Domingo de Ramos - Lectio Divina

EN LA SEMANA SANTA CAMINAMOS CON JESÚS HACIA LA PASCUA DOMINGO DE RAMOS

 

Se abre la Semana Santa reviviendo la entrada triunfal de Cristo en Jerusalén, que tuvo lugar el domingo antes de la pasión de Jesús. Él siempre se opuso a toda manifestación pública y huyó cuando el pueblo quiso proclamarlo rey. Pero hoy entra a la gran ciudad triunfante. Al acercarse su muerte, que Él bien conocía, aceptó ser aclamado públicamente como Mesías, porque sabía  que muriendo en la cruz,  era como se manifestaría como el Mesías, el Redentor, el Rey y el Vencedor del mal.

Jesús aceptó ser reconocido como Rey, pero como un Rey con características inconfundibles: humilde y manso;  entró en la gran y santa ciudad,  montado en un asno; proclamando  su realeza y aceptó que se pusiera  la inscripción de su título de rey, solamente en el leño de la Cruz, en el que fue crucificado.

 

ORACIÓN INICIAL:

Espíritu de verdad, enviado por Jesús para conducirnos a la verdad,

abre nuestra mente a la inteligencia de las Escrituras.

Purifica nuestros corazones de todo lo que opone resistencia a la Palabra.

Haz que aprendamos a escuchar con corazón abierto la Palabra

que Dios que nos envía en la vida y en la Escritura,

para custodiarla y producir fruto del Reino con nuestra perseverancia. AMÉN

 

Cantar  «Espíritu Santo Ven, Ven»

 

LECTURA: ¿QUÉ DICE EL TEXTO?

El evangelio de Mateo narra la entrada de Jesús en Jerusalén, aclamado por el pueblo como el Mesías. El pueblo esperaba un Mesías que fuese un rey fuerte y dominador. Pero Jesús no corresponde a esta expectativa. Es un Mesías diferente de lo que se esperaba.

Abramos nuestros corazones a escuchar la Palabra de Dios.

LEER EL TEXTO:  Mt 21, 1-11

 

“Cuando se acercaron a Jerusalén y llegaron a Betfagé, al monte de los Olivos, Jesús envió a dos discípulos, diciéndoles: “Vayan al pueblo que está enfrente, e inmediatamente encontrarán un asna atada, junto con su cría. Desátenla y tráiganmelos. Y si alguien les dice algo, respondan: “El Señor los necesita y los va a devolver en seguida”“. Esto sucedió para que se cumpliera lo anunciado por el Profeta: “Digan a la hija de Sión: Mira que tu rey viene hacia ti, humilde y montado sobre un asna, sobre la cría de un animal de carga”. Los discípulos fueron e hicieron lo que Jesús les había mandado; trajeron la asna y su cría, pusieron sus mantos sobre ellos y Jesús se montó. Entonces la mayor parte de la gente comenzó a extender sus mantos sobre el camino, y otros cortaban ramas de los árboles y lo cubrían con ellas. La multitud que iba delante de Jesús y la que lo seguía gritaba: “¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!”. Cuando entró en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió, y preguntaban: “¿Quién es éste?”. Y la gente respondía: “Es Jesús, el profeta de Nazaret de Galilea”.

 

ENTENDER LO QUE DICE EL TEXTO FIJÁNDOSE EN CÓMO LO DICE

 

La entrada mesiánica de Cristo a Jerusalén es relatada por los cuatro evangelistas. El rechazó muchas  veces honores porque aún no era su hora.  Ahora consciente de que ésta llegaba, fue triunfalmente a la cruz y a la resurrección.

Cristo peregrinó con sus discípulos a Jerusalén. “Seis días antes de la Pascua,  se fue a Betania, donde estaba Lázaro”, a quien había resucitado.

Al pasar por Betfagé,  pidió a dos  de sus discípulos fueran al pueblo a traerle un animal para que se montara. Encontraron una asna con su pollino, sobre el que no había montado ningún hombre”. Jesús pide que los desaten sin más y se los traigan. Y que, si alguno les dijese algo, le respondieran sencillamente que “el Señor” lo necesita; y “los devolvería en seguida”.

Los discípulos fueron e hicieron lo que Jesús les había mandado; trajeron la asna y su cría, pusieron sus mantos sobre ellos y Jesús se montó.

Montado y rodeado de sus discípulos, algunos de los cuales iban seguramente conduciendo la burra, como era costumbre. Mucha gente salió a engrosar el  cortejo al saber que venía el Maestro..

Cuando Jesús entró a Jerusalén, rodeado de sus discípulos y de la gente que le “seguía” se encontraron con otra “gran muchedumbre” que había venido a la Pascua, y “al saber” que Jesús “llegaba a Jerusalén,” salieron gozosamente a su encuentro. La ciudad estaba impresionada por la resurrección de Lázaro.

 

MEDITAR: aplicar lo que dice el texto a la vida

 

La entrada jubilosa en Jerusalén constituyó el homenaje espontáneo del pueblo a Jesús, que se encaminaba, a través de la pasión y de la muerte, a la plena manifestación de su realeza divina.

Aquella muchedumbre que  le aclamaba, no podía comprender lo que  sucedía en esa manifestación gloriosa;  pero quienes hoy estamos reviviendo la entrada triunfal de Jesús,  sí podemos comprender su sentido y su profundidad.

Venir con palmas en las manos y proclamarlo públicamente nos compromete a ser de verdad discípulos de Cristo Jesús, nuestro Rey, y a trabajar porque su Reino sea una realidad en nuestra comunidad.

 

Los paisanos de Jesús sabían lo que había hecho en su tierra y con su gente. Lo conocían y lo aclamaron con  valentía.

Nosotros lo conocemos. Él es nuestro Hermano y Salvador. Desde nuestro  bautismo somos sus Hermanos. ¿Qué tan seguros estamos de lo que Él es y puede hacer en nuestra vida?  ¿Cómo haremos  para que quien nos escuche aclamarlo como nuestro Rey ,quiera seguirle y se disponga a vivir en su amistad?

 

No se trata solo de cantar, de ir en procesión, sino de extender con alma vida y corazón  su causa y vivir los valores del Reino que Él vino a instaurar: la justicia, la paz, el amor, el perdón, la alegría y la misericordia…

Los discípulos creían  que había llegado el triunfo definitivo del  Mesías, que se instalaría en el Templo. Veían la posibilidad de que comenzara el Reinado de Israel sobre las Naciones y que vinieran a adorar a Dios en su santo Templo.

 

El Mesías sabía bien que entraba para morir, y que la muerte, no las aclamaciones, lo llevarían al triunfo, su triunfo, el triunfo del Padre, que lo envío al mundo para salvarlo.

 

Nosotros  celebramos esta fiesta como un triunfo davídico, con palmas y cánticos de gloria, ¿Pensamos lo que fue para Él  entrar a Jerusalén, consciente de que iba a  morir, por nosotros, porque su guerra era no contra los romanos, sino contra el pecado que no deja que se instaure su Reino? ¿Qué tan conscientes somos de lo que nos pide vivir la instauración de ese Reino en nuestro ‘aquí y en nuestro ahora’?

 

La venida del Mesías pobre exige tomar postura: ¿Cuál es la nuestra?

¿Cuál es el mensaje del texto para nuestra vida hoy y qué podemos hacer en concreto para que se haga realidad?

 

ORAMOS: ¿Qué le decimos a Dios después de escuchar y meditar su Palabra?

 

Dios Bueno, tu Hijo llegó  montado  en un asno y dio ejemplo

de humildad entre los aplausos del pueblo, que acudió a recibirle.

Hubo cantos de alabanza, toda una proclamación,

pero qué lejos estaba esa multitud de comprender su mesianismo.

¡Qué diferentes son nuestros pensamientos a los tuyos!

¡Cuánto nos atrae la gloria vana y que difícil nos es entender tu pedagogía,

la cruz, el dolor, que tienen un sentido redentor!

Concédenos esta Semana Santa vivir paso a paso

el camino de Cristo Jesús hacia  Jerusalén.

Que  comprendamos cómo hacer presente  su  Reino,

para prolongarlo en nosotros mismos y en todo los que nos rodean.

Que la humildad que Él vivió  sea nuestro  distintivo.

 

COMPROMISO: Intentemos esta semana reconocer el rostro de Cristo en los empobrecidos.

  • Queremos seguir a Cristo y  comprometernos para vivir y hacer que se vivan los valores evangélicos en nuestra familia, en nuestra comunidad, en nuestra Patria, en todo el mundo. 
  • Tratar de tener en cuenta este compromiso y buscar un momento cada día para recordarlo y tener un tiempo de oración donde volver a conversarlo con el Señor


ORACIÓN FINAL:

 

Dios, Padre Bueno,

Tú que nos amas hasta el extremo,

ayúdanos a poner en práctica tu Palabra de Vida.

Enséñanos a amar a los demás con todas nuestras fuerzas,

y que nuestro amor no se quede en buenas palabras

sino que se traduzca en obras de justicia, de amor

y de servicio a favor de todas las personas,

 especialmente a los más pobres. 

 

Padre Nuestro, que estás en el cielo… AMÉN.