Novena de la inmaculada
concepción de María celebrada en Génova en 1812
Ø DÍA PRIMERO
“La alabanza es tanto más preciosa cuanto más raro es el
merito que constituye su objeto….
Yo no sé qué cosa pueda imaginarse más gloriosa en María
que su admirable preservación de la culpa de Adán… María no fue elegida
solamente para ser la única sin mancha y libre de toda culpa, sino que fue
elegida para ser instrumento de destrucción de la culpa misma… María fue predestinada
desde la eternidad como verdadero instrumento
para devolver a la estirpe de Adán la justicia original y aquella vida
que le había quitado el pecado…
La inmaculada concepción de María es como el compendio y
el centro de toda prerrogativa, de donde emana toda virtud. María fue
inmaculada en su concepción y como tal fue digna Madre de Dios, porque no
habría podido ser de otro modo un digno templo de divinidad. …Tuvo gracia tomar
parte ella misma en la gran obra de la redención; …se conservo siempre pura de
alama y cuerpo en medio de tantos misterios;
… de grado en grado llego al colmo de aquella perfección que tanto la
ensalza por encima de todas las criaturas, tanto terrenas como celestiales, y
la hace superior a todas de modo que los más altos querubines, los serafines más
ardientes se postran ante ella como ante una reina, porque les gana
inefablemente en merito y en santidad: “ Una es perfecta mea.” ¿Cómo podemos honrar mejor a María que
recordando esta singular prerrogativa, por medio la cual todos recordamos las
gracias y los favores con que se complació en enriquecerla la mano omnipotente
del creador? ¿Cómo cautivarse su afecto…, como lograr que nos ayude en nuestras
necesidades mejor que recordando el feliz instante de donde arrancan todas sus
grandezas?
Enfervoricémonos, por tanto, al obsequiar a María
inmaculada, con santos afectos, con espíritu fervoroso, y sobre todo, en
conformidad con la sublime cualidad que admiramos en María, quiero decir, con
un espíritu de odio a la culpa… María siempre enemiga del pecado no puede amar
a quien no odia al pecado. Pero al que se presenta ante ella anhelante de
obtener la inocencia de vida que tuvo María desde el primer momento de su
concepción, ella lo acepta como hijo, y como madre amorosa lo cobija bajo su
manto y lo defiende de las ruinas de la culpa.
¡Ah sí! Querida madre inmaculada, sabemos que odias el
pecado, y que lo odiaste desde el momento en que vuestro Dios os dio el ser.
Nosotros admiramos y admiraremos siempre la suerte que tuviste de ser
preservada de culpa; pero acordaos de nosotros, que gemimos bajo la esclavitud
del pecado y que esperamos vernos libres de sus cadenas, únicamente por vuestra
protección. Haced, si, haced que contemplando vuestra inmaculada Concepción nos
enamoremos de vuestra bella inocencia, que tratemos siempre de imitaros el
resto de nuestra vida.
Ø DÍA SEGUNDO
…No se puede decir cuánto agrada a Dios ver
honrada a María como inmaculada en su concepción.
Y esto con mayor razón si se considera que el obsequio
que tributamos a María redunda directamente en gloria del Creador. Es cierto
que honrando a los santos y a María, honramos siempre a dios en ellos, como ya
indico David: Láudate Dominum in sanctis ejus; pero celebrando la inmaculada
concepción de María, de modo más especial y directo, alabamos la más bella obra
de la creación, tanto por su rareza como por la excelencia que en ella
resplandece. Nosotros alabamos el poder del padre por haberse complacido del género
humano. Alabamos la sabiduría del Hijo, que de una semilla corrompida ha sabido
hacer germinar un lirio de tanto candor. …¡Dichosos nosotros al poder obsequiar
a María Inmaculada, si tanto agrada a Dios!
Reavivemos nuestra fe en la Inmaculada Concepción de María
y nuestro corazón se explaye en dulces afectos hacia esta gran Madre. …Esforcémonos
en alejar de nosotros el pecado, y entonces Dios y María se complacerán en
nuestra piedad, en nuestras alabanzas, y nos remuneraran largamente.
Si, amorosisimo Jesús, sabemos cuán dulce es para ti el
ver honrar a tu dignísima Madre María como pura e inmaculada; pero también
sabemos cuánto te desagradan sus alabanzas en la boca de quien vive en pecado.
Querido Jesús, purifícanos con tu gracia, danos aquella inocencia que veneramos
en María, y la alabaremos entonces con fruto y con tu agrado.
Ø DÍA TERCERO
Iluminada un día María por el divino espíritu que la hacía
fecunda de Dios, y viéndose sorprendida de tantos dones del cielo, soltó su
lengua, ardiente en fuego vivo, para cantar las divinas misericordias , y
penetrando con su pensamiento en las edades más remotas, vio los obsequios que
un día le habría tributado todo el mundo católico por los grandes dones y
maravillas que había obrado en ella el omnipotente señor, prorrumpiendo en
aquellas memorables palabras: Ecce… desde ahora me llamaran dichosa todas las
generaciones porque ha hecho en mi cosas grandes el Poderoso. Y yo creo que,
entre todos los honores que se ofrecerán a través de los siglos, ninguno quizá
le agradara tanto cono el venerarla Inmaculada en su concepción…
Su gloria es indeleble… La ventaja es nuestra, y nuestro
debe ser, por lo mismo, el empeño en conservar siempre esta devoción que tantos
bienes atrae del cielo…Nosotros, que podemos gloriarnos de tener una
liberadora, una protectora, una madre que no conoce el pecado, ¿no nos
esforzaremos por conservar esta gloria?... En todo lo demás, hagámonos como san
Pablo necios y abyectos, pobres y mendigos por amor a Cristo, pero cuando se
trate de conservar la gloria que se deriva de María, ¡ah! Entonces hagamos ver
cuanta es nuestra constancia, nuestra fe, y confundamos con ella a nuestros
adversarios.
Animo pues, animo, almas fieles, hijos de María, animo en
esta devoción. “estad firmes, diré con san Pedro, estad firmes en la fe.
Vuestra fe en la inmaculada Concepción sea cada vez más firme… Esta es la
gloria de toda la iglesia, todos los
fieles deben empeñarse en conservarla con constancia y con fervor.
Si, Virgen madre, intacta paloma, inmaculada María,
nosotros nos creemos afortunados y felices en tenerte por Madre. Todos
nosotros, náufragos en el mar de la culpa, nos gloriamos que para traernos al
mundo Dios te haya escogido a ti por compañera, que no conoces pecado. Alcánzanos
de vuestro Hijo aquella inocencia que no guardamos hasta ahora, a fin que, así
como nos gloriamos de tenerte por Madre, tú puedas complacerte de tenernos por
hijos, e hijos no del todo indignos de tal madre.
Ø DÍA CUARTO
In medio populi sui glorificaditur (Eccl 24,1)
¡Feliz Ligua, Génova afortunada! Es verdad que tus hijos
son los hijos de María: es también cierto que tu eres la ciudad elegida desde
hace siglos, que a tu pueblo le toco la suerte de ser el pueblo de María; aquel
pueblo que siempre protegió con especial amor… aquel pueblo, finalmente, que
bajo el manto de su protección se colmo de gloria y de honor singular, y en medio del cual, para colmo de
todos los hombres, ella hecho raíces: “Quasi oliva speciosa in campis… radicavi
in populo bonificato!” No hay rincón en las tierras cristianas donde no
resplandezcan los favores de María; no hay pueblo que no se vanaglorie de su
protección, y no hay ninguno que pueda asemejarse a ti, que pueda decirse todo
Tuyo… Tu piedad en honrar a María se ve en muchos templos, resplandecía,
todavía, en tantos monumentos de moda que a cada paso testifican tu gratitud,
tu reconocimiento; y la devoción que resplandece en tus pueblos es una fundada
esperanza de que se prolongara por los siglos, y que María será siempre
glorificada en medio de ellos. Pero esta misma devoción nunca se manifestó con más
vigor que cuando se honra su Inmaculada Concepción; por lo que el último motivo
y el más firme para vosotros de honrar a María Inmaculada quiero que sea el
empeño especial que deben tener los genoveses.
Solo el poder llamarse pueblo de María es un gran motivo
para amarla, pero vosotros que la amais por todos los títulos y por todas las
circunstancias, no podéis por menos de buscar su índole y su mayor agrado. … Por
cada título, pero especialmente por ser Inmaculada en su concepción, debe ser
glorificada por nosotros María.
¿Qué es lo que hay más frecuentemente en las comarcas de
la Liguria que los templos levantados a María inmaculada, que los altares a
ella dedicados? ¡Cuantos oratorios, cuantas consagraciones, incluso en nuestros
días, cuantos himnos y cantos resuenan en honor de María Inmaculada!... ¿Todo
esto no debe animarnos a continuar con una siempre mayor pasión?
¿Cuál fue el camino para que la Liguria cobrase tanto
afecto a la Inmaculada Concepción de María? Tuvieron los genoveses siempre una
especial inclinación a la piedad, especialmente para honrar a María, pero esta
inclinación nunca se acentuó tanto, como cuando se trato de honrar a la
Inmaculada. Dan fe de ello la pasión con que acudían a ella en las
circunstancias más críticas. Cuando el hambre y la guerra se asomaban con sus más
tremendos medios de destrucción…, María inmaculada fue el primer consuelo, la primera
defensa. Cuando las discordias civiles… bañaban con la propia sangre sus
barriadas…, los votos y promesas públicas tomaban a María Inmaculada como árbitro
y consejera en tantos sinsabores y contrariedades, y ella como ramo de olivo traía
la calma y la paz. Cuando la peste contaminaba a los ligures,… fue María
Inmaculada el primer valladar, el primer medio empleado para ahuyentarla.
… Es tan manifiesta la protección de María, que no solo
el clero y el pueblo, sino también los magistrados y el mismo senado ordenan
que se celebre siempre la fiesta como la celebramos ahora como promesa de
nuestros padres. El senado estableció
una solemne procesión anual, y erigió una suntuosa capilla, que como perpetuo
monumento de reconocimiento puede verse por todos en S.Pedro Banchi.
…¿Pero de que vale la insigne piedad de nuestros padres
si no incentiva la nuestra? Génova es siempre la ciudad de María, María es
siempre nuestra singular protectora, ¿pero somos todavía los mismos ligures
devotos, los mismos siervos, los mismos hijos de María?
¡Ah, sí que lo somos, oh poderosa soberano Inmaculada María,
sí que lo somos todavía! Aquí están los ligures vuestros, poderosa Reina
nuestra; aquí están los genoveses hijos vuestros. Madre nuestra purísima, helos
aquí a vuestros pies. Renuevan las antiguas promesas por mi medio, y ponen en
vuestras manos sus almas y sus corazones. Guárdalos, Virgen María, y serás
siempre glorificada entre los genoveses, vuestro pueblo: In medio populi tui
glorificabitur.
Ø DÍA QUINTO
…El odio eterno que Dios tiene al pecado no permitía ver
algún rastro del mismo en aquella a la que desde la eternidad había elegido
como hija, como madre, como esposa, en aquella que había destinado para ser
corredentora del mundo. No es posible, dice el Espíritu Santo, que Dios entre
en un alma contaminada por la culpa; “In malevolam animam non intribit
sapientia”. Y María que debía ser templo vivo de Dios humanado, quiso
precisamente el Señor formársela según su corazón, quiero decir, toda hermosa,
toda pura, toda inmaculada: “Tota pulchra es, amica mea”.
¿Y todo esto que nos enseña?... ¿No es lo mismo que
decirnos que no es posible agradar a Dios si no se detesta el pecado?... Si
deseamos ser amados por nuestro buen Dios, es cierto que deberemos jurar este
odio eterno a la culpa.
… María fue instrumento elegido para la destrucción del
pecado… ¿Qué dejo de sufrir María? ¿Tantos desgarros a que servían sino para
destruir el pecado? El alma cristiana… ¿no deberá sentirse estimulada a seguir
a María para declarar la guerra a la culpa?
…¿Seremos tan ingratos y tan necios que abramos las
puertas al enemigo, que introduzcamos en nuestro corazón la culpa, mientras María
combate por nosotros? ¿Pero no hacemos esto siempre que consentimos en el
pecado? Cuántas veces hemos afligido el corazón de María por habernos unido
contra ella por el pecado… si somos hijos de María abramos los ojos de una vez
y aprendamos de ella a detestar la culpa,… Es cierto que María recibió la
divina bondad su admirable preservación de la culpa original;… ¡pero como
respondió a la divina donación!... Es doctrina común que no cometió jamás el más
ligero pecado venial en todo el tiempo de su vida. ¿Nuestra correspondencia a
los divinos favores es semejante a la de María? Es cierto que no tenemos sus
privilegios cuando nacemos, pero los tenemos en gran parte en el agua
bautismal. La estola de la inocencia nos fue restituida al salir de aquel baño
saludable; ¿la guardamos tan limpia como María guardo su integridad? … Qué
vergüenza para nosotros que osamos llamarnos hijos suyos… Comencemos dese este
momento a imitarla de verdad… ella odio siempre la culpa, la detesto;
comencemos a aborrecerla, a detestarla y a odiarla también nosotros… Ella nos
invita con sus ejemplos, nos estimula con sus consejos, nos ayuda con el
poderoso socorro que nos envía desde el cielo.
He aquí, oh poderosa capitana, oh triunfadora María, he
aquí a vuestros siervos, a nuestros hijos que aprenden de ti a odiar la culpa.
Estamos decididos a aborrecerla para siempre, y nos desagrada enormemente de no
haberla aborrecido siempre. Juramos, desde este momento, eterna guerra al
pecado; pero, por piedad, oh María, no nos abandones en el gran peligro, y dótanos
sobre todo, de aquella firme constancia que solo merece de vuestro hijo la
corona de vida.
Ø DÍA SEXTO
…María, exenta de la culpa original se vio también libre
de los tristes efectos de la misma culpa. Se vio libre, por ello, de las
tinieblas de la ignorancia… de la soberbia… de todos los lazos de la
concupiscencia… Toda simple y toda bella salió de las manos de Dios y el Dios
amoroso todo se lo mostro…
¿Y quién puede jamás, no digo comprender, sino imaginar
la grandeza del amor en el que ardió María en aquel dichoso instante?... Ella
amaba más que todos los hombres y todos los ángeles juntos, porque es de todos
corredentora, de todos es la reina… Amaba como Madre, amaba como hija, amaba
como esposa de un Dios… Digámoslo con una frase que lo expresa todo: Ella amaba
como María.
…Los padres de la iglesia dan al amor de María un grado
que se aproxima a lo inmenso, a lo infinito… si se piensa que el amor que María
tuvo en el instante de Inmaculada Concepción, nacía del vivo conocimiento de su
Dios, y de todas las relaciones que conocía tener desde entonces con El; si se
considera que no fue destruido por un acto contrario de su voluntad, sino que,
por el contrario, se le vio siempre crecer…; si se piensa en la perfección que
adquirió en el cumplimiento de todos los misterios que ilustran su vida, se
reconocerá que la lengua humana no es capaz de medir el fuego del amor de
María y que, por tanto, se puede afirmar
que el amor con que María amo, ama y amara siempre a su Dios (al menos según
nuestro modo de entender) tiene algo de infinito.
¿Qué dice nuestro corazón ante tan bella escuela de amor?
¿Hay alguno entre nosotros que tenga ocasión de confundirse? ¿Nuestro amor a
Dios tiene alguna proporción con el de María? ¿Es al menos bastante grande? Almas
que lo amáis verdaderamente, perdonadme: no hablo para vosotros; pero si se observan
nuestros hábitos, hay que concluir o que se ama muy poco, o… ¿y nos atrevemos a
llamarnos dignos hijos de María? Ella todo amor, fuego, y nosotros todo hielo…
Es cierto que María tuvo más dones que nosotros, y que
ella tenía más motivos para amarlo, ¿pero lo amamos al menos como debemos?
También nosotros fuimos creados de la nada… cuida de nosotros la divina
Providencia, ¿pero lo amamos como lo merecen los beneficios diarios que
recibimos del Señor? Si no fuimos preservados del pecado original como María,
el misericordioso Señor se digno líbranos de el mediante el derramamiento de su
sangre; ¿pero lo amamos como exige nuestra vocación a la fe católica, los
sacramentos de que disponemos, el paraíso que se nos promete, María que se nos
ha dado por Madre?
¡Ah! Querida Madre, nuestro único refugio: estamos
confusos humillados. No solo no amamos a vuestro y nuestro Dios, no solo no
correspondemos como Tu a sus gracias, sino que le hemos ofendido, ultrajado con
nuestros pecados. Vuestra escuela del amor nos ha hecho conocer nuestras
ingratitudes, nuestra ruindad. Estamos arrepentidos, pero alcánzanos un total
perdón, y a fin de que en el futuro seamos fieles hijos tuyos, como lo
profesamos, obtennos de tu hijo divino una llama de aquel fuego en el que tú
siempre ardiste.
Ø DÍA SEPTIMO
“Mi delicia es estar con los hijos de los hombres”. Hay que
decir que es sumamente grande el amor que nos demuestra María si se piensa que
su delicia es estar con nosotros.
“Esto os mando, que os améis mutuamente”. No se ama a Dios
si no se ama también al prójimo. María, que tanto amaba a su Dios… ¿Qué tierno
amor no sentiría por nosotros, si era proporcionado al que tenia por su Señor?
Ella no podía dejar de amar a los que son imagen de Dios,
porque en ellos amaba a Dios mismo.
Por el fuego de amor que en ella ardía, María se ofreció
a sí misma como socorro nuestro, y agrado tanto su sacrificio a la divina
bondad, que movida a compasión, acelero el momento de nuestra redención… Vio,
entonces, cuanto le iba a costar el ser madre, el tenernos por hijos, pero
puesto que desde entonces nos amo como madre, nos cuido como a hijos, y se
ofreció por nosotros. ¿Quién podrá decir el amor con que nos amo María desde el
primer momento de su concepción?
¿Pero correspondemos nosotros al amor de María? A
imitación suya ¿amamos nosotros a nuestros semejantes, como los amo María? ¡Si
aprendiésemos, al menos, a dejar rencores, odios y envidias que tan
contrapuestos son al espíritu de María! NO perdamos de vista, que la verdadera
devoción consiste en la imitación de las hermosas virtudes de María. Somos
hijos faltos de devoción, infieles, si no nos hacemos como ella amantes,
virtuosos, santos.
Ella es la madre del amor hermoso que nace del amor de
Dios y del amor al prójimo. Dejémonos prender de este fuego, porque sin él nos
llamamos en vano hijos de María. Ella ama a quien el ama. Pero no el ama de
verdad si antes no ama a Dios y al prójimo.
Por desgracia es cierto, oh María, que no podemos serte
gratos si antes no nos encendemos con el doble amor en que ardiste totalmente;
pero las pasiones, el mundo, nuestra misma malicia ahogan en nuestro corazón,
apenas nacida, la llama de la caridad. ¡Ah! Inmaculada María, enciéndela en
nuestro corazón, y aliméntala con los ricos dones de vuestra amorosa
protección.
Ø DÍA OCTAVO
…La vida cristiana es el camino indicado por Cristo… por
el cual no camina quien no lleva cruz: “qui vult venire post me, abneget
semetipsum, et tollat crucem suam, et sequatur me”. María fue la primera en
seguir este camino de vida, fue el primer modelo de la vida cristiana, fue la
maestra de Jesús, la discípula y la compañía; por ello es guía segura en el
camino del sufrimiento, y después de la de su divino Hijo no puede haber mejor
escuela…
María fue la primera y la única que experimento la
dulzura del amor más puro, no lo gusto sin amargura. Probó también ella que el
que ama debe sufrir. En el primer instante de su concepción concibió tanto amor
a Dios, como no llegaran a tener todos los serafines del cielo y como nadie es
capaz de imaginar; pero este amor le causo tanto más dolor cuanto el amor era
mayor.
Que dura pena en el corazón de María al ver, por una
parte ofendido a su Dios, maltratado, ultrajado a aquel Dios a quien tanto
amaba, que es digno de todo el amor y que solo el poderle amar es la suma
felicidad; y ver por otra parte que quien le ofende es el hombre, en cuyo seno
había nacido, al que quiera verlo salvo, al que amaba como hermana, hija,
corredentora, madre… Veía ofendido a Dios a quien ella amaba como padre, como
hijo, como esposo, y lo veía ofendido por aquellos a quienes también amaba por
tantos títulos.
María que veía ultrajado a aquel Dios que todo lo sufría
con tanta magnanimidad, a aquel Dios tan bueno y amable, que mientras los
hombres lo desdeñan, el no se ocupa de otra cosa que de salvarnos ¿Qué penosa
conmiseración no probaría?
Fue entonces cuando comenzó a sentir aquella espada
cruel, que Simeón le recordaría, y que después de tantas angustias termino por
traspasarle el corazón en la cima del calvario… Pero no desfalleció por esto,
la mujer fuerte, y el cumulo de angustias no fue suficiente para abatirla; al
contrario, ardiendo de amor por los hombres, se ofreció dispuesta a acudir a
ellos y a sufrir por todos.
¿Qué decís? ¿Os parece que somos verdaderos discípulos de
tal maestra?... María inocente, María inmaculada, en el primer instante de su
existencia abraza con coraje tantos tormentos, ¿Y nosotros no sabremos sufrir
con paz los males que no podemos evitar? Vayamos a la escuela de María y allí
aprenderemos a sufrir, porque en ella se enseña a amar.
Es por desgracia cierto, oh gran Madre, que nosotros,
necesitados de penitencia para cancelar tantas culpas con que hemos ofendido al
buen Dios, y para mortificar esta carne rebelde, no sabemos abrazarla; tratamos
solo de huir de ella.
Danos un poco de vuestro coraje, oh madre Inmaculada,
danos un poco de vuestro amor, y nos veréis seguiros en las penas, lo mismo que
deseamos haceros compañía en la gloria.
Ø DÍA NOVENO
María es fuente de gozo para toda la tierra. Ella es
Virgen elegida para concebir al Salvador del mundo.
Vemos con los ojos de la fe, que María fue el verdadero
principio de nuestra salvación: Dios aplacado comenzó a mirar a la tierra, y María
con sus ardientes deseos acelero su venida.
¡Qué consoladora es
para nosotros la protección de María! ¿No es una suerte el poder
llamarse siervos suyos, sus devotos, hijos suyos? ¿Hay, quizá, más grato placer
que tenerla por amiga, protectora, abogada y Madre de amor y pureza, como Madre
Inmaculada, siempre inmaculada desde el primer instante de su concepción?
Dilatemos nuestros corazones, saltemos de gozo por siempre en la concepción de María,
y principalmente en el día consagrado a la gloria de tan gran misterio.
Pero recordemos que la inmaculada concepción de María nos
enseña a detestar la culpa, que es la escuela más bella de amor a Dios y a
nuestros hermanos, y que en medio de tanta alegría se enseña también el
sufrimiento. Sin este odio perfecto, sin este amor santo, sin esta santa
resignación no podemos agradar a Dios ni a María Inmaculada. Que sean por ello
los frutos más preciados de esta novena: El odio al pecado, el amor a nuestro
Dios, la caridad a nuestro prójimo.
Saltaremos de gozo en medio de las penas, será robusta
nuestra piedad, esta será grata a Dios, agradara a María y nuestra alegría será
completa, verdadera y semejante a la que gozan en el cielo los devotos de María.
Haz, oh Madre Inmaculada, Madre piadosa que no sea falsa
nuestra piedad. Saltamos de gozo y nos alegramos del gran don que Dios nos
concedió con tu concepción; pero haz, oh María, que nuestra misma alegría sea
según tu corazón. Inspíranos, oh Virgen Inmaculada, todos los santos afectos
que probaste en tal momento; inspíranos el odio al pecado…”.