LITURGIA SEMANAL - 12º SEMANA DURANTE EL AÑO

12º SEMANA DURANTE EL AÑO

Lunes 21 de junio San Luis Gonzaga (MO)

Mateo 7,1-5: “No juzguen, para no ser juzgados. Porque con el criterio con que ustedes juzguen se los juzgará, y la medida con que midan se usará para ustedes. ¿Por qué te fijas en la paja que está en el ojo de tu hermano y no adviertes la viga que está en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: «De-ja que te saque la paja de tu ojo», si hay una viga en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano.

El Evangelio de hoy comienza con un principio general que todos tenemos interiorizado: “No juzgar para no ser juzgados”. ¡Cuánto nos cuesta evitarlo! Porque, seamos sinceros, a veces nos sentimos bien yendo de “jueces” por la vida, sentenciando lo que tienen que hacer los otros. Juzgar no se refiere tanto a dar una opinión o hacer una valoración del otro, sino a condenarlo, a establecer sobre su persona una sentencia lapidaria, a mirar las debilidades de los hermanos sin actitudes de misericordia, etiquetando y descartando de forma definitiva. Mateo afirma que quien actúa así, en el juicio escatológico, al final de los tiempos, recibirá como paga su misma moneda, es decir será juzgado de la misma manera que él lo hizo con otros. Hoy se nos enseña cómo el opinar de lo externo que vemos, es muy fácil; intentar po-nernos en la piel del hermano, no lo es tanto. Sólo nuestra cercanía, solidaridad y cariño, po-drán ayudar al hermano si es que está equivocado. Nuestra murmuración, crítica destructiva y mirada superficial sobre él, lo exterioricemos o no, nos alejarán y levantarán un muro entre nosotros. ¿Qué cambios nos invita a hacer en nuestra vida el Evangelio de hoy?

Martes 22 de junio

Mateo 7,6.12-14: “Todo lo que deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos: en esto consiste la Ley y los Profetas. Entren por la puerta estrecha, porque es ancha la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que van por allí. Pero es angosta la puerta y estrecho el camino que lleva a la Vida, y son pocos los que lo encuentran”.

Las Palabras de Jesús siempre nos ayudan a crecer y nos llevan por el camino de la biena-venturanza si nos fiamos de Él y nos decidimos a cumplirlas. Con esta premisa, el Capítulo 7 del Evangelio de Mateo, nos muestra una serie de consejos que da Jesús a sus discípulos y también una serie de advertencias donde quiere poner el acento. Con esto se reafirma para nosotros que la palabra de Jesús no es sólo algo que hay que comprender e interpretar, sino que sobre todo ha de formar parte de la vida. Ahora bien, el reino es un don y, al mismo tiem-po, una exigencia. Por eso se entiende que para entrar en el Reino de los cielos es necesario seguir un camino y entrar en la plenitud de la vida atravesando una “puerta”; la puerta estre-cha, la puerta que sólo se traspasa con los actos concretos de amor al prójimo.

En el camino de la vida ¿Nos dejamos guiar y atraer por la vía estrecha y exigente del evangelio? o ¿Seguimos más bien optando por la puerta ancha y fácil, que pasa por alto las necesidades de los de-más?

Miércoles 23 de junio Comienza la novena de la Virgen del Huerto


Mateo 7,15-20: “Por sus frutos los reconocerán. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los cardos? Así, todo árbol bueno produce frutos buenos y todo árbol malo produce frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo, producir frutos buenos. Al árbol que no pro-duce frutos buenos se lo corta y se lo arroja al fuego. Por sus frutos, entonces, ustedes los reconoce-rán”.

Hoy, se nos presenta ante nuestra mirada un nuevo contraste evangélico, entre los árboles buenos y malos. Las afirmaciones de Jesús al respecto son tan simples que parecen casi simplistas. Y justo es decir que no lo son en absoluto. No lo son, como no lo es la vida real de cada día. El texto de Mateo, enmarcado en el Sermón del monte, desarrolla uno de los temas que va desgranando este discurso de Jesús: el árbol y sus frutos. La nueva Alianza es exi-gente, supone una Nueva Ley, aún más radical y profundamente humanizadora. Jesús es el

verdadero profeta, por sus frutos le conocemos, es el que nos ha amado hasta el extremo, el que da su vida por nosotros y nos llama amigos. No basta profesar que creemos en él, si nuestra vida no es coherente con lo que decimos. “Por sus frutos los reconocerán”. Por eso hoy, podemos decir que nuestra tarea es clara: cuidar nuestro propio interior, para testimoniar y dar buenos frutos; porque no basta profesar la fe con la boca si no le siguen acciones que la expresan. Por el fruto de nuestra vida se puede deducir nuestra confianza en Dios.

Al juzgar por los frutos del árbol de tu vida personal, ¿cómo te defines: falso o verdadero se-guidor del Señor?

Jueves 24 de junio Nacimiento de S. Juan Bautista (S)

Lucas 1,57-66.68: “Cuando llegó el tiempo en que Isabel debía ser madre, dio a luz un hijo. Al enterarse sus vecinos y parientes de la gran misericordia con que Dios la había tratado, se alegraban con ella”

San Lucas nos comparte el nacimiento de Juan el Bautista. En este tiempo resulta interesan-te ver la forma en cómo Lucas nos comparte su visión de los hechos y nos hace ver la miseri-cordiosa acción de Dios en la vida y en la historia.

Juan es su nombre, nos recuerda hoy el Evangelio y podríamos decir, Juan es su misión. “Juan es su nombre” insiste su padre aún mudo, aceptando la palabra firme de su esposa. El nuevo nombre significa salir, romper con la tradición aceptada por todos. La misión del profe-ta es comunicar y atraer a todos hacia Dios y el bebé-profeta Juan ya está haciendo eso. Las circunstancias que rodean su nacimiento llevan a que los cercanos se pregunten: “¿Qué está pasando acá?”. Está pasando Dios, que nos habla por innumerables caminos, incluso con el nacimiento de un niño. Nosotros, no sólo en este especial tiempo de Navidad sino que de manera permanente, también estamos llamados a ser mensajeros y atraer a todos hacia Dios, con humildad y sencillez, pero a la vez con valentía y capacidad profética. Preguntémo-nos hoy ¿qué está pasando en nuestra vida? ¿cómo Dios está actuando en ella?

Viernes 25 de junio

Mateo 8,1-4: “Cuando Jesús bajó de la montaña, lo siguió una gran multitud. Entonces un leproso fue a postrarse ante él y le dijo: «Señor, si quieres, puedes purificarme.» Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Lo quiero, queda purificado.» Y al instante quedó purificado de su lepra. Jesús le dijo: «No se lo digas a nadie, pero ve a presentarse al sacerdote y entrega la ofrenda que ordenó Moisés para que les sirva de testimonio».

El leproso en tiempos de Jesús era una persona despreciada pues se consideraba que no tenía la bendición de Dios. Los judíos pensaban que un leproso era alguien “castigado” por Dios, herido y marcado como impuro, era un “muerto en vida”, y cualquiera que tocara a un leproso adquiría impureza ritual.

La persona que se acerca a Jesús, deja de lado esa concepción. Quebrantando la ley, en vez de gritar: ¡leproso! y alejarse, se acerca a Jesús y se postra ante Él, demostrando que lo re-conoce como el Hijo de Dios, y le dice: «Señor, si quieres, puedes purificarme». Estas pala-bras muestran una inmensa fe y total abandono en la persona de Jesús; el leproso sabe que Jesús puede curarlo, pero no sabe si el Señor quiere curarlo; Jesús, rompiendo la ley toca al leproso con toda su bondad y le dice: «Lo quiero, queda purificado». Al instante el leproso queda sano y puro.

El leproso nos enseña que para acercarnos al Señor tenemos que dejar nuestro orgullo, re-conociendo nuestra fragilidad, de esa manera, la gracia de Dios podrá actuar con toda su fuerza en nosotros. ¿Cómo es mi confianza en Jesús, sobre todo en la enfermedad y en la Pandemia que nos azota? ¿Cómo es mi preocupación por los enfermos? ¿En qué medida me preocupo por los marginados?

Sábado 26 de junio

Mateo 8,5-17: “Al entrar en Cafarnaúm, se acercó a Jesús un centurión, rogándole: “Señor, mi sirviente está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente”. Jesús le dijo: “Yo mismo iré a sanarlo”. Pero el centurión respondió: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa; basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará”.

El texto de hoy narra dos milagros: la curación del siervo del centurión y de la suegra de Pe-dro. En el primer milagro, nos ubicamos a la entrada de Cafarnaúm, ahí se acerca un centu-rión, un oficial pagano preocupado por la salud de su siervo, un oficial pagano que cree en Jesús y lo reconoce como el Señor y que incluso reconoce que basta que Jesús quiera la sanación de su siervo, para que así sea; esta enorme fe y confianza sorprende a Jesús que alaba al centurión; a partir de este milagro Jesús profetiza la entrada de los paganos en el Reino de los cielos y también el hecho que muchos de los herederos del pueblo elegido que-darán fuera. En el segundo milagro, nos ubicamos ya dentro de Cafarnaúm, en la casa de Pedro, aquí Jesús encuentra a la suegra de Pedro, en cama y enferma; en esta situación ella está también marginada de los demás e imposibilitada de llevar su vida y sobre todo de ser-vir, por eso cuando Jesús la toca y sana, ella, inmediatamente, se pone a servirlo. Termina San Mateo describiendo la intensa actividad sanadora del Señor, cargando con nuestras de-bilidades y enfermedades.

¿En qué se parece mi fe y confianza en Jesús a la del centurión? ¿Reconozco la acción del Señor en mi vida? ¿Qué “enfermedades” me impiden servir?

Domingo 27 de junio (13º durante el año)

Marcos 5,21-43: “Cuando Jesús regresó en la barca a la otra orilla, una gran multitud se reunió a su alrededor…”

En el evangelio de hoy meditamos sobre dos milagros de Jesús a favor de dos mujeres. El primero, a favor de una mujer considerada impura por causa de una hemorragia que le dura-ba desde hacía doce años. El otro milagro, a favor de una niña de doce años, que acababa de morir. En ambos casos vemos a un hombre y una mujer postrados a los pies de Jesús. Se acercan a Él. Saben que puede solucionar su problema.

Las dos historias muestran como Jesús trata a gente de gran diferencia social de la misma manera. Jairo es influyente y tiene dinero, mientras que la mujer es pobre y socialmente re-chazada. Jesús no favorece a uno sobre otro. Ni rehúsa a Jairo por su dinero y nivel social, ni ignora a la mujer por su pobreza y su marginación. En ambos relatos lo que más nos encanta, es darnos cuenta de la confianza plena que tienen en el poder de Jesús.

Los encuentros con Jesús siempre pueden ser sanadores, no importa la situación en que uno se encuentra, aunque sea una situación de muerte. Sin embargo, es necesario el don de la fe. Este es el tema central del Evangelio de hoy.