NOVENA A LA INMACULADA CONCEPCIÓN - EN ES ESPÍRITU DE SAN ANTONIO MARÍA GIANELLI

Novena de la inmaculada concepción de María celebrada en Génova en 1812

Ø DÍA PRIMERO

“La alabanza es tanto más preciosa cuanto más raro es el merito que constituye su objeto….

Yo no sé qué cosa pueda imaginarse más gloriosa en María que su admirable preservación de la culpa de Adán… María no fue elegida solamente para ser la única sin mancha y libre de toda culpa, sino que fue elegida para ser instrumento de destrucción de la culpa misma… María fue predestinada desde la eternidad como verdadero instrumento  para devolver a la estirpe de Adán la justicia original y aquella vida que le había quitado el pecado…

La inmaculada concepción de María es como el compendio y el centro de toda prerrogativa, de donde emana toda virtud. María fue inmaculada en su concepción y como tal fue digna Madre de Dios, porque no habría podido ser de otro modo un digno templo de divinidad. …Tuvo gracia tomar parte ella misma en la gran obra de la redención; …se conservo siempre pura de alama y cuerpo en medio de tantos misterios;  … de grado en grado llego al colmo de aquella perfección que tanto la ensalza por encima de todas las criaturas, tanto terrenas como celestiales, y la hace superior a todas de modo que los más altos querubines, los serafines más ardientes se postran ante ella como ante una reina, porque les gana inefablemente en merito y en santidad: “ Una es perfecta mea.”  ¿Cómo podemos honrar mejor a María que recordando esta singular prerrogativa, por medio la cual todos recordamos las gracias y los favores con que se complació en enriquecerla la mano omnipotente del creador? ¿Cómo cautivarse su afecto…, como lograr que nos ayude en nuestras necesidades mejor que recordando el feliz instante de donde arrancan todas sus grandezas?

Enfervoricémonos, por tanto, al obsequiar a María inmaculada, con santos afectos, con espíritu fervoroso, y sobre todo, en conformidad con la sublime cualidad que admiramos en María, quiero decir, con un espíritu de odio a la culpa… María siempre enemiga del pecado no puede amar a quien no odia al pecado. Pero al que se presenta ante ella anhelante de obtener la inocencia de vida que tuvo María desde el primer momento de su concepción, ella lo acepta como hijo, y como madre amorosa lo cobija bajo su manto y lo defiende de las ruinas de la culpa.

¡Ah sí! Querida madre inmaculada, sabemos que odias el pecado, y que lo odiaste desde el momento en que vuestro Dios os dio el ser. Nosotros admiramos y admiraremos siempre la suerte que tuviste de ser preservada de culpa; pero acordaos de nosotros, que gemimos bajo la esclavitud del pecado y que esperamos vernos libres de sus cadenas, únicamente por vuestra protección. Haced, si, haced que contemplando vuestra inmaculada Concepción nos enamoremos de vuestra bella inocencia, que tratemos siempre de imitaros el resto de nuestra vida.

 

Ø DÍA SEGUNDO

No se puede decir cuánto agrada a Dios ver honrada a María como inmaculada en su concepción.

Y esto con mayor razón si se considera que el obsequio que tributamos a María redunda directamente en gloria del Creador. Es cierto que honrando a los santos y a María, honramos siempre a dios en ellos, como ya indico David: Láudate Dominum in sanctis ejus; pero celebrando la inmaculada concepción de María, de modo más especial y directo, alabamos la más bella obra de la creación, tanto por su rareza como por la excelencia que en ella resplandece. Nosotros alabamos el poder del padre por haberse complacido del género humano. Alabamos la sabiduría del Hijo, que de una semilla corrompida ha sabido hacer germinar un lirio de tanto candor. …¡Dichosos nosotros al poder obsequiar a María Inmaculada, si tanto agrada a Dios!

Reavivemos nuestra fe en la Inmaculada Concepción de María y nuestro corazón se explaye en dulces afectos hacia esta gran Madre. …Esforcémonos en alejar de nosotros el pecado, y entonces Dios y María se complacerán en nuestra piedad, en nuestras alabanzas, y nos remuneraran largamente.

Si, amorosisimo Jesús, sabemos cuán dulce es para ti el ver honrar a tu dignísima Madre María como pura e inmaculada; pero también sabemos cuánto te desagradan sus alabanzas en la boca de quien vive en pecado. Querido Jesús, purifícanos con tu gracia, danos aquella inocencia que veneramos en María, y la alabaremos entonces con fruto y con tu agrado.

Ø DÍA TERCERO

Iluminada un día María por el divino espíritu que la hacía fecunda de Dios, y viéndose sorprendida de tantos dones del cielo, soltó su lengua, ardiente en fuego vivo, para cantar las divinas misericordias , y penetrando con su pensamiento en las edades más remotas, vio los obsequios que un día le habría tributado todo el mundo católico por los grandes dones y maravillas que había obrado en ella el omnipotente señor, prorrumpiendo en aquellas memorables palabras: Ecce… desde ahora me llamaran dichosa todas las generaciones porque ha hecho en mi cosas grandes el Poderoso. Y yo creo que, entre todos los honores que se ofrecerán a través de los siglos, ninguno quizá le agradara tanto cono el venerarla Inmaculada en su concepción…

Su gloria es indeleble… La ventaja es nuestra, y nuestro debe ser, por lo mismo, el empeño en conservar siempre esta devoción que tantos bienes atrae del cielo…Nosotros, que podemos gloriarnos de tener una liberadora, una protectora, una madre que no conoce el pecado, ¿no nos esforzaremos por conservar esta gloria?... En todo lo demás, hagámonos como san Pablo necios y abyectos, pobres y mendigos por amor a Cristo, pero cuando se trate de conservar la gloria que se deriva de María, ¡ah! Entonces hagamos ver cuanta es nuestra constancia, nuestra fe, y confundamos con ella a nuestros adversarios.

Animo pues, animo, almas fieles, hijos de María, animo en esta devoción. “estad firmes, diré con san Pedro, estad firmes en la fe. Vuestra fe en la inmaculada Concepción sea cada vez más firme… Esta es la gloria de toda la iglesia,  todos los fieles deben empeñarse en conservarla con constancia y con fervor.

Si, Virgen madre, intacta paloma, inmaculada María, nosotros nos creemos afortunados y felices en tenerte por Madre. Todos nosotros, náufragos en el mar de la culpa, nos gloriamos que para traernos al mundo Dios te haya escogido a ti por compañera, que no conoces pecado. Alcánzanos de vuestro Hijo aquella inocencia que no guardamos hasta ahora, a fin que, así como nos gloriamos de tenerte por Madre, tú puedas complacerte de tenernos por hijos, e hijos no del todo indignos de tal madre.

Ø DÍA CUARTO

In medio populi sui glorificaditur (Eccl 24,1)

¡Feliz Ligua, Génova afortunada! Es verdad que tus hijos son los hijos de María: es también cierto que tu eres la ciudad elegida desde hace siglos, que a tu pueblo le toco la suerte de ser el pueblo de María; aquel pueblo que siempre protegió con especial amor… aquel pueblo, finalmente, que bajo el manto de su protección se colmo de gloria y de honor  singular, y en medio del cual, para colmo de todos los hombres, ella hecho raíces: “Quasi oliva speciosa in campis… radicavi in populo bonificato!” No hay rincón en las tierras cristianas donde no resplandezcan los favores de María; no hay pueblo que no se vanaglorie de su protección, y no hay ninguno que pueda asemejarse a ti, que pueda decirse todo Tuyo… Tu piedad en honrar a María se ve en muchos templos, resplandecía, todavía, en tantos monumentos de moda que a cada paso testifican tu gratitud, tu reconocimiento; y la devoción que resplandece en tus pueblos es una fundada esperanza de que se prolongara por los siglos, y que María será siempre glorificada en medio de ellos. Pero esta misma devoción nunca se manifestó con más vigor que cuando se honra su Inmaculada Concepción; por lo que el último motivo y el más firme para vosotros de honrar a María Inmaculada quiero que sea el empeño especial que deben tener los genoveses.

Solo el poder llamarse pueblo de María es un gran motivo para amarla, pero vosotros que la amais por todos los títulos y por todas las circunstancias, no podéis por menos de buscar su índole y su mayor agrado. … Por cada título, pero especialmente por ser Inmaculada en su concepción, debe ser glorificada por nosotros María.

¿Qué es lo que hay más frecuentemente en las comarcas de la Liguria que los templos levantados a María inmaculada, que los altares a ella dedicados? ¡Cuantos oratorios, cuantas consagraciones, incluso en nuestros días, cuantos himnos y cantos resuenan en honor de María Inmaculada!... ¿Todo esto no debe animarnos a continuar con una siempre mayor pasión?

¿Cuál fue el camino para que la Liguria cobrase tanto afecto a la Inmaculada Concepción de María? Tuvieron los genoveses siempre una especial inclinación a la piedad, especialmente para honrar a María, pero esta inclinación nunca se acentuó tanto, como cuando se trato de honrar a la Inmaculada. Dan fe de ello la pasión con que acudían a ella en las circunstancias más críticas. Cuando el hambre y la guerra se asomaban con sus más tremendos medios de destrucción…, María inmaculada fue el primer consuelo, la primera defensa. Cuando las discordias civiles… bañaban con la propia sangre sus barriadas…, los votos y promesas públicas tomaban a María Inmaculada como árbitro y consejera en tantos sinsabores y contrariedades, y ella como ramo de olivo traía la calma y la paz. Cuando la peste contaminaba a los ligures,… fue María Inmaculada el primer valladar, el primer medio empleado para ahuyentarla.

… Es tan manifiesta la protección de María, que no solo el clero y el pueblo, sino también los magistrados y el mismo senado ordenan que se celebre siempre la fiesta como la celebramos ahora como promesa de nuestros  padres. El senado estableció una solemne procesión anual, y erigió una suntuosa capilla, que como perpetuo monumento de reconocimiento puede verse por todos en S.Pedro Banchi.

…¿Pero de que vale la insigne piedad de nuestros padres si no incentiva la nuestra? Génova es siempre la ciudad de María, María es siempre nuestra singular protectora, ¿pero somos todavía los mismos ligures devotos, los mismos siervos, los mismos hijos de María?

¡Ah, sí que lo somos, oh poderosa soberano Inmaculada María, sí que lo somos todavía! Aquí están los ligures vuestros, poderosa Reina nuestra; aquí están los genoveses hijos vuestros. Madre nuestra purísima, helos aquí a vuestros pies. Renuevan las antiguas promesas por mi medio, y ponen en vuestras manos sus almas y sus corazones. Guárdalos, Virgen María, y serás siempre glorificada entre los genoveses, vuestro pueblo: In medio populi tui glorificabitur.

 

Ø DÍA QUINTO

…El odio eterno que Dios tiene al pecado no permitía ver algún rastro del mismo en aquella a la que desde la eternidad había elegido como hija, como madre, como esposa, en aquella que había destinado para ser corredentora del mundo. No es posible, dice el Espíritu Santo, que Dios entre en un alma contaminada por la culpa; “In malevolam animam non intribit sapientia”. Y María que debía ser templo vivo de Dios humanado, quiso precisamente el Señor formársela según su corazón, quiero decir, toda hermosa, toda pura, toda inmaculada: “Tota pulchra es, amica mea”.

¿Y todo esto que nos enseña?... ¿No es lo mismo que decirnos que no es posible agradar a Dios si no se detesta el pecado?... Si deseamos ser amados por nuestro buen Dios, es cierto que deberemos jurar este odio eterno a la culpa.

… María fue instrumento elegido para la destrucción del pecado… ¿Qué dejo de sufrir María? ¿Tantos desgarros a que servían sino para destruir el pecado? El alma cristiana… ¿no deberá sentirse estimulada a seguir a María para declarar la guerra a la culpa?

…¿Seremos tan ingratos y tan necios que abramos las puertas al enemigo, que introduzcamos en nuestro corazón la culpa, mientras María combate por nosotros? ¿Pero no hacemos esto siempre que consentimos en el pecado? Cuántas veces hemos afligido el corazón de María por habernos unido contra ella por el pecado… si somos hijos de María abramos los ojos de una vez y aprendamos de ella a detestar la culpa,… Es cierto que María recibió la divina bondad su admirable preservación de la culpa original;… ¡pero como respondió a la divina donación!... Es doctrina común que no cometió jamás el más ligero pecado venial en todo el tiempo de su vida. ¿Nuestra correspondencia a los divinos favores es semejante a la de María? Es cierto que no tenemos sus privilegios cuando nacemos, pero los tenemos en gran parte en el agua bautismal. La estola de la inocencia nos fue restituida al salir de aquel baño saludable; ¿la guardamos tan limpia como María guardo su integridad? … Qué vergüenza para nosotros que osamos llamarnos hijos suyos… Comencemos dese este momento a imitarla de verdad… ella odio siempre la culpa, la detesto; comencemos a aborrecerla, a detestarla y a odiarla también nosotros… Ella nos invita con sus ejemplos, nos estimula con sus consejos, nos ayuda con el poderoso socorro que nos envía desde el cielo.

He aquí, oh poderosa capitana, oh triunfadora María, he aquí a vuestros siervos, a nuestros hijos que aprenden de ti a odiar la culpa. Estamos decididos a aborrecerla para siempre, y nos desagrada enormemente de no haberla aborrecido siempre. Juramos, desde este momento, eterna guerra al pecado; pero, por piedad, oh María, no nos abandones en el gran peligro, y dótanos sobre todo, de aquella firme constancia que solo merece de vuestro hijo la corona de vida.

 

Ø DÍA SEXTO

…María, exenta de la culpa original se vio también libre de los tristes efectos de la misma culpa. Se vio libre, por ello, de las tinieblas de la ignorancia… de la soberbia… de todos los lazos de la concupiscencia… Toda simple y toda bella salió de las manos de Dios y el Dios amoroso todo se lo mostro…

¿Y quién puede jamás, no digo comprender, sino imaginar la grandeza del amor en el que ardió María en aquel dichoso instante?... Ella amaba más que todos los hombres y todos los ángeles juntos, porque es de todos corredentora, de todos es la reina… Amaba como Madre, amaba como hija, amaba como esposa de un Dios… Digámoslo con una frase que lo expresa todo: Ella amaba como María.

…Los padres de la iglesia dan al amor de María un grado que se aproxima a lo inmenso, a lo infinito… si se piensa que el amor que María tuvo en el instante de Inmaculada Concepción, nacía del vivo conocimiento de su Dios, y de todas las relaciones que conocía tener desde entonces con El; si se considera que no fue destruido por un acto contrario de su voluntad, sino que, por el contrario, se le vio siempre crecer…; si se piensa en la perfección que adquirió en el cumplimiento de todos los misterios que ilustran su vida, se reconocerá que la lengua humana no es capaz de medir el fuego del amor de María  y que, por tanto, se puede afirmar que el amor con que María amo, ama y amara siempre a su Dios (al menos según nuestro modo de entender) tiene algo de infinito.

¿Qué dice nuestro corazón ante tan bella escuela de amor? ¿Hay alguno entre nosotros que tenga ocasión de confundirse? ¿Nuestro amor a Dios tiene alguna proporción con el de María? ¿Es al menos bastante grande? Almas que lo amáis verdaderamente, perdonadme: no hablo para vosotros; pero si se observan nuestros hábitos, hay que concluir o que se ama muy poco, o… ¿y nos atrevemos a llamarnos dignos hijos de María? Ella todo amor, fuego, y nosotros todo hielo…

Es cierto que María tuvo más dones que nosotros, y que ella tenía más motivos para amarlo, ¿pero lo amamos al menos como debemos? También nosotros fuimos creados de la nada… cuida de nosotros la divina Providencia, ¿pero lo amamos como lo merecen los beneficios diarios que recibimos del Señor? Si no fuimos preservados del pecado original como María, el misericordioso Señor se digno líbranos de el mediante el derramamiento de su sangre; ¿pero lo amamos como exige nuestra vocación a la fe católica, los sacramentos de que disponemos, el paraíso que se nos promete, María que se nos ha dado por Madre?

¡Ah! Querida Madre, nuestro único refugio: estamos confusos humillados. No solo no amamos a vuestro y nuestro Dios, no solo no correspondemos como Tu a sus gracias, sino que le hemos ofendido, ultrajado con nuestros pecados. Vuestra escuela del amor nos ha hecho conocer nuestras ingratitudes, nuestra ruindad. Estamos arrepentidos, pero alcánzanos un total perdón, y a fin de que en el futuro seamos fieles hijos tuyos, como lo profesamos, obtennos de tu hijo divino una llama de aquel fuego en el que tú siempre ardiste.

 

Ø DÍA SEPTIMO

“Mi delicia es estar con los hijos de los hombres”. Hay que decir que es sumamente grande el amor que nos demuestra María si se piensa que su delicia es estar con nosotros.

“Esto os mando, que os améis mutuamente”. No se ama a Dios si no se ama también al prójimo. María, que tanto amaba a su Dios… ¿Qué tierno amor no sentiría por nosotros, si era proporcionado al que tenia por su Señor?

Ella no podía dejar de amar a los que son imagen de Dios, porque en ellos amaba a Dios mismo.

Por el fuego de amor que en ella ardía, María se ofreció a sí misma como socorro nuestro, y agrado tanto su sacrificio a la divina bondad, que movida a compasión, acelero el momento de nuestra redención… Vio, entonces, cuanto le iba a costar el ser madre, el tenernos por hijos, pero puesto que desde entonces nos amo como madre, nos cuido como a hijos, y se ofreció por nosotros. ¿Quién podrá decir el amor con que nos amo María desde el primer momento de su concepción?

¿Pero correspondemos nosotros al amor de María? A imitación suya ¿amamos nosotros a nuestros semejantes, como los amo María? ¡Si aprendiésemos, al menos, a dejar rencores, odios y envidias que tan contrapuestos son al espíritu de María! NO perdamos de vista, que la verdadera devoción consiste en la imitación de las hermosas virtudes de María. Somos hijos faltos de devoción, infieles, si no nos hacemos como ella amantes, virtuosos, santos.

Ella es la madre del amor hermoso que nace del amor de Dios y del amor al prójimo. Dejémonos prender de este fuego, porque sin él nos llamamos en vano hijos de María. Ella ama a quien el ama. Pero no el ama de verdad si antes no ama a Dios y al prójimo.

Por desgracia es cierto, oh María, que no podemos serte gratos si antes no nos encendemos con el doble amor en que ardiste totalmente; pero las pasiones, el mundo, nuestra misma malicia ahogan en nuestro corazón, apenas nacida, la llama de la caridad. ¡Ah! Inmaculada María, enciéndela en nuestro corazón, y aliméntala con los ricos dones de vuestra amorosa protección.

 

Ø DÍA OCTAVO

…La vida cristiana es el camino indicado por Cristo… por el cual no camina quien no lleva cruz: “qui vult venire post me, abneget semetipsum, et tollat crucem suam, et sequatur me”. María fue la primera en seguir este camino de vida, fue el primer modelo de la vida cristiana, fue la maestra de Jesús, la discípula y la compañía; por ello es guía segura en el camino del sufrimiento, y después de la de su divino Hijo no puede haber mejor escuela…

María fue la primera y la única que experimento la dulzura del amor más puro, no lo gusto sin amargura. Probó también ella que el que ama debe sufrir. En el primer instante de su concepción concibió tanto amor a Dios, como no llegaran a tener todos los serafines del cielo y como nadie es capaz de imaginar; pero este amor le causo tanto más dolor cuanto el amor era mayor.

Que dura pena en el corazón de María al ver, por una parte ofendido a su Dios, maltratado, ultrajado a aquel Dios a quien tanto amaba, que es digno de todo el amor y que solo el poderle amar es la suma felicidad; y ver por otra parte que quien le ofende es el hombre, en cuyo seno había nacido, al que quiera verlo salvo, al que amaba como hermana, hija, corredentora, madre… Veía ofendido a Dios a quien ella amaba como padre, como hijo, como esposo, y lo veía ofendido por aquellos a quienes también amaba por tantos títulos.

María que veía ultrajado a aquel Dios que todo lo sufría con tanta magnanimidad, a aquel Dios tan bueno y amable, que mientras los hombres lo desdeñan, el no se ocupa de otra cosa que de salvarnos ¿Qué penosa conmiseración no probaría?

Fue entonces cuando comenzó a sentir aquella espada cruel, que Simeón le recordaría, y que después de tantas angustias termino por traspasarle el corazón en la cima del calvario… Pero no desfalleció por esto, la mujer fuerte, y el cumulo de angustias no fue suficiente para abatirla; al contrario, ardiendo de amor por los hombres, se ofreció dispuesta a acudir a ellos y a sufrir por todos.

¿Qué decís? ¿Os parece que somos verdaderos discípulos de tal maestra?... María inocente, María inmaculada, en el primer instante de su existencia abraza con coraje tantos tormentos, ¿Y nosotros no sabremos sufrir con paz los males que no podemos evitar? Vayamos a la escuela de María y allí aprenderemos a sufrir, porque en ella se enseña a amar.

Es por desgracia cierto, oh gran Madre, que nosotros, necesitados de penitencia para cancelar tantas culpas con que hemos ofendido al buen Dios, y para mortificar esta carne rebelde, no sabemos abrazarla; tratamos solo de huir de ella.

Danos un poco de vuestro coraje, oh madre Inmaculada, danos un poco de vuestro amor, y nos veréis seguiros en las penas, lo mismo que deseamos haceros compañía en la gloria.

Ø DÍA NOVENO

María es fuente de gozo para toda la tierra. Ella es Virgen elegida para concebir al Salvador del mundo.

Vemos con los ojos de la fe, que María fue el verdadero principio de nuestra salvación: Dios aplacado comenzó a mirar a la tierra, y María con sus ardientes deseos acelero su venida.

¡Qué consoladora es  para nosotros la protección de María! ¿No es una suerte el poder llamarse siervos suyos, sus devotos, hijos suyos? ¿Hay, quizá, más grato placer que tenerla por amiga, protectora, abogada y Madre de amor y pureza, como Madre Inmaculada, siempre inmaculada desde el primer instante de su concepción? Dilatemos nuestros corazones, saltemos de gozo por siempre en la concepción de María, y principalmente en el día consagrado a la gloria de tan gran misterio.

Pero recordemos que la inmaculada concepción de María nos enseña a detestar la culpa, que es la escuela más bella de amor a Dios y a nuestros hermanos, y que en medio de tanta alegría se enseña también el sufrimiento. Sin este odio perfecto, sin este amor santo, sin esta santa resignación no podemos agradar a Dios ni a María Inmaculada. Que sean por ello los frutos más preciados de esta novena: El odio al pecado, el amor a nuestro Dios, la caridad a nuestro prójimo.

Saltaremos de gozo en medio de las penas, será robusta nuestra piedad, esta será grata a Dios, agradara a María y nuestra alegría será completa, verdadera y semejante a la que gozan en el cielo los devotos de María.

Haz, oh Madre Inmaculada, Madre piadosa que no sea falsa nuestra piedad. Saltamos de gozo y nos alegramos del gran don que Dios nos concedió con tu concepción; pero haz, oh María, que nuestra misma alegría sea según tu corazón. Inspíranos, oh Virgen Inmaculada, todos los santos afectos que probaste en tal momento; inspíranos el odio al pecado…”.