20º semana durante el año
LUNES 16 DE AGOSTO SAN ROQUE (ML)
Mateo 19,15-22: “Si quieres ser perfecto, le dijo Jesús, ve, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres: así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme”.
Hoy nos encontramos con el relato evangélico del “joven rico”, que tenía inquietudes y no se conformaba simplemente con cumplir, sino que buscaba vida en abundancia. Jesús lo mira con cariño, y le lanza su propuesta: “te falta una cosa”. Una cosa que implica un cambio radi-cal, porque supone transformar la mentalidad. La respuesta de Jesús desconcertó al joven, Para conseguir la Vida no hay que hacer más cosas, sino seguir a Jesús estando libre de todo impedimento. De esta libertad, nace la alegría de los discípulos. Eso es lo que nos está diciendo hoy el Señor a cada uno de nosotros, la vida auténtica se nos va a ir dando a medi-da que podamos ir “dejando lo nuestro” y estando absolutamente disponible a acoger la invi-tación de Dios. La persona del relato no acepta la propuesta de Jesús, … era muy rico.
Sería bueno empezar hoy por reconocer nuestros apegos y las muchas veces en que rene-gamos por lo que tenemos o no tenemos, perdiendo así de vista lo que somos y la tarea que nos toca.
Ante la propuesta de Jesús, a cada uno nos toca responder, el joven rico ya lo hizo… ahora ¿cuál es nuestra respuesta? Oremos para poder responder a Jesús y seguirlo
MARTES 17 DE AGOSTO
Mateo 19,22-30: “Jesús dijo a sus discípulos: «Les aseguro que un rico difícilmente entrará en el Reino de los Cielos. Se los repito, es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el Reino de los Cielos.» Al oír esto, los discípulos, espantados y decían: «Entonces, ¿quién se podrá salvar?» Jesús, mirándolos fijamente, dijo: «Para los hombres eso es imposible, pero para Dios todo es posible.»
A raíz del fracaso del joven rico, Jesús advierte a sus discípulos (y a nosotros) sobre los peli-gros del dinero. Las riquezas o bienes materiales no son un problema sólo del joven rico, sino de toda persona; por este motivo hace esta comparación hiperbólica del camello con el ojo de una aguja. La inmensa desproporción de la comparación indica que para seguir al Señor hay que hacerse “pequeño” y el peso de las riquezas es “demasiado grande”; sólo confiándonos en Dios podemos abrir el corazón para empezar a liberarnos de los bienes materiales. Si-guiendo con el tema del joven rico, Pedro pregunta a Jesús qué les tocará a los Doce, ya que ellos lo han dejado todo para seguirlo. El Señor da dos respuestas a esta pregunta. La prime-ra anuncia que los Doce se sentarán en tronos para juzgar a Israel. La segunda, anuncia que los discípulos que han dejado todo para seguirlo, recibirán una riqueza mucho mayor, imposi-ble de contar, de calcular, de imaginar, esto es, la vida eterna junto a Dios. Tengo clara mi opción de vida: ¿Es Dios o el dinero?
MIÉRCOLES 18 DE AGOSTO
Mateo 19,30-20,16: “Muchos de los primeros serán los últimos, y muchos de los últimos serán los pri-meros. Porque el Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contra-tar obreros para trabajar en su viña. …”
San Mateo relata la parábola de los trabajadores de la viña. El viñador sale a buscar trabaja-dores para su viña y lo hace a las 6, 9 y 12 de la mañana y a las 3 y 5 de la tarde, terminando el trabajo a las 6 de la tarde. A los primeros contratados les ofrece un denario; a los demás contratados les ofrece pagar lo que sea justo. Al terminar la jornada el dueño de la viña paga a todos un denario, incluso a los que trabajaron sólo una hora. Esto enoja a los que llegaron a las 6 de la mañana y trabajaron todo el día. Entonces el dueño los cuestiona porque él no ha hecho ninguna injusticia, ¿Acaso se enojan porque él es bueno? Aquí, en esta parábola, se ponen en la balanza la justicia y el amor. ¿Qué pesa más en el corazón de Dios? Sabe-
mos que la justicia es dar a cada uno lo suyo, pero también debemos saber que el amor es más grande y mejor que la justicia; ciertamente Dios es justo, pero por sobre todo Dios es amor, por eso al último lo trata igual que al primero. Ser justo está muy bien, pero ser bueno está mucho mejor.
JUEVES 19 DE AGOSTO
Mateo 22,1-14
Jesús compara el Reino de los cielos con una fiesta, con un banquete de bodas. Es Dios quien libremente invita al banquete; en la invitación se insiste en la urgencia de asistir al banquete; dos veces se hace la llamada o invitación y tres veces se insiste en que todo está dispuesto y preparado: el Reinado de Dios ya está aquí, en la persona de Jesús. Pero los invitados no dan importancia al banquete, niegan la urgencia del Reino de los Cielos, toman las cosas de Dios a la ligera. El Rey concluye que los invitados no son dignos, no dan una respuesta espiritual adecuada a la invitación; por eso envía a buscar a los cruces de los ca-minos donde se juntan los marginados de Israel, los publicanos y toda clase de gente; enton-ces la sala se llena de malos y buenos, ya que también los pecadores están invitados al ban-quete. Pero aparece uno sin traje de fiesta (el traje de fiesta significa una vida convertida y llena de buenas obras); los pecadores son invitados al banquete, pero el rey espera que se conviertan y esta persona no lo ha hecho por eso queda fuera de la fiesta.
Recuerdo ¿Cuándo recibí la invitación del Señor al banquete del Reino? ¿Cómo he respondido a esa invitación? ¿Tengo el traje de fiesta, me convierto cada día al Señor?
VIERNES 20 DE AGOSTO SAN BERNARDO (MO)
Mateo 22,34-40: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el precepto más importante de la ley, pero el segundo es equivalente: amarás a tu prójimo co-mo a ti mismo”
En el evangelio de hoy, el maestro de la Ley le pregunta a Jesús: ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?. La respuesta de Jesús habla de un primer mandamiento y de un se-gundo, que le ‘es semejante’. Dos elementos inseparables que son una sola cosa. De este modo, Jesús equipara el primero con el segundo mandamiento. Amar a Dios es amar al pró-jimo. Amar a Dios es procurar que se cumpla lo que Dios quiere para sus criaturas. El respe-to, la estima y la bondad que derrochamos con los demás, esa es la medida del amor que le tenemos a Dios. Y esa dimensión generosa de nuestra existencia ha de ser incondicional, sin limitaciones ni fronteras, encontrando permanentemente en los demás el rostro amigable de Dios, su ser paternal. Quien acoge, escucha y abraza a un hermano, a quien acoge, escucha y abraza es al mismo Dios. Esta es la centralidad de nuestra fe y nuestra identidad..
Desde el evangelio de hoy, nos preguntamos: En nuestra relación con los demás ¿qué actitudes reflejan nuestro amor por Dios?
SÁBADO 21 DE AGOSTO SAN PÍO X (MO)
Mateo 23,1-12: “En la cátedra de Moisés se han sentado los letrados y los fariseos. Ustedes hagan y cumplan todo lo que ellos digan, pero no los imiten, porque dicen y no hacen”.
El evangelio nos presenta las discusiones de Jesús con los distintos grupos de judíos que rechazaban sus enseñanzas. Leían la Biblia, que ellos llamaban la Torá, pero no ponían en práctica sus enseñanzas. De este modo, también podemos decir que las actitudes denuncia-das por Jesús, hoy en el Evangelio, las vemos cotidianamente a nuestro alrededor. “Decir y no hacer” es, muchas veces, un estilo que se encuentra muy presente en la sociedad de hoy. ¿Cuántas veces podrían llamarnos fariseos? ¿Cuántas veces somos expertos en decir lo que los demás tienen que hacer y sin embargo nosotros no hacemos nada? ¿Cuántas veces exi-gimos que el otro obre de tal o cual manera, sin mirarnos primero nosotros, sin exigirnos na-da? ¿Cuántas veces incluso, somos cristianos solo para mostrarnos?
Hoy cuestionémonos un poco como cristianos: ¿Qué estamos diciendo con nuestra vida? ¿Qué expresamos con nuestra manera de obrar?
DOMINGO 22 DE AGOSTO (21 DURANTE EL AÑO)
Juan 6,60-69: Jesús preguntó entonces a los Doce: “¿También ustedes quieren irse?” Simón Pedro le respondió: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabe-mos que eres el Santo de Dios”.
En el evangelio de hoy leemos la parte final del Discurso del Pan de Vida. Se trata de la dis-cusión de los discípulos entre sí y con Jesús y de la conversación de Jesús con Simón Pedro. Nos muestra las exigencias de la fe y la necesidad de un compromiso firme con Jesús y con su propuesta. “Este lenguaje es duro. ¿Quién puede escucharlo?” con esta expresión se re-fleja cómo diversos discípulos se volvieron atrás y ya no estaban dispuestos a recorrer el ca-mino de Jesús. Hoy a nosotros nos puede pasar lo mismo. Estamos en un tiempo en que la vida cristiana debe ser vivida a la intemperie, a contracorriente, proclamando unos valores que el mundo entiende como contravalores y podemos ceder a la tentación de cobijar en nuestro corazón este pensamiento: esto es muy duro, ¿quién puede cargar con esto? Mejor marcharse. La decisión de quedarnos o marcharnos dependerá de que hayamos experimen-tado fuertemente su “pan de vida” y sus “palabras de vida eterna”.
Me pongo en el lugar de Pedro ante Jesús. ¿Qué respuesta doy a Jesús que me pregunta?: “¿También tú quieres irte?