LITURGIA SEMANAL - 5º SEMANA DE CUaRESMA

5º SEMANA DE CUaRESMA

Lunes 4 de abril
Juan 8,12-20: “En el Evangelio de hoy, Jesús les dice una drástica verdad a algunos de sus enemigos: “Si no creen que yo soy, morirán en sus pecados.”

Los enemigos de Jesús han estado tratando de hacerlo caer, calculando la mejor manera de sorprenderlo desprevenido, pero Él no les paga con la misma moneda. Más bien, les dice claramente que ellos lo necesitan mucho, porque él es el Mesías-Salvador. Seguramente el Señor sabía que para ellos sería muy difícil aceptar tal de-claración, pero no por eso dejó de decírselo, porque era necesario que ellos conocie-ran realmente la verdad, aunque se llenaran de rabia.
Conocer la verdad de que Jesús es el Salvador nos afecta positivamente día a día, nos  ayuda a recurrir a él para hacer frente a cualquier dificultad; nos mueve a pedirle orientación y sabiduría y nos puede alentar a compartir la buena noticia de su amor con otras personas. Entonces, ¿qué nos toca hacer a nosotros? Creer en Cristo, co-nocer su voluntad leyendo su Palabra y hacer lo que él nos pide. ¡Jesús siempre busca la manera de bendecirnos!  Señor Jesús, gracias por habernos salvado y por estar siempre dispuesto a ayudarnos, y gracias por el don de la fe, porque nos ayuda a sumergirme en el río de tu agua viva.”

Martes 5 de abril

Juan 8,21-30: “Cuando hayan levantado al Hijo del hombre, entonces conocerán que Yo Soy”.

Moisés levantó la serpiente de bronce y quienes la contemplaron vieron dos cosas: una visión gráfica de sus propios pecados y experimentaron la misericordia de Dios, porque todos cuantos miraban la serpiente de bronce sanaban instantáneamente. De modo similar, cuando nosotros miramos fijamente a Cristo crucificado, nos vemos más claramente a nosotros mismos y también al propio Jesús.
Si miramos fijamente al crucifijo, vemos a Dios que se hizo hombre porque nos ama; vemos a Jesús que nos mira a cada uno con gran ternura y compasión. Le oímos de-cir que promete el perdón y la vida eterna a todo el que se acoja a él arrepentido. Ve-mos a un Mesías que nos ama tanto e incondicionalmente que está dispuesto a ven-cer no solo nuestros pecados, sino la muerte misma.
Dedica hoy un momento para contemplar un crucifijo. No te preocupes si tienes o no algo que decirle al Señor. Solo arrodíllate allí y fija la mirada en él con alegría y grati-tud. Ten el coraje de entender lo que él te haga ver sobre ti mismo, pero no te deten-gas allí. Sigue contemplándolo fijamente hasta que sientas que su amor es más pode-roso que tu pecado y que te eleva a la presencia de Cristo Jesús, tu hermano y Reden-tor.   “Señor Jesús,  gracias infinitas por amarnos tanto que aceptaste ser levantado en la cruz para salvarnos.”

Miércoles 6 de abril
Juan 8, 31-42: A sus seguidores les dijo: “Si se mantienen fieles a mi palabra, serán verdade-ramente discípulos míos, conocerán la verdad y la verdad los hará libres.”

En su evangelio, San Juan pinta un cuadro de creciente hostilidad y odio hacia Je-sús por parte de los fariseos, los escribas y los jefes religiosos, al punto de que hasta los que habían creído en él se dejaban arrastrar por la corriente de rechazo y perse-cución, que era cada vez más fuerte. Era una prueba para su fe y Jesús trataba de fortalecerlos enseñándoles la verdad.
La Escritura enseña que Jesús es el camino, la verdad y la vida; él es el camino al Padre y cuando creemos en Cristo y lo seguimos por el camino del amor y la obe-diencia, encontramos la verdad y la libertad. Pero la oscuridad del pecado nos impide ver en qué consiste la verdadera libertad. Sólo podemos conocer esta libertad cuando aceptamos a Jesús y le pedimos que él sea nuestro Señor y Salvador.  “Padre celes-tial, concédenos la gracia de seguir a Jesús, el camino, la verdad y la vida; y enséñanos a re-chazar el pecado que nos impide experimentar la verdadera libertad. Fortalece nuestra fe, Señor, para seguir fielmente a tu Hijo en todas las situaciones y circunstancias de la vida.”

Jueves 7 de abril
Juan 8,51-59: “.Abraham, el padre de ustedes, se estremeció de gozo, esperando ver mi Día: lo vio y se llenó de alegría»… «Todavía no tienes cincuenta años ¿y has visto a Abraham?»… «Les aseguro que desde antes que naciera Abraham, Yo Soy». Entonces tomaron piedras para apedrearlo, pero Jesús se escondió y salió del Templo."

Abram recibe una misión de parte de Dios y se transforma  en Abraham, padre de una multitud. Todo porque Dios es el Dios de la alianza, el Dios que quiere establecer un vínculo con su pueblo, al que ama profundamente y siempre acompaña. Por parte de Dios la alianza es perfecta, por parte de la humanidad siempre estará sujeta a los vai-venes de la fragilidad. Así vemos a estos judíos del Evangelio de hoy, cerrados ante Jesús al que quieren apedrear, cerrados ante la verdad que se impone a sus ojos, insensibles ante el Dios de la alianza.
A nosotros este texto nos invita a la alegría, a gozar porque el Mesías ya ha venido y es Jesús nuestro amigo, nuestra fortaleza. Teniéndolo a Él nuestra vida está a salvo y siempre hay una esperanza. Jesús quiere  que seamos hombres y mujeres de la alianza, de los que responden con generosidad y alegría al Dios fiel que sale a nues-tro encuentro para que seamos sus amigos. Coloca, Señor, en nuestro corazón, una sana alegría porque ya no tenemos que esperarte. Ya has venido, ya te has hecho presente en nues-tro mundo y nos has salvado y estás resucitado en nuestras vidas.

Viernes 8 de abril
Juan 10,31-42: “Los judíos tomaron piedras para apedrearlo y Jesús les dijo: Les hice ver mu-chas obras buenas que vienen del Padre, por cuál de ellas me quieren apedrear? No queremos apedrearte por las obras buenas sino porque blasfema, porque siendo hombre te haces Dios“

El texto del evangelio muestra que, mientras muchos abren su corazón a Jesús, los fariseos ciegos y endurecidos, están empecinados en destruirlo y eliminarlo,  dándole muerte. Intentan apedrearlo, pero no pueden detenerlo porque se les escapa de las manos.  Lo acosan con acusaciones, pero Jesús los domina con su Palabra. Porque Él no es uno más, Él es el Señor. Finalmente. Jesús se aleja de Jerusalén pero volve-rá más adelante para hacer su última entrada y entregarse a la pasión.
Este texto del Evangelio nos muestra hasta dónde puede llegar el endurecimiento del hombre cuando no quiere ver la luz, cuando quiere salvar a toda costa sus propios proyectos y rechaza que otro, aunque sea Dios, se interponga en su camino y modifi-que sus planes.  Señor, no permitas que cerremos nuestra  mente y nuestra vida a las nove-dades que tú tienes para nosotros. Que no rehacemos la aventura de la vida que siempre trae nuevos desafíos que nos ayudan a crecer. No dejes que nos endurezcamos y cerremos nues-tros oídos a tu Palabra.

Sábado 9 de abril
Juan 11,45-57: “ Al ver lo que Jesús había hecho, muchos de los judíos que habían ido a acom-pañar a María habían creído en Él.” …A partir de ese día, resolvieron que debían matar a Je-sús”.
Jesús ha realizado su último y más elocuente signo: ha resucitado a Lázaro como anuncio de su propia resurrección. La suerte está echada. Las autoridades religiosas toman la decisión de eliminarlo porque consideran que es una amenaza a su poder. Es inaudito e inaceptable para ellos que Jesús pretenda  interpretar lo que Dios quie-re. Por eso debe morir, Para ellos todo es política y así debe resolverse. Sin embargo, Dios es el verdadero Señor de la historia: a través de las maquinaciones de los su-mos sacerdotes y de los fariseos reunidos en consejo, Dios realizará su obra de sal-vación. Jesús morirá por todos. No sólo por los judíos, sino por todos los hombres, también por cada uno de nosotros. Dios sabe abrirse paso en la historia humana. Su sabio designio de amor prevalecerá siempre.
Señor, ayúdanos a valorar los instrumentos humanos que tú eliges, más  allá de las capacida-des humanas que puedan tener; ayúdanos a descubrir tu voz que también nos habla a través de ellos.

Domingo 10 de abril     DOMINGO DE RAMOS EN LA PASION DEL SEÑOR
 
Lucas 22,14-23.56:“La comunidad cristiana celebra hoy el ‘Domingo de Ramos’.

 El Señor entra en Jerusalén. Quien siempre se había opuesto a toda manifestación pública de alabanza, se deja hoy llevar en triunfo. Solo ahora, cuando sabe que la muerte está cerca, acepta ser aclamado como el Mesías. Jesús sabe que, reinará desde la cruz, ya que el mismo pueblo que ahora le aclama jubiloso dentro de poco le abandonará y le conducirá al Calvario. Las palmas se volverán azotes; los ramos de olivo, en espinas; los vítores, en burlas despiadadas.
La liturgia, con la ceremonia de la bendición de las palmas y con los textos de la Misa –entre ellos, el relato de la pasión de nuestro Señor–, nos muestra lo unidos que es-tán en la vida de Jesucristo la alegría y el sufrimiento, el gozo y el dolor. Jesús entra en Jerusalén y sus habitantes tienden sus vestidos por el camino. La lectura de los momentos de la Pasión hace desfilar por delante de nosotros a muchos personajes. Entonces, pocos sospechaban la victoria que Cristo traía. Podemos preguntarnos a lo largo de esta semana en la que reviviremos estos acontecimientos: «¿Dónde está mi corazón? ¿A cuál de estas personas me parezco?».

 

Acompañemos a Jesús en
su entrada triunfal a Jerusalén,
dispuestos a asumir su misión:
sufrir con Él, morir por Él, vivir en Él”