Semana de la octava de Navidad

Semana de la octava de Navidad

Lunes 27 de diciembre   San Juan Apóstol y Evangelista (F)
Juan 20,2-8: “Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó”.

Celebramos hoy la fiesta de san Juan. El evangelio se centra en la figura del discípulo amado por Jesús. Fue testigo de muchos hechos de la vida de Jesús que sólo él nos transmitió. El discípulo amado solo tuvo un Maestro y a él se entregó con pasión. Junto a él se hizo hombre y cristiano. Junto a Jesús encontró a una mujer que tomó como madre espiritual, la misma madre de Jesús. Propio de este discípulo fue creer, sí creer siempre y amar, hacer del amor su arma más poderosa. Y fue consecuente hasta el final.El discípulo amado no tiene en el cuarto evangelio un nombre propio. En él nos podemos reflejar cualquiera de nosotros. Allí donde el Evangelio dice “discípulo amado” podemos poner nuestro propio nombre.
Como el discípulo amado también nosotros podemos vivir guiados por el único maestro. De él aprendemos la importancia de la fe, del amor, de vivir y permanecer unidos a la vid para dar fruto. Sabremos descubrir los signos de Jesús resucitado e interpretar los rumores de Resurrección. Donde los demás ven contraindicaciones, nosotros veremos síntomas, huellas, signos. Donde otros veían un robo, el discípulo amado “vio y creyó”.  
 “Dios y Señor nuestro, que por medio del apóstol San Juan nos has revelado el misterio de tu Palabra hecha carne, concédenos, te rogamos, llegar a comprender y amar de corazón aquello que tu apóstol nos dio a conocer.”

Martes 28  de diciembre         Los santos Inocentes (F)


Mateo 2,13-18: Una vez más aparece la figura de S. José, que tiene que arriesgarse por  María  y por el niño. En el texto que leemos hoy aparece también el drama de la matanza de los niños que se explica por el temor de Herodes, de que el niño terminara eclipsando su fama y quitándole poder. Efectivamente, el poder de Herodes era cuestionado por no ser descendiente de David, y el niño recién nacido que si lo era, aparecía como destinatario de los anuncios proféticos, según la interpretación de los Magos venidos de oriente. Los niños inocentes, que mueren injustamente, son como un símbolo de todos  los que son perseguidos y destruidos por la maldad de los que tienen  el poder del dinero y de las armas.
Este texto es también una invitación a orar por esas situaciones angustiosas de los refugiados.  Pero también podemos preguntarnos si nosotros no hemos usado de alguna manera nuestro pequeño poder, nuestra lengua, nuestras influencias para eliminar de nuestras vidas a las personas buenas que nos hacen sombra, que nos quitan autoridad y prestigio, que nos molestan o desagradan.
"Hoy quiero pedirte Señor, por todos los inocentes que sufren a causa de la desmedida sed de poder de los injustos. Toca con tu gracia los corazones crueles y despiadados, para que reconozcan su propia oscuridad y se abran a tu luz ".

Miércoles 29  de diciembre     5º día de la octava de Navidad


Lucas 2,22-35: La figura del anciano Simeón simboliza las esperanzas y los deseos más profundos del hombre que se realizan en el encuentro con la salvación. No se trata sólo del honor de ver la salvación que llega, sino del encuentro con alguien, que es el Salvador. Y no es sólo verlo, presenciar su llegada, sino también disfrutarlo, tenerlo entre los brazos, tocarlo.
Simeón esperaba el '"consuelo" para su pueblo, y en su encuentro con Jesús alcanza el consuelo más profundo de su corazón. Simeón afirma que luego de haber visto la luz del Salvador, reflejo de la gloria divina, ya no tiene nada que esperar y puede morir en paz.
 Simeón nos hace recordar que el paso de los años no es necesariamente un puro desgaste, porque puede darnos una sabiduría y una luz que nos permiten ver lo que otros no advierten. Simeón se alegra por el niño, pero advierte que será "signo de contradicción", y anuncia a María que "una espada atravesará su corazón". Porque ella,  tendrá que sufrir el tremendo dolor de ver a su hijo  asesinado, y no precisamente por los extranjeros, sino por ese mismo pueblo.
"Señor, dame la gracia de gozar en tu presencia, de reconocer que estás, pero también de experimentar el consuelo y el gozo de tenerte. Concede a todos los cristianos reconocer que la salvación tan esperada ya ha llegado, está verdaderamente entre nosotros ".

Jueves 30 de diciembre     6º día de la octava de Navidad
Lucas 2,36-40: Luego de la presentación de Jesús en el templo, el evangelio nos dice que el niño crecía y se fortalecía, llenándose de saber". Es un texto que nos confirma que el Hijo de Dios se hizo semejante a nosotros en todo, menos en el pecado. Porque si bien él tenía un conocimiento y una fortaleza especiales, no dejaba de ser un ser humano como nosotros, y también experimentaba lo que es ir descubriendo cosas nuevas, aprendiendo, creciendo, llenándose  de sabiduría. El, siendo infinito y perfecto, quiso también experimentar lo que es hacer un camino como el que vamos haciendo nosotros en la historia  de nuestra vida.
Él asumió una vida humana, pero como toda vida humana en esta tierra, no nació plenamente acabado, sino que también tuvo que "hacerse" con el  paso del tiempo. Si no fuera así, tendríamos que decir que Jesús es Dios que se hizo hombre, pero hombre celestial, y no un hombre  como nosotros. Pero la Palabra nos dice que "aunque era Dios, aprendió por sus propios sufrimientos qué significa obedecer.
Si bien su sabiduría superaba la de cualquier otro ser humano, sin embargo podemos decir que cuando era un niño tenía la sabiduría que puede alcanzar un niño, sin llegar a tener, antes de tiempo, una psicología de adulto.  Hizo un camino, porque fue un hombre de esta tierra.
"Señor Jesús, tú asumiste el desafío de tener que crecer, no te clausuraste en una perfección acabada. Dame la gracia de reconocer y aceptar que mi vida no está acabada, que no tengo toda la verdad, que necesito crecer en fortaleza y en gracia. No permitas que me encierre en lo que ya he alcanzado o que niegue el dinamismo de la vida ".

Viernes 31 de diciembre   7º día de la octava de Navidad
Juan 1,1-18: ““Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad”.  

Este sublime himno a la Palabra hecha carne, nos introduce en lo más profundo del misterio de la Navidad, para que podamos mirar más allá de la sencillez del pesebre. El nombre de "Palabra" indica que Jesús es el reflejo del Padre Dios, el que ha venido a manifestarlo, a mostrarlo tal cual es, el que vino a decirle al mundo la inmensidad de su amor. Gracias a él podemos llegar a conocer los íntimos y preciosos secretos que hay en la intimidad de Dios, cosas que nuestra pequeña mente humana jamás podría alcanzar con sus propias luces, si Jesús, la Palabra, no se las dijera.
Mirando a Jesús, escuchándolo, se nos manifiesta cómo es realmente el Dios en quien creemos: un Padre que ama y lo da todo, un Padre que busca, que dialoga con sus criaturas, que quiere decirles lo que más necesitan escuchar.
Si él es la Palabra, afinemos el oído interior para escuchar lo que tiene para decirnos, quizás sin palabras; hagamos silencio interior y liberémonos de las palabras inútiles que distraen nuestro corazón para que él reine con toda su potencia.
"Jesús, te pedimos que nos concedas admirarnos y alabarte por el misterio de tu Persona, remontarnos más allá del tiempo para reconocerte como Hijo eterno del Padre, pero adorarte al mismo tiempo en tu verdadera humanidad, que fue frágil como la nuestra , pero que reflejó en su pequeñez el amor y la gloria del Padre ".


               ENERO  Intención del Santo Padre: EDUCAR PARA LA FRATERNIDAD


Recemos para que todas las personas que sufren discriminación y persecución religiosa encuentren
en las sociedades que viven el reconocimiento de sus derechos y la dignidad que proviene de
ser hermanos y hermanas.


Sábado 1º de enero 2022  SOLEMNIDAD DE SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS


Lucas 2,16-21: Este texto del evangelio, en el día mundial de la paz, presenta una escena que es como un modelo de paz. En la noche de Belén se respira el anhelo de un mundo en armonía: el niño pequeño en el pesebre, su Madre serena meditando todo en su corazón,  los pobres y humildes pastores admirando la escena.
Parece un mundo donde la violencia y el odio no pueden tener lugar, es como un ideal del mundo soñado y anunciado por los profetas. Pero en realidad refleja también el sueño profundo de toda la humanidad, cansada de contrariedades, guerras, oposiciones, competencia, mentira e injusticia
Allí en el pesebre, en una pequeña familia, resguardada en una pobre cueva, se hacía realidad la humanidad que soñó el Padre Dios, un mundo en paz.
Sería bueno también que pudiéramos detenernos un instante de la fiebre de las distracciones, de la velocidad de nuestros pensamientos, del aturdimiento de nuestros proyectos, para detenernos a contemplar esta escena como si estuviéramos allí. Dejemos que la contemplación del misterio, pacifique nuestro interior y le devuelva a nuestro ser, la serenidad perdida. Este día también se celebra a María como Madre de Dios, porque el niño que nació de su seno es Dios igual que el Padre.
"Señor, despierta en los corazones humanos el deseo de la verdadera paz, habita en esos corazones como en un pesebre para que veamos nacer el mundo nuevo que soñamos, el Reino de paz que nos prometiste”.


Domingo 2 de enero   ( 2º Domingo después de Navidad)

Juan 1,1-18: “Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Al principio estaba junto a Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe. Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios”.

La ternura de Dios en los gestos de María que da a luz y envuelve  en pañales al recién nacido, sin  olvidar a José que contempla con ojos  asombrados el misterio del que es custodio. Por otra parte, la solemne declaración de san Juan Evangelista, el Teólogo: ese  Niño al que su madre recuesta en el pesebre es la Palabra de  Dios, que existe desde siempre   y que, al llegar la plenitud de los tiempos, ha entrado en nuestra frágil historia. En ese Niño tenemos que reconocer la gloria de Dios, su belleza que no es otra que su amor y su verdad. Hoy lo contemplamos e iluminados por el Misterio, nos dejamos ganar por el gozo y la paz de Dios que cantan los ángeles.
Señor Jesús, concédenos descubrir tu gloria de Hijo de Dios, en tu humanidad santísima, danos la gracia de reconocerte como verdadero Dios, pero también como verdadero hombre, que quisiste compartir en todo nuestra vida humana, poniendo tu carpa entre nosotros "