23º SEMANA DURANTE EL AÑO
Lunes 7 de setiembre
Lucas 6,6-11: “…¿Qué está permitido en sábado: hacer el bien o el mal, salvar a uno o dejarlo morir?" Y, echando en torno una mirada a todos, le dijo al hombre: "Extiende el brazo." Él lo hizo, y su brazo quedó restablecido. Ellos se pusieron furiosos y discutían qué había que hacer con Jesús.
Los Fariseos observaban atentamente cualquier incumplimiento de la ley. Jesús mira a su alre-dedor y reconoce donde hay una necesidad. Los fariseos no tenían ningún cuidado por el hombre con su mano seca; sin embargo, para Jesús, él era el más importante en la sinagoga en ese momento. Escribas y fariseos se entrampaban con los protocolos y estructuras de la ley, y descuidaban totalmente la necesidad de alguien que era discapacitado. Jesús los re-prende por su estrechez de mente, y su convicción del imperio de la ley. Ellos se enfurecieron ante la curación del hombre, e inmediatamente comenzaron a discutir cómo podían detener a Jesús.
Dios es un Dios que se siente atraído por las personas a través de sus necesidades. Él también se focaliza en mis necesidades y me invita a que le haga espacio en mi corazón a las necesidades de los otros. Si hago esto, llego a ser un verdadero discípulo.
Martes 8 de setiembre Natividad de la Santísima Virgen María (F)
S.A. Gianelli: “¿Existe alguna cosa más dulce que dejarse invadir por los sentimientos de alegría espiri-tuales que suscita el nacimiento de la Virgen María?
La Virgen María nace para ser la madre del Salvador del mundo, para ser nuestra madre espi-ritual y para ser la más santa de las criaturas de Dios. Ella fue concebida y nació inmaculada y llena de gracia, por los méritos infinitos de su Hijo. Es importante que nosotros seamos con-sientes de que todas las gracias que recibimos es a través de María por ser la reina del cielo y de la tierra. Hablando del nacimiento de María, Gianelli dice: yo considero el nacimiento de María como el surgir de una nueva y vivificante aurora, por lo que precede, acompaña y sigue a su nacimiento. Quién es esta que surge como la aurora? Aurora que disipa las tinieblas de la noche y que, revestida de luz, se nos presenta para traernos el Sol Divino…
¿Qué hay de más dulce que dejarnos invadir de sentimientos de la alegría espiritual que sus-cita el nacimiento de María? Como un día fuiste mensajera de la redención para el mundo, busca serlo también para nosotros, el día en que entraremos en la eternidad, para ser bien-aventurados contigo… Aurora de paz, dame un rayo de la luz que iluminó tu cuna, para que no me sirva de colores que no son los tuyos para pintarte en la mente de quienes me escu-chan….”
Miércoles 9 de setiembre
Lucas 6,20-26 “Jesús, fijando la mirada en sus discípulos, dijo:«¡Felices ustedes, los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece….”
Después de haber orado a solas, de haber llamado y elegido a los doce; después de haberse encontrado con la multitud, atendiendo sus necesidades, liberando y sanando, Jesús mira a sus discípulos y comienza a enseñarles, mostrándoles el mapa para una vida abundante, plena, a partir de las bienaventuranzas y los ayes.
Dice Martin descalzo: ….Jesús comienza la predicación de su Reino desplegando la gran bandera que centra todas las expectativas humanas: la felicidad. Su búsqueda es el centro de la vida humana. Hacia ella corre el hombre como la flecha al blanco…Y todo el que renuncia a una gota de felicidad es porque, con ello, espera conseguir otra mayor. Es esta felicidad, esta plenitud del ser, lo que Jesús anuncia y promete. Pero va a colocarla donde menos podría esperarlo el hombre: no en el poseer, no en el dominar, no en el triunfar, no en el gozar; sino en el amar y ser amado…”
Para Jesús son dichosos, felices, los que tienen su mirada, confianza y esperanza en la ver-dadera vida y Providencia que Dios regala a pesar de ser y estar hoy pobres, hambrientos, llorando. Son dichosos aquellos que creyendo y siguiendo a Jesús, miran, eligen, disfrutan y soportan lo cotidiano de la vida, viviendo en clave de eternidad.
Pobres y ay de aquellos que buscan solo satisfacerse en todo y no pueden elevar sus ojos al cielo, queriendo tener todo aquí y ahora, que sólo confían es sí mismos.
Que bueno es entonces, mirar y peregrinar la vida en clave de eternidad, tener una mirada sobrenatural, de fe y esperanza de lo que se vive.
Caminar, esforzarse, disfrutar, sufrir y padecer sin perder de vista la meta, la cumbre, la ver-dadera vida, es la característica del dichoso, del bienaventurado.
Jueves 10 de setiembre
Lucas 6,27-36 “Sean Misericordiosos, Como El Padre De Ustedes Es Misericordioso”.
El evangelio de hoy nos hace una invitación a amar sin ninguna distinción, amigos y enemigos por igual. Algo absolutamente exigente y difícil para el pueblo que lo oye; se trata de un impe-rativo que manda o que expresa mandato u obligación. Mandato conforme al actuar de Dios que es siempre bondadoso y rico en misericordia. Así, con la regla de oro, se nos siguen dando ciertas coordenadas que nos permiten acercarnos al camino que nos muestra Jesús.
¿Qué quiere decir hoy “ser misericordioso como el Padre es misericordioso»? Es darse a sí mismo, dar el corazón, precisamente a los que no nos quieren, que nos hacen mal, a los enemigos. Esta es la novedad del Evangelio. Jesús nos muestra que no hay mérito en amar a quien nos ama, porque eso también lo hacen los pecadores. Los cristianos, estamos llamados a amar a nuestros enemigos. Hacer el bien y prestar sin esperar nada a cambio, sin intereses y la recompensa será grande. El Evangelio es una novedad. Una novedad difícil de llevar ade-lante. Pero significa ir detrás de Jesús. Este es el camino que Jesús nos enseña. '¿Y qué debo hacer?' Seguir el camino de Jesús, que es la misericordia; ser misericordiosos como el Padre es misericordioso. Solamente con un corazón misericordioso podremos hacer todo aquello que el Señor nos aconseja. Hasta el final. La vida cristiana no es una vida auto referencial; es una vida que sale de sí misma para darse a los otros. Es un don, es amor, y el amor no vuelve sobre sí mismo, no es egoísta: se da. Papa Francisco,
Viernes 11 de setiembre
Lucas 6,37-42 “No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; per-donen y serán perdonados. Den, y se les dará. …
Leamos atentamente el Evangelio hoy, que aunque es muy breve, es como un resumen de algunos puntos clave de la vida cristiana. Como solemos ser demasiado propensos a juzgar y condenar a los demás, nos trae una muy clara consigna: «Sean misericordiosos».
Hoy hagamos un ejercicio muy necesario en estae tiempo: “ayuno de palabras y juicios teme-rarios que juzgan y condenan a nuestros prójimos”, y que tal vez nos cuesta más practicar. Con pequeñas frases llenas de vida, Jesús quiere formar nuestra persona: no juzgar, para sanar nuestra mentalidad y pensamientos; no condenar, para sanar nuestra forma de expresarnos y recuperar el valor de la vida; perdonar, para vivir el amor en plenitud. “Den y se les dará”, que en palabras de san Francisco de Asís significa: “es dando, que se recibe; perdonando, que se es perdonado; muriendo, que se resucita a la Vida Eterna”. Todo este evangelio es para vivirlo hoy.
Sábado 12 de setiembre El Santo Nombre de María (ML)
Lucas 6,43-49
Hay dos puntos en el evangelio de hoy que llaman la atención: El primero es que en el corazón del hombre se juega la vida, en el corazón del hombre es donde está el bien o el mal y que como dice el Señor, de la abundancia del corazón habla la boca. Es decir con nuestras palabras, con nuestras acciones, con nuestros pensamientos también, manifestamos cual es la raíz profunda de nuestro corazón .Pero nuestro corazón está herido, tiene consecuencias del pecado original que lo inclinan al mal, por eso no bastan nuestras propias fuerzas para poder realizar siempre el bien, necesitamos siempre de la gracia de Dios , para que de él broten obras buenas, pensamientos buenos , palabras buenas, que edifiquen, que construyan, que tiendan puentes, que estén abiertas a los demás. No palabras de egoísmo, de violencia, palabras que destruyen y que generan climas adversos, sino palabras de amor.
El otro pensamiento, es la comparación que Jesús hace entre el hombre que escucha la pala-bra de Dios y la pone en práctica y aquel que la escucha y no la pone en práctica. Uno es como edificar la casa sobre arena, el otro es edificar la casa sobre roca.
Podríamos preguntarnos: ¿Sobre qué estamos construyendo nuestra vida? ¿Cuál es su fun-damento? ¿Es realmente Cristo la piedra sólida, sobre la cual estamos edificando nuestra vida? O la estamos edificando ilusoriamente sobre nuestras propias fuerzas…
Pidámosle al Señor que purifique nuestro corazón, para que cada vez este más empapado se su presencia y entonces como consecuencia broten en nosotros pensamientos, obras y pala-bras que agraden a Dios y que hagan bien a nuestro prójimo.
Domingo 13 de setiembre (24º durante el año)
Mateo 18,21-35 “Se acercó Pedro y dijo a Jesús: “Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?”Jesús le respondió: “No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete”.
En el Evangelio de hoy el tema central es el perdón y la reconciliación y todo lo que se expresa en la parábola, suena exagerado y grandioso. Las deudas de uno y otro son incomparables: una es inconmensurable, mientras la otra es una pequeñez. La severidad del servidor con su compañero llega hasta la crueldad del castigo desproporcionado. Con esta historia, Jesús quiere que nos demos cuenta del amor sin medida de Dios, que está siempre dispuesto a perdonar. Pero, aunque el perdón de Dios es sin límites, el único límite para la gratuidad de misericordia de Dios viene de nosotros mismos, de nuestra incapacidad de perdonar al otro.
El perdón es la fuerza interna para vivir el mandamiento del amor al prójimo. El rencor y la ira se oponen al perdón, porque por medio del rencor se ofusca le mente con oscuros pensa-mientos en contra de aquel a quien se guarda algo, o ha herido; por medio de la ira se ciega el sentimiento, que da pie al dominio de los instintos de ataque y venganza. El perdón es la sua-vidad del pensamiento positivo y la calidez del sentimiento de hermandad.
Pedro se acercó a Jesús con una inquietud en el corazón, ¿cuán mensurable es el perdón que deben tener los discípulos? El Maestro enseñó que para perdonar no existen límites, porque el tope lo pone el corazón mezquino o abre las fronteras el corazón magnánimo del ser humano. Así es la misericordia de Dios, que nos perdona siempre. ‘Perdonar’, no se trata de una operación matemática (hasta 70 veces siete), Dios es quien nos ofrece el perdón, su ofre-cimiento es para toda la vida, y en cualquiera de las circunstancias, el perdón es un ofreci-miento total de Dios.