30º SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO
Lunes 28 de octubre: Santos Simón y Judas Tadeo, Apóstoles (F)
Lucas 6,12-19 Eligió a doce de entre ellos y les dio el nombre de apóstoles.
Hoy celebramos la fiesta de dos de los apóstoles menos conocidos, San Simón y San Judas. No es mucho lo que se dice de ellos en los evangelios. Aun cuando las figuras de Simón y Judas se han ido desdibujando con el paso de la historia, sabemos que el Señor los escogió personalmente y les comunicó su gracia. Ellos acompañaron a Jesús, escucharon sus ense-ñanzas, conocieron el amor de Dios y, después de la ascensión de Cristo, fueron llenos del Espíritu Santo y predicaron el mensaje de la salvación en el mundo.
Tanto Simón como Judas respondieron a la gracia que recibieron de Dios. Por esa gracia, fueron capaces de creer en Cristo y realizar la misión que el Señor había preparado para ellos. Jesús desea ver en nosotros el mismo tipo de respuesta.
“Señor Jesús, que me has escogido para ser tuyo, perdóname por no saber aprovechar bien tu gracia. Que venga tu Reino a mi vida hoy, Señor, te lo ruego, y también a la de mis familiares y amigos.”
Martes 29 de octubre:
Lucas 13,18-21 "¿A qué se parece el reino de Dios? Se parece a un grano de mostaza que un hombre toma y siembra en su huerto; crece, se hace un arbusto y los pájaros anidan en sus ramas." Y añadió: "… el reino de Dios se parece a la levadura que una mujer toma y mete en tres medidas de harina, hasta que todo fermenta."
Con esta sencilla metáfora, Jesús nos habla del Reino de Dios que nace invisible y humilde. Una pequeña semilla, una medida de levadura, tiene un inmenso poder. Jesús se mostraba optimista cuando hablaba de ese Reino. Para Él era suficiente, incluso un humilde comienzo, porque estaba convencido de la fuerza del Reino de DIOS, por lo que comparte su poder y dinamismo.
La semilla de mostaza crece lentamente; pero al llegar a ser un árbol tiene espacio para todo tipo de pájaros en sus ramas. Ahora, tal como en sus primeros siglos, la iglesia tiene espacios para todas las razas, colores y culturas. Pero la levadura solo puede cambiar la masa, si de verdad se hace una con ella. Incluso si la separación es mínima, no será efectiva. Lo que im-porta a Jesús es el compromiso y la presencia, antes que el tamaño.
El secreto del reino de Dios es permitirle a Jesús crecer en nosotros. Al hacerlo así, llegamos a quererlo y a depender de Él como nuestro compañero de viaje. Oremos hoy por una Iglesia y una comunidad cristiana que esté totalmente comprometida, con y en el mundo, como la leva-dura en la masa.
Miércoles 30 de octubre:
Lucas 13,22-30 En el Evangelio de hoy, un hombre le preguntó a Jesús: “Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?” Siendo judío, seguramente creía que sólo los judíos serían admitidos en el Reino de los cielos.
Cuando el hombre reflexionó sobre la respuesta del Señor, probablemente lamentó haber hecho la pregunta, porque en su respuesta, Jesús puso todo del revés cuando dijo: “Los pri-meros serán los últimos, y los últimos serán los primeros.” Era una declaración que sorprendió y enfureció a los fariseos. Pero el Señor, además, trababa amistad con los pecadores y los marginados. Para los fariseos, estas acciones eran una traición para la gente “virtuosa”, como ellos; pero Jesús declaró que a esto había venido: a buscar y salvar a los pecadores. Jesus anunció a todos la buena noticia del Reino de Dios. A los judíos que pensaban que podrían entrar en el Reino sólo por el hecho de ser judíos, les decía: den frutos de arrepentimiento; si no, su condición de privilegio no les beneficiará en nada.
Jesús declaró que para entrar en el Reino de los cielos era necesario convertirse y lo consiguió en varios casos, con personas que costaría imaginarse que se convertirían. Numerosos fueron los pecadores que prestaron atención a la invitación a la conversión y se incorporaron al Reino; en cambio, muchos otros, supuestamente religiosos, se negaron a aceptar la invitación y así se excluyeron voluntariamente.
“Dios y Señor mío, ten misericordia de mí y los míos y permite que nuestra fe y nuestras acciones nos permitan llegar un día a contemplar tu rostro en la morada eterna.”
Jueves 31 de octubre:
Lucas 13,31-35 “… se acercaron unos fariseos a decirle: "Márchate de aquí, porque Herodes quiere matarte." Él contestó: "Id a decirle a ese zorro: Hoy y mañana seguiré curando y echando demonios;...yo debo seguir mi camino hoy, mañana y pasado, porque no puede ser que un profeta muera fuera de Jerusalén”.
Jesús aceptó la cruz no sólo en su crucifixión, sino que en las pequeñas elecciones que lo condujeron a Jerusalén. Ve las cosas como son: no se hace ilusiones sobre Herodes; y está claro para Él, que Jerusalén ha perdido su oportunidad. Sabe que su fin se aproxima, que su muerte es inminente. Sin embargo, ni los consejos ni las advertencias de quienes lo rodeaban, pudieron cambiar el designio de Dios sobre su vida.
Y a pesar del hecho de que su muerte era inaplazable, Jesús, por su gran amor, continuó pre-ocupándose de las personas que estaban sufriendo. Esto es un claro ejemplo para nosotros, que siempre queremos hacer nuestra voluntad: debemos abandonar nuestra vida en las manos del Padre, pues Él tiene trazado nuestro camino y, sin duda, es el que nos lleva a una vida plena. Es una inmensa gracia continuar perseverando en hacer el bien, en tiempo de grandes dificultades.
Te pedimos Señor, que protejas a tus misioneros y a todos los que predican la buena noticia de la salvación en cualquier parte del mundo. También te pedimos por la paz del mundo, especialmente en Jerusalén.”
INTENCIÓN DE ORACIÓN DEL P. FRANCISCO PARA EL MES DE NOVIEMBRE
“Para que en el Cercano Oriente, donde los diferentes componentes religiosos, comparten
el mismo espacio de vida, nazca un espíritu de diálogo, de encuentro y de reconciliación.
Viernes 1º de noviembre Todos los Santos. (S) Primer viernes de mes
Mateo 5,1-5.12 En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles: "Dichosos….bienaventurados…
Como un segundo Moisés, Jesús sube a la montaña, para entregar su nueva ley. Es la ley del corazón, no está basada en temores o prohibiciones, sino en un corazón totalmente abierto y listo para abrazar las paradojas de la vida, y así vivirla en plenitud. Este llamado es un llamado a la felicidad y a la bendición.
A menudo comparamos las Bienaventuranzas con los Diez Mandamientos, pero son algo muy diferente: son bendiciones o regalos ofrecidos por Dios. No son para ser “observadas” sino deseadas y nutridas en la oración.
Preguntémosle a Jesús a cuál Bienaventuranza nos llama hoy. Tratemos de guardar en nues-tra mente y corazón esa determinada Bienaventuranza a lo largo de nuestro día.
Esta solemnidad de todos los Santos es, para toda la Iglesia una gran celebración porque hay fiesta en el cielo. Para nosotros es una oportunidad de agradecer todos los beneficios, todas las gracias que Dios ha derramado en personas, que han vivido en esta tierra y que han sido como nosotros, con las mismas debilidades, y con las fortalezas que vienen del mismo Dios. Celebremos este día con un corazón agradecido, porque Dios ha estado grande con nosotros y estamos alegres.
Sábado 2 de noviembre: Fieles difuntos (S) Primer sábado de mes
Juan 11,17-27: "Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá: y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?". Ella le respondió: "Sí, Señor, creo que tú eres el Mes-ías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo".
Todas las lecturas de este día son un canto de esperanza para los que creemos en la resu-rrección de los muertos, confiados en la Palabra de Jesús. Sabemos que la muerte no es el último capítulo de nuestra existencia sino el inicio de una nueva vida: el Señor «aniquilará la muerte para siempre» . Estamos convencidos de la afirmación que Jesús hace a Marta, ante la muerte de su hermano Lázaro: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre» Esta convicción también sirve con respecto a nuestros familiares y amigos, de los que ya no disfrutamos de su presencia. Esta es nuestra fe, esta es nuestra esperanza. No nos podemos afligir «como los que no tienen esperanza». El paso a la otra vida significa una continuidad de la opción por el amor que hemos hecho, desde nuestra fe. Implica Vivir ese Amor que predicó y vivió Jesús. Nuestra fe y nuestra esperanza nacen del Amor y su meta también es el Amor. Allí lo compar-tiremos con el Señor, todo amor, y con todos nuestros seres queridos.
Con esta celebración, la Iglesia, nos invita a recordar a nuestros muertos y a rezar por ellos para que puedan gozar plenamente de la felicidad del cielo.
Domingo 3 de noviembre: (31º durante el año)
Lucas 19,1-10 “Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa”. Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: “Se ha ido a alojar en casa de un pecador”.
La liturgia nos propone en el Evangelio la conversión de Zaqueo, que era un hombre rico, jefe publicanos, y que quería ver a Jesús. Estos datos son importantes para ubicarnos en el con-texto de este encuentro de Jesús con Zaqueo. El Evangelio hoy nos llama a ponernos en el lugar de Zaqueo. Quizás también a nosotros nos ha pasado querer ver a Jesús, pero nuestros límites hacen que quizás nos quedemos estancados o a la orilla del camino. Zaqueo tomó una iniciativa importante. Al no poder ver a Jesús por su baja estatura, se sube a un árbol para verlo. Zaqueo, por más que tenía riquezas, en su interior necesitaba algo más; la riqueza no podía llenar su corazón y quiere ver a Jesús. Pareciera que Zaqueo se conformaba sólo con ver a Jesús, pero Jesús, al verlo en el árbol, lo mira y le dice: “Zaqueo, baja pronto, que hoy tengo que alojarme en tu casa”. Zaqueo hace la experiencia no sólo de ver a Jesús sino de de-jarse mirar por Él: una mirada de amor que lo invita a la conversión, al cambio de vida. Zaqueo baja rápidamente, con alegría, para recibir al Señor. Y aparecen las voces de los murmurado-res: ¿Cómo va a ir este hombre a alojarse en casa de uno de los pecadores? Zaqueo por su oficio, era considerado un gran pecador. Sin embargo, Zaqueo le dice al Señor en la intimidad de ese encuentro: “Señor, doy la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien le daré cuatro veces más”. Jesús le responde: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que este hombre también es un hijo de Abrahám”. Pidámosle al Señor que cada día podamos convertir-nos más a su amor, que lo busquemos en todo a Él, y como Zaqueo, que pongamos la mirada en lo esencial, en el centro de nuestra vida que es Jesucristo.