MEDITACIÓN PARA EL VIERNES SANTO

MEDITACIÓN PARA EL VIERNES SANTO

«Nos detenemos estos días para mirar el Crucifijo, la cátedra de Dios, y aprender en él, el amor humil-de, que salva y da la vida»
(Papa Francisco).

Marcos 14,1-15,47 “LO ENTREGÓ PARA QUE LO CRUCIFICARAN”.

El Amor es crucificado, pero el camino de las bienaventuranzas que Jesús abrió, ya nadie lo podrá borrar de esta tierra tan amada por Dios. El Padre nos entrega, en la fidelidad del Crucifi-cado, su bondad, su compasión y su ternura, para que nosotros nos sepamos amados y conti-nuemos el trabajo de nueva creación que Jesús trazó en su Evangelio.

Jesús no buscó la cruz, pero no la rehusó cuando estaba en juego su proyecto de amor. Por eso, los porqués más hondos del ser humano son curados por la cruz,
La cruz es el nuevo rostro de Dios que nos muestra Jesús. En la cruz, dolorosa e infamante, reservada a los traidores, a los esclavos y a los peores criminales, vemos ahora a Dios.
A tanto ha llegado su humildad y su dulzura.
En silencio, te miramos, te adoramos, Señor.

LOS QUE PASABAN, LO INJURIABAN.

Así se presenta el Amor: como lo más vulnerable, expuesto a la burla de quienes se ríen de su camino de bondad. ¿Cómo es posible burlarse del Amor inocente?
Jesús, ante la burla, calla, perdona, ama. Su silencio expresa la dignidad de quien ha sido fiel, la confianza de quien se sabe sostenido por el Padre, la sabiduría de quien ha entendido la verdad de todo. Como Jesús, hay muchos que no reniegan de su fe y soportan la persecución. Son una nube de testigos, que nos alientan en el camino.
En ti, Jesús, descubrimos la entrega máxima de Dios al ser humano.
Gloria a ti, Señor, por siempre.

DIOS MÍO, ¿POR QUÉ ME HAS ABANDONADO?
Jesús renunció a sí mismo para servir a los demás y ahora nadie asume la responsabilidad de su destino. Nos amó hasta el extremo y ahora se le esconde la luz. ¿Abandonará? No, seguirá fiel hasta el final, como el grano de trigo que muere y da fruto. En la noche de Jesús aparece la debilidad y el sufrimiento del Dios que nos salva haciéndose tan pequeño. En el culmen del ano-nadamiento, revela el rostro auténtico de Dios, que es misericordia. En el abandono, ora y con-fía:
«Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.
Bendito seas, Jesús, tu abandono confiado nos salva».

Y JESÚS DIO UN GRITO FUERTE Y EXHALÓ EL ESPÍRITU.

Así terminó Jesús, el que nos salva de los lazos del pecado, de la muerte, del miedo y de la tris-teza. Después del grito, ya no hay palabras, solo un silencio de fidelidad y confianza en su Pa-dre. Jesús muere fiel al Dios en el que ha confiado siempre. Muere como un excluido, pero con-fiando en el Dios que no rechaza ni excluye a nadie. Muere como el más pobre y despreciado, pero haciéndose solidario de todos los pobres de la tierra. En el santuario de su cuerpo muerto solo habla el callado amor.
Estás desnudo, nada te llevas, todo nos lo has dado. Nuestro amor es para ti.

REALMENTE ÉSTE ERA  EL HIJO DE DIOS.
Un centurión romano levanta la esperanza caída y alerta al corazón para que espere la luz de la Pascua. Un pagano es quien mejor entiende la inocencia y dignidad de Jesús. En la fe de este hombre ya se oye el rumor de la vida.
Jesús está vivo, nada tiene dominio sobre él. Su amor entregado nos guía y da fuerza para se-guir buscando alternativas de Evangelio para este mundo.

«CONTIGO, JESÚS, SIEMPRE HAY VIDA Y ESPERANZA».