Lunes 14 de octubre
Lucas 11,29-32: "Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás”.
Jesús dijo a la multitud que la única señal que se les daría sería la de Jonás, porque Él (Jesús) era la señal decisiva para el pueblo, como Jonás lo había sido para la gente de Nínive. Jesús era una señal para su generación, porque hizo presente el Reino de Dios en medio de ellos. Por sus enseñanzas y sus acciones, Jesús era una advertencia, porque dejaba al descubierto la maldad presente en el mundo. Mucho más que Jonás, Jesús fue una señal que manifestaba el Reino de Dios y llamaba al pueblo al arrepentimiento. Su sola presencia exigía una definición de la gente, porque, siendo la luz del mundo, revelaba la condición de lo más íntimo del corazón humano. Hoy también Cristo es una señal para nosotros: tenemos su palabra en la Escritura, una palabra que tiene tanto poder ahora como hace dos mil años, ya que está vivificada por el eterno Espíritu de Dios. Dejemos que las palabras de Jesús sean esta espada que penetra hasta el corazón y nos muestre cuál ha de ser nuestra respuesta a Dios.
“Señor Jesús, no permitas que nuestro corazón se endurezca. Penétralo con la espada de tu palabra, para que respondamos a tu mensaje de amor, arrepintiéndonos de nuestro peca-dos.”
Martes 15 de octubre Santa Teresa de Jesús, virgen y doctora de la Iglesia (MO)
Lucas 11,37-41 El que hizo lo de afuera, ¿no hizo también lo de adentro? Den más bien como limosna lo que tienen y todo será puro.
Jesús se dirigió al fariseo que lo había invitado a con una frase muy dura: “¡Así son ustedes, los fariseos! Purifican por fuera la copa y el plato, y por dentro están llenos de voracidad y perfidia.”
El que lo había invitado estaba más preocupado por la normativa de purificación que por Jesús, estaba más atento por lo externo, que por lo que en realidad importa, lo interior.
Con cuánta frecuencia, nos sucede también lo mismo que al fariseo, estamos más atentos y preocupados por lo exterior, lo que aparentamos, que por lo que verdaderamente somos o son los demás. Cuantas veces nos preocupamos más por el qué dirán, en vez de ocuparnos por ser verdaderamente desde dentro, lo que Dios quiere de nosotros.
Y cuánto nos cuesta también valorar, conocer y reconocer al otro, como es y no por lo que aparenta, nos llenamos de prejuicios o peor aún exigimos al otro, cosas que ni siquiera noso-tros mismos vivimos o intentamos vivir.
Le pedimos al señor que nos regale un corazón sencillo y humilde, sincero y transparente, para mostrarnos a Jesús, como realmente somos; que nos regale Él también una mirada profunda para poder conocer y valorar al otro como es y de ese modo poder alabar y glorificar a Dios.
Memoria de Santa Teresa de Jesús, virgen y Doctora de la Iglesia,
Teresa de Cepeda y Ahumada, reformadora del Carmelo, Madre de las Carmelitas Descalzas y de los Carmelitas Descalzos; (título debajo de su estatua en la basílica vaticana); patrona de los escritores católicos y Doctora de la Iglesia: la primera mujer, que junto a Santa Catalina de Sena obtiene este título; nacida en Ávila (Castilla la Vieja, España) el 28 de marzo de 1515; muere en Alba de Tormes (Salamanca) el 4 de octubre de 1582 beatificada en 1614, canonizada en 1622
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Miércoles 16 de octubre
Lucas 11,42-46 “¡Ay de ustedes, porque imponen a los demás cargas insoportables, pero ustedes no las tocan ni siquiera con un dedo!
Hoy hablando a los fariseos, Jesús con mucha claridad, pero también con mucha dureza, les señala sus incoherencias. Les habla que cumplen escrupulosamente las leyes pero descuidan la justicia y el amor; les habla que hacen cosas para aparentar, para ser vistos, ser reco-nocidos por los demás. Les habla que imponen a los demás cargas que ellos no son capaces de cumplir, que no son capaces de vivir. Este texto nos puede hacer pensar también a noso-tros sobre nuestros propios defectos, nuestras propias incoherencias. Estas cosas que Jesús señala de los fariseos, de los doctores de la ley ¿No están presentes también en nuestras actitudes? ¿No están presentes también en nuestra forma de actuar, de obrar, de vivir? Lo que los fariseos viven ¿No es lo que también nosotros a veces vivimos, lo que nosotros hacemos? Por eso es bueno que le digamos al Señor:
“Señor perdona nuestras incoherencias, ayúdanos a ver siempre cuáles son nuestros errores. Señor ayúdanos a servirte de corazón, a buscar siempre tu voluntad, a hacer lo que tú quieres en vez de aparentar o esperar ser reconocidos.”
Jueves 17 de octubre S. Ignacio de Antioquía, obispo y mártir (MO)
Lucas 11,47-54 Se Pedirá Cuenta De La Sangre De Los Profetas; Desde La Sangre De Abel
El evangelio de hoy nuevamente habla del conflicto entre Jesús y las autoridades religiosas de la época. Hay acciones que son consecuencia de lo que se vive en el interior del corazón. Y si allí no hay bondad, no habrá obras buenas. A aquellos legistas obsesivos en las formas externas, Jesús les dirige estas graves denuncias: se oponen a los profetas, derraman sangre inocente y no comparten su saber con los pequeños. ¿De qué sirven entonces sus fórmulas y rituales? A la luz de este texto hoy nos podemos preguntar ¿qué tanto de fariseo y escriba tenemos en nuestra vida cotidiana?
Celebramos hoy la memoria de San Ignacio de Antioquía. Fue el tercer obispo de Antioquía, lugar donde se empezó a conocer a los seguidores de Cristo como cristianos. Ignacio fue condenado a morir devorado por los leones, en tiempos del emperador Trajano. Oraba intensamente para que los leones le destrozaran por amor a Dios. Durante el viaje al martirio escribió siete cartas a las Iglesias de Asia Menor. El Señor que nos habla y la vida e intercesión de san Ignacio de Antioquía nos ayuden a ser jugados y confiados en medio de las muchas circunstancias que nos desafían a dar testimonio.
Viernes 18 de octubre San Lucas Evangelista, (F)
Lucas 10,1-9 "La cosecha es mucha y los trabajadores pocos. Rueguen, por lo tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos. Pónganse en camino; yo los envío …
S. Lucas fue compañero de S. Pablo en sus viajes apostólicos, como él mismo relata en los Hechos de los apóstoles. En el evangelio de hoy, Cristo manda a sus discípulos de dos en dos a predicar el mensaje del Reino. Dios nos ha hecho sus evangelizadores, los mensajeros de la Buena Nueva que Cristo ha traído a este mundo.
Para tal misión Dios ha querido elegir a unas personas para que anuncien su palabra y, con su ejemplo, den testimonio de la venida de Cristo. Seguro que yo también soy una de esas personas elegidas por Dios. Dios nos advierte que nos manda en medio de lobos, porque el mundo en el que nos toca vivir y predicar la palabra de Dios, muchas veces se cierra al men-saje cristiano de la verdad y del amor. Nos manda a anunciar la paz que Jesús ha venido a traernos hace más de 2.000 años, pero que nosotros hemos de renovar todos los días; con-seguir que todas las personas que nos rodean sientan en sí la redención que nos ha traído Cris-to en el misterio de la Encarnación. San Lucas, modelo de entrega a la predicación del Evangelio hasta la muerte, sea quien nos ayude a llevar a todos al conocimiento de Cristo.
Sábado 19 de octubre
Lucas 12,8-12 Cuando los lleven ante los magistrados y las autoridades, no se preocupen de cómo se van a defender o qué van a decir, porque el Espíritu Santo les enseñará en ese momento lo que deban decir”.
El encuentro con Jesús, en la Palabra de hoy nos anima al desprendimiento. Este texto tan breve como intenso, nos desafía a una confianza decidida. Haber hecho la experiencia del encuentro con Jesús nos anima a una vida más jugada por Él. De ahí las expresiones: reco-nocerlo ante los hombres, no avergonzarnos, ni esconder nuestra condición de discípulos para que sea el mismo Jesús quien ante el Padre dé fe, que no hemos sido amigos de las conve-niencias sino más bien de las convicciones.
Y todo esto, libre de ingenuidades tanto en la propuesta de Jesús, ya que Él mismo admite la posibilidad de que seamos llevados ante magistrados y autoridades, como de nuestra res-puesta, ya que será el mismo Jesús quien nos reconocerá delante del Padre y quien por me-dio del Espíritu, sostendrá nuestras palabras en los tribunales.
Domingo 20 de octubre (29º durante el año)
Lucas 18,1-8: ¿creen ustedes acaso que Dios no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche, y que los hará esperar? .. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tie-rra?”
Jesucristo nos asegura que nuestras súplicas no caen en el vacío. La viuda de la parábola, que personifica a los más vulnerables, pidió al juez que defendiera su causa. No tenía influencia alguna, nadie que luchara por ella, dependía solamente de la buena voluntad del juez, que no temía ni a Dios ni a nadie. La apelación de la viuda parecía totalmente inútil. Sin embargo, el juez injusto terminó impartiendo justicia, para no tener que sufrir la constante insistencia de las súplicas y quejas de la viuda.
De esta parábola, se desprenden tres conclusiones:
* 1º: Si ese juez injusto estuvo dispuesto a atender los ruegos de la viuda, ¿cuánto más Dios hará justicia a sus hijos cuando éstos le pidan insistentemente? Dios es un Padre bueno que libra al inocente y al justo, porque ciertamente escucha y responde a nuestras súplicas.
* 2º: Dios “no tarda” en responder a las oraciones de sus fieles, y lo hace “pronto”. Pero Jesús no dijo que Dios respondería “al instante”, lo que significa que a veces habrá cierta demora.
* Y Jesús terminó diciendo: “cuando venga el Hijo del hombre, ¿ encontrará fe sobre la tierra?. Cristo vendrá a juzgar al mundo, y el resultado depende de la fe que encuentre en los cora-zones humanos. Aprovechemos el “paciente retraso” de Dios, para llevar a cuantos podamos a la fe en Cristo.
“Jesús, Señor del cielo y de la tierra, que escuchas los clamores de los inocentes y necesitados, libra a los que sufren injusticia y abuso, y suscita la generosidad en tus hijos para que les brinden la ayuda que necesitan.”
RASGOS DEL MISIONERO
El misionero es un discípulo de Cristo: Sabe que antes de ser apóstol es preciso ser discípu-lo, es decir, ha tenido un encuentro vivo, personal con Jesús resucitado y vive cotidiana-mente en unión con El en la oración y los sacramentos, principalmente la Eucaristía y la Reconciliación. Porque “no se puede anunciar a quien no se conoce”.