LECTIO DIVINA 1º DOMINGO DE ADVIENTO (B)


1º DOMINGO DE ADVIENTO (B)

«Hoy comenzamos el camino de Adviento, que es el tiempo que se nos da para acoger al Señor que viene a nuestro encuentro, también para verificar nuestro deseo de Dios, para mirar hacia adelante y prepararnos al regreso de Cristo.

Él regresará a nosotros en la fiesta de Navidad, cuando haremos memoria de su venida histó-rica en la humildad de la condición humana; pero Él viene dentro de nosotros cada vez que estamos dispuestos a recibirlo, y vendrá de nuevo al final de los tiempos «para juzgar a los vivos y a los muertos».

Por eso debemos estar siempre alerta y ‘esperar’ al Señor con la esperanza de encontrarlo. La liturgia de hoy nos habla precisamente del sugestivo tema de la vigilancia y de la espera.
En el Evangelio Jesús nos exhorta a estar atentos y a vigilar para estar listos para recibirlo en el momento del regreso. Nos dice: «Estén atentos y vigilen,   porque ignoran cuándo será el momento.  No sea que llegue de improviso y los encuentre dormidos».

La persona que está atenta es la que, en el ruido del mundo, no se deja llevar por la distracción o la superficialidad, sino que vive de modo pleno y consciente, con una preocupación dirigida en primer lugar a los demás.

Se trata de tener una mirada de comprensión para reconocer tanto las miserias y las pobre-zas, como para reconocer la riqueza escondida en las pequeñas cosas de cada día, precisa-mente allí donde el Señor nos ha colocado. (…)

 Estar atentos y vigilantes son las premisas para no seguir «vagando fuera de los caminos del Señor», perdidos en nuestros pecados y nuestras infidelidades; estar atentos y alerta, son las condiciones para permitir a Dios irrumpir en nuestras vidas, para restituirle significado y valor con su presencia llena de bondad y de ternura.

Que María Santísima, modelo de espera de Dios e icono de vigilancia, nos guíe hacia su Hijo Jesús, reavivando nuestro amor por él».  (Papa Francisco).

INVOCACIÓN

Espíritu Santo de Dios,
Tú eres quien nos dispone a escuchar la voz de Jesús a través de su Palabra;
Tú eres el Hortelano que cuida y hace germinar su semilla en nuestros corazones
para que produzca los frutos del Reino;
Tú eres quien nos da la fortaleza para asumir el Evangelio
y testimoniarlo con nuestra propia vida;
Tú eres el que nos permite permanecer atentos a los signos de salvación
que Dios suscita en nosotros y en nuestro alrededor…

Me sumerjo alegre en el mar de la Buena Noticia porque Tú estás conmigo
y me diriges certeramente hacia la voluntad del Padre.
Por tu acción, al igual que María, mi Madre, quiero decir “¡hágase en mí!”.

TEXTO BÍBLICO Mc. 13. 33-37

     La Palabra dice ….

¡Estén atentos y despiertos, porque no conocen el día ni la hora!  Será como un hombre que se va de su casa y se la  encarga a sus sirvientes, distribuye las tareas, y al portero le encarga que vigile.  Así pues, estén atentos porque no saben cuándo va a llegar el dueño de la casa, si al anochecer o a medianoche o al canto del gallo o de mañana; que, al llegar de repente, no los sorprenda dormidos.  Lo que les digo a ustedes se lo digo a todos: ¡Estén atentos!

CONTEXTO de la lectura

 “En su caminar en la historia, nos enseña este discurso, los discípulos deben estar atentos ante los peligros externos (los falsos profetas, la persecución) y los peligros internos (perder de vista al Señor). Pero no todo es negativo, en medio de la oscuridad se asoma una esperanza. Cuando llegamos a la última parte del discurso, Jesús cuenta dos parábolas: comienza con la parábola de la higuera y termina con la parábola del patrón ausente.

El tema de estas parábolas es la venida del Hijo del hombre. Las imágenes nos ponen ante situaciones de ausencia, pero ausencia provisional, en la expectativa del regreso: cuando se asoman las ramas tiernas de la higuera el verano todavía no ha llegado, pero se sabe que vendrá irremediablemente; cuando los empleados están encargados de la casa, el patrón to-davía no está presente, pero a su tiempo él llegará para pedirles cuentas.

Así se retoma la inquietud de los cuatro discípulos, Pedro, Santiago, Juan y Andrés, quienes observando la belleza del Templo y ante la advertencia del Maestro de que éste llegaría a su fin, solicitaron: “Dinos cuándo sucederá eso, y cuál es la señal de que todas estas cosas están para cumplirse”.

No se pueden hacer previsiones matemáticas sobre el día en que llegará el fin ni tampoco nadie conoce el tiempo de su segunda venida: “De aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sólo el Padre” .

Con esta idea comienza el pasaje que vamos a considerar: no se sabe el tiempo de la “veni-da”. A los discípulos se les dice: “porque ignoran cuándo será el momento… porque no saben cuándo viene el dueño de la casa” . A la luz de esta realidad se sacan las consecuencias para el discipulado: ¿cuál debe ser su actitud en el tiempo de la espera?

El pasaje le ha dado importancia a la espera nocturna. Esto puede estar asociado a lo que hacían los primeros cristianos al reunirse. Recordemos que la asamblea dominical de la primi-tiva Iglesia duraba la noche entera. Lo hacían en espera del alba del primer día de la semana, el día del Señor. Los cristianos al esperar la venida de Jesús, el Señor resucitado, vivían con mayor intensidad esta espera, siempre estaban en tiempo de Adviento.

Pero la vigilia tiene un gran valor espiritual. La “vigilia” no es un paliativo para olvidarse de los miedos o las preocupaciones de cada día. Todo lo contrario, la noche representa el tiempo de la crisis que provoca la soledad, que reaviva los temores y las angustias.

La vigilia tiene aspectos y significados diversos: hay quien vela porque no consigue encontrar el equilibrio y la serenidad del sueño; también hay quien vela porque una tarea urgente para el día siguiente y no cuenta con más tiempo; hay quien vela porque está en una fiesta hasta el amanecer. Hay padres de familia que velan esperando al esposo o al hijo fuera de casa; hay personas que velan esperando la muerte de un agonizante; hay quien vela porque está enfermo; hay quien vela trabajando por los demás.

Según esto, la vigilancia se hace más intensa durante la noche, que es precisamente cuando se hacen más oscuros los significados y valores de la vida.

     La palabra me dice    MEDITACIÓN

En un momento de silencio dejemos que esta Palabra hable a nuestra vida. Preguntemos al Señor, que habita en lo profundo de nuestro corazón, qué nos quiere decir con este texto…

Tal vez nos pueden ayudar las siguientes preguntas:
     ¿qué me pide “vigilar” hoy el Señor?, 
     ¿realmente estoy atento a su Palabra, a sus invitaciones, a lo que Él me quiere con-ducir?, ¿cómo me encuentra, espiritualmente hablando, la llegada del Adviento?,
     ¿qué proyecciones puedo realizar para que éste no sea “un tiempo litúrgico más”?,
     ¿de qué forma preparo mi corazón para que sea Pesebre?,
     ¿descubro algún contenido misionero en este pasaje?

     A LA Palabra le digo ORACION

Quiero esperarte, Señor.
A veces me distraigo en cosas de poca importancia;
a veces mis oídos no son capaces de escucharte tocando insistentemente a mi puerta;
a veces mi mirada corre tras brillos fugaces, cuando Tú eres la única Luz Verdadera;
a veces mis pies olvidan pisar sobre tus huellas…

Pero a pesar de todo quiero esperarte, Señor;
quiero permanecer atenta a los diversos caminos por donde llegas;
quiero aprender a descubrirte allí donde antes no te había visto,
esperarte, Señor.

Cuento contigo; mantén con tu Gracia mi corazón despierto,  
para que sepa reconocerte a lo lejos,
para que cuando llegues me encuentres realizando la tarea que me encomendaste.  
Te amo Jesús mío, gracias por estar aquí.

     A la luz de la Palabra contemplo y   proyecto … CONTEMPLACIÓN-ACCIÓN

Nos damos un tiempo para estar en silencio con Jesús, para dejarnos envolver por su amor transformador y amarle con toda nuestra existencia…

Desde allí proyecto las acciones que me permitirán hacer vida esta Palabra …
y me lanzo con alegría y confianza total hacia donde el Señor me sugiere.


 “Estar atentos y vigilantes son las premisas para no seguir «vagando fuera de los caminos del Señor», perdidos en nuestros pecados y nuestras infidelidades; estar atentos y alerta, son las condiciones para permitir a Dios irrumpir en nuestras vidas, para restituirle significado y valor con su presencia llena de bondad y de ternura”. (Papa Francisco)



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