESMA 5-11 de marzo
Lunes, 5 de marzo
Lucas
4, 24-30: “En verdad les digo que
ningún profeta es aceptado en su tierra”
Jesús
no podía hacer prodigios en Nazaret por la falta de fe y de confianza de los
dirigentes y del pueblo. Entonces les dijo que, a veces, los paganos abren más
el corazón y dejan actuar mejor a Dios.
Su pueblo no reconoció el paso de Jesús
que se detuvo a sanar a los olvidados de
la sociedad: la viuda de Sarepta y el leproso sirio. Gente afligida por los
tiempos de sequía y hambruna, momentos que se suelen ignorar cuando se vive en
la abundancia.
Lo
que les dijo Jesús a los fariseos, los ofendió de tal
manera que quisieron arrojarlo desde el
monte para matarlo. El Evangelio termina diciendo: “Pero él pasando por en
medio de ellos, siguió su camino”. Nadie puede detener el camino que salva.
Todavía no ha llegado la hora de Jesús. Es más, desde Nazaret empieza su
camino. La actitud de rechazo de sus vecinos, lo prepara a esperar más reacciones,
más barrancos en el camino, incluso gente que lo trata de llevar a las alturas,
coronarlo y alabarlo para luego pedir que lo claven en la Cruz. Pero esa es la
altura de Jesús, la altura de la Cruz, signo de entrega plena para seguir escribiendo
nuestra historia con el lenguaje de la misericordia del Padre.
Martes, 6 de marzo
Mateo 18,21-35 “Lo
mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si cada cual no perdona de corazón
a su hermano”
La
Palabra de Jesús nos sigue iluminando y orientando, gracias a la pregunta que
Pedro le hace: ¿Señor, hasta cuantas
veces debo perdonar, hasta siete veces? El Señor le responde rápida y
claramente, “no solo siete veces, sino
hasta setenta veces siete”, es decir, siempre; y para profundizar lo dicho
nos deja la parábola del servidor despiadado. Jesús termina el relato diciendo: “lo mismo hará mi padre celestial con
ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos”.
La
tarea de hoy es hacer memoria, recordar todo lo que Dios nos ha perdonado. Él
por amor, nos libró de la muerte, del pecado, entregando a su propio hijo,
regalándonos su misma Vida Eterna. Sólo si nos reconocemos perdonados y
salvados, podremos perdonar de corazón a los hermanos,
Señor Jesús, así como cada día, pedimos,
como nos enseñaste: “Perdona nuestras ofensas”, te pedimos que agrandes nuestra
capacidad de amar y perdonar de corazón, para ser perdonados y liberados.
Miércoles, 7 de marzo
Mateo 5,17-19 “No he venido a abolir la
Ley y los Profetas, sino a dar plenitud”
El
Evangelio de hoy es parte del " sermón del monte", corazón del
Evangelio. Jesús nos anuncia que la Palabra se va a cumplir y lo dice
particularmente respecto al Antiguo Testamento, es decir, la ley y los
profetas, Él no vino para abolir lo que anunció la Ley y los Profetas, sino
para darle cumplimiento y darle una profundidad mayor y el verdadero sentido.
Y
dice que, el más grande en el Reino de los Cielos, será el que cumpla la Ley y
la lleve adelante hasta las últimas consecuencias
Esta
grandeza queda marcada, no solo por el cumplimiento de la Ley sino por la superación
de la Ley en la vivencia del amor, en la vivencia de la misericordia como el
Papa Francisco nos señala de distintas maneras. La Ley, siempre tiene que ser entendida
en función de la nueva Ley que es la Ley del amor. Los mandamientos están apoyados, y envueltos
en el gran mandamiento del amor que supera la Ley y hace que la cumplamos y la
vivamos hasta las últimas consecuencias.
Jueves, 8 de marzo
Lucas
11, 14-23 “Si yo echo los demonios con el dedo de Dios, entonces es que el
reino de Dios ha llegado a vosotros”
En el
Evangelio de hoy Jesús expulsa a un demonio. Una acción que siempre deja desconcertados
a quienes le rodean.
Según
la creencia popular, el que tenía poder sobre los demonios era el diablo por
excelencia, es decir Satanás. ¿Será
Jesús un enviado de Satanás?
Después
de expulsar al demonio, curar a los enfermos, perdonar los pecados, anunciar el
Reino, Jesús sale al paso de los rumores que lo quieren situar del bando de Satanás,
diciendo: “Todo reino dividido va a la
ruina y se derrumba casa tras casa. Si Satanás está en guerra civil ¿cómo
mantendrá su reino? (…) Pero si yo
echo los demonios con el dedo de Dios, entonces es que el Reino de Dios ha
llegado a ustedes”.
El
Hijo de Dios hecho hombre, además de recordarle a Pilatos que “mi Reino no es
de este mundo”; añade en otro pasaje : “El Reino de Dios ya está entre ustedes”. Y anuncia que Dios quiere
vivir en el corazón de cada hombre,
Viernes, 9 de marzo
Marcos 12,28-34 “Amarás al Señor, tu Dios,
con todo tu corazón”
A
Jesús le preguntan cuál es el mandamiento más importante de la ley. Esto le
permite al Señor mostrar qué es lo que nunca se debe olvidar, qué es lo que hay
que tratar de vivir cada día, aunque uno se pueda olvidar de otras cosas. Esa
ley es el amor. Jesús lo dice duramente:
No hay otro mandamiento más grande. No se queda en discusiones, va al
corazón, y allí enciende la llama de un amor libre y generoso. Por eso, en este
tiempo de cuaresma, es importante volver a convertirse al amor, de manera que
el objetivo principal de cada día, sea sencillamente amar, hasta que
duela. A la tarde de la vida nos
examinarán en el amor. Dios nos preguntará por la bondad que hemos tenido con
los demás.
Sábado, 10 de marzo
Lucas 18,9-14: “¡Oh, Dios!, te doy gracias, porque no soy
como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos
veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo”
La
parábola que Jesús expone hoy, contrasta la soberbia del fariseo que piensa
obtener la salvación a través de su propio esfuerzo y el cumplimiento de la
ley, con la humildad del publicano, que ora a Dios y pide su misericordia.
El
Espíritu, para discernir nuestra oración, nos pregunta: ¿nos vemos como justos?
¿nos vemos seguros de nuestra conducta? ¿Despreciamos a quienes no viven como nosotros?
Recordemos
que el Dios de Jesús, aprecia al que se ve miserable y no tiene otro recurso
que la misericordia. Pensemos en la
situación en que nos encontramos ahora y elijamos el tipo de oración más apropiado para nuestra realidad. Suba nuestra oración a ti, Señor, como un homenaje a la verdad, como
la auténtica voz de nuestro corazón.
Domingo 11 de marzo
Juan 3,14-2: “«Dios amó tanto al mundo que
entregó a su Hijo para que todos nos salvemos y tengamos vida eterna».
Jesús.
se encuentra con un fariseo llamado Nicodemo que busca a Jesús, porque presiente que viene de
Dios, y le dice «Dios amó tanto al mundo
que entregó a su Hijo para que todos nos salvemos y tengamos vida eterna».
Creer
en Jesús es poner nuestra mirada en Él, en los momentos buenos, pero también en
los difíciles y duros, porque si miramos hacía Él. nuestra vida será realmente
luz. Jesús nos manda continuamente señales de amor, de vida y también de
esperanza.
Cuando
miremos a Cristo en la cruz, no pensemos que ha terminado su amor, que ya no
puede abrazar, ni acoger; el Padre sigue
con sus brazos extendidos para acoger, mecer, abrazar y sostener a todos aquellos que lo necesiten.
Dios
ha mandado a su Hijo al mundo para que todos podamos acogernos a su amor, nadie
nos lo impone, es un acto voluntario y personal. Somos nosotros los que tenemos que tomar la decisión en libertad. Pensemos
si buscamos la luz en nuestra vida o nos escondemos en la oscuridad y pidamos
que cada vez más personas, busquen la luz que viene de Jesús muerto en la cruz
y resucitado.