Lunes 10 de abril LUNES SANTO
Juan
12, 1-11 “María, tomando una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio,
ungió con él los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. La casa se impregnó
con la fragancia del perfume”
Comenzamos
con Jesús, la Semana más importante de nuestra fe. Queremos acompañarlo en su Pascua para vivir
nuestra propia Pascua. Entramos con Él a Jerusalén y hoy transitamos sus
últimas horas, horas apasionadas; horas de amor, pero también horas que nos
interpelan porque son horas de traición.
En el
pasaje del evangelio que leemos hoy, podemos contemplar e identificarnos con
algunos personajes: Lázaro que ha sido transformado, resucitado y liberado, y
que se convierte en un signo. María, es el signo del derroche del que ama, del
que arriesga por amor, y Judas es el signo del egoísmo, del mezquino en la
entrega, del que pone excusas. Y Jesús, más que nunca aparece como signo de
contradicción. Muchos lo buscan para escucharlo y otros quieren sacárselo de
encima. Entremos en esta semana con
Jesús, para vivir nuestra Pascua.
Martes 11 de abril MARTES SANTO
Juan
13,21-33.36-38 “Les
aseguro que uno de ustedes me va a entregar”
Imaginemos
que estamos en el Cenáculo donde se está desarrollando el drama de nuestra vida
y de la vida de la humanidad. Imaginemos que estamos compartiendo la mesa con Jesús
que ha decidido entregar su vida. En el ambiente se respira un aire de crisis y
traición. El Discípulo amado está al lado del Maestro, Pedro un poco más lejos,
otros enfrascados en sus propias conversaciones, Judas firme en su decisión de
vender a Jesús. ¿Nos escandaliza la decisión de Judas? Recordemos las veces que
hemos sido indiferentes, que hemos traicionado al Maestro. Asumamos que también
nosotros, personalmente, como comunidad y como Iglesia, tenemos parte activa en
el drama de la humanidad. Reconozcamos, serenamente, nuestros miedos y
cobardías. No juzguemos a nadie, demos gracias por el amor con que somos amados
y perdonados. Unámonos a Jesús en este momento en que va a consumar su amor
hasta el extremo. Hagamos silencio en nuestro corazón y contemplemos el misterio
de un amor tan grande. Adoremos en silencio
Miércoles 12 de abril MIÉRCOLES SANTO
Mateo
26,14-25 “… el Hijo del hombre se
irá, como está escrito. Pero, ay de aquel por quien el Hijo del Hombre será
entregado”
En
estos días estamos descubriendo que, a medida que avanzamos hacia la pasión,
muerte y resurrección del Señor, la gloria de Cristo alcanza su máximo
esplendor en la pasión y en la cruz. Jesús lo sabe y lucha, …. Él sabe que el grano de trigo tiene que caer
en tierra y morir para dar mucho fruto, y es bueno que eso pase; por otra parte le
parece tan duro y por eso gritará en la cruz “Padre líbrame de esta hora” y Jesús va a temblar “Mi alma esta turbada”. Pidámosle al
Señor, ser liberados de nuestros males, egoísmos, mediocridades, tibiezas y que
esta Semana Santa sea para todos nosotros un grito “Padre … que se glorifique
tu nombre”. La
verdadera gloria de Cristo culmina en la cruz, porque en ella brilla el amor
más grande al Padre y a los hermanos.
En
estos días, rezando el vía crucis, y en nuestros momentos de oración personal,
comunitaria o litúrgica, digamos del fondo del corazón “Gloria a Ti, Señor
Jesús, porque por tu cruz has iluminado y has salvado al mundo”. Que el Señor nos haga transitar hacia la
Pascua poniendo el corazón en la entrega de todo aquello que debemos sacar,
para que entre Jesús resucitado, en
nuestra vida.
Jueves
13 de abril JUEVES SANTO
Juan
13,1-15 “Y habiendo amado a los suyos,
los amó hasta el extremo”
Con
este pasaje del Evangelio nos introducimos en el corazón de los acontecimientos
más relevantes de nuestra fe. Jesús
quiere despedirse de sus seguidores, de sus amigos. Otra vez manifiesta su gran
humildad con un gesto lleno de ternura. Va lavándoles los pies a aquellos
hombres que lo habían visto ordenar a los vientos y a las olas la quietud en la
tormenta, que le habían visto dar la luz a los ojos de los ciegos, hacer andar
a los paralíticos, sanar a los leprosos, resucitar a los muertos. Y ahora, con
un amor sin medida, con una humildad sin límites, les está lavando los pies.
Pedro
no logra comprender, pero ante las palabras de Jesús, le pide que le lave de
los pies a la cabeza. Jesús va más allá, está pensando en la humanidad y en
esta humanidad estamos nosotros y falta poco para que seamos lavados, no con
agua, sino con su sangre que nos limpia y nos redime.
Y
después, no quiso dejarnos solos, e hizo
del pan su Cuerpo y del vino su Sangre y se quedó para ser nuestro alimento.
Jesús Sacramentado, te pedimos que nos
enseñes a quererte, como tú nos quieres, enséñanos a ver tu rostro en el rostro
de nuestros semejantes, danos tu luz para comprender que el amor, tiene que
concretarse en obras. Señor, ayúdanos a vivir desde hoy en actitud de servicio
y disponibilidad