LITURGA SEMANAL - 25º semana durante el año

25º semana durante el año

Lunes 20 de setiembre     Santos Andrés Kim, y compañeros mártires (MO)
Lucas 8,16-18: “Jesús dijo a sus discípulos: No se enciende una lámpara para cubrirla con un recipiente o para ponerla debajo de la cama, sino que se la coloca sobre un candelero, para que los que entren vean la luz. Porque no hay nada oculto que no se descubra algún día, ni nada secreto que no deba ser conocido y divulgado. …”.

El evangelio de hoy nos trae tres pequeños dichos de Jesús. Son frases sueltas que Lucas coloca aquí después de la parábola de la semilla, dónde Jesús nos ha hablado de escuchar, aceptar y poner en práctica la Palabra de Dios. Ahora el evangelista nos habla de la necesidad de irradiar la Palabra. Jesús ha encendido una luz que ha puesto en las manos de todos los que nos reconocemos sus discípulos para que podamos iluminar a los demás. Esta es la tarea de todo creyente: ser portador y testigo de una Palabra que no puede ocultar ni apagar. La vida cristiana es luz, y esa luz surge de nosotros, de nuestra comunión con Dios, origen de toda Luz. De este modo, sin soberbia o arrogancia, en la medida en que nos dejemos iluminar por la Palabra de Dios, somos responsables de hacer retroceder la oscuridad y de hacer visible con nuestras obras, la presencia del Señor en mundo.
En este mes de la Biblia, ¿de qué manera estamos dejándonos iluminar por la Palabra de Dios? ¿Con nuestras palabras, con nuestras acciones, estamos compartiendo la luz de Cristo en nuestro   entorno?
 
Martes 21 de setiembre     San Mateo Apóstol y evangelista (F)
Mateo 9, 9-13: “Jesús vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: “Sígueme”. Él se levantó y lo siguió”.    

El Evangelista ya había narrado, anteriormente, el llamado de Jesús a otros discípulos, pero en esta ocasión lo sorprendente del relato es que llame a un publicano, considerando que estos eran despreciados por los judíos, ya que eran vistos como traidores y ladrones, por dedicarse a cobrar los impuestos para Roma;  pero el Señor no viene a juzgar, sino que: “mirándolo con misericordia lo eligió”. Después de esto, el Maestro se sienta a la mesa a comer con pecadores y publicanos, provocando la ira de los fariseos, que cuestionan a los discípulos por la conducta de su Señor. Entonces Jesús les responde con las palabras de Oseas: “yo quiero misericordia y no sacrificios”, la cual es una fuerte crítica profética al “culto vacío”, ¿de qué sirve amar a Dios si no se practica la misericordia?, ya que, como dijo el Papa Francisco: “el nombre de nuestro Dios es Misericordia”.
¿En qué momentos hemos sentido la mirada misericordiosa de Jesús? ¿Nos sentimos perdonados por el Señor? ¿Hemos aprendido a ser misericordioso?

Miércoles 22 de setiembre
Lucas 9, 1-6: “Jesús convocó a los Doce y les dio poder y autoridad para expulsar a toda clase de demonios y para sanar las enfermedades. Y los envió a proclamar el Reino de Dios y a sanar a los enfermos, diciéndoles: “No lleven nada para el camino, ni bastón, ni provisiones, ni pan, ni dinero, ni tampoco dos túnicas cada uno. Permanezcan en la casa donde se alojen, hasta el momento de partir. …”.

El evangelio de hoy trae la descripción de la misión que los Doce recibieron de Jesús. Lucas hace el relato del envío de los doce apóstoles y habla de la autoridad que les dio el Señor,  de sanar y curar enfermedades. De alguna forma destaca como el Reino de Dios se manifiesta en hechos y palabras. Está presente allí donde toda obra buena extirpa el mal y trae salud y paz. Y se anuncia con cada palabra que se proclama como buena noticia para la vida.
Si bien, el Evangelio  trata del envío de los doce para la misión, también habla de nuestro envío, porque la misión ya no es sólo del Maestro. Junto con los discípulos y discípulas, la misión se realiza entre todos. La Buena Nueva de Dios es anunciada en comunidad. Y la llamada es a que en esta misión, todos nos pongamos en actitud de escucha y seguimiento.
Pidamos al Espíritu la gracia y el coraje para exponernos al cambio que empieza por uno mismo; un cambio que nos libere de ataduras y mezquindades para ser personas felices, plenas, caminando en las huellas de Jesús.

Jueves 23 de setiembre       San Pio de Pietrelcina (MO)
Lucas 9, 7-9: “El tetrarca Herodes se enteró de todo lo que Jesús hacía y enseñaba, y estaba muy desconcertado porque algunos decían: “Es Juan, que ha resucitado”. Otros decían: “Es Elías, que se ha aparecido”, y otros: “Es uno de los antiguos profetas que ha resucitado”. Pero Herodes decía: “A Juan lo hice decapitar. Entonces, ¿quién es éste del que oigo decir semejantes cosas?”

Desde el principio de su predicación, Jesús empezó a tener fama. Su hablar sonaba distinto al de otros predicadores. En más de una ocasión, el evangelio dice que después de una predicación de Jesús, muchos quedaban asombrados y decían, “pero ¿quién es este?”. El evangelio de hoy presenta la reacción de Herodes ante Jesús. Herodes no sabe situarlo. Había matado a Juan Bautista y ahora quiere ver a Jesús de cerca. En el horizonte despuntan amenazas. A Herodes lo carcome la duda, la intriga, el temor de no saber con qué o con quién se encontraría. Bien sabemos que su deseo de ver a Jesús no iba más allá de la mera curiosidad o del temor a que este nuevo profeta le pudiese echar en cara la muerte de Juan. No buscaba verlo para escuchar limpiamente su palabra, con la posibilidad de cambiar de vida y apuntarse a lo que Jesús, proponía…tenía otros temores y otras intenciones…
A la luz del Evangelio nos podemos preguntar: ¿nuestro deseo de encontrarnos con Jesús en qué se basa, qué nos mueve, que buscamos? ¿quién es Jesús para mí?

Viernes 24 de setiembre  Bienaventurada Virgen María de la Merced  (MO)
Juan 19,25-27: “Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a su madre y cerca de ella al discípulo a quien Él amaba, Jesús le dijo: “Mujer, aquí tienes a tu hijo”. Luego dijo al discípulo: “Aquí tienes a tu madre”. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como suya”.

Hoy es la fiesta de Nuestra Señora de la Merced y en el evangelio se relata el paso en el que María, la madre de Jesús, y el discípulo amado se encuentran en el calvario junto a la Cruz. Es la Hora de la máxima revelación del amor del Dios a los hombres, la expresión culminante del amor y entrega de Cristo a los suyos y María está allí. Su presencia no es casual, ni solamente un testimonio de su sentimiento maternal, sino que posee un profundo significado. María está junto a la cruz, herida profundamente en su corazón de madre, pero erguida y fuerte en su entrega. Es la primera y más perfecta seguidora del Señor porque, con más intensidad que nadie, toma sobre sí la cruz y la lleva con amor. María estuvo junto a su Hijo en el Calvario, y sigue estando hoy junto a cada uno de sus hijos que sufren. Ella es presencia y refugio, se hace solidaria con todos los dolores de la Humanidad.
María a los pies de la Cruz, se nos presenta como Mujer de fe, Madre fuerte y silenciosa. ¿Cómo estoy en el camino de fe? ¿Cómo es mi devoción a María, la madre de Jesús? ¿Còmo vivo mi discipulado en los momentos de dolor?

Sábado 25 de setiembre

Lucas 9, 43b-45: ” Jesús dijo a sus discípulos: “Escuchen bien esto que les digo: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres”. Pero ellos no entendían estas palabras: su sentido les resultaba oscuro, de manera que no podían comprenderlas, y temían interrogar a Jesús acerca de esto”.

El evangelio de hoy nos habla del segundo anuncio de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. Los discípulos no entendieron las palabras sobre la cruz, porque no eran capaces de entender ni de aceptar a un Mesías que se hace siervo de los hermanos. Ellos siguen soñando con un mesías glorioso. A los discípulos les resultaba extraño o incluso inaceptable que la entrega sea la culminación de una vida mesiánica y la fuente de vida para cuantos crean en Él… ¿Y qué pasa con nosotros? Lucas, nos invita hoy a dejarnos envolver por el Misterio, y tratar de comprender que los caminos de Dios y los nuestros tienen lógicas y direcciones distintas, los que en ocasiones cuesta mucho comprender. Pero, asumamos el desafío, dejémonos sorprender por los caminos nuevos que El Señor nos ofrece, para recorrerlos desde la fe en quien sabemos que nos ama.
Preguntémonos si en nuestra realidad ¿con qué actitud nos enfrentamos a aquellos caminos o realidades que parecieran en una dirección distinta a la del éxito aparente?, ¿cómo combinamos el sufrimiento y la fe en Dios?

Domingo 26 de setiembre       (26º durante el año)

Marcos 9,38-43.45.47-48: “Juan le dijo: «Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no viene con nosotros». Jesús respondió: «No se lo impidáis, porque quien hace un milagro en mi nombre no puede luego hablar mal de mí.

Alguno que no era de la comunidad de Jesús,  usaba su nombre para arrojar a los demonios. Juan, el discípulo, lo ve y le prohíbe hacerlo.   Para Jesús, lo que importa no es si la persona forma parte o no de la comunidad, sino si hace el bien que la comunidad debe hacer.  El Evangelio no disimula la lentitud, la torpeza y la ceguera de los discípulos que, hasta el final no terminan de comprender a Jesús. El Evangelio de este  domingo presenta tres importantes exigencias de conversión para el que quiera ser discípulo de Jesús:
     No tener la mentalidad cerrada de Juan, que pensaba ser el dueño de Jesús, sino tener una actitud abierta, capaz de reconocer el bien en los otros, aunque piensen distintos.
     Superar la mentalidad de aquellos que se consideraban superiores a los otros, y que, por esto, despreciaban a los pequeños y pobres. 
     No dejar que entre la rutina en el vivir el Evangelio, sino que   seamos capaces de romper los lazos que nos impiden vivirlo en plenitud.

Las recomendaciones del Evangelio de este domingo
tienen mucha actualidad hoy.
No podemos tener unos sentimientos que nos encierran en nosotros mismos,
como si fuésemos cristianos mejores que los otros.