4ª semana de cuaresma

Lunes 20 de marzo      Solemnidad de San José

Mateo 1,16.18-21.24ª.  San José reconoce la voluntad del Señor incluso en sueños, dejándonos notar su estrecho lazo con Dios, a quien, encontraba en las Escrituras.

 

Hoy celebramos a San José, esposo de la Bienaventurada Virgen María, varón justo, nacido de la estirpe de David. Y en el Evangelio contemplemos a José en parte de su itinerario vocacional, volcado en acoger y proteger el Misterio del Hijo nacido de María y la maternidad de su esposa: José responderá a la llamada del Señor y otorgará al hijo de María su linaje, lo hará descendiente de David…

San José es ejemplo de vida entregada a la voluntad Dios para los cristianos de siempre. A la luz  de la figura de San José, podemos mirar el recorrido vocacional que nosotros estamos llevando hasta ahora. ¿A qué nos llama el Señor? ¿cómo le estamos respondiendo?

Recemos en este día por el Papa Francisco, por los sacerdotes, por los Consagrados, por nuestra Patria, por los seminarios y las Casas de formación y por todos nosotros, y pidamos que su ejemplo nos estimule a responder a la voluntad de Dios como él lo hizo.

 

Martes 21 de marzo  

Juan 5,1-3ª.5-18: “Junto a la puerta de las Ovejas,… había un hombre que estaba enfermo desde hacía treinta y ocho años. Al verlo tendido, y sabiendo que hacía tanto tiempo que estaba así, Jesús le preguntó: “¿Quieres sanarte?” Él respondió: “Señor, no tengo a nadie que me sumerja en la piscina cuando el agua comienza a agitarse; mientras yo voy, otro desciende antes”.  Jesús le dijo: “Levántate, toma tu camilla y camina”.

 

El Evangelio de hoy describe como Jesús cura a un paralítico que se quedó esperando 38 años para que alguien le ayudara a llegar al agua de la piscina de Siloé para curarse. Ante esta ausencia total de solidaridad, Jesús, ¿qué hace? -Lo cura-, sin importar que sea sábado. El paralítico que estaba al margen de la vida, y no podía contar con nadie que se solidarizara con su dolor, recibe la preocupación de Jesús, quien se acerca a él, quien toma la iniciativa, y le pregunta si quiere ser sanado.… Aunque en el relato nos puede llamar la atención el milagro, resulta muy interesante poner atención al diálogo de Jesús con este paralítico y cómo su palabra es eficaz, pues le regaló la dignidad perdida por la enfermedad y el abandono. A este paralítico le bastó encontrarse con Jesús, el “agua viva”, para ponerse de pie y comenzar a caminar.

Hoy nos podemos preguntar: En lo cotidiano y en situaciones de abandono y falta de solidaridad ¿actuamos como Jesús, preocupándonos por el otro?

 

Miércoles 22 de marzo  

Juan 5,17-30: “El que escucha mi palabra y cree en aquél que me ha enviado, tiene vida eterna y no está sometido al juicio, sino que ya ha pasado de la muerte a la Vida…”

 

El Evangelio de hoy nos deja una primera sensación de algo confuso; Jesús hablando de muchas cosas al mismo tiempo como si estuviera apurado por enseñar y defenderse de los poderosos que querían matarlo. Estaba preocupado por cumplir su misión,  el anuncio del Reino y de las cosas del Padre, hasta el momento final. Nos muestra cómo, después de hacer sido criticado por los judíos, por haber curado en un día de sábado, Jesús responde: “Mi Padre trabaja hasta ahora, y yo también trabajo”. Nos comunica su unión con el Padre. Jesús colabora con el Padre dando continuidad a la obra de la creación, para que un día, todos puedan entrar en el reposo prometido. Dios, que con tanto amor nos ha creado, en Jesús nos recrea y nos promete resurrección y vida eterna. Dios es Padre y desea que en su Hijo todos seamos partícipes de su comunión de amor. Ese es el gran misterio que la entrega de Jesús en la cruz pone de manifiesto al mundo, pero que Él, con toda su vida nos lo testimonia.

Jesús es el reflejo del Padre; lo manifiesta, lo dice… ¿yo soy reflejo de Jesús? ¿Qué están reflejando mis acciones?

Jueves 23 de marzo  

Juan 5,31-47: “Ustedes examinan las Escrituras, porque en ellas piensan encontrar Vida eterna: ellas dan testimonio de mí, y sin embargo, ustedes no quieren venir a mí para tener Vida. Mi gloria no viene de los hombres. Además, Yo los conozco: el amor de Dios no está en ustedes. He venido en nombre de mi Padre y ustedes no me reciben, pero si otro viene en su propio nombre, a ése sí lo van a recibir. ¿Cómo es posible que crean, ustedes que se glorifican unos a otros y no se preocupan por la gloria que viene del único Dios?

 

Van varios días en que el relato evangélico  comienza diciendo “dijo Jesús a los judíos”, pero las palabras que el Señor  dirige a sus compatriotas nos las puede decir a nosotros: “Ustedes investigan las Escrituras”. Él denunciaba un modo de actuar y de leer las Escrituras que podía generar conocimientos, pero no encuentro con Dios Vivo. Qué bueno si en este tiempo cuaresmal frecuentamos un poco más la Palabra, nos familiarizamos con ella, guardamos como un tesoro en nuestro corazón su mensaje… dejando que nos transforme sin oponer resistencia… Pidamos al Espíritu Santo que cada lectura de la Sagrada Escritura nos haga crecer en conocimiento y en relación con Jesús, el enviado del Padre. Que podamos reconocer el testimonio verdadero de quien no se promueve a sí mismo, ni se exalta a sí mismo, sino que procura la voluntad del Padre.

Tal vez algo “se nos ha pegado” de las actitudes, de la forma de vivir la fe, que se van cuestionando en el Evangelio ¿qué cambios debo procurar en mi vida a la luz del testimonio y las opciones de Jesús?

 

Viernes 24 de marzo  

Juan 7,1-2.10.14.25-30: “Entonces Jesús, que enseñaba en el Templo, exclamó: “¿Así que ustedes me conocen y saben de dónde soy? … Yo no vine por mi propia cuenta; pero el que me envió dice la verdad, y ustedes no lo conocen. Yo sí lo conozco, porque vengo de Él y es Él el que me envió”. Entonces quisieron detenerlo, pero nadie puso las manos sobre Él, porque todavía no había llegado su hora.

 

¿Qué era lo que esperaba el pueblo judío? ¿Qué Mesías y con qué características lo identificaban? Como Jesús es conocido, no le creen. No creen que sea capaz de ser el que esperan, el Mesías. Igual que nosotros. Nos hemos hecho una idea de Jesús, de lo que es, y estamos cómodos, porque nos lo hemos adaptado a lo que nos interesa. Esta actitud nos impide mirar, descubrir y buscar. Cuaresma, tiempo de gracia, tiempo especial de encuentro que nos invita a mirar al Señor en su camino hacia la Pascua; a descubrir su rostro y su ser ese Mesías que también nosotros anhelamos y a buscar los mejores caminos para convertirnos en auténticos discípulos suyos. Encontrémonos con Jesús, con su humanidad, pero también con toda la humanidad y con la creación, y seamos capaces de encontrar ese camino de cambio para celebrar la Pascua. Es cierto que por momentos, pareciera que Jesús se nos esconde, como  en una parte del relato del Evangelio, pero finalmente se expresa sin callar nada, con todo lo que eso significa y con todas las consecuencias que eso trae: se proclama enviado de Aquel a quien Él conoce. Sin dudas habla de Dios y esta confesión determinará en sus perseguidores la decisión de matarlo.

En esta Cuaresma ¿qué camino y acciones hemos realizado para mirar, descubrir y buscar encontrarnos con el Señor?  En un contexto muchas veces adverso, ¿estamos dispuestos a proclamar a Jesús y testimoniar nuestra fe, asumiendo las consecuencias …?

 

Sábado 25 de marzo   Solemnidad de la Anunciación del Señor

Hoy se nos anuncia el misterio de la encarnación de Dios en nuestra naturaleza humana.

Que María nos enseñe y ayude, como Madre de Dios y nuestra, a dar gracias,

a agradecer, a aceptar y a vivir responsablemente este don.

 

Lucas 1,26-38; “... El ángel Gabriel entró en su casa y  saludó a María, diciendo: "¡Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo!". Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo. Pero el ángel le dijo: "No temas, María, porque Dios te ha favorecido. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será grande y será llamado Hijo del Altísimo.(…) María dijo "Yo soy la servidora del Señor; que se cumpla en mí según tu palabra".

 

La voluntad de Dios es la ley suprema que establece la verdadera pertenencia a Él. María instaura un vínculo de parentesco con Jesús antes aún de darle a luz: se convierte en discípula y madre de su Hijo en el momento en que acoge las palabras del Ángel y dice: "He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra".

Este "hágase" no es sólo aceptación, sino también apertura confiada al futuro. Este "hágase" es esperanza. María es la madre de la esperanza, la imagen más expresiva de la esperanza cristiana. Toda su vida es un conjunto de actitudes de esperanza, comenzando por el "sí" en el momento de la anunciación. María no sabía cómo podría llegar a ser madre, pero confió totalmente en Dios... (P.Francisco)

¿Qué nos llama más la atención en esta visita del ángel Gabriel a María? En este tiempo de cuaresma ¿qué nos dice hoy a nosotros esta escena del Evangelio? 

 

Domingo 26 de marzo   (5º domingo de cuaresma)

Juan 11,1-45: Las hermanas mandaron recado a Jesús, diciendo: «Señor, tu amigo está enfermo.» Jesús, al oírlo, dijo: «Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.» Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro.

 

Nunca se nos presenta a Jesús tan humano, frágil y entrañable como en este momento en que se le muere uno de sus mejores amigos. Al ver las lágrimas de las hermanas de Lázaro, Jesús no puede contenerse y también él llora. Peo las invita a creer en su poder salvador: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque muera, vivirá… ¿Crees esto?»

«Yo soy la resurrección y la vida… A pesar de dudas y oscuridades, los cristianos creemos en Jesús, Señor de la vida y de la muerte. Sólo en él buscamos luz y fuerza para luchar por la vida y para enfrentarnos a la muerte.

El cristiano se enfrentar al hecho ineludible de la muerte desde una confianza radical en Cristo resucitado. Una confianza que difícilmente puede ser entendida «desde fuera» y que sólo puede ser vivida por quien ha escuchado en el fondo de su ser las palabras de Jesús: «Yo soy la resurrección y la vida.»