LITURGIA SEMANAL - 16ª SEMANA DURANTE EL AÑO

16ª SEMANA  DURANTE EL AÑO


Lunes 19 de julio

Mateo 12,38-42: El día del Juicio, la Reina del Sur se levantará contra esta generación y la condenará, porque ella vino de los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay Alguien que es más que Salomón”.

El evangelio de hoy nos relata una discusión entre Jesús y las autoridades religiosas de la época. Esta vez son los doctores de la ley quienes piden a Jesús que haga una señal para ellos para que puedan examinar y verificar si Jesús es o no el enviado por Dios. Quieren someterlo a prueba. Quieren que Jesús se someta a sus criterios. No hay en ellos apertura para una posible conversión. Quieren ver “un signo”, y Jesús no se somete a la petición de las autoridades religiosas, pues no hay sinceridad en su petición. No verán ahora, pero sí lo harán después. Y como todo signo es ambiguo, deberán esperar ver aquello que no es evidente para todos. Así, tendrán lo que piden: deberán creer sin evidencias.  En ocasiones también a nosotros nos cuesta entender los caminos de Dios. Muchas veces la vida se presenta confusa, injusta, oscura…. o nuestras miradas algo mezquinas, no logran apreciar su paso en nuestra historia. Con sencillez pidamos al Señor que aumente nuestra fe, para poder contemplar los signos de su presencia. Ante la actual situación de la Iglesia, ¿somos como aquellos que pide una señal o somos como la gente que reconoce que éste es el camino que Dios quiere?

Martes 20  de julio

Mateo 12,46-50: “Jesús estaba hablando a la multitud, cuando su madre y sus hermanos, que estaban afuera, trataban de hablar con Él. Alguien le dijo: “Tu madre y tus hermanos están ahí afuera y quieren hablarte”. Jesús le respondió: “¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?” Y señalando con la mano a sus discípulos, agregó: “Éstos son mi madre y mis hermanos. Porque todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre”.

En medio del rechazo que ha recibido Jesús entre la gente de su pueblo, incluso entre sus familiares, Mateo nos indica que su Madre se acerca a Él, lo busca y pregunta por Él.
Ciertamente María ha entendido la enseñanza de su Hijo  y ha aprendido que lo importante, en la relación con Jesús, no es ser su madre biológica, sino sobre todo ser su discípula; este es el camino que ha recorrido María, camino que la llevará a estar de pie junto a la cruz, en el momento en que todos abandonaron al Señor.
Y este es el camino que todos nosotros debemos recorrer, comprender que no son los lazos de sangre, ni los lazos institucionales, los que nos hacen pertenecer al Señor, sino el cumplimiento de su voluntad. Por eso el Maestro dice que “todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ese es mi hermano, mi hermano y mi madre”.

Miércoles 21 de julio

Mateo 13,1-9: “Les decía: “El sembrador salió a sembrar. Al esparcir semillas, algunas cayeron al borde del camino y los pájaros las comieron. Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, y brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda; pero cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron. Otras cayeron entre espinas, y éstas, al crecer, las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta.

Hoy el evangelio nos muestra la parábola del sembrador. La gente de Galilea entendía de semillas, de terreno, de lluvia, de sol y de cosecha. Y Jesús se sirve exactamente de estas cosas conocidas por el pueblo para explicar el misterio del Reino. Hoy el Evangelio destaca la actitud generosa del sembrador, quien no busca sembrar en el mejor de los terrenos para asegurarse la mejor de las cosechas. Porque ha venido para que todos tengan vida y la tengan en abundancia, no escatima en desparramar puñados generosos de semillas, sea a lo largo del camino, como en el pedregal, o entre abrojos, y finalmente en tierra buena.
 “El Sembrador arrojó la semilla al borde del camino, entre las piedras, entre las espinas y en tierra buena…” Dios” no elige el terreno… No decide cuál es el terreno bueno y cuál es el desfavorable, cuál apto y cuál menos apto, cuál del que se puede esperar algo, y cuál por el que no vale la pena esforzarse… sólo siembra… todos los días… con buen o mal tiempo.
Si queremos ser sembradores al estilo de Dios, tenemos que ser capaces de arriesgar la semilla por todas partes… porque no sabemos la fuerza, el poder oculto que tiene la semilla que sembramos con amor en el corazón de los demás… Es hermoso aprender a hacer numerosos gestos aparentemente “inútiles”… sólo por amor… sabemos que esa semilla en su momento y tiempo seguro dará su fruto sin darnos cuenta.

Jueves 22 de julio  Santa María Magdalena,  (F)
Juan 20,1-3.11-18: “María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que Él le había dicho esas palabras.

Hoy celebramos a santa María Magdalena. ¡Con gozo y provecho para nuestra fe, porque su camino muy bien podría ser el nuestro. María Magdalena ha vivido una experiencia transformadora en su encuentro con Jesús antes de la Pascua. Este hecho la vincula de tal manera a Jesús que estará presente en el momento de la muerte de Cristo, junto con la Madre del Señor y Juan, el discípulo amado. Ella es la primera testigo de la Resurrección. Ella vio al Resucitado y escuchó las palabras que él le dijo. Tras la profunda y significativa experiencia vivida en el encuentro con el Cristo Resucitado, María Magdalena, recibe la misión de anunciar la resurrección a los apóstoles, porque definitivamente el encuentro con El Resucitado, transforma la vida y compromete en la misión. Ella es la primera apóstol de la Resurrección porque corrió a anunciarlo.
María, contágianos tu amor por Jesús. Enséñanos a buscarlo sin desfallecer, a no dejar jamás de anunciarlo y de transmitir la alegría que Él siembra entre nosotros. Magdalena, ayúdanos a no despreciar nunca a nadie. Y mucho menos a los que parecen amar con exceso.

Viernes 23 de julio
Mateo 13,18-23: “El que escucha la palabra y la comprende produce fruto.”


Jesús hoy nos ofrece una explicación de la parábola del sembrador y más allá de la descripción de los distintos tipos de ‘suelos’ en los que cae la semilla al ser arrojada, se resalta el ruego para que la acogida de la Palabra no sea abortada ni por las dificultades que encuentran, ni por las persecuciones, ni por el cruce de otros intereses. Todos estamos llamados a entender, a conocer y a poner en práctica y vivir todo lo que se desprende de la enseñanza de Jesús y de su Palabra.
Pero la eficacia de la palabra depende de la disposición de la persona que la recibe. Hay una distinción entre el que oye la palabra y el que comprende la palabra; para el verdadero discípulo no basta sólo oír la palabra, esa es una acción meramente intelectual; para el verdadero discípulo es necesario también comprender la palabra, esto es, adherir personalmente de corazón a ella, convertirse a ella y vivir de acuerdo con ella a pesar de las dificultades que comporta. El final de la parábola es esperanzador, ya que quien escucha y comprende la Palabra produce fruto en abundancia.

Sábado 24 de julio  San Francisco Solano  (MO)

Mateo 13,24-30: ““Señor, ¿no habías sembrado buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que ahora hay cizaña en él?”. Él les respondió: “Esto lo ha hecho algún enemigo”. Los peones replicaron: “¿Quieres que vayamos a arrancarla?” “No, les dijo el dueño, porque al arrancar la cizaña, corren el peligro de arrancar también el trigo. Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha, y entonces diré a los cosechadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla, y luego recojan el trigo en mi granero”.

El evangelio de hoy nos presenta la parábola del trigo y la cizaña. Tanto en la sociedad como en las comunidades y en nuestra vida personal y familiar, todo está mezclado: cualidades buenas e incoherencias, límites y fallos. Experimentamos en nuestro corazón, que somos capaces de cosas hermosas y que somos también capaces de pensamientos, acciones que muchas veces nos da vergüenza. Está parábola, nos anuncia la paciencia de Dios con nosotros; sin embargo, no ocurre lo mismo con nuestro actuar: en ocasiones, tal vez con buena intención, nuestro afán de “purificarlo todo” nos puede llevar a cortar lo bueno cuando intentamos exterminar lo malo. El Señor no quiere eso. Él opta por la paciencia, la espera y la confianza. Su pedagogía es otra, es “dejarlos crecer juntos hasta la siega”. El Señor espera para apiadarse, aguarda para compadecerse, porque así, hasta el gorrión puede encontrar una casa y la golondrina un nido. Si no fuera por la paciencia de Dios, ¿dónde estaríamos todos? Dios tiene paciencia y aunque no quiera al mal, lo tolera y como un Padre nos va acompañando para que podamos descubrir que es necesario convertirnos e ir arrancando con la gracia de Dios.
Mirando en el espejo de la parábola, ¿a quién me parezco más: a los siervos que quieren arrancar la cizaña antes de tiempo, o al dueño que manda esperar hasta la siega? En mi vida cotidiana ¿soy signo de misericordia y paciencia o de dureza e intransigencia?

Domingo 25 de julio       ( 17º durante el Año )
Juan 6,1-15: “Jesús atravesó el mar de Galilea,. … subió a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. …  Al levantar los ojos, Jesús vio que una gran multitud acudía a Él y dijo a Felipe: “¿Dónde compraremos pan para darles de comer?”

La liturgia hoy nos invita a reflexionar sobre este texto del Evangelio de Juan que narra uno de los grandes signos obrados por Jesús: “La multiplicación de los panes”.
Dice el Evangelio que después de realizar muchos signos,  cada vez lo seguía más gente. Y Jesús quiso darles de comer; eran como 5.000 personas; y para poder llevar adelante semejante tarea, necesitaba de corazones y manos disponibles para poder dar. Andrés presentó a un muchacho que tenía cinco panes y dos pescados. Y  como dice la Palabra: “¿que era esto para tanta gente?” … era un problema para el hombre, pero no para Jesús.
Cuando Jesús advierte que los corazones están dispuestos a dar lo “poco” que  tienen, ese “poco” le basta para poder actuar con todo su poder. Porque para Jesús “poco” es a veces “mucho”. Y esto  también lo dice con respecto a nuestra fe: “si tuviéramos fe como un grano de mostaza seríamos capaces de trasladar montañas”.
De cinco panes y dos pescados, Jesús fue capaz de dar de comer a una multitud: PORQUE PARA DIOS NADA ES IMPOSIBLE.
A través de este Evangelio cuestionémonos qué cosas estamos  dispuestos a dar para que Jesús siga obrando sus milagros en medio de nosotros.