2º Domingo de Cuaresma - Lectio Divina

Jesús se manifiesta en el Tabor, más que en ninguna otra ocasión, como el esplendor de la gloria del Padre. Nadie ha visto la gloria interna de Dios. Pero mirando a Jesús envuelto en una luz que opaca y anula del todo la luz del sol, nosotros llegamos a imaginar lo que es ese Dios que un día veremos cara a cara y que nos envolverá con sus esplendores. Esplendores que son ya ahora una realidad que llevamos dentro, aunque no los vemos. La Gracia del Bautismo nos ha transformado en esa luz que nos hace gratos, a los ojos divinos...

 

¡Señor Jesucristo! ¡Qué grande, qué amoroso, y qué humilde, te muestras en el Tabor! ¿Cuándo nos será dado gozar de aquel espectáculo que enloqueció a los discípulos?...

Ya vemos que nos preparas cosas buenas de verdad. El caso es que sepamos merecerlas....

 

ORACIÓN INICIAL

 

¡Oh Dios!,

que en la gloriosa Transfiguración de tu Hijo,

confirmaste los misterios de la fe

con el testimonio de la ley y los profetas

y prefiguraste maravillosamente

nuestra adopción como pueblo tuyo:

concédenos, te rogamos,

que escuchando siempre la palabra de tu Hijo,

seamos un día coherederos de su gloria.  AMÉN. 

 

LECTURA TEXTO BÍBLICO Mateo 17,1- 9  La transfiguración de Jesús

 

La transfiguración de Jesús está íntimamente unida al comienzo de su camino hacia la cruz. Los discípulos se sienten desanimados después de escuchar el anuncio de la pasión de Jesús y de conocer lo que pide a aquellos que quieren seguirle. En este momento, la transfiguración es una palabra de ánimo, pues en ella se manifiesta la gloria de Jesús y se anticipa su victoria sobre la cruz, como muestran las numerosas referencias a la resurrección. Jesús pide a sus discípulos que guarden en secreto esta manifestación hasta que resucite de entre los muertos. Abramos nuestros corazones a escuchar la Palabra de Dios.

 

LECTURA: ¿Qué dice el texto?

 

Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Santiago y a Juan, el hermano de Santiago, y se fue aparte con ellos a un cerro muy alto. Allí, delante de ellos, cambió la apariencia de Jesús. Su cara brillaba como el sol, y su ropa se volvió blanca como la luz.  En esto vieron a Moisés y a Elías conversando con Jesús.  Pedro le dijo a Jesús: Señor, ¡qué bien que estemos aquí! Si quieres, haré tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. Mientras Pedro estaba hablando, una nube luminosa se posó sobre ellos, y de la nube salió una voz, que dijo: «Éste es mi Hijo amado, a quien he elegido: escúchenlo.» Al oír esto, los discípulos se postraron con la cara en tierra, llenos de miedo. Jesús se acercó a ellos, los tocó y les dijo: Levántense; no tengan miedo. Y cuando miraron, ya no vieron a nadie, sino a Jesús solo. Mientras bajaban del cerro, Jesús les ordenó: No cuenten a nadie esta visión, hasta que el Hijo del hombre haya resucitado.

Hacemos un tiempo de silencio, para que la palabra de Dios pueda penetrar en nuestros corazones.  Terminar cantando: «Tu Palabra me Da Vida».

 

Algunas preguntas para ayudarte en la lectura atenta…

¿Qué discípulos acompañaron a Jesús al cerro?

Estando en el cerro

¿Quiénes aparecen conversando con Jesús?

¿Qué sucedió mientras Pedro estaba hablando con Jesús?

Cuando bajaban

¿Qué les ordenó el Señor a los discípulos que lo acompañaban

 

Algunas consideraciones para una lectura provechosa…

 

Así como la semana pasada veíamos a Jesús en su naturaleza humana siendo tentado por el Diablo, hoy contemplamos al Señor en su naturaleza divina, es decir en su manifestación real como Mesías, Dios y Señor a través de este episodio que acabamos de leer llamado la "Transformación" o la “Transfiguración del Señor”.

 

En este momento particularmente intenso de la vida de Jesús, Él se quiere dar a conocer a tres de sus discípulos más cercanos, Pedro, Santiago y Juan, como verdadero Dios lleno de gloria y de poder. Todo esto acontece en la montaña santa donde el Padre Eterno de los Cielos confirma la misión de su Hijo Jesucristo.

 

Este encuentro de Jesús con su Padre manifiesta de antemano cómo será la resurrección y la glorificación de Jesús. Todavía no se ha dado, sin embargo el Señor regala este momento a estos discípulos para poder sostenerlos en la fe. A pesar de que se encamina para sufrir la pasión, ser maltratado y morir en una cruz, Jesús es realmente Dios, Mesías y Señor. Estas formas resplandecientes y esta confirmación de su divinidad en la voz del Padre (versículo 5), deben fortalecer la fe de aquellos que luego lo verán muerto en una cruz.

 

Por otra parte se encuentra con Moisés y Elías que representan a dos grandes partes de la historia del Pueblo y del Antiguo Testamento: la Ley y los Profetas.

Así entendida, la Transfiguración del Señor, es una anticipación de la Pascua de Jesús y, también, de La pascua de cada uno de nosotros en cuantos fieles discípulos del Señor. Es un texto que invita a la esperanza, a la confianza y a la total entrega al Señor.

¡Que en todos los momentos de nuestra vida, como a Pedro, Santiago y Juan, el Señor nos manifieste siempre su rostro glorioso y su poder!

 

MEDITACIÓN (¿Qué nos dice el Señor en este texto?)

El Evangelio de hoy nos dice que Jesús se acerca a los discípulos, los toca y les dice: "Levántense, no tengan miedo". El Papa Francisco en la exhortación apostólica “La Alegría del Evangelio” (n. 141) también nos anima a no tener miedo a los desafíos del hoy:

 

“Uno se admira de los recursos que tenía el Señor para dialogar con su pueblo, para revelar su misterio a todos, para cautivar a gente común con enseñanzas tan elevadas y de tanta exigencia. Creo que el secreto se esconde en esa mirada de Jesús hacia el pueblo, más allá de sus debilidades y caídas: «No temas, pequeño rebaño, porque a vuestro Padre le ha parecido bien daros el Reino» (Lc 12,32); Jesús predica con ese espíritu. Bendice lleno de gozo en el Espíritu al Padre que le atrae a los pequeños: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque habiendo ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, se las has revelado a pequeños» (Lc 10,21). El Señor se complace de verdad en dialogar con su pueblo y al predicador le toca hacerle sentir este gusto del Señor a su gente.”

 

Ahora preguntémonos:

El Padre nos pide que escuchemos a su Hijo,

¿Qué cosas me impiden escuchar diariamente a Jesús?¿Cómo se ha revelado el Señor en mi vida?

¿Cómo puedo ser presencia pascual de Jesús en medio de mi familia, estudio o trabajo?

 

ORACIÓN (¿Qué le respondemos al Señor que nos habla en este texto?)

 

Orar, es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y es el momento de decirle algo al Señor:

 

Gracias Señor por tu Palabra Salvadora.

Gracias porque nos invitas a reconocerte como Dios y Salvador.

Te pedimos la gracia de saber escucharte, de conocer cada vez más tu Palabra.

Permite Señor que sea dócil a tu Palabra, que realmente mi vida sea la de un “escucha atento” a todo lo que me dices.

Señor, al igual que los discípulos tengo miedo. Quisiera que tú también te acerques a mí, que toques y me recuerdes esa frase “no tengas miedo”. Quiero seguirte Señor

Quiero ser tu Discípulo, quiero que en este seguimiento, entienda que debo transformarme también en anunciador de la Buena Noticia. Amén

 

CONTEMPLACIÓN  (¿Cómo hacemos propias en nuestra vida las enseñanzas del texto?

 

El monte Tabor como el Sinaí, son fueron lugares de la cercanía con Dios. Es este espacio elevado, con respecto a la existencia diaria,  de donde se respira el aire puro de la creación. Es el lugar de la oración, donde se está en la presencia del Señor, cierra ahora tus ojos, y ve a ese espacio elevado, donde te encontraras frente a frente con Dios, habla con Él, adóralo, dale gracias, pide, Él está ahí para ti, escuchándote, aprovecha este momento de silencio para comunicarle lo que quieras. 

 

ACCION (¿a qué nos comprometemos para demostrar el cambio?)

 

Si estoy solo, volver sobre este texto, y preguntarme seriamente qué puedo hacer para no tener miedo y aceptar el desafío de transformarme en un discípulo de Jesús y en su misionero.  Descubre a algún amigo en especial con quien quieras animarlo a no tener miedo, comparte con él este texto del Evangelio.

 

En el grupo proponerse una actividad  para ser discípulos y misioneros. Puede ser una representación de cuáles son los miedos que hoy tenemos en la escucha y el seguimiento de Jesús. Como grupo realizar una actividad concreta para ayudar a otras personas a no tener miedo y seguir a Jesús.

 

 

ORACIÓN FINAL:

 

Dios nuestro, en la vida de Jesús,

Tú mismo nos hablas.

Haz que podamos transfigurar y mirar de un modo nuevo

las realidades que hemos de transformar iluminadas por tu Palabra.

Danos esperanza para comprender  que «otro mundo es posible»

y ayúdanos a construirlo.

 

Padre Nuestro, que estás en el cielo… AMÉN.