LITURGIA SEMANAL - 17º DOMINGO DURANTE EL AÑO ‘G’ 25/07

Lunes 26 de julio Santos Joaquín y Ana (MO)

Mateo 13,31-35; “El Reino de los Cielos se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su campo. … “El Reino de los Cielos se parece a un poco de levadura que una mujer mezcla con gran canti-dad de harina, hasta que fermenta toda la masa”…

San Mateo nos presenta hoy dos parábolas muy breves. La primera es la del grano de mosta-za, que compara la pequeñez de la semilla con la gran altura que suele alcanzar el arbusto a orillas del mar de Galilea. Con esta comparación Jesús quiere enseñar que el Reino de Dios se inicia de forma insignificante pero que va creciendo hasta llegar a todos los rincones del mundo y a todas las personas.

La segunda parábola es la de la levadura en la masa, que compara la pequeña cantidad de levadura para fermentar una gran porción de harina; con esta comparación Jesús enseña algo similar a la anterior parábola, el humilde inicio del Reino y su gran propagación futura; además la fuerza de la levadura para hacer crecer la masa indica el poder transformador que tiene el Reino de Dios en las personas y en el mundo.

El Reino de los Cielos es un don que viene a nosotros con gran poder transformador, ¿Dejo que el Reinado de Dios actúe en mí? ¿Pongo trabas al Reino de Dios?

Martes 27 de julio

Mateo 13,36-43: “ Los discípulos se acercaron a Jesús y le dijeron: “Explícanos la parábola de la cizaña en el campo”. Él les respondió: “El que siembra la buena semilla es el Hijo, del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los que pertenecen al Reino; la cizaña son los que per-tenecen al Maligno, y el enemigo que la siembra es el demonio; la cosecha es el fin del mundo y los cosechadores son los ángeles”

Los discípulos piden a Jesús una explicación sobre la parábola de la cizaña en el campo. Je-sús se toma su tiempo y les aclara cada uno de los términos. La buena semilla es la palabra de Dios, la tierra es el mundo, la cizaña son aquellos que son guiados por el enemigo, el sem-brador de la cizaña es el enemigo, la cosecha es el fin del mundo y los cosechadores son los ángeles, que vendrán en el tiempo en el que todos seremos juzgados.

¿Qué significa para nosotros esta parábola? Significa que debemos estar atentos a que la buena semilla del amor de Dios siga creciendo en nuestro corazón, pero también atentos a la cizaña. Esa cizaña que nos perturba, que nos confunde, que no nos permite ver lo que Dios nos va regalando día a día. Pidámosle a Dios que podamos reconocer, entender y descubrir su mensaje, expresado a través de las parábolas con la que Jesús se comunicaba con sus discí-pulos y en ellos, con cada uno de nosotros.

Que esta Palabra sea para nosotros en este día luz y guía, y que podamos ser también esa bue-na semilla que Jesús ha querido hacer de nosotros para el mundo. El mundo necesita hoy más que nunca de hombres y mujeres que se animen a hacer siempre y a todos el bien.

Miércoles 28 de julio.


Mateo 13,44-46: “ El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo. El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas; y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró.

En el evangelio de hoy Jesús nos habla de un gran tesoro. En el primer caso encontramos el tesoro de manera casual. No lo buscamos, pero aparece ante nosotros y ya no queremos per-derlo. Dios está en nuestro camino y lo encontramos constantemente, aunque no lleguemos a vivir el encuentro, porque nuestros ojos están empañados, pero si llegamos a encontrarlo, si descubrimos el Amor, el mayor de los tesoros, ya nada, ni nadie, será capaz de apartarnos de Él. En el segundo caso, la perla de gran valor, el encuentro con Dios, es producto de la bús-

queda del hombre. Dios está siempre a la vista y si nos dedicamos a buscarlo con el espíritu abierto a la escucha, llegaremos a encontrarlo. Las dos parábolas muestran la aparente des-proporción entre lo que se tiene y lo que se encuentra. Justamente, el Reino de los Cielos es algo que debería superar cualquier posesión y justifica dejar aquello que se le opone. Hoy co-mo ayer estamos llamados a actuar como el campesino o el comerciante, que una vez descu-bierto lo importante, Dios, ya no necesitan nada más que a Él para vivir.

En nuestro día a día ¿Seremos capaces de encontrar el tesoro, reconocerlo y hacerlo nuestro?

Jueves 29 de julio Santa Marta (MO)


Lucas 10,38-42: “ Marta lo recibió en su casa. María eligió la mejor parte”.

Jesús entra en un poblado y es acogido por sus viejos amigos Lázaro, Marta y María. Lucas hoy nos refiere la actitud de Marta y María ante el encuentro con Jesús. Marta entiende que la presencia de Jesucristo la impulsa al servicio a los demás, y María entiende que su actitud ante la presencia del Señor ha de ser la de la escucha de sus palabras. Ambas actitudes son comprometidas ante la presencia del Señor. Sin embargo, un servicio que no se alimenta de la Palabra de Dios, que contempla, es puro activismo, por eso, tal vez, Jesús reprende a Marta. Por otro lado, estar sentada a los pies del Señor no debe ser pasividad ni eludir responsabili-dades, y mucho menos debe ser “flojera”. María está escuchando, está siendo discípula, está aprendiendo, preparándose para alguna misión que el Señor le pueda encomendar.

El servicio y la contemplación no son excluyentes, sino ambas necesarias. La contemplación implica la escucha de Dios, y lleva al servicio la consecuencia de la contemplación. Ahora po-demos comprender que es la escucha de la palabra de Jesús el comienzo absoluto de la vida de todo creyente. Es ésta, la mejor parte, la que deberá llenar de dinamismo y sentido nuestra caridad pastoral, nuestro amor al prójimo.

Mirando nuestra vida de discípulos misioneros nos podemos preguntar ¿Sabemos relacionar el servicio con la escucha de la Palabra de Jesús? ¿Nos dejamos llevar más bien por la ansiedad ante las múltiples ocupaciones?

Viernes 30 de julio

Mateo 13,54-58; “¿No es éste el hijo del carpintero?

El evangelio de hoy narra cómo fue la visita de Jesús a Nazaret. Su paso por Nazaret, fue do-loroso. Lo que antes era su comunidad, ahora ha dejado de serlo; algo cambió. Los paisanos de Jesús no disimulan su desconcierto pues no se explican cómo el hijo de un carpintero, ate-sora tanta sabiduría y tanto saber para comunicar su mensaje con la autoridad con la que él lo hace y, además, realizar signos o milagros. Sus compatriotas se preguntan con cierta ironía y no ocultan su desconfianza y un claro rechazo hacia Jesús de Nazaret. Saben sus anteceden-tes familiares, conocen el mundo al que pertenece… y les parece que tales señales no dan para tanto. La tímida defensa de Jesús consiste en un dicho sobre lo mal visto que es un pro-feta en su patria, si bien lo fundamental es que sus coterráneos se cierran a acoger su palabra y no se atreven a leer con mejores ojos sus signos y su compasión. Jesús, a partir de ahora, se ocupará de iniciar a sus discípulos en el mensaje del Reino de Dios y a acoger a los paga-nos que le demuestran tener más fe que sus paisanos. Donde no hay fe, Jesús no puede ha-cer milagros.

Con qué ojos miro las palabras y acciones de quienes conozco ¿los etiqueto antes de tiempo? ¿Es la desconfianza una de nuestras características en el encuentro con el hermano?

Sábado 31 de julio san Ignacio de Loyola (MO)


Mateo 14,1-12: “Herodes mandó decapitar a Juan, y sus discípulos fueron a informar a Jesús.”

Producto del rechazo que va recibiendo Jesús, a lo largo de su ministerio, se desencadenará su futura muerte en la cruz. Por este motivo San Mateo nos coloca en el texto de hoy la muerte de Juan Bautista el profeta precursor de Jesús; esta es una manera de advertirnos que el ca-mino de Jesús va por el mismo camino de Juan el Bautista. Hay varias semejanzas entre los relatos de la muerte de Juan y la de Jesús; Juan y Jesús han llamado la atención de los pode-rosos y estos buscan eliminarlos; para los dos no hay justicia (para Jesús un juicio falso y para

Juan ni siquiera eso); tanto Herodes como Pilatos dudan si matar a Juan o Jesús, pero son instigados por la gente y por el miedo al César de Roma; Juan y Jesús son sepultados por discípulos. San Mateo expresamente nos dice que los discípulos de Juan fueron a avisar a Jesús, el cual comprendió hacia donde lo guiaba su misión.

El evangelista denuncia la red de complicidades que se dan en esta muerte y anticipa la que se tejerá en torno a la muerte de Jesús y va insistiendo cómo la vida del profeta está acompa-ñada por la persecución, los sinsabores, vacía de aplausos pero abierta a la alegría de vivir con libertad el anuncio de la salvación…

Los lectores del evangelio podemos constatar cómo se cumple el proyecto de Dios a pesar de todas las hostilidades y rechazos”.

A la luz del Evangelio hoy nos podemos preguntar: ¿en qué sentido ejercemos influencia sobre los más cercanos?

INTENCIÓN DEL SANTO PADRE

Recemos por la Iglesia, para que reciba del Espíritu Santo la gracia y la fuerza

para reformarse a la luz del Evangelio,

Domingo 1º de agosto (18 durante el año)

Juan 6,24-35: “Trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre; porque es él a quien Dios, el Padre, marcó con su sello”. Ellos le pre-guntaron: “¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios?”. Jesús les respondió: “La obra de Dios es que ustedes crean en aquel que él ha enviado”. … Les aseguro que no es Moisés el que les dio el pan del cielo; mi Padre les da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que desciende del cielo y da Vida al mundo.» Ellos le dijeron: «Señor, danos siempre de ese pan.»

El centro del evangelio de hoy radica en la palabra de Jesús: «La obra de Dios es que ustedes crean en aquel que él ha enviado». Jesús nos revela que el hambre material y espiritual que tenemos todos, sólo puede saciarse en una sola obra: creer en Jesús. Es interesante por-que Jesús no habla de una cantidad innumerable de cosas que tenemos que hacer para saciar nuestra hambre y nuestra sed. No es cuestión de ‘hacer muchas cosas” sino de “dar cumpli-miento a una sola obra” Y esa obra es creer en Jesús. Creer en el Enviado, el Hijo predilec-to, el Cordero de Dios, el obrero pobre, el hijo de María y de José, el amigo de Pedro, Santiago y Juan. La clave para poder saciar el hambre que todo el mundo tiene de Dios, sólo puede saciarse en el Corazón de Jesús. Allí está la fuente donde brota todo lo demás y todo el amor y la belleza capaz de salvar al mundo.

Y hace falta rescatar esa dimensión de adhesión personal que implica el acto de fe en Jesús: no sólo creer lo que Él revela, sino también creerle a Él que nos lo revela. La fe pasa a ser relación personal con la persona de Jesús. Es el don de Dios por el cual ponemos en el Cora-zón de Jesús todo lo que somos y nos pasa, todo lo que cargamos, todo lo que nos angustia y nos alegra, nos motiva y nos tira para abajo, lo que nos llena de esperanza y aquello que la amenaza.