GUION DE MISA - Santa María Madre de Dios


Santa María Madre de Dios    


Queridos hermanos; En este primer día del año la Iglesia fija su mirada en la celestial Madre de Dios que estrecha entre sus brazos al Niño Jesús: fuente de toda bendición. Junto con to-dos los creyentes elevamos nuestra  oración para pedir al Señor el don de la paz. Unidos en oración le pedimos a María, Madre de Dios y Madre nuestra, que extienda sobre nosotros el manto de su protección maternal. Y que el evangelio de la fraternidad hable a cada conciencia y derribe los muros que impiden a los hombres  reconocerse como hermanos. También nos unimos hoy en oración por la Jornada Mundial de la Paz e invocamos la poderosa intercesión de María -Madre del Príncipe de la Paz- para que la familia humana entre con esperanza en este nuevo tiempo que Dios nos regala, y viva en la fraternidad y en la paz el año que hoy comienza.    Comencemos esta Santa Misa con mucho gozo. De pie y cantamos…

MONICIONES A LAS LECTURAS

OPCIÓN 1: MONICIÓN ÚNICA PARA TODAS LAS LECTURAS
En el inicio de un nuevo año todos deseamos también el comienzo de algo nuevo. Las lecturas que ofrece la liturgia de hoy están en consonancia con todo ello, pues todas hablan de bendi-ción. La fórmula del libro de los Números expresa el deseo de que Dios proteja a su pueblo. En el evangelio, la bendición se hace carne con el nacimiento de Jesús.  La bendición, en la se-gunda lectura, se muestra en el ser hijos, no esclavos, herederos de la casa de Dios. Escuche-mos con mucha atención.

OPCIÓN 2: MONICIONES PARA CADA LECTURA
PRIMERA LECTURA (Números 6, 22-27)
Escucharemos del Libro de los Números una fórmula de bendición que  nosotros necesitamos, para todo el año que empieza. Escuchemos

SEGUNDA LECTURA (Gálatas 4, 4-7)
San Pablo  nos recuerda el gran don que nos otorgó Jesús al hacerse hombre y nacer de la Virgen María

EVANGELIO (Lucas 2, 16-21)
María, la Madre de Dios, conservaba en su corazón todas las maravillas que sucedían en torno a su recién nacido, Jesús. De pie cantamos el aleluya

PRESENTACIÓN DE LAS OFRENDAS
Con las ofrendas de Pan y Vino, ofrezcamos también al Señor nuestros proyectos para el nuevo año, especialmente nuestro esfuerzo por construir la paz, comenzando por nuestros hogares. Cantamos…

ORACIÓN DE LOS FIELES
A cada petición vamos a decir: ¡SEÑOR, BENDÍCENOS CON TU PAZ!


     Por la santa Iglesia de Dios: para que como María, sepa guardar en su corazón la Pa-labra de Dios; que abrace en la fe y cuide con ternura a todo hombre, ayudándole a conocer cada vez más a Jesús. Oremos
     Por  el Papa, los Obispos, los Sacerdotes y todos los fieles cristianos, para que  sean en el mundo instrumentos de la paz que viene desde lo Alto. Oremos
     Por la paz en el mundo: para que la Jornada Mundial de la Paz que hoy celebramos sea una llamada firme para todos los que dirigen los destinos de las naciones, para que siempre busquen la justicia, la reconciliación y la concordia. Oremos
     Para que los pactos internacionales estén inspirados  en la paz que se basa  en el res-peto de cada persona, del derecho y del bien común, de la creación que nos ha sido confiada y de la riqueza moral transmitida por las generaciones pasadas. Oremos...

     Para que en nuestra patria, busquemos la paz con nosotros mismos y con el otro, re-chazando la intransigencia, la ira, la impaciencia y teniendo “un poco de dulzura consi-go mismo”, para ofrecer “un poco de dulzura a los demás". Oremos...
     Por los enfermos y los que viven preocupados,  para que poniendo sus inquietudes en manos de María encuentren el consuelo y la ayuda necesaria. Oremos
     Por quienes en otros años celebraban con nosotros estas Santas Fiestas y han partido de este mundo, para que en el Reino Eterno contemplen el rostro de Cristo. Oremos
     Por nosotros, para que el año 2022 esté lleno de la bendición de Dios y compartamos ese don con todos nuestros familiares, amigos y vecinos. Oremos

PRESENTACIÓN DE LAS OFRENDAS

Como María, junto al pan y el vino ofrezcamos nuestras vidas al Señor. Cantemos todos.

COMUNIÓN
 Acerquémonos a recibir el pan que baja del Cielo, para alimentarnos en esta travesía hacia la Patria Celestial. Cantemos..
    
COMUNIÓN ESPIRITUAL:
Al término de la distribución de la comunión.
Hermanos:
Todos aquellos que no han podido acercarse a recibir a Jesús Sacramentado,
pueden hacer la Comunión Espiritual rezando la siguiente oración:

Creo Señor mío que estás realmente presente
en el Santísimo Sacramento del altar.
Te amo sobre todas las cosas y deseo
ardientemente recibirte dentro de mi alma;
pero, no pudiendo hacerlo  ahora sacramentalmente,
ven al menos espiritualmente a mi corazón.
Y como si te hubiese recibido, me abrazo
y me uno todo a Ti;
Oh Señor, no permitas que me separe de Ti.
Amén.

DESPEDIDA
Feliz Año Nuevo para todos. Vayamos ahora a transmitir nuestra bendición a los que nos ro-dean, llevando un mensaje de alegría y optimismo al iniciar un nuevo año. Nos despedimos can-tando


 

JORNADA DE LA PAZ 2022 CON EL TEMA
"EDUCACIÓN, TRABAJO, DIÁLOGO ENTRE GENERACIONES"


Tres contextos y tres caminos para construir una paz duradera: este es el Mensaje propuesto por el Papa para el 1 de enero de 2022
¿Cómo podemos construir hoy una paz duradera? En el tema del próximo Mensaje el Papa identifica tres contextos de gran actualidad sobre los que reflexionar y actuar. De ahí el título: "Educación, trabajo, diálogo entre generaciones: herramientas para construir una paz durade-ra".
La invitación a través de este tema es por tanto a leer los signos de los tiempos con los ojos de la fe, para que la dirección de este cambio despierte nuevas y viejas preguntas con las que es justo y necesario enfrentarse.

Así pues, partiendo de los tres contextos identificados, podemos preguntarnos cómo pueden la educación y la formación construir una paz duradera. ¿El trabajo en el mundo responde más o menos a las necesidades vitales de justicia y libertad del ser humano? Y por último, ¿son las generaciones realmente solidarias entre sí? ¿Creen en el futuro? ¿En qué medida, el gobierno de las sociedades consigue fijar un horizonte de pacificación en este contexto?


A CONTINUACIÓN, EL TEXTO COMPLETO DEL MENSAJE DEL PAPA:

1. Un deseo de paz

Paz a todas las personas y a todas las naciones de la tierra. La paz, que los ángeles anuncia-ron a los pastores en la noche de Navidad, es una aspiración profunda de todas las personas y de todos los pueblos, especialmente de aquellos que más sufren por su ausencia, y a los que tengo presentes en mi recuerdo y en mi oración.

De entre ellos quisiera recordar a los más de 250 millones de migrantes en el mundo, de los que 22 millones y medio son refugiados. Estos últimos, como afirmó mi querido predecesor Benedicto XVI, «son hombres y mujeres, niños, jóvenes y ancianos que buscan un lugar don-de vivir en paz». Para encontrarlo, muchos de ellos están dispuestos a arriesgar sus vidas a través de un viaje que, en la mayoría de los casos, es largo y peligroso; están dispuestos a soportar el cansancio y el sufrimiento, a afrontar las alambradas y los muros que se alzan para alejarlos de su destino.

Con espíritu de misericordia, abrazamos a todos los que huyen de la guerra y del hambre, o que se ven obligados a abandonar su tierra a causa de la discriminación, la persecución, la pobreza y la degradación ambiental.

Somos conscientes  que no es suficiente sentir en nuestro corazón el sufrimiento de los de-más. Habrá que trabajar mucho antes de que nuestros hermanos y hermanas puedan empe-zar de nuevo a vivir en paz, en un hogar seguro. Acoger al otro exige un compromiso concre-to, una cadena de ayuda y de generosidad, una atención vigilante y comprensiva, la gestión responsable de nuevas y complejas situaciones que, en ocasiones, se añaden a los numero-sos problemas ya existentes, así como a unos recursos que siempre son limitados.

El ejercicio de la virtud de la prudencia es necesaria para que los gobernantes sepan acoger, promover, proteger e integrar, estableciendo medidas prácticas que, «respetando el recto or-den de los valores, ofrezcan al ciudadano la prosperidad material y al mismo tiempo los bienes del espíritu».

Tienen una responsabilidad concreta con respecto a sus comunidades, a las que deben garan-tizar los derechos que les corresponden en justicia y un desarrollo armónico, para no ser como el constructor necio que hizo mal sus cálculos y no consiguió terminar la torre que había co-menzado a construir.4

2. ¿Por qué hay tantos refugiados y migrantes?

Ante el Gran Jubileo por los 2000 años del anuncio de paz de los ángeles en Belén, san Juan Pablo II incluyó el número creciente de desplazados entre las consecuencias de «una intermi-nable y horrenda serie de guerras, conflictos, genocidios, “limpiezas étnicas”», que habían marcado el siglo XX.


En el nuevo siglo no se ha producido aún un cambio profundo de sentido: los conflictos arma-dos y otras formas de violencia organizada siguen provocando el desplazamiento de la pobla-ción dentro y fuera de las fronteras nacionales.

Pero las personas también migran por otras razones, ante todo por «el anhelo de una vida me-jor, a lo que se une en muchas ocasiones el deseo de querer dejar atrás la “desesperación” de un futuro imposible de construir».

Se ponen en camino para reunirse con sus familias, para encontrar mejores oportunidades de trabajo o de educación: quien no puede disfrutar de estos derechos, no puede vivir en paz. Además, como he subrayado en la Encíclica Laudato si’, «es trágico el aumento de los mi-grantes huyendo de la miseria empeorada por la degradación ambiental».

La mayoría emigra siguiendo un procedimiento regulado, mientras que otros se ven forzados a tomar otras vías, sobre todo a causa de la desesperación, cuando su patria no les ofrece segu-ridad y oportunidades, y toda vía legal parece imposible, bloqueada o demasiado lenta.

En muchos países de destino se ha difundido ampliamente una retórica que enfatiza los ries-gos para la seguridad nacional o el coste de la acogida de los que llegan, despreciando así la dignidad humana que se les ha de reconocer a todos, en cuanto que son hijos e hijas de Dios. Los que fomentan el miedo hacia los migrantes, en ocasiones con fines políticos, en lugar de construir la paz siembran violencia, discriminación racial y xenofobia, que son fuente de gran preocupación para todos aquellos que se toman en serio la protección de cada ser humano.

Todos los datos de que dispone la comunidad internacional indican que las migraciones globa-les seguirán marcando nuestro futuro. Algunos las consideran una amenaza. Os invito, al con-trario, a contemplarlas con una mirada llena de confianza, como una oportunidad para cons-truir un futuro de paz.

3. Una mirada contemplativa

La sabiduría de la fe alimenta esta mirada, capaz de reconocer que todos, «tanto emigrantes como poblaciones locales que los acogen, forman parte de una sola familia, y todos tienen el mismo derecho a gozar de los bienes de la tierra, cuya destinación es universal, como enseña la doctrina social de la Iglesia. Aquí encuentran fundamento la solidaridad y el compartir».

Estas palabras nos remiten a la imagen de la nueva Jerusalén. El libro del profeta Isaías (cap. 60) y el Apocalipsis (cap. 21) la describen como una ciudad con las puertas siempre abiertas, para dejar entrar a personas de todas las naciones, que la admiran y la colman de riquezas.

La paz es el gobernante que la guía y la justicia el principio que rige la convivencia entre todos dentro de ella. Necesitamos ver también la ciudad donde vivimos con esta mirada contempla-tiva, «esto es, una mirada de fe que descubra al Dios que habita en sus hogares, en sus calles, en sus plazas [promoviendo] la solidaridad, la fraternidad, el deseo de bien, de verdad, de justi-cia»; en otras palabras, realizando la promesa de la paz.

Observando a los migrantes y a los refugiados, esta mirada sabe descubrir que no llegan con las manos vacías: traen consigo la riqueza de su valentía, su capacidad, sus energías y sus aspiraciones, y por supuesto los tesoros de su propia cultura, enriqueciendo así la vida de las naciones que los acogen.

Esta mirada sabe también descubrir la creatividad, la tenacidad y el espíritu de sacrificio de incontables personas, familias y comunidades que, en todos los rincones del mundo, abren sus puertas y sus corazones a los migrantes y refugiados, incluso cuando los recursos no son abundantes.

Por último, esta mirada contemplativa sabe guiar el discernimiento de los responsables del bien público, con el fin de impulsar las políticas de acogida al máximo de lo que «permita el verdadero bien de su comunidad», es decir, teniendo en cuenta las exigencias de todos los miembros de la única familia humana y del bien de cada uno de ellos.

Quienes se dejan guiar por esta mirada serán capaces de reconocer los renuevos de paz que están ya brotando y de favorecer su crecimiento. Transformarán en talleres de paz nuestras ciudades, a menudo divididas y polarizadas por conflictos que están relacionados precisamen-te con la presencia de migrantes y refugiados.

4. Cuatro piedras angulares para la acción

Para ofrecer a los solicitantes de asilo, a los refugiados, a los inmigrantes y a las víctimas de la trata de seres humanos una posibilidad de encontrar la paz que buscan, se requiere una estra-tegia que conjugue cuatro acciones: acoger, proteger, promover e integrar.

«Acoger» recuerda la exigencia de ampliar las posibilidades de entrada legal, no expulsar a los desplazados y a los inmigrantes a lugares donde les espera la persecución y la violencia, y equilibrar la preocupación por la seguridad nacional con la protección de los derechos huma-nos fundamentales. La Escritura nos recuerda: «No olvidéis la hospitalidad; por ella algunos, sin saberlo, hospedaron a ángeles».

«Proteger» nos recuerda el deber de reconocer y de garantizar la dignidad inviolable de los que huyen de un peligro real en busca de asilo y seguridad, evitando su explotación. En parti-cular, pienso en las mujeres y en los niños expuestos a situaciones de riesgo y de abusos que llegan a convertirles en esclavos. Dios no hace discriminación: «El Señor guarda a los peregri-nos, sustenta al huérfano y a la viuda».

«Promover» tiene que ver con apoyar el desarrollo humano integral de los migrantes y refu-giados. Entre los muchos instrumentos que pueden ayudar a esta tarea, deseo subrayar la importancia que tiene el garantizar a los niños y a los jóvenes el acceso a todos los niveles de educación: de esta manera, no sólo podrán cultivar y sacar el máximo provecho de sus capa-cidades, sino que también estarán más preparados para salir al encuentro del otro, cultivando un espíritu de diálogo en vez de clausura y enfrentamiento. La Biblia nos enseña que Dios «ama al emigrante, dándole pan y vestido»; por eso nos exhorta: «Amaréis al emigrante, por-que emigrantes fuisteis en Egipto».

Por último, «integrar» significa trabajar para que los refugiados y los migrantes participen ple-namente en la vida de la sociedad que les acoge, en una dinámica de enriquecimiento mutuo y de colaboración fecunda, promoviendo el desarrollo humano integral de las comunidades locales. Como escribe san Pablo: «Así pues, ya no sois extraños ni forasteros, sino conciuda-danos de los santos y familiares de Dios».

5. Una propuesta para dos Pactos internacionales

Deseo de todo corazón que este espíritu anime el proceso que, durante todo el año 2018, lle-vará a la definición y aprobación por parte de las Naciones Unidas de dos pactos mundiales: uno, para una migración segura, ordenada y regulada, y otro, sobre refugiados.

En cuanto acuerdos adoptados a nivel mundial, estos pactos constituirán un marco de refe-rencia para desarrollar propuestas políticas y poner en práctica medidas concretas. Por esta razón, es importante que estén inspirados por la compasión, la visión de futuro y la valentía, con el fin de aprovechar cualquier ocasión que permita avanzar en la construcción de la paz: sólo así el necesario realismo de la política internacional no se verá derrotado por el cinismo y la globalización de la indiferencia.

El diálogo y la coordinación constituyen, en efecto, una necesidad y un deber específicos de la comunidad internacional. Más allá de las fronteras nacionales, es posible que países menos ricos puedan acoger a un mayor número de refugiados, o acogerles mejor, si la cooperación internacional les garantiza la disponibilidad de los fondos necesarios.

La Sección para los Migrantes y Refugiados del Dicasterio para la Promoción del Desarrollo Humano Integral sugiere 20 puntos de acción17 como pistas concretas para la aplicación de estos cuatro verbos en las políticas públicas, además de la actitud y la acción de las comuni-dades cristianas.

Estas y otras aportaciones pretenden manifestar el interés de la Iglesia católica al proceso que llevará a la adopción de los pactos mundiales de las Naciones Unidas. Este interés confirma una solicitud pastoral más general, que nace con la Iglesia y continúa hasta nuestros días a través de sus múltiples actividades.

6. Por nuestra casa común


Las palabras de san Juan Pablo II nos alientan: «Si son muchos los que comparten el “sueño” de un mundo en paz, y si se valora la aportación de los migrantes y los refugiados, la humani-dad puede transformarse cada vez más en familia de todos, y nuestra tierra verdaderamente en “casa común”».

A lo largo de la historia, muchos han creído en este «sueño» y los que lo han realizado dan testimonio de que no se trata de una utopía irrealizable. Entre ellos, hay que mencionar a santa Francisca Javier Cabrini, cuyo centenario de nacimiento para el cielo celebramos este año 2017.

Esta pequeña gran mujer, que consagró su vida al servicio de los migrantes, convirtiéndose más tarde en su patrona celeste, nos enseña cómo debemos acoger, proteger, promover e integrar a nuestros hermanos y hermanas. Que por su intercesión, el Señor nos conceda a todos experimentar que los «frutos de justicia se siembran en la paz para quienes trabajan por la paz».    
             Francisco