Jesús sube a un monte con tres de sus discípulos y les deja ver, momentáneamente, su verdadera identidad. La experiencia es tan agradable que Pedro se olvida de sí y de los compañeros para mirar sólo por Jesús y sus acompañantes: está dispuesto a vivir a la intemperie con tal de prolongar lo que vive. La voz de Dios interrumpe su proyecto y sus sueños: reconociéndolo como Hijo querido, y Dios quiere que se le obedezca, lo que debe suscitar la contemplación de Jesús. Hasta que Jesús no resucite de entre los muertos, los discípulos no contarán nada de lo sucedido, y recién entonces lograrán entender el sentido de lo ocurrido.
INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
Espíritu Santo, Amor del Padre y del Hijo,
visítanos hoy con tu sabiduría e inteligencia,
ilumina los ojos de nuestro corazón
para que podamos comprender
el sentido de las Escrituras,
el mensaje que Jesús nos quiere comunicar en este día.
Haz que la Palabra que escuchamos
resuene en nuestro corazón y pase del corazón a la vida.
Que no seamos sólo “oyentes” de la buena Noticia,
sino que, con tu gracia, la llevemos a la práctica.
¡Ven, Espíritu Santo!
Abre nuestra mente, voluntad, corazón
y haznos acogida de la Palabra de la Verdad y de la Vida.
LECTURA
Las severas y desconcertantes palabras de Jesús sobre el camino doloroso del Mesías y del discípulo, provocan abatimiento y desilusión entre los suyos. Estos necesitan rehacerse, recobrar fuerzas y coraje. A ello se orienta la transfiguración sobre el monte. A tres discípulos se les otorga el privilegio de una experiencia singular, que les sirve de iluminación, aliento y exhortación: iluminación sobre la verdadera identidad y el destino último de Jesús; aliento para que los discípulos puedan recorrer el camino del Maestro. Abramos nuestros corazones a escuchar la Palabra de Dios.
LEER: TEXTO Marcos 9, 2-10.
En aquel tiempo, Jesús tomó aparte a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos a un monte alto y se transfiguró en su presencia. Sus vestiduras se pusieron esplendorosamente blancas, con una blancura que nadie puede lograr sobre la tierra. Después se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Entonces Pedro le dijo a Jesús: "Maestro, ¡Qué a gusto estamos aquí! Hagamos tres chozas, una para ti, otra Moisés y otra para Elías". En realidad no sabía lo que decía, porque estaban asustados.
Se formó entonces una nube, que los cubrió con su sombra, y de esta nube salió una voz que decía: "Éste es mi Hijo amado, escúchenlo". En ese momento miraron alrededor y no vieron a nadie sino a Jesús, que estaba solo con ellos. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó que no contaran a nadie lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos guardaron esto en secreto, pero discutían entre sí qué querría decir eso de "resucitar de entre los muertos".
LECTURA.
¿Dónde se encuentra Jesús? ¿Quiénes lo acompañan?
¿Quién habla? ¿Qué dice?
¿Quienes aparecen en la escena?
¿Qué significan esos personajes para los judíos?
¿Cuál es el mensaje de la voz del cielo para Jesús?
¿Y cuál es el mensaje para los discípulos?
La transfiguración de Jesús da lugar a un diálogo continuado, que se presenta en tres actos, con diversos protagonistas cada uno, y una toma de posición como motivo central. En la primera escena los discípulos asisten a la conversación de Jesús con Elías y Moisés y se atreven a pedir que la experiencia que están viviendo no se termine. La formación de la nube y la voz que domina la segunda escena: de contemplar a Jesús divino pasan los discípulos a escuchar al mismo Dios, que se presenta como Padre que ama a su hijo; después de oír la voz de Dios la visión desaparece; en tercera escena, Jesús y sus discípulos son devueltos, y con cierta brusquedad, a la normalidad. No podrán, les advierte Jesús, contar lo visto; ni sabrán hacerlo, pues vuelven confundidos por cuanto les acaba de decir Jesús.
MEDITACIÓN ¿Qué nos dice el texto hoy a nuestra vida?
El evangelio de hoy nos recuerda el momento, único, pero central en la vida de Jesús, cuando reveló su identidad verdadera a sus más íntimos. Podríamos hoy quizá hasta envidiar a esos discípulos que vieron a Jesús tan resplandeciente, profeta entre profetas, hijo amado de Dios. A un Jesús así nos sería fácil seguir; de un Jesús así, fácilmente se quedaría uno seducido. Con un Jesús así todo se nos convertiría en hermoso y, como a Pedro, nos parecería natural quedarnos con él, aunque fuera a la intemperie. Pero, entonces,
¿cómo es que no vivimos tan entusiasmados por Jesús?
¿Por qué no se nos transfigurará también a nosotros?
Jesús tomó consigo los discípulos que le habían seguido desde el principio, aquellos que habían puesto su confianza en él, y los llevó a un lugar apartado, sobre una montaña. En esta acción de Jesús tenemos expresado el requisito previo para ver a Jesús transfigurado: no fue a los extraños a quien Jesús se manifestó encantador, sino a quienes lo veían todos los días caminar y dormir, comer y predicar, rezar y descansar; para reconocer su verdadera identidad. Serán siempre los discípulos fieles aquellos que podrán soñar con la sorpresa de verse descubriendo quién es realmente Jesús.
Pero no nos ilusionemos demasiado: esta experiencia de ver a Jesús tal como es, siempre es breve. 'De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús. Y bajaron con él de la montaña' Las experiencias bonitas con Jesús son reales, pero escasas; profundas, pero breves; se dan ciertamente, pero siempre duran poco. Es en la relación cotidiana con Jesús, con el Jesús de siempre, entre las dudas y resistencias de cada día, como los discípulos aprenden a escuchar su voz. La fe se vive en la duda; la fidelidad se prueba cuando es posible y tentadora la traición: los discípulos que vieron a Jesús extraordinario, volvieron enseguida a verle tan ordinario como era todos los días; pero sabían que podían contar con que cualquier día podía volvérseles otra vez tan divino como en realidad era. Ellos lo sabían y vivieron escuchándole.
ORACIÓN.
Señor Jesús.
¡Cómo nos gustaría que te nos manifestaras tal cual eres, divino, cautivador!
Cómo nos ilusionaría poder asistir, aunque fuera por un instante,
a ese espectáculo que Pedro Juan y Santiago presenciaron.
Bastaría que te viéramos como Dios te ve, que te quisiéramos
como Él te quiere, que te aceptáramos como Él te pensó,
para saberte divino, tal cual eres, hijo preferido del Padre.
Danos la obediencia que nos pides; para ello,
te pedimos tu transfiguración, para hacernos tus discípulos.
Enséñanos, Señor Jesús, a comprender el secreto del camino de la cruz;
enséñanos a optar por Ti, por tu persona, aunque implique ese camino,
porque es el por el que Tú has optado. Enséñanos a amarlo. …
CONTEMPLACIÓN. Contemplar a Dios, volver la mirada al mundo y comprometerse con el Reino de Dios y su justicia:
Para ello:
ü ¿Necesito un alto en el camino - como el que proporcionó Jesús a sus tres discípulos en el monte Tabor - para verle transfigurado y transfigurar así también mi vida?
Vamos por la vida caminando con gozo hacia el encuentro glorioso con Cristo resucitado;
ü ¿Estamos dispuestos a asumir que a ese triunfo final sólo se llega pasando por la cruz, por el servicio, por la vida entregada por y a los hermanos?,
ü ¿O preferimos quedarnos en el monte (hacer tres tiendas) sin continuar hasta el Calvario?
ü ¿Qué significa escuchar a Jesús hoy?
ü ¿Cómo transfigurar hoy, la vida personal y familiar, y la vida comunitaria?
ü ¿Cuál es el mensaje del texto para nuestra vida hoy y qué podemos hacer en concreto para que se haga realidad?
ACCIÓN – Compromiso ¿A qué me compromete el “escuchar a Jesús”?
¿Qué puedo cambiar en mi vida a partir de sus palabras y su vida?
Ofrecerle al Señor alguna actitud concreta para vivir en la semana.
Interiorizar una palabra. Tratar de tenerla en cuenta en todo momento y buscar un momento cada día para recordarla y tener un tiempo de oración cotidiano donde volver a conversarla con el Señor.
ORACIÓN FINAL
Dios, Padre nuestro,
que nos invitas a
"escuchar a tu Hijo muy amado", Jesucristo;
abre nuestros corazones para que sepamos
acoger su Palabra con cariño y confianza,
la pongamos por obra, y así lleguemos a participar
un día de la plenitud de su felicidad gloriosa.
AMÉN.
Padre Nuestro que estás en el cielo...