3º domingo de adviento ‘L’
“Este tiempo es oportuno para abrir nuestros corazones y hacernos
preguntas concretas sobre cómo y por quién gastamos nuestras vidas”,
Papa Francisco
La liturgia de este tercer domingo de Adviento nos ayuda a descubrir nuevamente una dimensión particular de la conversión: la alegría. Quien se convierte y se acerca al Señor experimenta la alegría…
Hoy se necesita valentía para hablar de alegría, ¡se necesita sobre todo fe! El mundo se ve acosado por muchos problemas, el futuro gravado por incógnitas y temores. Y sin embargo el cristiano es una persona alegre, y su alegría no es superficial y efímera, sino profunda y estable, porque es un don del Señor que llena la vida. Nuestra alegría deriva de la certeza que «el Señor está cerca». Está cerca con su ternura, su misericordia, su perdón y su amor. (Papa Francisco).
PREPARACIÓN ESPIRITUAL
Abre Señor mi corazón.
Ayúdame, a compartir mi vida, mi tiempo
y las cosas y valores que me concedes.
Quiero ser amable con todos,
repartir tu amor y misericordia.
Señor, aumenta mi actitud de espera.
Vienes en mi búsqueda, que me deje encontrar por Ti.
Que no me canse de anunciar la Buena Noticia,
que siempre esté dispuesto para hacerte conocer.
Toma mi vida, ¿qué quieres que haga?
TEXTO BÍBLICO Lc. 3,10-18
“La gente le preguntaba: «Entonces, ¿qué debemos hacer?». Él contestaba: «El que tenga dos túnicas, que comparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo». Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron: «Maestro, ¿qué debemos hacer nosotros?». Él les contestó: «No exijáis más de lo establecido». Unos soldados igualmente le preguntaban: «Y nosotros, ¿qué debemos hacer?». Él les contestó: «No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie con falsas denuncias, sino contentaos con la paga». Como el pueblo estaba expectante, y todos se preguntaban en su interior sobre Juan si no sería el Mesías, Juan les respondió dirigiéndose a todos: «Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego; en su mano tiene el bieldo para aventar su parva, reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga». Con estas y otras muchas exhortaciones, anunciaba al pueblo el Evangelio”.
LECTURA
…La alegría profetizada por Isaías encontrará su plenitud en Jesús. Cada uno tendrá que reconocer cuáles son sus desiertos, sus pedregales; y poner biográficamente nombre a la ceguera, la sordera, la mudez que nos embargan. Pero es en toda esa situación donde hemos de esperar a quien viene para rescatarnos de la muerte, de la tristeza, del fatalismo.
Somos llamados a testimoniar ante el mundo esa alegría que hemos experimentado, que se ha hecho también para nosotros el Rostro, la Carne y la Historia de Jesucristo: Así hicieron los primeros cristianos, y así transformaron ya una vez el mundo. Entonces la alegría deja de ser un lujo conquistado o una pose fingida, y se convierte en una urgencia, en una evangelización, en un catecismo. Esta es la alegría que esperamos y que se nos dará por quien está viniendo. Una alegría que nadie podrá arrebatarnos, como ya profetizó Cristo.
La alegría que consiste en reconocer ese factor nuevo que se ha introducido en la historia, que permite ver las cosas de modo distinto, y abrazarlas, y disponerse de la mejor manera para llegar a cambiarlas. Ese factor se llama gracia, y tiene el nombre y el rostro de quien nos la da: Jesús el esperado, Jesús el que vino, Jesús el que volverá sin haber dejado nunca nuestro camino.
MEDITACIÓN
En el Evangelio de hoy hay una pregunta que se repite tres veces:¿Qué cosa tenemos que hacer?. …A la pregunta de la multitud Juan responde que compartan los bienes de primera necesidad…El que tenga dos túnicas, que comparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo. Después, al segundo grupo, al de los cobradores de los impuestos les dice que no exijan nada más que la suma debida. Y al tercer grupo, a los soldados les pide no extorsionar a nadie… Tres respuestas para un idéntico camino de conversión que se manifiesta en compromisos concretos de justicia y de solidaridad. Es el camino que Jesús indica en toda su predicación: el camino del amor real a nuestro prójimo.
Ninguna categoría de personas está excluida de recorrer el camino de la conversión para obtener la salvación, ni siquiera los publicanos considerados pecadores. Dios no excluye a nadie de la posibilidad de salvarse. Él está ansioso por usar misericordia, usarla hacia todos, acoger a cada uno en el tierno abrazo de la reconciliación y el perdón.
Esta pregunta ¿qué tenemos que hacer? la sentimos también como nuestra. La liturgia de hoy nos repite, con las palabras de Juan, que es preciso convertirse, es necesario cambiar dirección de marcha y tomar el camino de la justicia, la solidaridad, la sobriedad: son los valores imprescindibles de una existencia plenamente humana y auténticamente cristiana. ¡Convertíos! Es la síntesis del mensaje del Bautista.
ORACION
Virgen del Adviento, Mujer de Dios y para Dios
a ti también te podemos preguntar:
¿qué podemos hacer para que actuar como tú,
para dejarnos transformar por tu HIJO como lo hizo en ti?
Dinos María,
¿cómo hacer para que nuestra vida sea un continuo: SÍ,
un SÍ vivencial, un SÍ de actitudes, de disposiciones, de docilidad
y apertura para que tu HIJO nos vivifique como lo hizo contigo?
¿Qué debemos hacer?
es la pregunta que hoy seguimos haciendo
porque queremos que tu HIJOnos una más a Él, nos inunde de amor
como lo hizo contigo para que así, como tú vivamos por Él y para Él,
experimentando en nosotros su presencia viva y amorosa
así como fue contigo. Por eso, dinos: ¿qué debemos hacer?
CONTEMPLACION
La conversión implica para Juan un cambio de vida, por eso la pregunta concreta es válida para todos hoy ¿Qué bebemos hacer? El cambio se debe notar concretamente en la fraternidad y la justicia: el que tenga bienes que los comparta con el que no tiene; el que tenga alimentos que los comparta con el que no tiene. No se trata sólo de dar cosas sino de dar lo que ayude para tener vida y conservar la vida.
A pesar de todo lo malo que pueda haber en nuestro entorno, a pesar de cómo podamos ser, tenemos razones para vivir con alegría. No porque nos la demos nosotros mismos, sino porque Dios nos la da y la espera en nosotros. El creyente que confía en que Dios está a su lado, puede conservar siempre la calma y dar testimonio de su serena alegría.
La alegría del cristiano es la alegría del que sabe que Dios es más grande que su propia necesidad. Es el gozo de sentirnos sus hijos amados, a pesar de las dificultades, necesidades o tentación.
Hoy se necesitan creyentes con ilusión, que vivan su fe, sean solidarios, ayuden, comprendan… acepten la realidad con la alegría y la seguridad de que Dios está con ellos.
A cuantos se ocupan de Dios y de su reino, nada debe preocuparles. La alegría de que Dios está por llegar hará llevadera la espera hoy y feliz el día del encuentro.
Dispongamos nuestras vidas para aceptar, para vivir y gozar de ese extraordinario don que Dios nos hace: renacer a la alegría, al gozo de compartir, a la BUENA NOTICIA.
ACCION
Te propongo una relectura del texto, volver a pensar cómo este texto está dirigido hacia ti y ver en qué aspectos de tu vida hace falta una nueva dimensión, para poder ajustarte a la propuesta del Evangelio.
Si tu familia, tu comunidad o grupo de fe… se acercara a Juan el Bautista y le preguntaran: Y nosotros, ¿qué debemos hacer? ¿Qué es lo que les respondería? ¿Qué les pediría hacer como familia, como comunidad, como grupo y a cada uno?
El Adviento es un camino hacia Belén.
Dejémonos atraer por la luz de Dios hecho hombre.
El Señor viene. ¡Recibámoslo con el corazón abierto!