24º SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO
Lunes 16 de setiembre Santos Cornelio, papa, y Cipriano, obispo, mártires. (MO)
Lucas 7,1-10: “Señor… yo no soy digno. Pero una palabra tuya bastará para sanarme “
Un centurión pagano con autoridad en Palestina tiene mucho para enseñarnos sobre la ver-dadera humanidad. En vez de dejar que muera su esclavo, usa su posición para salvarlo. Sen-sible a la costumbre judía, se dirige a los judíos mayores para que intercedan ante Jesús. Él es un hombre humilde y lleno de una fe magnífica. Confiesa humildemente que no es digno de que el Señor entre en su casa. También nosotros somos conscientes que no somos dignos, pero sabemos que nuestro Dios es misericordioso. La Iglesia nos ayuda a tenerlo presente, haciéndonos repetir las palabras del centurión en cada Misa, antes de atrevernos a acercarnos al altar y recibir a Jesús en la comunión. ¡Quiera el Señor que todos seamos como el centu-rión, llenos de la humilde confianza de la fe!
Señor, aunque soy indigno, tú golpeas diariamente a la puerta de mi corazón. Me invitas a mirar el mundo y sus necesidades como Tú las ves. Limpia los aposentos de mi corazón para que pueda ser libre para llegar a los otros sin discriminar, como Tú lo hiciste.
Hoy hacemos memoria de los santos mártires Cornelio y Cipriano mártires muy importantes de la Iglesia del siglo III. Aunque sufrieron el martirio en lugares y años distintos, son celebrados en una misma festividad porque juntos trabajaron por la unidad de la Iglesia. Cornelio, Papa, destacado por su humildad, prudencia y bondad, muere desterrado. Cipriano, de origen pagano, convertido por el testimonio de un sacerdote, muere decapitado. Pidamos a Dios nuestro Señor, que puso delante de la Iglesia a san Cornelio y a san Cipriano, como pastores entregados y mártires valientes, que, por su intercesión, nos conceda ser fortalecidos en la fe y en la constancia, y trabajar sin desfallecer por la unidad de la Iglesia.
Martes 17 de setiembre
Lucas 7,11-17: “…. llevaban a enterrar al hijo único de una mujer viuda, … Al verla, el Señor se conmo-vió y le dijo: «No llores». y tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron y Jesús dijo: «Joven, yo te lo ordeno, levántate».
Qué ternura hay en el corazón de Cristo Jesús! Cuando vio a la viuda que lloraba amarga-mente porque su único hijo había muerto, se sintió conmovido de compasión e hizo revivir al joven. La palabra griega que Lucas usó en este pasaje significa "compadecerse hasta lo más profundo del corazón". Esto fue lo que Jesús sintió cuando se dio cuenta del completo des-amparo en la que quedaba esta viuda. No tenía a nadie que la protegiera ni le proveyera para sus necesidades diarias; iba a quedar en la pobreza más absoluta para el futuro y tendría que depender de la caridad de la gente. Viendo su angustia, Jesús primero la consoló. Luego, impresionado por el dolor y la necesidad de la mujer, manifestó su compasión y su poder haciendo revivir al joven tocando el féretro y dando una orden: "Levántate.". Jesús le demostró bondad y compasión a esta mujer desconsolada, aunque nadie se lo pidiera ni nadie demostrara verdadera fe en él.
"¡Gracias, Jesús, por tu tierna compasión! Gracias por devolvernos la esperanza y ayudarnos a recuperar la vida, la alegría y el gozo de vivir. Enséñanos a ser un instrumento tuyo."
Miércoles 18 de setiembre
Lucas 7,31-35: Dijo el Señor: «¿Con quién puedo comparar a los hombres de esta generación?
Muchos de los contemporáneos de Jesús rechazaban sus enseñanzas, porque a todo le en-contraban objeciones. Y Jesús dijo que eran como niños difíciles, que nunca están contentos con nada. Cuando Juan vivía con sencillez y predicaba un mensaje de arrepentimiento, lo catalogaban como duro; pero cuando vieron que Jesús comía con los pecadores y los trataba con misericordia, lo criticaron por considerarlo demasiado condescendiente.
Los contemporáneos de Cristo tenían sus propias ideas de cómo tenía que ser el Mesías, y Jesús no tenía cabida en esas expectativas. Encerrados en su propia manera de ver la reali-dad, muchos tuvieron la oportunidad de ver y escuchar las enseñanzas y ver las obras de Cristo, pero no aceptaron que Dios actuaba por su mano. Jesús los conocía y sabía que si hablaba con alegría del amor de Dios, le llamaban irresponsable e ilusorio; si les señalaba su pecado y el juicio de Dios, decían que era fatalista. Jesús sabía que la gente tropezaba no sólo con las palabras que él elegía, sino con su propia persona y su invitación a arrepentirse. No querían cambiar, y lo rechazaban porque les hacía ver su condición de desobediencia e hipocresía. Jesús lo sabía, pero también sabía que los que recibieran el Evangelio compro-barían la verdad de que sólo aquellos que han recibido la sabiduría de Dios lo reconocen.
“Jesús, abre mi entendimiento, para que yo sepa que tú eres realmente el Señor y el Mesías. Quita de mi corazón todo obstáculo para que yo pueda experimentar tu presencia poderosa en mi vida.”
Jueves 19 de setiembre
Lucas 7,36-50: “…sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; pero aquel a quien poco se perdona, poco amor manifiesta”.
Este episodio contrapone dos personas: el fariseo y la mujer pecadora, ambos anónimos. El fariseo recibe a Jesús en su casa con corrección pero fríamente; no tiene con Jesús aquellos detalles que darían calidez a su acogida. En cambio la mujer pecadora muestra estos detalles, y lo hace en una casa ajena y a la vista de todos. El fariseo lanza una mirada de recriminación hacia la mujer. Jesús propone entonces una parábola para hacer pensar al fariseo en un ámbito diferente del que se encuentra: la deuda contraída por dos hombres. Ciertamente que al perdonarles las deudas el más agradecido será aquel a quien se le ha perdonado más dinero. Igualmente en la relación con Dios. Las personas más agradecidas serán aquellas que más han podido experimentar la bondad y la misericordia de Dios. Los autosuficientes que nada esperan recibir de Dios, no mostrarán ningún tipo de agradecimiento. Jesús termina el relato poniendo en relación el perdón con el amor. “Sus pecados han sido perdonados, porque ha amado mucho”. Jesús es el maestro del perdón. Ilustra los sentimientos del que ha experi-mentado el perdón con esta parábola donde queda claro que el perdón pasa por tres momen-tos: el regalo del amor de Dios, que ensancha el corazón; la enmienda y superación del desvío; y el agradecimiento.
Viernes 20 de setiembre: S. Andrés Kim Taegon, Pablo Chong y compañeros mártires. (MO)
Lucas 8,1-3 “Jesús iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, predicando el Evangelio del reino de Dios”
La frase, “Jesús iba caminando de ciudad en ciudad” esconde muchos encuentros e incidentes; podemos estar seguros que Jesús tocó muchos corazones y vidas. Es lo que comprobamos en el Evangelio de hoy. San Lucas siempre habla favorablemente de las mujeres, y destaca sus respuestas positivas a Jesús. Él es el único evangelista que nos da detalles de las mujeres que viajaban con Jesús. La escena proporciona una imagen de la naciente iglesia. Está en movimiento y está compuesta de mujeres y hombres corrientes que viven centrados en Jesús. Eso significa que deben renunciar a sus anteriores modos de vida estables. Traían con ellos “las buenas nuevas del reino de Dios”, no sólo por medio de las palabras; también lo hacían siendo una comunidad con estrechos lazos, en las cuales cada uno compartía los recursos que tenían.
Hoy recordamos a los santos Andrés Kim Taegon y sus compañeros, los primeros mártires canonizados fuera de Roma en siete siglos. Uno de ellos, sacerdote, dejó escrito:“En este difícil tiempo, para ser victorioso hay que permanecer firmes, usando toda nuestra fuerza y habilidades como valientes soldados, completamente ar-mados en el campo de batalla.” Las figuras de estos mártires, son sólo una pequeña muestra de la persecución religiosa de la que son víctimas los cristianos en el Oriente. El 19 de junio de 1988, San Juan Pablo II canonizó y proclamó santos a 117 mártires que derramaron su sangre en el norte de Vietnam, entre los que había españoles, franceses y coreanos.
Sábado 21 de setiembre: San Mateo Apóstol y Evangelista (F)
Mateo 9,9-13: “Sígueme.” él se levantó y lo siguió.
Hoy celebramos la fiesta de S. Mateo, Apóstol y Evangelista. ¿Qué habrá pensado Mateo cuando Jesús pasó a su lado y le dijo “Sígueme”? Era recaudador de impuestos y no gozaba del aprecio de su propia familia ni de sus vecinos. Sus colegas de oficio, eran conocidos por maquinar fórmulas para estafar a los contribuyentes y llenarse los bolsillos, y es muy posible que Mateo hiciera lo mismo. En su lugar de trabajo, aparece Jesús, que le ofrece su invitación y él la acepta. Lo que sigue en el Evangelio es que ambos están cenando en compañía de otros publicanos. Quizás esta es la clave: Mateo ve que Jesús no lo critica ni lo discrimina, algo que nadie había hecho en mucho tiempo. Jesús es compasivo y ve que este hombre ha sido criticado y rechazado por todos, por eso le da señas de que quiere conocerlo a él y a sus colegas. Es un mensaje eficaz: “Quiero conocerte. Estoy dispuesto a relacionarme contigo y tus amigos. Vamos a cenar.” Esta afirmación es capaz de transformar la vida de alguien, y ciertamente lo hizo en el caso de Mateo.
Jesús nunca se preocupaba de que lo criticaran y más bien miraba a las personas a los ojos y les demostraba bondad y aceptación. Aceptaba a todos, en lugar de rechazarlos o conde-narlos. Teniendo presente esta increíble realidad, piensa que Jesús pasa por el lugar donde tú estás la mayor parte del día: tu lugar de trabajo, tu casa u otro lugar. Al pasar, te mira y te sonríe; él ve todas tus imperfecciones y pecados, pero quiere que pases tiempo con él. De hecho, quiere conocerte mejor y ser tu amigo.
“Señor Jesús, me asombra tu gran amor y tu buena disposición hacia mi persona. Gracias por no discriminarme y querer ser mi amigo.”
Domingo 22 de setiembre: (25 durante el año)
Lucas 16,1-13: “El que ha sido digno de confianza en cosas sin importancia, será digno de confianza también en las importantes y el que no ha sido honrado en las cosas mínimas, tampoco será honrado en las cosas importantes”.
Cuando Jesús elogia al administrador astuto en el Evangelio de hoy, no lo hace por el dudoso proceder de éste, sino por ser previsor. Ante la necesidad de buscarse otra fuente de sustento, el administrador se priva de su propia comisión para favorecer a los deudores de su patrón y así ayudarse a sí mismo, porque ellos le devolverían el favor cuando él lo necesitara.
El Señor nos recuerda que nosotros también tendremos que pasar a otra situación: de esta vida a la próxima, porque aquí no tenemos un hogar permanente. Lo que debemos hacer es usar nuestros recursos no sólo en beneficio propio, sino también de nuestro prójimo.
Bien sabemos que el trato que demos a los demás en esta vida determinará el trato que reci-bamos nosotros en la próxima, y los bienes materiales pueden ayudarnos a asegurarnos un buen futuro. Hay tres cosas que conviene llevar en el equipaje de la vida: Una brújula, para avanzar en la dirección correcta hacia Dios y hacia los demás. Porque si en nuestra vida no están presentes ni Dios, ni los principios y valores morales, ni la preocupación por el prójimo, quiere decir que vamos a la deriva. También una balanza, para lograr el equilibrio correcto de justicia en el trato con nuestros semejantes, es decir, ser honestos en todo. Estas dos cosas, más la generosidad, son tres elementos ventajosos que nos serán útiles en el viaje hacia nuestro hogar celestial.
“Señor Jesús, quiero servirte a ti con todo mi corazón, mi alma y mi mente, y no al dinero. Abre mis ojos, para ver la realidad y corregir lo que tenga que corregir.”