NOVENA A LA INMACULADA CONCEPCIÓN

Estamos en Adviento.  Tiempo de espera de la venida inminente del Señor. Tiempo de conversión y de preparar nuestro corazón al Niño-Dios que llega. Y en este tiempo como un faro de Luz que todo lo ilumina y que nos ayuda a llegar a buen puerto, aparece una mujer toda vestida de estrellas y de Gracia: LA VIRGEN INMACULADA

 

Hoy, 29 de noviembre,  empezamos la preparación a la fiesta de La Inmaculada: SU NOVENA. Nueve días para ir amasando día a día nuestro corazón para hacerlo manso y humilde en manos de Nuestra Madre.

Para ello sugerimos hacer la novena a La Inmaculada (hay muchas formas  que nos propone la Iglesia); pero nosotros podemos vivirla acompañados de la siempre iluminadora presencia de San Antonio María Gianelli.

Deseamos y rezamos para que la misma, produzca muchos frutos de conversión a través de la mediadora de todas las Gracias: nuestra querida y Santísima Madre Inmaculada

 

En los lugres donde se hace públicamente o en privado, la Novena de la Inmaculada Concepción, pueden leerse las meditaciones de San Antonio Gianelli, para una novena celebrada en Génova en 1812, transcriptas por la Hna. Honorina Bigami,  en el libro “MARIA MUJER MARAVILLOSA”, páginas 181 a 197.

 

 

SUGERENCIA 

 

Preces comunitarias para el Rosario

 

A cada invocación repetimos  RUEGA POR NOSOTROS A DIOS.

ü  María, modelo de fe, Tú que creíste en la palabra del Ángel, y Dios obró maravillas en Ti, aumenta en nosotros la fe, sin la cual no podemos agradar a Dios, ni salvarnos.

ü  María, modelo de esperanza, Tú que esperabas la venida del Redentor, y el cumplimiento de todas las promesas mesiánicas, aumenta en nosotros la esperanza.

ü  María, modelo de caridad, Tú que amabas a Dios como ninguna otra criatura le ha amado, y nos amas con amor maternal, aumenta en nosotros la caridad de que tanto necesitamos.

ü  María, modelo de pureza, que Dios, al hacerte Madre suya, quiso conservar íntegra tu virginidad, consérvanos siempre limpios de alma y cuerpo.

ü  María, modelo de perseverancia, Tú que no volviste nunca atrás en el camino de la virtud, alcánzanos la perseverancia en la gracia de Dios, para que no perdamos nunca la amistad con Jesús.

 

A cada invocación repetimos  RUEGA POR NOSOTROS A DIOS.

Ø  Para que seamos verdaderos hermanos de Jesús, Tú que fuiste Madre de la divina Gracia.

Ø  Para que nos veamos libres del pecado, Tú que fuiste siempre virgen.

Ø  Para que seamos verdaderos apóstoles de Cristo, Tú, Reina de los Apóstoles.

Ø  Para que nuestros padres y superiores gocen de buena salud, Tú, que eres salud de los enfermos.

Ø  Para que aumente en nosotros el amor a Dios y al prójimo, Tú, la Hija predilecta del Padre.

 

A cada invocación repetimos  RUEGA POR NOSOTROS A DIOS.

*      Tú que eres nuestra esperanza en los trabajos por Cristo y la Iglesia.

*      Tú que eres nuestra esperanza en nuestras empresas y proyectos.

*      Tú que eres nuestra esperanza en las horas de dolor y angustia.

*      Tú que  eres nuestra esperanza en los momentos de alegría.

*      Tú que eres nuestra esperanza ahora y en la hora de nuestra muerte.

 

EN LA SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA, SAN ANTONIO GIANELLI, REZABA ASÍ:

 

Tú, oh Dios, la has creado Inmaculada, porque tu sabiduría es infinita como tu poder, porque lo exige tu providencia en la economía de la salvación, porque siempre quisiste que el hombre creciese en gloria, y porque Tú estás acostumbrado a sorprender y golpear al inicuo, allí donde te insulta, para su confusión y tu mayor gloria: su maldad descenderá sobre su cabeza.

 

Lo creo para tu gloria, oh María. Gloria que se refleja sobre nosotros, tus hijos, hechos ricos y seguros por una Madre tan grande. Tú eres la gloria de la iglesia y de todo el género humano, porque Tú sola venciste al demonio. Tú eres el júbilo del nuevo pueblo de Dios que siempre venció al demonio con el poder de tu nombre. Tú, de esta ciudad que es tuya, de esta Congregación que a ti se consagra, dulce sostén y decoro.

 

Tú, refugio y salvación de los pobres pecadores. Oh María, Virgen prudente, Madre nuestra clementísima, haz que con el favor de tu fuerza y de tus ruegos ante el Divino Salvador, nosotros podamos vencer al demonio; hoy  y siempre, ruega por nosotros, intercede por nosotros ante Cristo Jesús.

 

Haz, oh Dios, que a cada tentación del maligno, María vuelva a aplastar su cabeza, para aumentar su confusión y desprecio, como sucedió en su Inmaculada Concepción.

Para tu mayor gloria, tu mayor honor y para nuestra salvación.