Lunes 12 de diciembre N. Señora de Guadalupe (F)
Lucas 1,39-48: “María dijo entonces: «Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque él miró con bondad la pequeñez de su servidora…”
María llegaba desde Nazaret, a una pequeña aldea de la montaña de Judá, en busca de su prima. Su presencia llena de una alegría desconocida a Isabel, que luego de abrazarla levanta cuanto puede la voz para proclamarla dichosa por su fe. Dos mujeres llenas del Espíritu se encuentran y la alegría desborda la casa. Hasta el niño que lleva Isabel en su vientre se estremece de esta misma alegría. Donde María va, lleva con ella a Jesús y la Buena Noticia. Isabel siente toda esa energía del Espíritu, y en la “llena de gracia”, reconoce a la elegida para ser el orgullo de su pueblo. La alabanza le nace de dentro: “¡Bendita seas entre todas las mujeres, bendito el fruto de tu vientre! ¡Dichosa porque te has fiado del Dios de nuestro padre Abraham!” Sí, María había sabido escuchar a Dios, había guardado su palabra y meditado en lo íntimo de su corazón; había creído y aceptado, más allá de toda inquietud y al amparo de su sombra, ser la madre del Salvador. Una escena inmensa acontece en este escenario insignificante, donde sólo fulgura la sencillez de los pobres. La protagonista es la más pequeña de las hijas de Israel, en quien Dios ha visto a todos los que no poseen ni pueden nada y se apoyan sólo en Él. Porque así actúa Dios en la historia. Elige a los pobres para pronunciar sobre ellos su palabra. Porque cuando alguien confía así, sin titubeos ni indecisiones, en la fidelidad de su amor como toda su riqueza, Él hace cosas grandes.
María de Nazaret, Servidora de Isabel: quédate también con nosotros, que está por llegar el Reino. Quédate con nosotros, María, con la humildad de tu fe, capaz de acoger la Gracia; quédate con nosotros, con el Verbo que iba creciendo en ti, humano y salvador, judío y Mesías, Hijo de Dios e hijo tuyo, nuestro hermano, Jesús. (Pedro Casaldáliga)
Martes 13 de diciembre Santa Lucía (MO)
Mateo 21, 28-32: "Un hombre tenía dos hijos y, dirigiéndose al primero, le dijo: "Hijo, quiero que hoy vayas a trabajar a mi viña". Él respondió: "No quiero". Pero después se arrepintió y fue. Dirigiéndose al segundo, le dijo lo mismo y este le respondió: "Voy, Señor", pero no fue. Cuál de los dos cumplió la voluntad de su padre?
En este texto Jesús muestra de una manera breve y directa las dos actitudes que puede haber ante la voluntad de Dios: la del que hace alarde de su entrega, de su perfección y de su generosidad, pero que cuando llega el momento no sabe reconocer ni cumplir lo que Dios concretamente le pide; y la del que reconoce su incapacidad, su fragilidad y su imperfección, pero que finalmente abre su corazón y se entrega. Dios siempre prefiere al que dice no, pero después va, antes que al que dice sí, pero luego no va. Pero Jesús muestra también cómo se concretizaban en su época esas dos actitudes, y pone el ejemplo de los pecadores y prostitutas; porque ellos con sólo escuchar el anuncio de Juan el Bautista se habían convertido, mientras las personas consagradas a Dios eran incapaces de abrir el corazón; se creían profundamente religiosos y servían a Dios, pero al Dios que se adaptaba a sus ideas y tradiciones. Por eso a veces nos conviene tratar de descubrir sinceramente cuáles son las cosas que nos apasionan, para ver si nuestras opciones son las de Dios. A Jesús le apasiona sobre todo el corazón humano, mucho más que todo lo que pueda rodear al hombre, mucho más que las apariencias mundanas y religiosas.
Señor, danos tu gracia, para que no te respondamos con promesas, sino que tu mismo poder oriente nuestra vida a una respuesta generosa y a una conversión real".
Miércoles 14 de diciembre San Juan de la Cruz (MO)
Lucas 7 19-23: - Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?
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Jesús se presenta aquí como el que tenía que venir, el esperado de las naciones. Él mismo quiso preparar a su pueblo para que su llegada fuera la respuesta a una larga espera. Eso nos explica por qué existió el Antiguo Testamento, tiempo de preparación para el pueblo que iba a recibir a Jesús, el Mesías esperado.
También en el corazón de los seres humanos de nuestra época hay una esperanza oculta, un sueño, una necesidad a la que sólo Jesús puede dar una respuesta. El futuro es una dimensión de nuestra vida a la que no podemos renunciar, y en todo ser humano hay una secreta esperanza de un futuro mejor y un cierto temor a lo que pueda pasar. Y también hoy el Mesías, Jesús, es nuestra mayor esperanza. Si bien, en aquella época se esperaba que el Mesías se manifestara con prodigios y curaciones, Jesús indica que esos no son más que signos de otra misión más importante: "llevar a los pobres la buena noticia". Su misión es ante todo acercar el anuncio de la salvación a los que se sienten necesitados del Dios que puede salvarlos.
Señor, danos un corazón pobre, para que podamos reconocer nuestra necesidad de ti, para aceptar que con nuestras fuerzas no podemos salvarnos, que necesitamos depender de tu presencia, de tu fuerza, de tu amistad.
Jueves 15 de diciembre
Lucas 7, 24-30: “ Les aseguro que no ha nacido ningún hombre más grande que Juan, y sin embargo, el más pequeño en el Reino de Dios es más grande que él”.
Otra vez aparece la figura fuerte de Juan el Bautista. En aquella época era un personaje admirado y respetado. Jesús destaca su austeridad, su sencillez y la grandeza de su misión. Juan no es una caña débil, agitada por el viento de un lugar para el otro, sino un hombre grande y firme, un mensajero fiel; no es un amante de la opulencia, preocupado por los bienes, porque su vida está enteramente consagrada a su misión de mensajero, ya que está dispuesto a desaparecer para que brille Jesús. Y Juan era más que cualquier profeta del Antiguo Testamento, porque no anunciaba de lejos la llegada del Mesías, sino que debía presentarlo al mundo como el mensajero que pasa antes de su señor para indicar que ya está llegando.
Justamente porque Juan era muy admirado, es importante que en este texto aparezca Jesús aclarando, que en el Reino que él trae, el más pequeño es superior a Juan el Bautista. Sólo Jesús, con el Reino que él trae, nos permite pasar a otro nivel, al Reino prometido. Juan el Bautista es sólo el que indica una nueva dimensión a la que debemos pasar, un mundo de vida nueva donde él también desea entrar para alcanzar la vida verdadera. Y también hoy ningún instrumento, por más importante que sea, tiene el poder que sólo Cristo tiene: el poder de darnos la salvación.
“Señor, concédenos valentía y entrega para saber indicar a los demás que tú estás presente, que tú traes otra vida, que tú nos ofreces un Reino que lo supera todo. Y danos la gracia de ser simples mensajeros, que renunciemos a ocupar el centro para que seas tú el que se destaque, el que reine glorioso en este mundo ".
Viernes 16 de diciembre
Juan 5,33-36: "Ustedes mismos mandaron preguntar a Juan, y él ha dado testimonio de la verdad. No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para la salvación de ustedes. Juan era la lámpara que arde y resplandece, y ustedes han podido gozar un instante de su luz. Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: son las obras que el Padre me encargó llevar a cabo. Estas obras que yo realizo atestiguan que mi Padre me ha enviado."
En este texto Jesús hace notar que él no se apoya en testimonios que puedan dar de él los seres humanos; su única seguridad, su carta de presentación, está en el Padre que lo envía, de manera que el testimonio más perfecto que él tiene para mostrar la autenticidad de su misión serán simplemente las obras que él haga con el mandato y el poder que viene del Padre amado.
Al ver cumplida la misión de Jesús, esa misión que ha recibido del Padre, los hombres debe ríamos reconocer con fe que él es realmente el Hijo de Dios; porque todas sus palabras, todas sus obras, y el conjunto de su preciosa vida en la tierra fueron una maravillosa manifestación de gloria y de hermosura, una belleza que sólo puede entenderse si lo que él decía de si mismo era verdadero.
A veces es necesario que nos detengamos simplemente a contemplar a Jesús, a mirar su vida, su entrega, su misión; porque mirándolo con los ojos bien abiertos nos nace el deseo de estar con él, de tener su amistad; y nuestra fe se fortalece, se agranda, se plenifica.
"Jesús, tú no dependías de la mirada ni de la aprobación de nadie, no necesitabas buscar testigos que hablaran bien de tu persona, sino que tenias tu seguridad puesta en la mirada del Padre, y hacías siempre lo que a él le agrada. Contemplando tu vida, viendo tu forma de actuar, considerando tu obra que culmina en la cruz, queremos confesar que tú eres el Hijo de Dios, el salvador".
Sábado 17 de diciembre
Mateo 1,1-17: Hoy leemos la ‘genealogía de Jesús’, según el relato de San Mateo
Puede llamarnos la atención este largo relato con tantos nombres extraños. Y es muy interesante que la Palabra nos la regale. ¿Por qué? Porque queda claro que Jesús, el Mesías, el Salvador del mundo, realmente se inserta en la historia de la humanidad por la encarnación. Y es una historia bien concreta con nombres precisos. Detrás de esos nombres, hay testimonios de santidad y situaciones de pecado y pecado grave. Estos son los "antecedentes" de Jesús. Esta es su "familia". Una humanidad pecadora a la que viene a rescatar. Rezar con la genealogía implica ponerle nombre a nuestro pasado y nuestra historia para valorar y potenciar todo lo positivo que haya. Para modificar y redimir por la gracia de Cristo todo lo que tenga que ser renovado.
"Señor, quisiéramos presentarte nuestra propia historia, la de nuestra familia, la de nuestro pueblo sufrido, y también los pecados que han manchado esa historia; para que te hagas presente, reines en esa historia y saques de allí frutos preciosos ".
Domingo 18 de diciembre (IV Domingo de adviento)
Mateo 1,18-24: "Este fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto. Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. (….) Al despertar, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado: llevó a María a su casa."
El texto que leemos hoy nos habla de la concepción virginal de Jesús, pero a través de la figura de José. Es interesante advertir que en esta descripción José es presentado como un hombre "justo", que en términos bíblicos es como "santo". Pero lo que caracteriza a esa "justicia" de José no es la venganza, o el castigo de los pecadores. Si así fuera, José habría optado por descubrir y apedrear a una mujer que lo había engañado. Al contrario, la justicia de José era misericordiosa, y por eso, prefiere abandonarla en secreto para salvarle la vida.
José todavía no sabía que el niño había sido concebido por obra del Espíritu Santo, y por lo tanto sólo le cabía pensar que María lo había traicionado. Pero por ser un hombre "justo", prefiere perjudicarse él antes que dañar a la mujer amada.
Sin embargo, la finalidad principal de este texto no es destacar esta misericordia de José, ni su docilidad ante la voz de Dios. José, igual que el Bautista, desaparece y se oculta para que brille la gloria de Dios, El nombre "Emmanuel" significa "Dios con nosotros", para mostrar que el niño será la presencia de Dios en medio de su pueblo.
Jesús, tú eres también Dios en medio de nuestra vida, Dios salvando nuestra vida. Tú también respondes a todo lo que puede esperar el deseo más profundo de nuestro corazón humano. Tómanos como instrumentos Señor, para hacerte presente en medio de tu pueblo a través de nuestra vida.