LITURGIA SEMANAL - 4º DOMINGO DE CUARESMA


4ª semana de cuaresma


Lunes 28 de marzo
Juan 4,43-54: “Un Funcionario le rogó a Jesús, que fuera a curar a su hijo, que se estaba muriendo”.


Hoy volvemos a encontrar a Jesús en Caná de Galilea, donde hace un nuevo milagro: la cura-ción del hijo de un funcionario real. Lo que llama la atención de este nuevo milagro es que Je-sús actúa a la distancia, no acude a Cafarnaúm para curar directamente al enfermo, sino que sin moverse de Caná hace posible la curación: El funcionario le dice: “Señor, ven antes de que mi muchachito muera.” Jesús le contestó: “Vete, tu hijo ya está sano.” De esta forma, Jesús de-muestra que tiene poder sobre todas las cosas y en cualquier parte.
Muchas veces nos excusamos de hacer el bien porque no tenemos posibilidades de hacernos físicamente presentes en los lugares en los que hay necesidades urgentes. La distancia no es ningún problema a la hora de ser generosos, porque la generosidad sale del corazón y traspasa todas las fronteras. Como diría San Agustín: “Quien tiene caridad en su corazón, siempre en-cuentra algo que dar.”
Pero el bien que hacemos no debe limitarse a aportar dinero o bienes materiales; también de-bemos rezar por esas personas necesitadas y, si es posible, compartir con ellas la buena noti-cia de la salvación; es decir, no solo darles ayuda social o económica, sino evangelizarlos.
“Cristo, Señor y Salvador nuestro, ayúdanos a ser generosos y también compartir la buena nueva de la salvación.”

Martes 29 de marzo
Juan 5,1-3ª.5-16  ”En torno a la Piscina yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos, paralíticos”.

En sus recorridos por la ciudad, Jesús pasó por  la piscina de Betesda.  Jesús está siempre presente justo donde se producen los problemas, allí donde hay algo para “liberar”, para hacer feliz a los que necesitan algo. Los fariseos, solo pensaban en qué día de la semana era, porque si era sábado había que preocuparse. Su legalismo extremo les paralizaba el espíritu y la con-ciencia.
El pobre paralítico llevaba 38 años de invalidez. “¿Quieres curarte?” le pregunta Jesús. Hacía tiempo que el lisiado luchaba en el vacío, porque nunca había tenido un encuentro con Jesús, pero ahora vio al Señor. Todos los que estaban allí, se estremecieron cuando escucharon  la voz del Maestro: “Levántate, toma tu camilla y anda.” La curación fue completa, perfecta e instantánea. Pensemos en el paralítico impotente a la orilla del agua, ¿no te hace pensar en la experiencia de tu propia incapacidad para llevar una vida recta o hacer  siempre el bien a to-dos? Jesús, hoy te miramos con insistencia, para que tú nos sumerjas en el agua de la oración y del espíritu, porque no queremos seguir siendo paralíticos, sino portadores de tu gracia e instrumentos de tu luz.”

Miércoles 30 de marzo
Juan 5,17-30: "Mi Padre sigue actuando, y yo también actúo." Por eso los judíos tenían más ganas de matarlo: porque no sólo abolía el sábado, sino también llamaba a Dios Padre suyo, haciéndose igual a Dios. Jesús tomó la palabra y les dijo: "Os lo aseguro: El Hijo no puede hacer por su cuenta nada que no vea hacer al Padre”.
             
Después de sanar al hombre de la piscina, los judíos enfrentaron a Jesús porque hizo el milagro en Sábado y llamó a Dios su Padre. Hoy escuchamos la respuesta que dio Jesús para defen-derse. Nos dice quién es y cómo trabaja con y para su Padre. Mi Padre está todavía trabajando y yo también trabajo. Mi objetivo no es hacer mi propia voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Jesús no hace nada sin orar ante su Padre.
La relación entre Jesús y su Padre del cielo es el tema de este texto. Jesús relaciona todo en su ser y en sus acciones con la fuente primaria que es el Padre. “Yo no puedo hacer nada por mi cuenta”. Yo busco no hacer mi propia voluntad sino la voluntad de Aquél que me mandó. Jesús declara: “Mi Padre está todavía trabajando y yo también estoy trabajando”. Dios está activamente presente entre nosotros, involucrado en el drama de nuestras vidas.
                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                        
Jueves 31 de marzo
Juan 5,31-47: “Jesús dijo a los judíos: Si yo diera testimonio de mí mismo, mi testimonio no valdría. Pero hay otro que da testimonio de mí, y yo sé que ese testimonio es verdadero”.

Un principio legal establecido en la ley judaica era que nadie podía testificar en favor propio. Jesús reconoció este principio, pero insistió en que su testimonio era verdadero, porque había otros que testificaban en su favor: “Hay otro que da testimonio en mi favor, y yo sé que su tes-timonio acerca de mí es válido.” Dios, a quien se refería Jesús, ha dado testimonio de Él a tra-vés de Juan Bautista, de los milagros de Jesús y la revelación de la Sagrada Escritura.
El Bautista declaró que Jesús era el Cordero de Dios, que quitaba el pecado del mundo, que Jesús había venido del cielo y que estaba por encima de todos. Juan también dio testimonio de que el Padre había entregado todo en manos de Jesús. Cristo utilizó este testimonio humano, no en su propio favor, sino para que la gente creyera y pudiera salvarse.
El testimonio final de Jesús se encuentra en la Sagrada Escritura. Cristo dijo que toda la Escri-tura daba testimonio de él, y en el camino de Emaús, “comenzando por Moisés y por todos los profetas, les explicó lo que decían las Escrituras acerca de él”.
Dios nos ha dado estos testimonios acerca de Jesús a fin de conducirnos a una fe cada vez mayor. Para entender estos testimonios y para que ellos den fruto en nuestra vida, es preciso tener fe en Jesucristo.  Jesús, nosotros  creemos, pero ayúdanos a creer más. Queremos poner toda nuestra confianza en ti, y queremos esperar con confianza tu gloriosa venida al final de los tiempos.”

Intención del Santo Padre
Recemos para que el compromiso del personal sanitario de atender a los enfer-mos y  a los ancianos,
 especialmente en los países más pobres, sea apoyado por los gobiernos y las comunidades locales.

Viernes 1º de abril      Primer viernes
Juan 7,1-2.10.14.25-30: “Nadie le echó mano, porque todavía no había llegado su hora”

‘No había llegado su hora’: Se refiere a la hora de la Cruz, al preciso y precioso tiempo de en-tregarse, de donarse, de darse por los pecados de la Humanidad entera, por ti y por mí, por todos sin excluir a nadie. Todavía no ha llegado su hora, pero ya se encuentra muy cerca. Será el Viernes Santo. El Señor Jesús llevará hasta el fin la voluntad del Padre Celestial.
En Viernes Santo el Señor Jesucristo  sentirá todo el peso de aquella hora: cargar en su Cuer-po todos los pecados del mundo entero. Cristo habla muchas veces de esta hora definitiva y determinante. Aquel viernes, nuestro Redentor entregará su Espíritu a las manos del Padre, y desde aquel momento su misión ya cumplida pasará a ser la misión de la Iglesia y de todos nosotros, los bautizados, animada por el Espíritu Santo.
En este tiempo Cuaresmal, el Señor Jesús, viene para llevarse todos nuestros pecados una vez más en este Viernes Santo. Vivamos estos días, de la manera que el Señor, espera: que nos entreguemos y acompañemos en su Pasión. SEÑOR, haznos más sensibles a TI, haznos más sensibles a tu Santo Espíritu, porque queremos ver esos Cielos nuevos y esa Tierra nueva que nos has prometido.

Sábado 2 de abril      Primer sábado
Juan 7,40-53: ““Nunca ha hablado nadie como ese hombre.”

Jesús era causa de controversia y división entre la gente. Sus palabras y acciones obligaban a todos a definirse acerca de su identidad. Algunos pensaban que era el gran profeta; otros pen-saban que Jesús era el Mesías, pero había muchos que lo negaban, porque estaba escrito que el Mesías vendría de Belén y todos sabían que Jesús venía de Galilea. Esta fue una de las ra-zones que dieron los fariseos para insistir en que Jesús no podía ser el Mesías, y de esta mane-ra crecía su incredulidad, que brotaba de la dureza de su corazón.
Los milagros de Jesús y su predicación convencieron a gran parte de los oyentes y muchos creyeron. Pero otros, incluso la mayoría de los jefes religiosos, tenían el corazón duro; no lo-graban discernir la voz de Dios en Jesús, ni ver el poder divino en sus milagros. Vieron y oye-ron, pero no entendieron, ni quisieron pensar siquiera en la posibilidad de que Jesús fuera real-mente el Mesías.
Para no endurecer nuestro corazón, nos conviene: escuchar la voz del Señor; hacer oración, alabar a Dios y escuchar su inspiración; hacernos un diario examen de conciencia, arrepentir-nos de los pecados y pedirle al Espíritu Santo que nos ayude a cambiar; y participar en la vida sacramental en este tiempo de cuaresma Jesús, te rogamos que nos infundas tu gracia para creer cada vez más en ti y saber que tú eres el único Salvador y Señor de toda la Creación.”

Domingo 3 de abril         (5º domingo de Cuaresma)
Juan 8,1-11: “Tampoco yo te condeno; ahora, vete y no vuelvas a pecar.”


Un grupo de fariseos y escribas fanáticos, aprovechan la ocasión de una mujer sorprendida en adulterio para tratar de atrapar a Jesús. Más que condenar a la adúltera, lo que querían era  llevar a Jesús a una situación sin salida. Pero ¿qué es lo que hace Jesús? Simplemente se inclina y comienza a escribir con el dedo algo en la tierra. En medio de todo el tumulto y la conmoción que causaron los acusadores, Cristo permaneció en paz y con una declaración clara y penetrante cambió la situación y desarmó completamente a sus adversarios y, de paso, salvó a la mujer de la muerte.
Jesús vino a traernos amor y misericordia para salvarnos y librarnos y jamás se distrae de su misión, ni hay nadie que lo haga desviarse de su propósito de librarnos de todo mal y transfor-marnos para asemejarnos más a él. Por grande que sea el caos en el que nos encontremos, Jesús está allí con nosotros, con la misma calma de siempre y nos ofrece su fortaleza.
Él es el “buen pastor”, siempre capaz de cuidar a su rebaño, siempre dispuesto a salir a buscar y salvar a las ovejas extraviadas. Por eso, nunca tengamos miedo de acercarnos a Cristo; él nos mira con amor y nos espera siempre con misericordia y compasión.  “Jesús, Señor y Reden-tor nuestro, ten piedad de nosotros  que somos pecadores. Te amamos, Señor, y queremos pertene-certe a ti. Ven y líbranos de todo mal”.