La Cuaresma continúa su tránsito y nos vamos
acercando a la celebración de la Pascua. Jesús se encuentra en su camino con un
joven que había nacido ciego. Lo sana con un gesto un poco llamativo (¡saliva
con tierra!)... Pero este gesto expresa que el Señor se mete de lleno en
nuestra humanidad, en nuestra historia, en nuestra "tierra"...
En EG n. 278 el Papa Francisco nos invita a creerle
al Evangelio que es Jesucristo mismo:
“La
fe es también creerle a Él, creer que es verdad que nos ama, que vive, que es
capaz de intervenir misteriosamente, que no nos abandona, que saca bien del mal
con su poder y con su infinita creatividad. Es creer que Él marcha victorioso
en la historia «en unión con los suyos, los llamados, los elegidos y los
fieles». Creámosle al Evangelio que dice que el Reino de Dios ya está presente
en el mundo, y está desarrollándose aquí y allá, de diversas maneras: como la
semilla pequeña que puede llegar a convertirse en un gran árbol, como el puñado
de levadura, que fermenta una gran masa, y como la buena semilla que crece en
medio de la cizaña, y siempre puede sorprendernos gratamente.”
ORACIÓN
INICIAL:
Señor, aquí estoy. Sé mi Luz.
Tengo miedo porque a veces es muy oscura la noche que me rodea y no te
veo.
Sé mi luz, que te vea en el fondo de mi alma y en mis hermanos.
Que sepa encontrarte cuando te escondas.
¡Véante mis ojos…! Sé mi luz,
Señor,
envía tu Espíritu Santo.
Danos
tu luz y concédenos escuchar
Con
apertura de corazón el mensaje de tu Palabra
para
que vivamos siempre conforme a tu voluntad y
actuemos
como luz y fermento del mundo. AMÉN.
Cantar «Espíritu Santo Ven,
Ven».
LECTURA:
¿Qué dice el texto? Juan 9,1-41
El texto de hoy nos invita a meditar la historia de
la sanación de un ciego de nacimiento. Tenemos aquí un ejemplo concreto de cómo
el Evangelio de Juan revela el sentido profundo escondido en los hechos de la
vida de Jesús. La historia nos ayuda a abrir los ojos sobre la imagen de Jesús
que cada uno lleva consigo.
LEER
EL TEXTO: Juan 9,1-41: Jesús da la vista a un hombre que
nació ciego
Al
salir, Jesús vio a su paso a un hombre que había nacido ciego. Sus discípulos
le preguntaron: Maestro, ¿por qué nació ciego este hombre? ¿Por el pecado de
sus padres, o por su propio pecado? Jesús les contestó: Ni por su propio pecado
ni por el de sus padres; fue más bien para que en él se demuestre lo que Dios
puede hacer. Mientras es de día, tenemos que hacer el trabajo del que me envió;
pues viene la noche, cuando nadie puede trabajar. Mientras estoy en este mundo,
soy la luz del mundo. Después de haber dicho esto, Jesús escupió en el suelo,
hizo con la saliva un poco de lodo y se lo untó al ciego en los ojos. Luego le
dijo: Ve a lavarte al estanque de Siloé. El ciego fue y se lavó, y cuando
regresó ya podía ver. Los vecinos y los que antes lo habían visto pedir limosna
se preguntaban: ¿No es éste el que se sentaba a pedir limosna? Unos decían: Sí,
es él. Otros decían: No, no es él, aunque se le parece. Pero él mismo decía:
Sí, yo soy. Entonces le preguntaron: ¿Y cómo es que ahora puedes ver? Él les
contestó: Ese hombre que se llama Jesús hizo lodo, me lo untó en los ojos, y me
dijo: “Ve al estanque de Siloé, y lávate.” Yo fui, y en cuanto me lavé, pude
ver. Entonces le preguntaron: ¿Dónde está ese hombre? Y él les dijo: No lo sé.
El día en que Jesús hizo el lodo y devolvió la vista al ciego era sábado. Por
eso llevaron ante los fariseos al que había sido ciego, y ellos le preguntaron
cómo era que ya podía ver. Y él les contestó: Me puso lodo en los ojos, me
lavé, y ahora veo. Algunos fariseos dijeron: El que hizo esto no puede ser de
Dios, porque no respeta el sábado. Pero otros decían: ¿Cómo puede hacer estas señales
milagrosas, si es pecador? De manera que hubo división entre ellos, y volvieron
a preguntarle al que antes era ciego: Puesto que te ha dado la vista, ¿qué
dices de él? Él contestó: Yo digo que es un profeta. Pero los judíos no
quisieron creer que había sido ciego y que ahora podía ver, hasta que llamaron
a sus padres y les preguntaron: ¿Es éste su hijo? ¿Declaran ustedes que nació
ciego? ¿Cómo es que ahora puede ver? Sus padres contestaron: Sabemos que éste
es nuestro hijo, y que nació ciego; pero no sabemos cómo es que ahora puede
ver, ni tampoco sabemos quién le dio la vista. Pregúntenselo a él; ya es mayor
de edad, y él mismo puede darles razón. Sus padres dijeron esto por miedo, pues
los judíos se habían puesto de acuerdo para expulsar de la sinagoga a
cualquiera que reconociera que Jesús era el Mesías. Por eso dijeron sus padres:
«Pregúntenselo a él, que ya es mayor de edad.» Los judíos volvieron a llamar al
que había sido ciego, y le dijeron: Dinos la verdad delante de Dios. Nosotros
sabemos que ese hombre es pecador. Él les contestó: Si es pecador, no lo sé. Lo
que sí sé es que yo era ciego y ahora veo. Volvieron a preguntarle: ¿Qué te
hizo? ¿Qué hizo para darte la vista? Les contestó: Ya se lo he dicho, pero no
me hacen caso. ¿Por qué quieren que se lo repita? ¿Es que también ustedes
quieren seguirlo? Entonces lo insultaron, y le dijeron: Tú serás discípulo de
ese hombre; nosotros somos discípulos de Moisés. Y sabemos que Dios le habló a
Moisés, pero de ése no sabemos ni siquiera de dónde ha salido. El hombre les
contestó: ¡Qué cosa tan rara! Ustedes no saben de dónde ha salido, y en cambio
a mí me ha dado la vista. Bien sabemos que Dios no escucha a los pecadores;
solamente escucha a los que lo adoran y hacen su voluntad. Nunca se ha oído
decir de nadie que diera la vista a una persona que nació ciega. Si este hombre
no viniera de Dios, no podría hacer nada. Le dijeron entonces: Tú, que naciste
lleno de pecado, ¿quieres darnos lecciones a nosotros? Y lo expulsaron de la
sinagoga. Jesús oyó decir que habían expulsado al ciego; y cuando se encontró
con él, le preguntó: ¿Crees tú en el Hijo del hombre? Él le dijo: Señor, dime
quién es, para que yo crea en él. Jesús le contestó: Ya lo has visto: soy yo,
con quien estás hablando. Entonces el hombre se puso de rodillas delante de
Jesús, y le dijo: Creo, Señor. Luego dijo Jesús: Yo he venido a este mundo para
hacer juicio, para que los ciegos vean y para que los que ven se vuelvan
ciegos. Algunos fariseos que estaban con él, al oír esto, le preguntaron:
¿Acaso nosotros también somos ciegos? Jesús les contestó: Si ustedes fueran
ciegos, no tendrían culpa de sus pecados. Pero como dicen que ven, son culpables.
ALGUNAS
PREGUNTAS PARA AYUDARTE EN LA LECTURA ATENTA…
ALGUNAS
CONSIDERACIONES PARA UNA MEDITACIÓN PROVECHOSA…
Jesús es realmente la Luz, la Luz verdadera, la Luz
del mundo. Es Dios y Señor y por eso puede dar la vista al ciego. Esto hace
reaccionar a los fariseos que son ciegos espirituales y no quieren ver lo que
Jesús ha hecho. Se fijan en un detalle de la ley, en el sábado, y no ven la
grandeza de lo que el Maestro ha realizado: le ha dado la vista a alguien que
estaba imposibilitado de ver.
Quien ha recobrado la vista dice a los fariseos que
Jesús es realmente un profeta. Esto los enfurece más porque consideran
despreciable al que ha sido curado.
Jesús va a terminar su signo con lo más importante:
la fe. El Señor no se queda solo en la curación "física" de la
ceguera. Esta es signo de una curación íntima más profunda que da la luz
interior, la luz de la fe. Por eso Jesús le pregunta al joven si realmente cree
en el Hijo del Hombre, es decir en Él mismo en cuanto Señor y Mesías. El que ha
sido curado confiesa un profundo acto de fe diciendo: Señor Jesús, creo en ti.
Este es el signo más importante. Se parte de la curación pero se llega a la
sanación del alma por el camino de la fe.
Todos nosotros podemos tener una fe cada día más
fuerte si abrimos el corazón a Jesús, al Mesías, la Luz verdadera que ilumina
nuestras vidas.
Ahora
preguntémonos:
ORACION
Yo te
suplico Señor: abre mis ojos.
En este momento de sinceridad,
estoy seguro, Señor estoy seguro
que quiero ver.
Deja que tu luz penetre ahora en mis tinieblas.
Luz, claridad. Destello iluminador.
Yo quiero ver, Señor, quiero ver. Amén P.
Ignacio Larrañaga
Jesús, creo que Tú eres la luz verdadera
que lo ilumina todo, haz que
pueda ver
las maravillas de tu Padre Dios.
CONTEMPLACIÓN
Contemplar el rostro de Dios encontrado en el texto,
volver la mirada al mundo y comprometernos con el Reino de Dios y su justicia.
Compromiso: ¿Qué necesitamos cambiar para volver a
caminar esta semana en la luz de Cristo?
Llevamos una "palabra". Puede ser un
versículo o una frase del texto. Tratar de tenerla en cuenta y buscar un
momento cada día para recordarla y tener un tiempo de oración donde volver a
conversarla con el Señor.
ORACIÓN
FINAL:
Danos Señor la capacidad
de mirar la vida a la luz del Evangelio.
Quita de nosotros la venda
que nos impide descubrir a los demás
como hermanos y hermanas.
Aclara nuestra mirada, danos tu luz,
cambia nuestra ceguera para creer
y vivir como discípulos.
Ayúdanos a colaborar contigo
para que todas las personas
puedan alegrarse en su vida al ver tu luz.
Padre Nuestro, que estás en el cielo… AMÉN.