Dios
demanda obediencia de sus hijos. Espera que acatemos su voluntad con gozo, que
asumamos con humildad sus designios para que vivamos cediendo el control de
nuestro vida a su Santo Espíritu. Dios
como Padre, tiene un propósito para la vida de sus hijos y espera que la
acatemos con gozo en nuestro corazón.
Para
que nuestras palabras hagan eco a las del salmista:
“Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios” (Salmo 143:10)
En el Evangelio de hoy, Jesús narra un
hecho muy frecuente en la vida de familia. Un hijo dice a su padre:
"¡Voy!", pero luego no va. Otro hijo le dice: "¡No voy!",
pero luego va. Jesús pide a sus oyentes que presten atención y que den su
parecer. Por esto, durante la lectura, prestamos atención para descubrir el
punto exacto sobre el cual quiere Jesús reclamar nuestra atención. Abramos
nuestros corazones a escuchar la Palabra de Dios.
ORACIÓN INICIAL:
Señor, quieres que cumplamos tu
Palabra.
La única que conduce a la Vida.
Pero decimos y no hacemos.
Haz que cambiemos, que nos
convirtamos,
para hacer lo que tú nos invitas.
Que nunca nos consideremos de los
‘buenos’…
pero que no hacen tu voluntad.
Señor, ayúdanos a trabajar en tu Viña,
para que seamos hijos obedientes a tu
Palabra
Amén
Cantamos un canto al
espíritu Santo….
TEXTO A MEDITAR, ORAR Y
VIVIR:
Mateo
21, 28-32.
En
aquel tiempo, Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
“¿Qué opinan de esto? Un hombre que tenía dos hijos fue a ver al primero y le
ordenó: ‘Hijo, ve a trabajar hoy en la viña’. Él contestó: ‘Ya voy, señor’,
pero no fue. El padre se dirigió al segundo y le dijo lo mismo. Este respondió:
‘No quiero ir’, pero se arrepintió y fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del
padre?” Ellos le respondieron: “El segundo”. Entonces Jesús les dijo: “Yo les
aseguro que los publicanos y las prostitutas se les han adelantado en el camino
del Reino de Dios. Porque vino a ustedes Juan, predicó el camino de la justicia
y no le creyeron; en cambio, los publicanos y las prostitutas, sí le creyeron;
ustedes, ni siquiera después de haber visto, se han arrepentido ni han creído
en él”.
LECTURA: lee atentamente el texto
varias veces hasta identificar su estructura: personajes, verbos, lugares, relaciones
entre ellos y el mensaje central.
Para
entender la Parábola hay que tener en cuenta la ocasión y el motivo que la
provocó: Jesús había entrado en Jerusalén triunfalmente y se había presentado
en el Templo donde había expulsado a los comerciantes, y se habían preguntado
el origen de tal autoridad. Jesús acalla a los principales y las autoridades al
preguntarles sobre el Bautista y su misión.
El
relato de esta parábola es sobrio, reducido a lo esencial y está construido
sobre la oposición que existe entre los dos hijos de un Padre. Un padre dueño
de una viña invita a sus dos hijos a trabajar en su propiedad. El primer hijo
le demuestra un religioso respeto hacia su padre llamándolo “señor”, y por esto
digno de ser escuchado y aunque con mucha cortesía dice que sí, al final
termina no yendo a la viña. El otro hijo, por el contrario respondiendo
secamente y en forma negativa, cambia de pensamiento y va finalmente a trabajar
en la viña. El arrepentimiento de éste hijo es lo importante. Pero la parábola
se construye también sobre la oposición que existe en tiempos de Jesús sobre
las dos categorías de hombres en las cuales está dividida la sociedad según el
pensamiento religioso judío: por una parte están los elegidos, miembros del
pueblo de Dios que responden positivamente a la llamada del reino, pero
solamente de palabras; y por otra parte los indiferentes y pecadores, que no
observan la ley de Moisés y lo que prescriben los rabinos. Los miembros de
ambos grupos son hijos de Dios: Pero si los primeros se sienten convencidos de
estar en el único y verdadero camino porque son observantes de los mandamientos
de Dios; se diferencian de los segundos que son transgresores de la voluntad de
Dios tan sólo como lo señala el párrafo evangélico, por no tener necesidad de
conversión al descubrir la voluntad de Dios en la enseñanza de Jesús.
MEDITACIÓN: saca
del texto aquello que Dios nos dice a todos y te dice a ti en tu propia
realidad.
En
el evangelio de hoy, Jesús ha querido reflejar el drama de Dios con nosotros,
sus hijos: también Él tiene hijos que se conforman con decirse dispuestos a
obedecerle, e hijos que, tras haberse muchas veces negado, acaban por hacer lo
que de ellos quiere. Y es aquí donde tiene sentido la preferencia de Dios por
los malos aparentemente y la prioridad de que gozarán en su reino sobre los
aparentemente buenos. Este es el centro del Evangelio de hoy: los que todos
reconocen como pecadores entrarán en el reino de Dios antes que los que todos
estimaban como santos. Y es que delante de Dios no nos hacen mejores hijos las
obras que le hayamos prometido, por buenas que sean sino las que ya hemos
realizado, aunque no sean las mejores. Dios dejará pasar todas nuestras
anteriores negaciones, siempre que, al final, terminemos por hacer lo que desea
de nosotros. Ninguno es demasiado bueno para Dios por lo que dice; será bueno
de verdad, tan sólo quien haga su voluntad. Con la afirmación de Jesús a los
malos, no es que los quiera elogiar por ser malos; más bien advierte a los que
se creen ya buenos; Dios exige conversión de todos sus hijos: malos y buenos; y
sólo le satisface aquel que, bueno o malo, hace lo que le pide. Ser los
predilectos de Dios es hacer su voluntad.
ORACIÓN: desde el texto y desde tu
vida háblale y respóndele a Dios.
Gracias,
Padre, porque tu Palabra me dice que me quieres dispuesto a colaborar contigo
en el trabajo de la viña, del reino; tienes necesidad de que tus hijos estén
dispuestos a obedecerte. Eres un Dios que insistes en tus hijos para hacer lo
que de ellos quieres, aunque muchas veces nos neguemos a hacer lo que nos
pides. Eres un Dios y Padre que te fijas en la actitud del corazón y no en la
buena voluntad ni en los mejores deseos de cada uno de nosotros. Es la
obediencia a tu palabra lo que nos pides. Señor ayuda mi pobre corazón para que
se convierta a tu voluntad, porque se siente indigno ante Ti; porque tal vez me
he negado a tu Palabra y con ello a hacer tu voluntad; o porque tal vez en el
peor de los casos he querido quedar bien contigo tan sólo con mi buena voluntad,
pero sin comprometerme y responder a tu invitación.
CONTEMPLACIÓN: Te invito a hacer silencio y en lo
profundo de tu corazón adores, alabes y bendigas a Dios que te habla y te
invita a trabajar y comprometer tu vida construyendo la vida de los demás; te
invita a descubrir lo que Él quiere de Tí.
Contempla
el rostro de Dios encontrado en el texto, vuelve la mirada al mundo para comprometerte
con el Reino de Dios y su justicia.
ACCION - Compromiso: Andar por los caminos del
Señor diciéndole SÍ, día a día. Que nuestro "Sí" sea generoso,
sincero, comprometido y verdadero en la realidad de todos los días.
ORACIÓN FINAL:
Padre Bueno,
tú pides coherencia entre nuestras
palabras y la acción;
purifica nuestros corazones y
fortalece nuestra voluntad,
de manera que entre uno y otra haya en
nuestras vidas
más afinidad, tal como lo
experimentamos en Jesús,
nuestro hermano y Señor,
que vive y ama contigo por los siglos
de los siglos.
Padre
Nuestro, que estás en el cielo… AMÉN.
“Y en primer lugar recuerdo a todos que ser misionero solamente de nombre no basta. Hay que tener el espíritu misionero, el cual, siendo caridad, suele ser, más aún, debe ser operativo"
“Bien sé que algunas veces no se puede verdaderamente aquello que se querría; pero cuántas cosas se harían si tuviéramos la verdadera caridad, cosas que ahora no hacemos porque nos falta y nos imaginamos que no podemos. Yo os ruego, carísimos, que os examinéis un poco en la presencia de Dios y ver si en este punto habéis hecho verdaderamente toda clase de esfuerzos”. (S.A.G)